miércoles, 6 de junio de 2012

Efrén, Santo

Diácono y Doctor de la Iglesia, 9 de junio del 373
 Efrén significa: "muy fructífero".
Efrén, Santo
Efrén, Santo

Diácono y Doctor de la Iglesia
Junio 9


Poco es lo que sabemos de la vida de San Efrén. Nació en Nisibi, en la Mesopotamia septentrional a comienzos del siglo IV, probablemente en el 306. Por lo tanto, tenía siete años cuando Constantino promulgó el edicto de Milán. Pero parece que Efrén no pudo gozar de la libertad de culto en el seno de la propia familia, porque el padre era sacerdote pagano y no estaba de acuerdo con la formación cristiana que la piadosa madre quería impartirle. A Los 18 años recibió el bautismo y vivió del propio trabajo, en Edesa, como empleado en un baño público. En el 338 Nisibi fue atacada por Los Persas, y Efrén acudió en su ayuda.

Cuando Nisibi cayó en mano de Los Persas, Efrén, que ya era diácono, se estableció definitivamente en Edesa en el 365, y allí dirigió una escuela. Allí murió el 9 de junio del 373. Benedicto XV lo declaró doctor de la Iglesia en 1920. La tradición nos lo recuerda como un hombre austero. No conocía el griego y probablemente esta era la razón por la cual no encontramos en su obra literaria ese influjo teológico contemporáneo, caracterizado por Las controversias trinitarias. Él es el transmisor genuino de la doctrina cristiana antigua. El medio usado por San Efrén para la divulgación de la verdad cristiana es sobre todo la poesía, por lo cual con razón se lo ha definido “la cítara (o el arpa) del Espíritu Santo”.

En su época se estaba organizando el canto religioso “alternado” en Las iglesias. Los iniciadores fueron San Ambrosio en Milán y Diodoro en Antioquía. El diácono de Nisibi, en Las fronteras de la cristiandad y del mundo romano, compuso en la lengua nativa poesías de contenido didáctico o exhortativo, y propias para adaptarlas al canto colectivo. El carácter popular de sus poesias hizo que pronto se difundieran muchísimo. Gracias también a las cuidadosas traducciones en griego, pronto pasaron de Siria al Oriente mediterráneo.

Efrén no escribía para buscar éxitos literarios; él se servía de la poesía como un excelente medio pastoral. Hasta en las homilías y en los sermones usaba este medio como captación y seducción del espíritu. El profundo conocimiento de la Sagrada Escritura le ofrecía a su rica vena poética el elemento más original para penetrar en los misterios de la verdad y sacar útiles enseñanzas para el pueblo de Dios. Efrén es también el poeta de la Virgen, a la que dirigió 20 himnos y a quien se dirigía con expresiones de tierna devoción. El llamaba a María “más resplandeciente que el sol, conciliadora del cielo y de la tierra, paz, alegría y salud del mundo, corona de las vírgenes, toda pura, inmaculada, incorrupta, beatísima, inviolada, venerable, honorable...”.
 

San EfrénEl texto griego que lleva en la mano lee:
 "Hermano, camina
por el camino estrecho y
sálvate."

Kontoglou, Photios
Monsasterio de la Transfiguración,
Brookline, MA, EEUU
San Efrén de Siria, Diácono
Efrén: "fructífero" (que da mucho fruto)
Fiesta: 9 de junio
(306-373)
Diácono,
Doctor de la Iglesia,
escritor eclesiástico. Llamado "el arpa del Espíritu Santo".
De sus escritos:
Vigilad pues vendrá de nuevo

La palabra de Dios, fuente inagotable de vida
La cruz de Cristo, salvación del género humano
 

BiografíaAdaptado de la Vida de los Santos de Butler por SCTJM
San Efrén alcanzó gran fama como maestro, orador, poeta, comentarista y defensor de la fe. Es el único de los Padres sirios a quien se honra como Doctor de la Iglesia Universal, desde 1920.  En Siria, tanto los católicos como los separados de la Iglesia lo llaman "Arpa del Espíritu Santo" y todos han enriquecido sus liturgias respectivas con sus homilías y sus himnos.  A pesar de que no era un hombre de mucho estudio formal, estaba empapado en las Sagradas Escrituras y tenía gran conocimiento de los misteri
os de la fe.
San Basilio le describe como "un interlocutor que conoce todo lo que es verdad" ; San Jerónimo, al recopilar los nombres de los grandes escritores cristianos, le menciona con estos términos:  "Efrén, diácono de la iglesia de Edessa, escribió muchas obras en sirio y llegó a tener tanta fama, que en algunas iglesias se leen en público sus escritos, después de las Sagradas Escrituras.  Yo leí en la lengua griega un libro suyo sobre el Espíritu Santo; a pesar de que sólo era una traducción, reconocí en la obra el genio sublime del hombre".  (Edessa, hoy llamada Urfa o Sanliurfa, está en Turquía)
San Efrén narra que en un sueño vio que de su lengua nacía una mata de uvas, la cual se extendía por muchas regiones, llevando a todas sus racimos. Este sueño llegó a ser profético por la gran propagación de sus obras.  
A San Efrén debemos, en gran parte, la introducción de los cánticos sagrados en los oficios y servicios públicos de la Iglesia, como una importante característica del culto y un medio de instrucción.  
Su Vida
Efrén nació alrededor del año 306, en la población de Nísibis (hoy llamada Nusaybin, en Turquía), región dominada por Roma. No se sabe por cierto si sus padres eran Cristianos.  El reconoce que de joven no le daba mucha importancia a la religión hasta que llegaron las pruebas. A la edad de dieciocho años recibió el bautismo y, permaneció junto al famoso obispo de Nisibis, San Jacobo, con quien, se afirma, asistió al Concilio de Nicea, en 325.  Tras la muerte de San Jacobo, Efrén mantuvo estrechas relaciones con los tres jerarcas que le sucedieron.  
Efrén se hallaba en Nisibis las tres veces en que los persas pusieron sitio a la ciudad, puesto que en algunos de los himnos que escribió, hay descripciones sobre los peligros de la población, las defensas de la ciudad y la derrota final del enemigo en el año 350. Si bien los persas no pudieron tomar a Nisibis por los ataques directos, consiguieron entrar sin lucha a la ciudad trece años después, cuando Nisibis se les entregó como parte del precio de la paz que pagó el emperador Joviano, después de la derrota y la muerte de Juliano. La entrada de los persas hizo huir a los cristianos, y Efrén se refugió en una caverna abierta entre las rocas de un alto acantilado que dominaba la ciudad de Edessa. Ahí vivió con absoluta austeridad, sin más alimento que un poco de pan de centeno y algunas legumbres; y fue en aquella soledad inviolable donde escribió la mayor parte de sus obras espirituales.  Era un asceta y se le notaba en su apariencia. Según dicen las crónicas era  de corta estatura, medio calvo y lampiño, tenía la piel apergaminada, dura, seca y morena como el barro cocido; vestía con andrajos remendados, y todos los parches habían llegado a ser del mismo color de tierra; lloraba mucho y jamás reía. 
Si bien la solitaria cueva era su morada y su centro de operaciones, no vivía recluido en ella y con frecuencia bajaba a la ciudad para ocuparse de todos los asuntos que afectaban a la Iglesia.  A Edessa la llamaba "la ciudad bendita" y en ella ejerció gran influencia. Predicaba a menudo y, al referirse al tema de la segunda venida de Cristo y el juicio final, usaba una elocuencia tan vigorosa, que los gemidos y lamentos de su auditorio ahogaban sus palabras.
Algunos biógrafos nos dan una idea muy poco inspiradora de San Efrén, como si rechazara la alegría y a la amabilidad.  El obispo lo nombró director de la escuela de canto religioso de su ciudad, y allí formó muchos maestros de canto para que fueran a darle solemnidad a las fiestas religiosas de diversas parroquias.  Allí estuvo por 13 años (del 350 al 363).
No hay en sus obras el influjo de las controversias trinitarias de la época.  Esto posiblemente se debe a que no conocía el griego.  Mas bien se dedicó a defender la doctrina antigua por medio de la poesía.  Bardesanes y otros utilizaban las canciones y la música populares para propagar falsas doctrinas.  Efrén comprendió la importancia de estos medios y valoró mucho los cánticos sagrados como un complemento del culto público. Se propuso imitar las tácticas del enemigo y, sin duda, gracias a su prestigio personal, pero sobre todo el mérito grande de sus propias composiciones, las que hizo cantar en las iglesias por un coro de voces femeninas, consiguió suplantar los himnos gnósticos por sus propios himnos.  
No llegó a ser diácono sino a edad avanzada. Su humildad le obligaba a rehusar la ordenación y, el hecho de que a veces se le designe como a San Efrén el Diácono, apoya la afirmación de algunos de sus biógrafos en el sentido de que nunca obtuvo una dignidad eclesiástica más alta.  Por otra parte, en sus escritos hay pasajes que parecen indicar que era sacerdote.
Alrededor del año 370, emprendió un viaje desde Edessa a Cesarea, en la Capadocia, con el propósito de visitar a San Basilio, de quien tanto y tan bien había oído hablar.  San Efrén menciona aquella entrevista, lo mismo que San Gregorio de Nissa, el hermano de San Basilio, quien escribió un encomio del venerable sirio. Una de las crónicas declara que San Efrén extendió su viaje y que visitó Egipto, donde permaneció varios años, pero semejante declaración no está apoyada por alguna autoridad y no concuerda con los datos cronológicos de su vida, ampliamente reconocidos. 
Hombre de caridad
La última vez que tomó parte en los asuntos públicos fue en el invierno, entre los años 372 y 373, poco antes de su muerte.  Había hambre en toda la comarca y San Efrén se hallaba profundamente apenado por los sufrimientos de los pobres.  Los ricos de la ciudad se negaban a abrir sus graneros y sus bolsas, porque consideraban que no se podía confiar en nadie para hacer una justa distribución de los alimentos y las limosnas; entonces, el santo ofreció sus servicios y fueron aceptados.  Para satisfacción de todos, administró considerables cantidades de dinero y de abastecimientos que le fueron confiadas, además de organizar un eficaz servicio de socorro que incluía la provisión de 300 camillas para transportar a los enfermos.  Supo escuchar así la voz del Señor:   "Estuve enfermo y me fuiste a visitar:  tuve hambre y me diste de comer.  Ven al banquete preparado desde el comienzo de los siglos".  (Mt. 25, 40).  Terminada su misión en Edessa, regresó a su cueva y sólo vivió treinta días más.  Las "Crónicas" de Edessa y las máximas autoridades en la materia, señalan el año de 373 como el de su muerte, pero algunos autores afirman que vivió hasta el 378 o el 379. 
Escritor prolífico
Entre las obras suyas que han llegado hasta nosotros, algunas están escritas en el sirio original y otras son traducciones al griego, al latín y al armenio.  Se las puede agrupar como obras de exégesis, de polémica, de doctrina y de poesía, pero todas, a excepción de los comentarios, están en verso.  Sozomeno afirma que San Efrén escribió treinta millares de lineas.  Sus poemas más interesantes son los "Himnos Nisibianos" (carmina Nisibena), de los que se conservan setenta y dos de un total de setenta y siete, así como los cánticos para las estaciones, que todavía se entonan en las iglesias sirias.  Sus comentarios comprenden todo el Antiguo Testamento y muchas partes del Nuevo.  Sobre los Evangelios no utilizó más que la única versión que circulaba por entonces en Siria, la llamada Diatessaron, la que, en la actualidad no existe más que en su traducción al armenio.
 A pesar de que es poquísimo lo que sabemos sobre la vida de San Efrén, no poco es lo que nos ayudan sus escritos a formarnos una idea sobre el hombre que fue.  Lo que más impresiona al lector es el espíritu realista y cordialmente humano con que discurre sobre los grandes misterios de la Redención.  Se diría que se anticipa a esa actitud de emocionada devoción ante los sufrimientos físicos del Salvador, que no llegó a manifestarse en el occidente antes de la época de San Francisco de Asís.  
Muestra de las obras de San Efrén: 
Fue un gran amante de la Virgen María y en sus escritos vemos la profunda veneración que ya se le tenía en el siglo IV. San Efrén compuso, ya en el año 333, una lista en verso de los más bellos títulos que los cristianos otorgaban a la Stma. Virgen:
"Señora Nuestra Santísima, Madre de Dios, llena de gracia: Tú eres la gloria de nuestra naturaleza humana, por donde nos llegan los regalos de Dios. Eres el ser más poderoso que existe, después de la Santísima Trinidad; la Mediadora de todos nosotros ante el mediador que es Cristo; Tú eres el puente misterioso que une la tierra con el cielo, eres la llave que nos abre las puertas del Paraíso; nuestra Abogada, nuestra Intercesora. Tú eres la Madre de Aquel que es el ser más misericordioso y más bueno. Haz que nuestra alma llegue a ser digna de estar un día a la derecha de tu Único Hijo, Jesucristo. Amén!!"  Ver también: Madre de Dios
Sobre el aposento donde tuvo lugar la Ultima Cena. 
¡Oh tú, lugar bendito, estrecho aposento en el que cupo el mundo!  Lo que tú contuviste, no obstante estar cercado por límites estrechos, llegó a colmar el universo.  ¡Bendito sea el mísero lugar en que con mano santa el pan fue roto!  ¡Dentro de ti, las uvas que maduraron en la viña de María, fueron exprimidas en el cáliz de la salvación!
¡Oh, lugar santo!  Ningún hombre ha visto ni verá jamás las cosas que tú viste.  En ti, el Señor se hizo verdadero altar, sacerdote, pan y cáliz de salvación.  Sólo El bastaba para todo y, sin embargo, nadie era bastante para El.  El Altar y cordero fue, víctima y sacrificador, sacerdote y alimento . . .
 Descripción de Jesucristo siendo azotado.
Tras el vehemente vocerío contra Pilatos, el Todopoderoso fue azotado como el más vil de los criminales.  ¡Qué gran conmoción y cuanto horror hubo a la vista del tormento!  Los cielos y la tierra enmudecieron de asombro al contemplar Su cuerpo surcado por el látigo de fuego, ¡El mismo desgarrado por los azotes!  Al contemplarlo a El, que había tendido sobre la tierra el velo de los cielos, que había afirmado el fundamento de los montes, que había levantado a la tierra fuera de las aguas, que lanzaba desde las nubes el rayo cegador y fulminante, al contemplarlo ahora golpeado por infames verdugos, con las manos atadas a un pilar de piedra que Su palabra había creado.  ¡Y ellos, todavía, desgarraban sus miembros y le ultrajaban con burlas!  ¡Un hombre, al que El había formado, levantaba el látigo!  ¡El, que sustenta a todas las criaturas con su poder, sometió su espalda a los azotes; El, que es el brazo derecho del Padre, consintió en extender sus brazos en torno al pilar.  El pilar de ignominia fue abrazado por El, que sostiene los cielos y la tierra con todo su esplendor.  Los perros salvajes ladraron al Señor que con su trueno sacude las montañas y mostraron los agudos dientes al Hijo de la Gloria.
El  "Testamento de San Efrén"
Este documento nos revela el carácter del santo escritor.  A pesar de que, posiblemente, haya sufrido alteraciones y agregados en fechas posteriores, no hay duda de que en gran parte, como afirma Rubens Duval, considerado como una autoridad en la materia, es auténtico, sobre todo los pasajes que reproducimos aquí.  San Efrén hace un llamado a sus amigos y discípulos, en tono emocionado y de profunda humildad:
 No me embalsaméis con aromáticas especies, porque no son honras para mí.  Tampoco uséis incienso ni perfumes; el honor no me corresponde a mí.  Quemad el incienso ante el altar santo: A mí, dadme sólo el murmullo de las preces. Dad vuestro incienso a Dios, y a mí cantadme himnos.  En vez de perfumes y de especias, dadme un recuerdo en vuestras oraciones . . .  Mi fin ha sido decretado y no puedo quedarme. Dadme provisiones para mi larga jornada: vuestras plegarias, vuestros salmos y sacrificios. Contad hasta completar los treinta días y entonces, hermanos haced recuerdo de mí, ya que, en verdad, no hay más auxilio para el muerto sino el de los sacrificios que le ofrecen los vivos.
 Benedicto XV lo declaró doctor de la Iglesia.
¡Señor envía tu Espíritu Santo y suscita en nosotros la pasión por Ti que manifestó el Diácono San Efrén! 
Bibliografía
Butler, Vida de los Santos.
Salesman, Vida de los Santos, II.
Agradecemos también los aportes de Vicenç Garcia Tomàs




Efrén de Siria

San Efrén de Siria
Jefrem Sirin.jpg
Padre de la Iglesia
Proclamado Doctor de la Iglesia en el año 1920 por el papa Benedicto XV
Nacimiento ca. 306
Nisibis
Fallecimiento 9 de junio, 373
Edesa
Venerado en Toda la Cristiandad
Festividad 9 de junio
Patronazgo Directores espirituales y líderes espirituales
Efrén (o Efraín) de Siria, también conocido como Efraín de Nísibe o Nisibi, fue un diácono y escritor, santo, Padre de la Iglesia y Doctor de la Iglesia sirio nacido en Nusaybin (Turquía) —entonces en la provincia romana de Mesopotamia— en 306 ca.1 y muerto en Edesa en 373. Ya en su tiempo fue conocido como «el Místico», con el apelativo de «El arpa del Espíritu».
Desde joven quedó marcado por la vida intolerante de su padre, que era un tenaz pagano. Efrén, hostigado por su padre porque había abrazado el cristianismo, huyó de casa para evitar malos tratos y acudió a su obispo, quien lo acogió. El obispo Jacobo de Nisibe logró su plena formación y conversión (324). Más tarde, le ordenó diácono y, a pesar de la insistencia del obispo para que se ordenara como presbítero, él siempre renunció porque no se veía digno.
Fundó una escuela de teología en Nesaybin que se distinguió por su alto grado de preparación y por el esplendor de sus alumnos. Cuando la escuela estaba en su apogeo, llegó una invasión persa y los sasánidas se apoderaron de su región natal. Efrén cruzó la frontera y fundó la escuela en Edesa dentro del Imperio romano. Aquí se convirtió en el gran defensor de la doctrina cristológica y trinitaria en la Iglesia siria de Antioquía. Escribió mucho: hizo el comentario de toda la Biblia, compuso poemas que sustituyeron a los cantos empleados en las fiestas populares de los paganos. La Iglesia antioquena se unió a él y sus himnos fueron el inicio de la práctica del canto en la liturgia cristiana.
Es uno de los poetas más grandes en lengua siria. Vivía con absoluta austeridad.1
Fue proclamado Doctor de la Iglesia por Benedicto XV en 1920.

San Efrén en Astorga

No se debe confundir al personaje real con la leyenda surgida a principios del s. xvii que le menciona como primer obispo de Astorga: por estas fechas el padre Jerónimo Román de la Higuera compuso un falso cronicón atribuido falazmente a Flavio Lucio Dextro en el que señalaba a Efrén como obispo de Astorga en el siglo i;2 dando crédito a éste, varios escritores3 4 5 6 7 y religiosos astorganos8 contemporáneos contribuyeron sin saberlo a difundir la mentira, y aunque posteriormente quedó demostrada la falsedad del episodio e identificado su origen,9 10 todavía hubo autores que la repitieron hasta bien entrado el s. xix. 11 12 13

Referencias

Enlaces externos


 SAN EFRÉN DE SIRIA

San Efrén, diácono de la Iglesia en Siria, nació hacia el año 306 en Nisibis, ciudad de Mesopotamia. Convertido al Cristianismo cuando tenía dieciocho años, se entregó enteramente al servicio de Dios, dedicando su vida a la oración y al estudio. Según algunos hagiógrafos, en el 325 acompañó a Santiago—obispo de Nisibis—al Concilio de Nicea.
Durante los años 338 a 350, en que la ciudad se vio repetidas veces amenazada por Sapor II, rey de Persia, San Efrén desplegó una actividad infatigable para alentar y aconsejar a sus habitantes. En el 363, el emperador Joviniano firmó un tratado de paz con los persas y les entregó Nisibis; San Efrén, con la mayor parte de los cristianos de esta ciudad, emigró a tierras del Imperio Romano. Se retiró a Edesa, donde murió diez años más tarde, tras haber dedicado todo ese tiempo a la penitencia y a la contemplación.
San Efrén ocupa un lugar privilegiado entre los Santos Padres tanto por la abundancia de sus escritos como por la autoridad de su doctrina. Prueba de ello es que muchos de sus himnos forman parte de diversas liturgias orientales desde el siglo v. Gracias a esto se ha conservado gran parte de su ingente obra, tanto en su idioma original, el sirio, como en traducciones griegas, que empezaron a proliferar ya en los últimos años de su vida: Sozomeno, que pudo leer directamente los escritos de San Efrén, afirma que compuso unos tres millones de versos; otras fuentes apuntan que compuso más de mil sermones. Nos han llegado también versiones en arameo y copto cuyo texto primitivo se desconoce.
Sobre su autoridad, basta citar el testimonio de un hombre tan parco en palabras y poco inclinado a los elogios como fue San Jerónimo. En su De viris illustribus escribe: «Su fama se ha divulgado tanto entre los griegos que, en algunas iglesias, leen sus escritos en público después de recitar la Sagrada Escritura. Yo mismo he leído la traducción de un libro suyo sobre el Espíritu Santo y he podido comprobar que es una obra maestra».
Poeta de delicadísimos sentimientos hacia Jesucristo y su Santísima Madre, escribió centenares de himnos para uso litúrgico y para uso popular. En unos y otros se aprecia su vivísimo ingenio, la solidez de su doctrina y un profundo conocimiento de la Sagrada Escritura. Supo exponer de manera inimitable los principales misterios del Cristianismo: la Santísima Trinidad, la Encarnación del Verbo, las prerrogativas de Santa María... Los cantos populares -en los que destaca su gracioso ingenio y la solidez de su doctrina- son especialmente interesantes porque estaban destinados a que los cantase todo el pueblo, que no entendía de enrevesadas controversias teológicas: así se difundía de modo fácil, rápido y agradable la verdadera fe.
También en Occidente se difundieron mucho sus escritos, siendo reconocido sobre todo como cantor de las prerrogativas de la Santísima Virgen. El 5 de mayo de 1920, Benedicto XV lo declaró Doctor de la Iglesia.

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Había nacido hacia el 306 en Nísibe, probablemente de padres cristianos; en el 363 la ciudad fue conquistada por los persas, y con otros cristianos se refugió en Edesa, que se encontraba bajo la dominación romana y donde es posible que interviniera en la fundación de la escuela de Edesa, la escuela de los persas; murió en el año 373. Escribió numerosos comentarios bíblicos, que se conservan parcialmente; y muchas composiciones en verso, en que trata de temas doctrinales y de la historia de su tiempo, o en que ataca diversas herejías, como la de Arrio.


(Himno a la Virgen María)
M/ALABANZAS/EFREN: La Virgen me invita a cantar el misterio que yo contemplo con admiración. Hijo de Dios, dame tu don admirable, haz que temple mi lira, y que consiga detallar la imagen completamente bella de la Madre bien amada.
La Virgen María da al mundo a su Hijo quedando virgen, amamanta al que alimenta a las naciones, y en su casto regazo sostiene al que mantiene el universo. Ella es Virgen y es Madre, ¿qué no es?
Santa de cuerpo, completamente hermosa de alma, pura de espíritu, sincera de inteligencia, perfecta de sentimientos, casta, fiel, pura de corazón, leal, posee todas las virtudes.
Que en María se alegre toda la estirpe de las vírgenes, pues una de entre ellas ha alumbrado al que sostiene toda la creación, al que ha liberado al género humano que gemía en la esclavitud.
Que en María se alegre el anciano Adán, herido por la serpiente. María da a Adán una descendencia que le permite aplastar a la serpiente maldita, y le sana de su herida mortal.
Que los sacerdotes se alegren en la Virgen bendita. Ella ha dado al mundo el Sacerdote Eterno que es al mismo tiempo Víctima. Él ha puesto fin a los antiguos sacrificios, habiéndose hecho la Víctima que apacigua al Padre.
Que en Mana se alegren todos los profetas. En Ella se han cumplido sus visiones, se han realizado sus profecías, se han confirmado sus oráculos.
Que en María se gocen todos los patriarcas. Así como Ella ha recibido la bendición que les fue prometida, así Ella les ha hecho perfectos en su Hijo. Por Él los profetas, justos y sacerdotes, se han encontrado purificados.
En lugar del fruto amargo cogido por Eva del árbol fatal, María ha dado a los hombres un fruto lleno de dulzura. Y he aquí que el mundo entero se deleita por el fruto de María.
El árbol de la vida, oculto en medio del Paraíso, ha surgido en María y ha extendido su sombra sobre el universo, ha esparcido sus frutos, tanto sobre los pueblos más lejanos como sobre los más próximos.
María ha tejido un vestido de gloria y lo ha dado a nuestro primer padre. Él había escondido su desnudez entre los árboles, y es ahora investido de pudor, de virtud y de belleza. Al que su esposa había derribado, su Hija le alza; sostenido por Ella, se endereza como un héroe.
Eva y la serpiente habían cavado una trampa, y Adán había caído en ella; María y su real Hijo se han inclinado y le han sacado del abismo.
La vid virginal ha dado un racimo, cuyo suave jugo devuelve la alegría a los afligidos. Eva y Adán en su angustia han gustado el vino de la vida, y han hallado completo consuelo.
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(Himno por el Nacimiento de Cristo)
M/ANUNCIACION/EFREN ENC/EFREN: Volved la mirada a María. Cuando Gabriel entró en su aposento y comenzó a hablarle, Ella preguntó: ¿cómo se hará esto? (Lc 1, 34). El siervo del Espíritu Santo le respondió diciendo: para Dios nada es imposible (Lc 1, 37). Y Ella, creyendo firmemente en aquello que había oído, dijo: he aquí la esclava del Señor (Lc 1, 38). Y al instante descendió el Verbo sobre Ella, entró en Ella y en Ella hizo morada, sin que nada advirtiese. Lo concibió sin detrimento de su virginidad, y en su seno se hizo niño, mientras el mundo entero estaba lleno de Él(...). Cuando oigas hablar del nacimiento de Dios, guarda silencio: que el anuncio de Gabriel quede impreso en tu espíritu. Nada es difícil para esa excelsa Majestad que, por nosotros, se ha abajado a nacer entre nosotros y de nosotros.
Hoy María es para nosotros un cielo, porque nos trae a Dios. El Altísimo se ha anonadado y en Ella ha hecho mansión, se ha hecho pequeño en la Virgen para hacernos grandes (...). En María se han cumplido las sentencias de los profetas y de los justos. De Ella ha surgido para nosotros la luz y han desaparecido las tinieblas del paganismo.
María tiene muchos nombres, y es para mi un grande gozo llamarla con ellos. Es la fortaleza donde habita el poderoso Rey de reyes, mas no salió de allí igual que entró: en Ella se revistió de carne, y así salió. Es también un nuevo cielo, porque allí vive el Rey de reyes; allí entró y luego salió vestido a semejanza del mundo exterior (...). Es la fuente de la que brota el agua viva para los sedientos; quienes han gustado esta bebida llevan fruto al ciento por uno.
Este día no es, pues, como la primera jornada de la creación. En aquel día las criaturas fueron llamadas al ser; en éste, la tierra ha sido renovada y bendecida respecto a Adán, por quien había sido maldecida. Adán y Eva, con el pecado, trajeron la muerte al mundo; pero el Señor del mundo nos ha dado en María una nueva vida. El Maligno, por obra de la serpiente, vertió el veneno en el oído de Eva; el Benigno, en cambio, se abajó en su misericordia y, a través del oído, penetró en María. Por la misma puerta por donde entró la muerte, ha entrado también la Vida que ha matado a la muerte. Y los brazos de María han llevado a Aquél a quien sostienen los querubines; ese Dios a quien el universo no puede abarcar, ha sido abrazado por María. El Rey ante quien tiemblan los ángeles, criaturas espirituales, yace en el regazo de la Virgen, que lo acaricia como a un niño. El cielo es el trono de su majestad, y Él se sienta en las rodillas de María. La tierra es el escabel de sus pies y Él brinca sobre ella infantilmente. Su mano extendida señala la medida del polvo, y sobre el polvo juguetea como un chiquillo.
Feliz Adán, que en el nacimiento de Cristo has encontrado la gloria que habías perdido. ¿Se ha visto alguna vez que el barro sirva de vestido al alfarero? ¿Quién ha visto al fuego envuelto en pañales? A todo eso se ha rebajado Dios por amor del hombre. Así se ha humillado el Señor por amor de su siervo, que se había ensalzado neciamente y, por consejo del Maligno homicida, había pisoteado el mandamiento divino. El Autor del mandamiento se humilló para levantarnos.
Demos gracias a la divina misericordia, que se ha abajado sobre los habitantes de la tierra a fin de que el mundo enfermo fuera curado por el Médico divino. La alabanza para Él y al Padre que lo ha enviado; y alabanza al Espíritu Santo, por todos los siglos sin fin.
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(Carmen 18, 1)
Oh cítara mía, inventa nuevos motivos de alabanza a María Virgen. Levanta tu voz y canta la maternidad enteramente maravillosa de esta virgen, hija de David, que llevó la vida al mundo.
Quien la ama, la admira. El curioso se llena de vergüenza y calla. No se atreve a preguntarse cómo una madre da a luz y conserva su virginidad. Y aunque es muy difícil de explicar, los incrédulos no osarán indagar sobre su Hijo.
Su Hijo aplastó la serpiente maldita y destrozó su cabeza. Curó a Eva del veneno que el dragón homicida, por medio del engaño, le había inyectado, arrastrándola a la muerte.
Como el monte Sinaí, María te ha acogido, pero no la has calcinado con tu fuego incombustible, porque has obrado de modo que tu hoguera no la abrasase, ni le quemara la llama que ni siquiera los serafines pueden mirar.
Aquél que es eterno fue llamado el nuevo Adán, porque habitó en las entrañas de la hija de David y en Ella, sin semilla y sin dolor, se hizo hombre. ¡Bendito sea por siempre su nombre!
El árbol de la vida, que creció en medio del Paraíso, no dio al hombre un fruto que lo vivificase. El árbol nacido del seno de María se dio a sí mismo en favor del hombre y le donó la vida.
El Verbo del Señor descendió de su trono; se llegó a una joven y habitó en ella. Ella lo concibió y lo dio a la luz. Es grande el misterio de la Virgen purísima: supera toda alabanza.
Eva en el Edén se convirtió en rea del pecado. La serpiente malvada escribió, firmó y selló la sentencia por la cual sus descendientes, al nacer, venían heridos por la muerte.
Y a causa de su engaño, el antiguo dragón vio multiplicado el pecado de Eva. Fue una mujer quien creyó la mentira de su seductor, obedeció al demonio y abajó al hombre de su dignidad.
Eva llegó a ser rea del pecado, pero el débito pasó a María, para que la hija pagase las deudas de la madre y borrase la sentencia que habían transmitido sus gemidos a todas las generaciones.
María llevó el fuego entre sus manos y ciñó entre sus brazos a la llama: acercó sus pechos a la hoguera y amamantó a Aquél que nutre todas las cosas. ¿Quien podrá hablar de Ella?
Los hombres terrenales multiplicaron las maldiciones y las espinas que ahogaban la tierra. Introdujeron la muerte. El Hijo de María llenó el orbe de vida y paz.
Los hombres terrenales sumergieron el mundo de enfermedades y dolores. Abrieron la puerta para que la muerte entrase y pasease por el orbe. El Hijo de María tomó sobre su persona los dolores del mundo, para salvarlo.
María es manantial límpido, sin aguas turbias. Ella acoge en su seno el río de la vida, que con su agua irrigó el mundo y vivificó a los muertos.
Eres santuario inmaculado en el que moró el Dios rey de los siglos. En ti por un gran prodigio se obró el misterio por el cual Dios se hizo hombre y un hombre fue llamado Hijo por el Padre.
María es la vid de la estirpe bendita de David. Sus sarmientos dieron el grano de uva lleno de la sangre de la vida. Adán bebió de aquel vino y resucitado pudo volver al Edén.
Dos madres engendraron dos hijos diversos: una, un hombre que la maldijo; María, Dios, que llenó al mundo de bendición.
¡Bendita, tú, María, hija de David, y bendito el fruto que nos has dado! ¡Bendito el Padre que nos envió a su Hijo para nuestra salvación, y bendito el Espíritu Paráclito que nos manifestó su misterio! Sea bendito su nombre.
* * * * *

(Himno, 18, 1-23)
He mirado asombrado a María que amamanta a Aquél que nutre a todos los pueblos, pero que se ha hecho niño. Habitó en el seno de una muchacha, Aquél que llena de sí el mundo (...).
Un gran sol se ha recogido y escondido en una nube espléndida. Una adolescente ha llegado a ser la Madre de Aquél que ha creado al hombre y al mundo.
Ella llevaba un niño, lo acariciaba, lo abrazaba, lo mimaba con las más hermosas palabras y lo adoraba diciéndole: Maestro mío, dime que te abrace.
Ya que eres mi Hijo, te acunaré con mis cantinelas; soy tu Madre, pero te honraré. Hijo mío, te he engendrado, pero Tú eres más antiguo que yo; Señor mío, te he llevado en el seno, pero Tú me sostienes en pie.
Mi mente está turbada por el temor, concédeme la fuerza para alabarte. No sé explicar cómo estás callado, cuando sé que en Ti retumban los truenos.
Has nacido de mí como un pequeño, pero eres fuerte como un gigante; eres el Admirable, como te llamó Isaías cuando profetizó sobre Ti.
He aquí que todo Tú estás conmigo, y sin embargo estás enteramente escondido en tu Padre. Las alturas del cielo están llenas de tu majestad, y no obstante mi seno no ha sido demasiado pequeño para Ti.
Tu Casa está en mí y en los cielos. Te alabaré con los cielos. Las criaturas celestes me miran con admiración y me llaman Bendita.
Que me sostenga el cielo con su abrazo, porque yo he sido más honrada que él. El cielo, en efecto, no ha sido tu madre; pero lo hiciste tu trono.
¡Cuánto más venerada es la Madre del Rey que su trono! Te bendeciré, Señor, porque has querido que fuese tu Madre; te celebraré con hermosas canciones.
Oh gigante que sostienes la tierra y has querido que ella te sostenga, Bendito seas. Gloria a Ti, oh Rico, que te has hecho Hijo de una pobre.
Mi magnificat sea para Ti, que eres más antiguo que todos, y sin embargo, hecho niño, descendiste a mí. Siéntate sobre mis rodillas; a pesar de que sobre Ti está suspendido el mundo, las más altas cumbres y los abismos más profundos (...).
Tú estás conmigo, y todos los coros angélicos te adoran. Mientras te estrecho entre mis brazos, eres llevado por los querubines.
Los cielos están llenos de tu gloria, y sin embargo las entrañas de una hija de la tierra te aguantan por entero. Vives en el fuego entre las criaturas celestes, y no quemas a las terrestres.
Los serafines te proclaman tres veces Santo: ¿qué más podré decirte, Señor? Los querubines te bendicen temblando, ¿cómo puedes ser honrado por mis canciones?
Escúcheme ahora y venga a mí la antigua Eva, nuestra antigua madre; levante su cabeza, la cabeza que fue humillada por la vergüenza del huerto.
Descubra su rostro y se alegre contigo, porque has arrojado fuera su vergüenza; oiga la palabra llena de paz, porque una hija suya ha pagado su deuda.
La serpiente, que la sedujo, ha sido aplastada por Ti, brote que has nacido de mi seno. El querubín y su espada por Ti han sido quitados, para que Adán pueda regresar al paraíso, del cual había sido expulsado.
Eva y Adán recurran a Ti y cojan de mí el fruto de la vida; por ti recobrará la dulzura aquella boca suya, que el fruto prohibido había vuelto amarga.
Los siervos expulsados vuelvan a través de Ti, para que puedan obtener los bienes de los cuales habían sido despojados. Serás para ellos un traje de gloria, para cubrir su desnudez.

Sermones

Nuestro Señor, pisoteado por la muerte, la holló luego en desquite, como quien pisa con sus pies el polvo del camino. Se sometió a la muerte y la aceptó voluntariamente, para vencer así la resistencia de la muerte. Salió nuestro Señor llevando la cruz, sometiéndose a las exigencias de la muerte; pero luego clamó en la cruz y sacó a los muertos de la región de las sombras, contra la voluntad de la muerte.
La muerte sometió al Señor a través del cuerpo humano que él tenía; pero él, valiéndose de esta misma arma, venció a su vez a la muerte. La divinidad, oculta tras el velo de la humanidad, pudo acercarse a la muerte, la cual, al matar, fue muerta ella misma. La muerte destruyó la vida natural, pero fue luego destruida, a su vez, por la vida sobrenatural.
Como la muerte no podía devorar al Señor si éste no hubiese tenido un cuerpo, ni la región de los muertos hubiese podido tragarlo si no hubiese tenido carne humana, por eso vino al seno de la Virgen, para tomar ahí el vehículo que había de transportarlo a la región de los muertos. Allí penetró con el cuerpo que había asumido, arrebató sus riquezas y se apoderó de sus tesoros.
Llegóse a Eva, la madre de todos los vivientes. Ella es la viña cuya cerca había abierto la muerte, valiéndose de las propias manos de Eva, para gustar sus frutos; desde entonces Eva, la madre de todos los vivientes, se convirtió en causa de muerte para todos los vivientes.
Floreció luego María, nueva viña en sustitución de la antigua, y en ella habitó Cristo, la nueva vida, para que al acercarse confiadamente la muerte, en su continua costumbre de devorar, encontrara escondida allí, en un fruto mortal, a la vida, destructora de la muerte. Y la muerte, habiendo engullido dicho fruto sin ningún temor, liberó a la vida, y a muchos juntamente con ella.
El eximio hijo del carpintero, al levantar su cruz sobre las moradas de la muerte, que todo lo engullían, trasladó al género humano a la mansión de la vida. Y, así, en el mismo árbol que contenía el fruto amargo fue aplicado un injerto dulce, para que reconozcamos el poder de aquel a quien ninguna criatura puede resistir.
A ti sea la gloria, que colocaste tu cruz como un puente sobre la muerte, para que, a través de él, pasasen las almas desde la región de los muertos a la región de la vida.
A ti sea la gloria, que te revestiste de un cuerpo humano y mortal, y lo convertiste en fuente de vida para todos los mortales. Tú vives, ciertamente; pues los que te dieron muerte hicieron con tu vida como los agricultores, esto es, la sembraron bajo tierra como el trigo, para que luego volviera a surgir de ella acompañada de otros muchos.
Venid, ofrezcamos el sacrificio grande y universal de nuestro amor, tributemos cánticos y oraciones sin medida al que ofreció su cruz como sacrificio a Dios, para enriquecernos con ella a todos nosotros .
(Sermón sobre Nuestro Señor, 3-4.9; Liturgia de las Horas)

Comentario sobre el Diatéssaron 

Con la última venida pasará algo semejante a lo que pasó con la primera.
Así como los justos y los profetas esperaron al Mesías pensando que se había de manifestar en su tiempo, también hoy cada uno de los cristianos desea que llegue en sus propios días. Cristo no reveló el día de su venida, principalmente por esta razón: para que todos comprendieran que aquel a cuyo poder y dominio están sometidos los números y los tiempos no está sujeto al destino ni a la hora. Pero el que desde toda la eternidad había determinado este día y describió detalladamente las señales que lo precederían ¿cómo podía ignorarlo? Por eso con aquellas palabras invitó a considerar sus señales, para que, desde entonces y para siempre, las generaciones de todos los siglos pensaran que su venida podría acontecer en su tiempo .
Estad en vela, porque cuando el cuerpo duerme es nuestra naturaleza la que domina y obramos no guiados por nuestra voluntad, sino por los impulsos de nuestra naturaleza. Y cuando un pesado sopor, por ejemplo, la pusilanimidad o la tristeza, domina al alma, ésta es dominada por el enemigo y, bajo los efectos de ese sopor, hace lo que no quiere. Los impulsos dominan a su naturaleza y el enemigo al alma.
Por lo tanto, el Señor recomendó al hombre la vigilancia de todo su ser: del cuerpo, para que evitara la somnolencia; del alma, para que evitara la indolencia y la pusilanimidad como dice la Escritura: Despertaos, como conviene; y: Me levanté y estoy contigo; y también: No desfallezcáis. Por eso, investidos de este ministerio, no sentimos desfallecimiento.
Para que los discípulos no le preguntaran sobre el tiempo de su venida, Cristo les dijo: Por lo que se refiere a aquella hora, nadie sabe nada; ni los ángeles del cielo ni siquiera el Hijo. No toca a vosotros conocer el tiempo y la ocasión. Lo ocultó para que estemos prevenidos y para que cada uno de nosotros piense que ello puede tener lugar en su propio tiempo. Pues si Cristo hubiera revelado el día de su venida, ésta se hubiera tornado un acontecimiento indiferente y ya no sería un objeto de esperanza para los hombres de los distintos siglos. Dijo que vendría, pero no dijo cuándo, y por eso todas las generaciones y épocas lo esperan ansiosamente.
Aunque el Señor estableció las señales de su venida, sin embargo, en modo alguno conocemos con exactitud su término; pues estas señales aparecen de muy distintas maneras y pasan, y algunas de ellas todavía perduran.
(18, 15-17; Liturgia de las Horas)


Oración de San Efrén de Siria.

Doctor de la Iglesia. 306-373
18 de junio
Mi santísima Señora, Madre de Dios, llena de gracia, tú eres la gloria de nuestra naturaleza, el canal de todos los bienes, la reina de todas las cosas después de la Trinidad..., la mediadora del mundo después del Mediador; tú eres el puente misterioso que une la tierra con el cielo, la llave que nos abre las puertas del paraíso, nuestra abogada, nuestra mediadora. Mira mi fe, mira mis piadosos anhelos y acuérdate de tu misericordia y de tu poder. Madre de Aquel que es el único misericordioso y bueno, acoge mi alma en mi miseria y, por tu mediación, hazla digna de estar un día a la diestra de tu único Hijo.
 

 San Efrén de Siria (306-373 d.C. aprox.), Padre de la Iglesia, expone en esta epístola una serie de cuestiones espirituales relativas a la vida monacal. Entre ellas son de gran valía sus consejos sobre la humildad, sobre la vivencia de la caridad, y su exhortación a que el cristiano sea siempre fiel a la Fe de la Iglesia Católica que ha recibido

Epístola de San Efrén de Siria a un discípulo


Mi bienamado en el Señor, cuando te aprestes a dar alguna respuesta, has de poner en tu boca, antes que cualquier otra cosa, la humildad, pues bien sabes que por ella todo el poder del enemigo se reduce a nada. Tú conoces la bondad de tu Maestro, a Quien blasfemaron, y como Él se hizo humilde y obediente incluso hasta la muerte. Hijo mío, trabaja por ti mismo para establecer la humildad en tu boca, en tu corazón, y en tu cuello, pues hay un mandamiento que la inculca. Recuerda a David, que se jactaba por su humildad y dijo "porque me humillo a mí mismo el Señor me ha liberado, y Él me ha bendecido"(1). Hijo mío, arráigate en la humildad y harás que las virtudes de Dios te acompañen. Y si es que permaneces en un estado de humildad, ninguna pasión, cualquiera que sea, tendrá poder para acercarse a ti.


No hay medida para la belleza del hombre que es humilde. No hay pasión, cualquiera que sea, capaz de acercársele al hombre que es humilde, y no hay medida para su belleza. El hombre humilde es un sacrificio de Dios. El corazón de Dios y de sus ángeles descansa en aquel que es humilde. Más aun, cuando los ángeles lo glorifiquen, hay una razón para él que le ha logrado todas las virtudes, pero para aquel que se ha revestido de la humildad no será necesaria ninguna razón, aparte de que se ha hecho humilde.


Hijo mío, éstas son las virtudes de la humildad. Hijo mío, conserva la paz, porque está escrito, "Aquél que es sabio, en ese momento conservara la paz"(2). Mantén la paz hasta que te hagan alguna pregunta. Y cuando te pregunten, habla, y usa palabras humildes, y compórtate de manera humilde. No seas puro lamento. Si la pregunta es muy grande para ti, siéntate. Nunca hables mientras que otros hablan palabras de desprecio; contente, y no olvides que tus pensamientos deben ser: "No los he escuchado". A todas las palabras valiosas, préstales tu más ferviente atención. Porque está escrito "Si tu eres uno que actúa la palabra y no uno que la escucha, te engañas a ti mismo, hijo mío, en el Señor"(3). Te doy mandamientos desde el principio, guárdalos desde tu juventud. Mira lo que dijo Pablo. Dijo, "Además, desde el tiempo en que eras un niño conocías la Santa Escritura, que tiene el poder para salvarte".


Aprende la regla entera de los preceptos de la profesión del monje, y hazte querido en todos tus trabajos. Si tú, que eres joven, vas al desierto a tomar un lugar, y te estableces en uno que es muy grande para ti, y Dios está allí, no dejes el lugar en tu descontento para irte a otro. Deja que el desierto en que te has establecido te sea suficiente, no vayas a hacer que Él se moleste. Porque está escrito "No es una pequeña cosa en contra tuya el provocar a los hombres a la ira".


En el desierto en el que estas mantén esta manera de actuar, y no huyas de un lugar a otro. No vayas a llorar a la morada de nadie por causa de lo que crees, ni tampoco por los deseos de tu estomago. No estés en compañía del hombre agitado y problemático, y asegúrate de continuar con tu vida silenciosa, y no estés en la boca de los hermanos. Te suplico, mi amado en el Señor, que dejes que tu meta principal sea aprender; escuchar con atención (u obedecer) te dará la paz. Porque está escrito: "El provecho de la instrucción no es la plata". Cuídate del hábito de no escuchar (o de desobedecer). Que la palabra de Saúl no se realice en ti y en su generación, porque Dios es más fácilmente persuadido por la obediencia que por el sacrificio (4).


Éstas son, entonces, las reglas del oficio del monje. Debes comer con los hermanos. No levantes la cabeza hasta que no hayas terminado de comer. Come con la vestimenta con que te dejas ver en público. Si ocurre que eres el último en ser servido no digas: "Tráelo aquí, donde está sentado uno más grande que tu". Cuando desees tomar de la botella de agua, no dejes que tu garganta haga bulla como la de un hombre común. Cuando estas sentado en medio de los hermanos y tengas flema, no la escupas en medio de ellos, apártate a cierta distancia y escúpela allí.



Cuando estés durmiendo en cualquier lugar con los hermanos, no permitas que persona alguna se les acerque a menos de un codo de distancia. Si el trabajo es de carácter tranquilo no te duermas sobre una estera, más bien dóblala, porque eres un hombre joven. No duermas estirado, ni tampoco sobre tu espalda, para que no te molesten los sueños.


Cuando estés caminando con los hermanos, mantente siempre a alguna distancia de ellos, pues cuando caminas con un hermano haces que tu corazón esté ocioso. Si estas usando sandalias en tus pies, y el que camina contigo no tiene, quítatelas y camina como él, porque está escrito, "Sufre".


Haz el trabajo del predicador. Hazlo diligentemente mientras estás en tu habitación. No comas cuando el sol esta resplandeciendo. No enciendas una fogata para ti solo o te volverás un ostentoso. Cuando sea necesario calentarte, llama a algún hombre pobre y miserable que esté en el desierto contigo, mándalo en tu lugar, y serás alabado, al decir, "No pude comer mi pan solo".


Si estas en una montana, o en un lugar donde haya un hermano enfermo, visítalo dos veces al día: en la mañana, antes de que comiences a trabajar con tus manos y en la tarde. Porque está escrito, amado mío en el Señor, "Estuve enfermo y vosotros me visitasteis" (5). Cuando un hermano muera en la montana en donde estas, no te sientes en la celda en la que escuches la noticia, sino anda y siéntate con él y llora sobre él. Porque está escrito, "Llora al hombre fallecido, y camina con él hasta que haya sido enterrado", porque éste es el último servicio que uno puede realizar por su hermano. Saluda su cuerpo con compasión, diciendo, "Acuérdate de mi ante el Señor".


Hijo mío, haz todo lo posible por observar las cosas que he escrito para ti, pues ellas son las reglas del oficio del monje. Deja que la muerte se acerque a ti de día y de noche, porque tú sabes que ése que tú conoces es el que te hablara, diciéndote, "Yo nunca lo he puesto en mi corazón. Mis pies están en el umbral, viviré hasta que haya cruzado el umbral de la puerta". Hijo mío, pon toda tu mente ante Dios en todo momento y no dejes que todos estos inestables pensamientos te saquen del camino. Ten siempre a la vista los castigos que vendrán. Mientras estés en tu habitación hazte a ti mismo parecido a Dios.


Si un hermano viene a ti, regocíjate con él. Salúdalo. Prepara agua para sus pies. No olvides esto. Que él rece. Tú, siéntate. Saluda sus manos y sus pies. No lo molestes con preguntas como, "¿De dónde vienes?", porque está escrito, "De esta manera, algunos han recibido ángeles en su morada sin saberlo" (6). Créele a aquél que ha venido a ti inclusive como le creerías a Dios. Si él es un hombre más virtuoso que tu, le dirás a menudo, "Que tu favor esté sobre mí", esto es decir: "Te considero mi maestro". Guarda tu comida y come con él. Y si estas bajo compromiso de ayuno, quiébralo, porque está escrito, "Hijo mío, siempre me he mostrado gozoso de acompañar al hombre que quería caminar". Debes regocijarte con él, y estar contento. Haz lo más que puedas para que te bendiga tres veces, para que la bendición del ángel que entro con él caiga sobre ti.


Y como exige la misma Fe de la Iglesia Católica, no te permitas retroceder en ella, ni te pongas por ti mismo fuera de ella. Creemos en un solo Dios, el Padre Todopoderoso, y su Hijo Único, Jesucristo, nuestro Señor, por quien se hizo el universo, y en el Espíritu Santo, es decir, en la Santísima Trinidad, que es la Divinidad completa. Él es Dios, Él estaba en Dios, Él es la Luz que viene de la Luz, Él es el Señor que viene del Señor. Él fue engendrado, no creado. Fue engendrado como hombre. Él no es una cosa creada, es Dios. Fue engendrado por la Santísima Virgen María, la mujer que llevo a Dios en su seno. Él tomó la carne del hombre por nuestro bien, (Él bajo) a la tierra, y desde ella se elevó. Se escogió predicadores, a los Santos Apóstoles, cuyas voces, de acuerdo a lo que está escrito, han sido escuchadas en toda la tierra (
Ps 18). Fue crucificado. Fue atravesado con una lanza. De allí vino nuestra salvación, Agua y Sangre, es decir, el bautismo y la gloriosa Sangre, pues aquel que no ha recibido la Sangre no ha sido bautizado.

Haz esto hijo mío, mantén esta fe, y el Dios de la paz estará contigo, y te salvara, y te librara, y estarás en paz el resto de tus días. La salvación está en el Señor, hijo querido, en el Señor. Recuérdame mi bienamado en el Señor, por Jesús, el Cristo, Nuestro Señor, a quien le pertenecen la gloria y el poder, ¡por los siglos de los siglos! Amén.


Notas


(1)
Ps 29,8-12.

(2)
Am 5,13.

(3)
2Tm 3,15.

(4) cf.
1S 15,22.

(5)
Mt 25,36.

(6)
He 12,2.

San Efrén de Siria


HIMNO EN CONTRA


DE BAR-DAISAN (1)


Hay Un Ser, que se conoce a sí mismo y se ve a sí mismo.

Él habita en sí mismo,


y desde sí mismo se despliega.


Gloria a su Nombre.


Este es un Ser que por su propia voluntad está en todo lugar,


que es invisible y visible,


manifiesto y escondido.



Él está encima y debajo.


Familiar y condescendiente por su gracia entre los pequeños;


más sublime y más exaltado, como conviene a su gloria, que los elevados.


El veloz no puede exceder su presteza,


ni el tardo ir más allá que su paciencia.


Él esta antes de todo y después de todo,


y en medio de todo.


Él es como el mar,


y toda la creación se mueve en Él.


Como las aguas envuelven a los peces en todos sus movimientos,


así el Creador esta vestido con todo lo creado,


con lo grande y lo pequeño.


Y como los peces están escondidos en el agua,


así están escondidos en Dios la altura y la profundidad,




lo lejano y lo cercano,


y sus habitantes.


Y como el agua se encuentra con los peces adonde quiera que vaya,


así Dios se encuentra con todo el que camina.


Y como el agua toca al pez en cada giro que hace,


así Dios acompaña y mira a cada hombre en todos sus actos.


Los hombres no pueden mover la tierra, que es su carro,



así tampoco nadie se aleja del Único Justo, que es su socio.


El Único Bueno esta unido al cuerpo,


y es la luz de los ojos.


Un hombre no es capaz de escapar de su alma,



pues ella está con él.


Ni tampoco hay hombre escondido del Bueno,


pues Él lo envuelve.


Como el agua envuelve al pez y éste lo siente,


así también todas las naturalezas sienten a Dios.


Él se difunde en el aire,


y con tu aliento ingresa en lo más íntimo de ti


Él está unido a la luz,


e ingresa, cuando tú ves, en tus ojos.


Él está unido a tu Espíritu,


y te examina desde dentro, para saber quién eres.


Él habita en tu Espíritu,


y nada que está en tu corazón le es oculto.



Como la mente precede al cuerpo en todo lugar,


así Él examina tu alma antes que tú la examines.



Y como el pensamiento precede en mucho al acto,


así su pensamiento conoce de antemano lo que tú planearas.



Comparado con su impalpabilidad,


tu alma es cuerpo y tu Espíritu carne.


Él, que te creo,


es alma de tu alma,


Espíritu de tu Espíritu,



distinto de todo,


y esta unido a todo,


y manifiesto en todo,


un gran prodigio y una escondida maravilla insondable.


Él es el Ser cuya esencia ningún hombre es capaz de explicar.


Éste es el Poder cuya profundidad es inexpresable.


Entre las cosas vistas y entre las cosas escondidas


no hay nada que se compare a Él.


Éste es Aquél que creo y formo de la nada


todo lo que es.


Dios dijo:


¡Qué se haga la luz!


Una cosa creada.


Él hizo la oscuridad y se hizo de noche.


Observa: una cosa creada.


Fuego en las piedras,


agua en las rocas:


El Ser los creo.


Hay un Poder que los saco de la nada.


Contempla,


también hoy, el fuego no está en un almacén en la tierra.


¡Mira! Es continuamente creado


por medio de pedernales.


Es el Ser quien ordena su existencia


por medio de Él mismo, que la sostiene.


Cuando Él quiere la enciende,


cuando Él quiere la apaga


a manera de llamar la atención al obstinado.



En la gran alameda se enciende un fuego por la fricción de un madero.


La llama devora,


se vuelve fuerte,


y al final sucumbe.



Si fuego y agua son seres y no creaturas,



entonces antes que la tierra fuera,


¿Donde estaban ocultas sus raíces?


Quienquiera que va a destruir su vida,



abre su boca para hablar de todo.


Quienquiera que se odia a sí mismo


y no se circunscribe a Dios


piensa que es una gran impiedad que alguien se crea un erudito.


Y si piensa que ha dicho la última palabra


ha alcanzado el paganismo,


¡Oh Bar Daisan,



hijo del Rio Daisa,



cuya mente es liquida como su nombre!


Notas


(1) San Efrén de Siria (306-373 d.C. aprox.), conocido como "La Lira del Espíritu Santo", por la belleza y profundidad de sus poesías, se preocupo por refutar los errores que poco más de un siglo antes el doceta Bar Daisan (154-222 d.C. aprox.) había propagado por medio de sus difundidos himnos, tratando de unir sus conocimientos de ocultismo con el cristianismo, y que sus seguidores, en tiempos de Efrén, continuaban exponiendo. 

 

San Efrén de Siria(Documentos)

(1) Del comentario de san Efrén, diácono, sobre el Diatésaron (Cap.1,18-19: SC 121, 52-53). Liturgia de las Horas, Lectio altera del sábado del Domingo VI del tiempo ordinario. 

La palabra de Dios, fuente inagotable de vida 
 
XXXXX ¿Quién hay capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con multiplicidad dé colores su palabra, para que todo el que la estudie pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos en que concentrara su reflexión.
XXXXX La palabra de Dios es el árbol de vida que te ofrece el fruto bendito desde cualquiera de sus lados, como aquella roca que se abrió en el desierto y manó de todos lados una bebida espiritual. Comieron -dice el Apóstol- el mismo alimento espiritual y bebieron la misma bebida espiritual.
XXXXX Aquel, pues, que llegue a alcanzar alguna parte del tesoro de esta palabra no crea que en ella se halla solamente lo que él ha hallado, sino que ha de pensar que, de las muchas cosas que hay en ella, esto es lo único que ha podido alcanzar. Ni por el hecho de que esta sola parte ha podido llegar a ser entendida por él, tenga esta palabra por pobre y estéril y la desprecie, sino que, considerando que no puede abarcarla toda, dé gracias por la riqueza que encierra. Alégrate por lo que has alcanzado, sin entristecerte por lo que te queda por alcanzar. El sediento se alegra cuando bebe y no se entristece porque no puede agotar la fuente. La fuente ha de vencer tu sed, pero tu sed no ha de vencer la fuente, porque, si tu sed queda saciada sin que se agote la fuente, cuando vuelvas a tener sed podrás de nuevo beber de ella; en cambio, si al saciarse tu sed se secara también la fuente, tu victoria sería en perjuicio tuyo.
XXXXX Da gracias por lo que has recibido y no te entristezcas por la abundancia sobrante. Lo que has recibido y conseguido es tú parte, lo que ha quedado es tu herencia. Lo que, por tu debilidad, no puedes recibir en un determinado momento lo podrás recibir en otra ocasión, si perseveras. Ni te esfuerces avaramente por tomar de un solo sorbo lo que no puede ser sorbido de una vez, ni desistas por pereza de lo que puedes ir tomando poco a poco.
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(2) Cfr. algunos himnos recogidos en la catequesis de Benedicto XVI sobre San Efrén, Sirio.

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(3) De los sermones de san Efrén, diácono; Sermón sobre nuestro Señor, 3-4. 9:(Opera, edición Lamy, 152-158.166-168). Liturgia de las Horas, Lectio altera del viernes de la tercera semana de Pascua.
La cruz de Cristo, salvación del género humano 
 
XXXXX Nuestro Señor fue conculcado por la muerte, pero él, a su vez, conculcó la muerte, pasando por ella como si fuera un camino. Se sometió a la muerte y la soportó deliberadamente para acabar con la obstinada muerte. En efecto, nuestro Señor salió cargado con su cruz, como deseaba la ;muerte; pero desde la cruz gritó, llamando a los muertos a la resurrección, en contra de lo que la muerte deseaba.
XXXXX La muerte le mató gracias al cuerpo que tenía; pero él, con las mismas armas, triunfó sobre la muerte. La divinidad se ocultó bajo los velos de la humanidad; sólo así pudo acercarse a la muerte, y la muerte le mató, pero él, a su vez, acabó con la muerte. La muerte destruyó la vida natural, pero luego fue destruida, a su vez, por la vida sobrenatural.
XXXXX La muerte, en efecto, no hubiera podido devorar no hubiera tenido un cuerpo, ni el abismo hubiera podido tragarle si el no hubiera estado revestido de carne por ello quiso el Señor descender al seno de una virgen para poder ser arrebatado en su ser carnal hasta el reino de la muerte. Así, una vez que hubo asumido el cuerpo, penetró en el reino de la muerte, destruyó sus riquezas y desbarató sus tesoros.
XXXXX Porque la muerte llegó hasta Eva, la madre de todos los vivientes. Eva era la viña, pero la muerte abrió una brecha en su cerco, valiéndose de las mismas manos de Eva y Eva gustó el fruto de la muerte, por lo cual la qué era madre de todos los vivientes se convirtió en fuente de muerte para todos ellos.
XXXXX Pero luego apareció María, la nueva vid que reemplaza a la antigua; en ella habitó Cristo, la nueva Vida. La muerte, según su costumbre, fue en busca de su alimento y no adivinó que, en el fruto mortal, estaba escondida la Vida, destructora de la muerte; por ello mordió sin temor el fruto, pero entonces liberó a la vida, y a muchos juntamente con ella.
XXXXX El admirable hijo del carpintero llevó su cruz a las moradas de la muerte, que todo lo devoraban, y condujo así a todo el género humano a la mansión de la vida. Y la humanidad entera, que a causa de un árbol había sido precipitada en el abismo inferior, por otro árbol, el de la cruz, alcanzó la mansión de la vida. En el árbol, pues, en que había sido injertado un esqueje de muerte amarga, se injertó luego otro de vida feliz, para que confesemos que Cristo es Señor de toda la creación.
XXXXX ¡A ti la gloria, a ti que con tu cruz elevaste como un puente sobre la misma muerte, para que las almas pudieran pasar por él desde la región de la muerte a la región de la vida!
XXXXX ¡A ti la gloria, a ti que asumiste un cuerpo mortal e hiciste de él fuente de vida para todos los mortales!
XXXXX Tú vives para siempre; los que te dieron muerte se comportaron como los agricultores: enterraron la vida en el sepulcro, como el grano de trigo se entierra en el surco, que luego brotara y resucitara llevando consigo a s muchos.
XXXXX Venid, hagamos de nuestro amor una ofrenda grande y universal; elevemos cánticos y oraciones en honor de aquel que, en la cruz, se ofreció a Dios como holocausto para enriquecernos a todos.
 

San Efrén el sirio
Por Benedicto XVI
San Efrén el sirio
Catequesis del 28 de Noviembre del 2007
Queridos hermanos y hermanas: 
Según una opinión común hoy, el cristianismo sería una religión europea, que habría exportado la cultura de este continente a otros países. Pero la realidad es mucho más compleja, pues la raíz de la religión cristiana se encuentra en el Antiguo Testamento y, por tanto, en Jerusalén y en el mundo semítico. El cristianismo se alimenta siempre de esta raíz del Antiguo Testamento. Su expansión en los primeros siglos se produjo tanto hacia occidente —hacia el mundo greco-latino, donde después inspiró la cultura europea— como hacia oriente, hasta Persia y hasta la India, contribuyendo así a suscitar una cultura específica, en lenguas semíticas, con una identidad propia.
Para mostrar esta diversidad cultural de la única fe cristiana de los inicios, en la catequesis del miércoles pasado hablé de un representante de este otro cristianismo, Afraates el sabio persa, casi desconocido para nosotros. En esta misma línea quisiera hablar hoy de san Efrén el sirio, nacido en Nisibi en torno al año 306 en el seno de una familia cristiana.
Fue el representante más importante del cristianismo de lengua siríaca y logró conciliar de modo único la vocación de teólogo con la de poeta. Se formó y creció junto a Santiago, obispo de Nisibi (303-338), y juntamente con él fundó la escuela teológica de su ciudad. Ordenado diácono, vivió intensamente la vida de la comunidad local cristiana hasta el año 363, cuando Nisibi cayó en manos de los persas. Entonces san Efrén emigró a Edesa, donde prosiguió su actividad de predicador. Murió en esta ciudad en el año 373, al quedar contagiado mientras atendía a los enfermos de peste.
No se sabe a ciencia cierta si era monje, pero en todo caso es seguro que fue diácono durante toda su vida, abrazando la virginidad y la pobreza. Así, en la especificidad de su expresión cultural se puede apreciar la identidad cristiana común y fundamental:  la fe, la esperanza —una esperanza que permite vivir pobre y casto en este mundo, poniendo toda expectativa en el Señor— y por último la caridad, hasta la entrega de sí mismo para atender a los enfermos de peste.
San Efrén nos ha dejando una gran herencia teológica:  su notable producción puede reagruparse en cuatro categorías:  obras escritas en prosa ordinaria (sus obras polémicas o bien los comentarios bíblicos); obras en prosa poética; homilías en verso; y, por último, los himnos, sin duda la obra más amplia de san Efrén. Es un autor rico e interesante en muchos aspectos, pero sobre todo desde el punto de vista teológico.
Lo específico de su trabajo consiste en que unió teología y poesía. Al acercarnos a su doctrina, desde el inicio debemos poner de relieve que hace teología de forma poética. La poesía le permite profundizar en la reflexión teológica a través de paradojas e imágenes. Al mismo tiempo, su teología se convierte en liturgia, en música:  de hecho, era un gran compositor, un músico. Teología, reflexión sobre la fe, poesía, canto y alabanza a Dios están unidos; y precisamente por este carácter litúrgico aparece con nitidez en la teología de san Efrén la verdad divina. En su búsqueda de Dios, al hacer teología, sigue el camino de la paradoja y del símbolo. Privilegia sobre todo las imágenes contrapuestas, pues le sirven para subrayar el misterio de Dios.
Ahora no puedo referir muchas cosas de él, en parte porque la poesía es difícil de traducir; pero, para dar al menos una idea de su teología poética, quisiera citar partes de dos himnos. Ante todo, también con vistas al Adviento, ya próximo, os propongo unas espléndidas imágenes tomadas de los himnos "Sobre el nacimiento de Cristo". Ante la Virgen, con gran inspiración, san Efrén manifiesta su admiración: 
«El Señor vino a ella
para hacerse siervo.
El Verbo vino a ella
para callar en su seno.
El rayo vino a ella
para no hacer ruido.
El pastor vino a ella,
y nació el Cordero,
que llora dulcemente.
El seno de María
ha trastocado los papeles: 
El que creó todas las cosas
las posee, pero en la pobreza.
El Altísimo vino a ella (María),
pero entró humildemente.
El esplendor vino a ella,
pero con vestido de humildad.
El que lo da todo
experimentó el hambre.
El que da de beber a todos
sufrió la sed.
El que todo lo reviste (de belleza)
salió desnudo de ella»
(Himno De Nativitate 11, 6-8).
Para expresar el misterio de Cristo, san Efrén utiliza una gran variedad de temas, de expresiones, de imágenes. En uno de sus himnos, de forma eficaz, relaciona a Adán (en el paraíso) con Cristo (en la Eucaristía).
«Con la espada del querubín
se cerró el camino
del árbol de la vida.
Pero para los pueblos,
el Señor de este árbol
se ha entregado
él mismo como alimento,
como oblación (eucarística).
Los árboles del Edén
fueron dados
al primer Adán
para su alimento.
Por nosotros el jardinero
del Jardín, en persona,
se hizo alimento
para nuestras almas.
De hecho, todos salimos
del Paraíso junto con Adán,
que lo dejó a sus espaldas.
Ahora que abajo (en la cruz)
ha sido retirada la espada,
por la lanza podemos regresar»
(Himno 49, 9-11).
Para hablar de la Eucaristía, san Efrén utiliza dos imágenes:  las brasas o el carbón ardiente, y la perla. El tema de las brasas está tomado del profeta Isaías (cf. Is 6, 6). Es la imagen del serafín, que toma las brasas con las tenazas y roza simplemente los labios del profeta para purificarlos; el cristiano, por el contrario, toca y consume las Brasas, es decir, a Cristo mismo: 
«En tu pan se esconde el Espíritu,
que no puede ser consumido;
en tu vino está el fuego,
que no se puede beber.
El Espíritu en tu pan,
el fuego en tu vino: 
he aquí la maravilla
que acogen nuestros labios.
El serafín no podía
acercar sus dedos a las brasas,
que sólo pudieron rozar
los labios de Isaías;
ni los dedos las tocaron,
ni los labios las ingirieron;
pero a nosotros
el Señor nos ha concedido
ambas cosas.
El fuego descendió
con ira para destruir a los pecadores,
pero el fuego de la gracia desciende
sobre el pan y en él permanece.
En vez del fuego
que destruyó al hombre,
hemos comido el fuego en el pan
y hemos sido salvados»
(Himno De Fide 10, 8-10).
He aquí un último ejemplo de los himnos de san Efrén, donde habla de la perla como símbolo de la riqueza y de la belleza de la fe: 
«La puse (la perla),
hermanos míos,
en la palma de mi mano
a fin de contemplarla.
La observé por todos los lados: 
tenía el mismo aspecto
por todas partes.
Así es la búsqueda
del Hijo, inescrutable,
pues toda ella es luz.
En su limpidez vi al Límpido,
al que no se opaca;
en su pureza,
vi un gran símbolo: 
el cuerpo de nuestro Señor,
inmaculado.
En su indivisibilidad vi la Verdad,
que es indivisible»
(Himno Sobre la Perla 1, 2-3).
La figura de san Efrén sigue siendo plenamente actual para la vida de las diversas Iglesias cristianas. Lo descubrimos en primer lugar como teólogo, que, a partir de la sagrada Escritura, reflexiona poéticamente en el misterio de la redención del hombre realizada por Cristo, Verbo de Dios encarnado. Hace una reflexión teológica expresada con imágenes y símbolos tomados de la naturaleza, de la vida cotidiana y de la Biblia. San Efrén confiere a la poesía y a los himnos para la Liturgia un carácter didáctico y catequético; se trata de himnos teológicos y, al mismo tiempo, aptos para ser recitados o para el canto litúrgico. San Efrén se sirve de estos himnos para difundir la doctrina de la Iglesia con ocasión de las fiestas litúrgicas. Con el paso del tiempo se han convertido en un instrumento catequético sumamente eficaz para la comunidad cristiana.
Es importante la reflexión de san Efrén sobre el tema de Dios creador:  en la creación no hay nada aislado, y el mundo, al igual que la sagrada Escritura, es una Biblia de Dios. Al utilizar de modo erróneo su libertad, el hombre trastoca el orden del cosmos. Para san Efrén es importante el papel de la mujer. Siempre habla de ella con sensibilidad y respeto:  la habitación de Jesús en el seno de María elevó al máximo la dignidad de la mujer. Para san Efrén, como no hay Redención sin Jesús, tampoco hay Encarnación sin María. Las dimensiones divina y humana del misterio de nuestra redención se encuentran en los escritos de san Efrén; de manera poética y con imágenes tomadas fundamentalmente de las Escrituras, anticipa el fondo teológico y en cierto sentido el mismo lenguaje de las grandes definiciones cristológicas de los Concilios del siglo V.
San Efrén de SiriaSan Efrén, honrado por la tradición cristiana con el título de "cítara del Espíritu Santo", fue diácono de su Iglesia durante toda la vida. Fue una opción decisiva y emblemática:  fue diácono, es decir, servidor, tanto en el ministerio litúrgico, como, de modo más radical, en el amor a Cristo, cantado por él de manera inigualable, y, por último, en la caridad con los hermanos, a quienes introdujo con maestría excepcional en el conocimiento de la Revelación divina.


   



 
San Efrén de Siria
SAN EFRÉN DE SIRIA
Diácono en Siria y Doctor de la Iglesia
(306?-373) 
Madre admirable (Himno a la Virgen María)
La Anunciación de la Virgen (Himno por el Nacimiento de Cristo)
Eva y María (Carmen 18, 1)

La oración de Cuaresma de San Efrén el Sirio


Entre todos los himnos y oraciones de Cuaresma se encuentra una oración breve que podemos llamar la oración de Cuaresma.
La tradición la atribuye a uno de los grandes maestros de la vida espiritual: San Efrén el Sirio. He aquí el texto:

"Señor y Maestro de vida,
no me abandones
al espíritu de pereza, de desánimo,
de dominación y de vana charlatanería.
Antes bien, hazme la gracia, a mi tu siervo,
del espíritu de castidad, de humildad,
de paciencia y de caridad.
Sí, Señor-Rey, concédeme el ver mis faltas
y no condenar a mi hermano.
¡Oh, Tú, que eres bendito
por los siglos de los siglos. Amén.

¿Por qué esta oración breve y tan simple ocupa un lugar tan importante en la oración litúrgica de la Cuaresma? La razón es porque enumera de una manera muy afortunada todos los elementos negativos y positivos del arrepentimiento, y constituye de alguna manera, una ayuda-recordatorio para nuestro esfuerzo de Cuaresma. Este esfuerzo mira primeramente a liberarnos de algunas enfermedades que empapan nuestra vida y nos ponen prácticamente en la imposibilidad de comenzar a volvernos hacia Dios. La enfermedad fundamental es la pereza. Es esa extraña apatía, esa pasividad de todo nuestro ser, que siempre nos inclina más bien hacia abajo que hacia arriba y que nos persuade constantemente de que ningún cambio es posible, ni deseable en consecuencia. Se trata en efecto de un cinismo profundamente arraigado que responde a toda invitación espiritual: “¿Y para qué?”, y convierte de esta manera nuestra vida en un desierto espiritual horrible. Esta pereza es la raíz de todo pecado porque envenena la energía espiritual en su misma fuente.
La consecuencia de la pereza es el desánimo. Este es el estado de acedía -o de asco- que todos los Padres espirituales contemplan como el peligro más grande para el alma. La acedía es la imposibilidad que tiene el hombre de reconocer algo como bueno o positivo: todo se reduce a lo negativo y al pesimismo. Se trata verdaderamente de un poder demoníaco dentro de nosotros, porque el diablo es fundamentalmente un mentiroso. Engaña al hombre sobre Dios y sobre el mundo; llena la vida de oscuridad y de negación. El desánimo es el suicidio del alma, porque cuando el hombre lo posee es absolutamente incapaz de ver la luz y de desearla.
La sed de dominación. Por extraño que parezca son precisamente la pereza y el desánimo los que llenan nuestra vida del deseo de dominar. Viciando completamente nuestra actitud frente a la vida, y volviéndo-a vacía y sin ningún sentido, nos obligan a buscar compensaciones en una actitud radicalmente falsa con los otros. Si mi vida no está orientada hacia Dios, no contempla los valores eternos, inevitablemente se volverá egoísta y concentrada sobre sí misma, lo que equivale a decir que todos los demás se convertirán en objetos al servicio de mi propia satisfacción. Si Dios no es el Señor y Maestro de mi vida, yo me convierto en mi propio señor y maestro, el centro absoluto de mi universo, y comienzo a evaluar todo en función de mis necesidades, de mis ideas, de mis deseos y de mis juicios. De esta manera el espíritu de dominio vicia desde su base mis relaciones con los otros; busco sometérmelos. Este deseo de dominar no se manifiesta necesariamente en la necesidad efectiva de mandar o de dominar a los otros. Puede volverse también en indiferencia, desprecio, falta de interés, de consideración y de respeto. Se trata de la pereza y del desánimo pero esta vez en su relación con los demás; lo que culmina el suicidio espiritual en un homicidio espiritual.
Y para terminar: la vana charlatanería. De todos los seres creados, sólo el hombre ha sido dotado del don de la palabra. Todos los Padres han visto en ello el “sello” de la imagen divina en el hombre, porque Dios mismo se ha revelado como Verbo (Jn. 1, 1). Pero por el hecho de ser el don supremo, el don de la palabra es precisamente el mayor peligro. Por el hecho de ser la expresión misma del hombre, y el medio de realizarse él mismo por esta misma razón es el motivo de su caída y de su autodestrucción, de su traición y de su pecado. La palabra salva y la palabra destruye. La palabra inspira y la palabra envenena. La palabra es instrumento de verdad y la palabra es medio de mentira diabólica. Teniendo un excelente poder positivo, ella posee también un terrible poder negativo. Verdaderamente crea positivamente o negativamente. Desviada de su origen y de su fin divinos, la palabra se vuelve vana. Tiende una mano poderosa a la pereza, al desánimo, al espíritu de dominación y transforma la vida en un infierno. Llega a ser la potencia misma del pecado.
He aquí, pues, los cuatro puntos negativos considerados por el arrepentimiento; estos son los obstáculos que hay que eliminar; pero sólo Dios puede hacerlo. De ahí la primera parte de la oración de Cuaresma: ese grito de fondo de nuestra impotencia humana. Después la oración pasa a los objetivos positivos del arrepentimiento que también son cuatro.
La castidad. Si no reducimos este término como muchas veces sucede equivocadamente a su acepción sexual, la castidad puede ser considerada como la contra-partida positiva de la pereza. La traducción exacta y completa del término griego “sofrosyni” y del ruso “tsélomondryié” debería ser “total integridad”. La pereza es ante todo dispersión, fraccionamiento de nuestra visión y de nuestra energía, incapacidad de ver el todo. Su contrario es, pues, precisamente la integridad. Si nosotros entendemos habitualmente por el término castidad la virtud opuesta a la depravación sexual, es que el carácter roto de nuestra existencia, no se manifiesta con mayor intensidad en ninguna otra parte como en el deseo sexual, esa disociación del cuerpo con la vida y el control del espíritu. Cristo restaura en nosotros la integridad y lo hace dándonos de nuevo la verdadera jerarquía de valores y llevándonos a Dios.
El primer fruto maravilloso de esta integridad o castidad es la humildad. Es por encima de todo la victoria de la verdad en nosotros, la eliminación de todas las mentiras en las que vivimos habitualmente. Sólo la humildad es capaz de verdad, capaz de ver y aceptar las cosas como son y de ver a Dios, su majestad, su bondad, y su amor en todo. Por ello se nos dice que Dios concede su gracia al humilde y resiste al soberbio.
La castidad y la humildad vienen seguidas de la paciencia. El hombre “natural” o “caído” es impaciente porque, estando ciego consigo mismo, está dispuesto a juzgar y a condenar a los demás. Teniendo una visión fragmentaria, incompleta y falsa de todas las cosas, lo juzga todo a partir de sus ideas y de sus gustos. Indiferente a todos, menos a él mismo, quiere que la vida de lo dé todo aquí mismo, ya.
La paciencia, pro el contrario es una virtud verdaderamente divina. Dios es paciente no porque sea “indulgente” sino porque ve la profundidad de todo lo que existe, porque la realidad interna de las cosas que, en nuestra ceguera nosotros no vemos, está al descubierto delante de El. Cuanto más nos acercamos a Dios, más pacientes nos hacemos y más reflejamos ese respeto infinito por todos los seres que es la cualidad propia de Dios.
Finalmente la corona y el fruto de todas las virtudes , de todo crecimiento y de todo esfuerzo, es la caridad, este amor que como ya hemos dicho no puede ser dado más que por Dios, el don que es el objetivo de todo esfuerzo espiritual, de toda preparación y de toda ascesis.
Todo esto se encuentra reunido en la petición que concluye la oración de Cuaresma y en la que pedimos: “ver mis propias faltas y no condenar a mi hermano”. Porque, finalmente, no hay más que un peligro: el del orgullo. Por tanto, no me basta ver mis propias faltas, porque incluso esta aparente virtud puede volverse orgullo. Los escritos espirituales están llenos de normas contra las formas sutiles de una pseudo-piedad, que en realidad, bajo cobertura de humildad y de autoacusación puede conducir a un orgullo verdaderamente diabólico: pero cuando nosotros “vemos nuestras propias faltas” y “no juzgamos a nuestros hermanos”, cuando en otros términos, castidad, humildad, paciencia y amor son una sola cosa en nosotros, entonces y solamente entonces, es destruido dentro de nosotros nuestro último enemigo, el orgullo.
Después de cada petición de la oración nos postramos. Este gesto no está reservado a la oración de San Efrén, mas constituye una de las características de toda oración litúrgica cuaresmal. Sin embargo, en esta oración su significado se entiende mejor. En la larga y difícil recuperación espiritual, la Iglesia no separa el alma del cuerpo. El hombre todo él se ha apartado de Dios en su caída; el hombre entero deberá ser restaurado; es todo el hombre quien debe volver a Dios. La catástrofe del pecado reside precisamente en la victoria de la carne –lo animal, lo irracional, la pasión en nosotros- sobre lo espiritual y lo divino. Pero el cuerpo es glorioso, el cuerpo es santo, tan santo que Dios mismo “se ha hecho carne”. La salvación y el arrepentimiento no son pues desprecio o negligencia del cuerpo, sino restauración de éste en su verdadera función como expresión de la vida del espíritu, como templo del alma humana que no tiene precio. El ascetismo cristiano es una lucha no contra el cuerpo sino en su favor. Por esta razón, todo el hombre –cuerpo y alma- se arrepiente. El cuerpo participa de la oración del alma, lo mismo que el alma reza por el cuerpo. Las postraciones, signos psicosomáticos del arrepentimiento y de la humildad, de la adoración y de la obediencia, son pues el rito cuaresmal por excelencia.
COMÚN DE SANTOS VARONES

I Vísperas

HIMNO

I

Cuando, Señor, el día ya declina,
quedaos con el hombre, que la noche
del tiempo y de la lucha en que camina
turba su corazón con su reproche.
Disipad nuestras dudas, hombres santos,
que, en el alto glorioso del camino,
ya dejasteis atrás temores tantos
de perder vuestra fe en el don divino.
Perdonad nuestros miedos seguidores
del camino en la fe que os fue ofrecido,
hacednos, con vosotros, confesores
de la fe y del amor que habéis vivido.
Que tu amor, Padre santo, haga fuerte
nuestro amor, nuestra fe en tu Hijo amado,
que la hora suprema de la muerte
sea encuentro en la luz, don consumado. Amén.

II

Para un santo religioso:
Dichosos los que oísteis la llamada
al pleno seguimiento del Maestro,
dichosos cuando puso su mirada
y os quiso para amigo y compañero.
Dichosos si abrazasteis la pobreza
para llenar de Dios vuestras alforjas,
para servirle a él con fortaleza,
con gozo y con amor a todas horas.

Dichosos mensajeros de verdades,
marchando por caminos de la tierra,
predicando bondad contra maldades,
pregonando la paz contra las guerras.
Dichosos, del perdón dispensadores,
dichosos, de los tristes el consuelo,
dichosos, de los hombres servidores,
dichosos, herederos de los cielos. Amén.


SALMODIA

Ant. 1. Alabad a nuestro Dios, todos sus santos. (T.P. Aleluya.)


Salmo 112
Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.
Ant. Alabad a nuestro Dios, todos sus santos. (T.P. Aleluya.)
Ant. 2. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos
quedarán saciados. (T.P. Aleluya.)



Salmo 145

Alaba, alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.
No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;
que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos,
el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos,
sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.

Ant. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos
quedarán saciados. (T.P. Aleluya.)
Ant. 3. Bendito sea Dios, que nos ha elegido para ser santos e inmaculados en
el amor. (T.P. Aleluya.)


Cántico Ef 1,3-10

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Ant. Bendito sea Dios, que nos ha elegido para ser santos e inmaculados en el
amor. (T.P. Aleluya.)


LECTURA BREVE

Todo lo que para mí era ganancia lo consideré pérdida comparado con
Cristo; más aún, todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo
basura con tal de ganar a Cristo. (Flp 3,7-8)

RESPONSORIO BREVE

Fuera del tiempo pascual:

R/. El Señor lo amó * Y lo enalteció. El Señor.
V/. Lo revistió con vestidura de gloria. * Y lo enalteció. Gloria al Padre. El
Señor.

Tiempo pascual:
R/. El Señor lo amó y lo enalteció. * Aleluya, aleluya. El Señor.
V/. Lo revistió con vestidura de gloria. * Aleluya, aleluya. Gloria al Padre. El
Señor.



Magníficat, ant.:
Para un santo: Lo asemejaré a un hombre prudente que edificó su casa sobre
roca. (T.P. Aleluya.)


Para varios santos: Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que
esperan en su misericordia. (T.P. Aleluya.)


Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en principio ahora y siempre por los siglos de los siglos.
Amen.
PRECES

Pidamos a Dios Padre, fuente de toda santidad, que, con la intercesión y el
ejemplo de los santos, nos impulse a una vida santa, y digamos:
Haznos santos, Señor, porque tú eres santo.

Padre santo, que has querido que nos llamemos y seamos hijos tuyos,
—haz que la Iglesia santa, extendida por los confines de la tierra, cante tus
grandezas.

Padre santo, que deseas que vivamos de una manera digna, buscando siempre
tu beneplácito,
—ayúdanos a dar fruto de buenas obras.

Padre santo, que nos reconciliaste contigo por medio de Cristo,
—guárdanos en tu nombre, para que todos seamos uno.

Padre santo, que nos convocas al banquete de tu reino,
—haz que, comiendo el pan que ha bajado del cielo, alcancemos la perfección
del amor.

Padre santo, perdona a los pecadores sus delitos,
—y admite a los difuntos en tu reino, para que puedan contemplar tu rostro.

Padre nuestro.

Oración

Se dice la oración propia o, en su defecto, una de las siguientes:
Proclamamos, Señor, que sólo tú eres santo, sólo tú eres bueno y nadie
puede serlo sin tu gracia; por eso te pedimos que, mediante la intercesión de
san N., nos ayudes a vivir de tal forma en el mundo, que nunca nos veamos
privados de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.

O bien:

Concédenos, Dios todopoderoso, que el ejemplo de los santos nos
estimule a una vida más perfecta, para que al celebrar la memoria de san N. lo
sepamos imitar en las obras. Por nuestro Señor Jesucristo.


Para varios santos:

Dios todopoderoso y eterno, tú has querido darnos una prueba suprema
de tu amor en la glorificación de tus santos; concédenos ahora que su
intercesión nos ayude y su ejemplo nos mueva a imitar fielmente a tu Hijo
Jesucristo. Que vive y reina contigo.



Para un religioso:

Señor, tú que otorgaste a san N. la gracia de imitar con fidelidad a Cristo
pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de este
santo, la gracia de vivir fielmente nuestra vocación, para que así tendamos a la
perfección que tú nos has propuesto en la persona de tu Hijo. Que vive y reina
contigo.

Para un santo que se ha consagrado a una actividad caritativa:

Señor, Dios todopoderoso, tú nos has revelado que toda la ley se
compendia en el amor a ti y al prójimo; concédenos que, imitando la caridad
de san N., podamos ser un día contados entre los elegidos de tu reino. Por
nuestro Señor Jesucristo.

Para un educador:

Señor, tú elegiste entre tus fieles a san N. para que mostrara a sus
hermanos el camino que conduce a ti; concédenos que su ejemplo nos ayude
a seguir a Jesucristo, nuestro Maestro, para que un día logremos alcanzar,
junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino. Por nuestro Señor
Jesucristo.

Invitatorio

Antífona

Venid, adoremos al Señor; aclamemos al Dios admirable en sus santos.
(T.P. Aleluya.)


O bien:


Aclamemos al Señor en esta celebración de san N. (T.P. Aleluya.)



Laudes

HIMNO

I

Cantemos nuestra fe y, al confesarla,
unidas nuestras voces de creyentes,
pidamos al Señor que, al proclamarla,
inunde con su luz a nuestras mentes.
El gozo de creer sea alegría
de servir al Señor, y su Palabra
simiente en crecimiento día a día,
que al don de su verdad el mundo abra.
Clara es la fe y oscuro su camino
de gracia y libertad en puro encuentro,
si crees que Jesús es Dios que vino,
no está lejos de ti, sino muy dentro.
Legión es la asamblea de los santos,
que en el Señor Jesús puso confianza,
sus frutos de justicia fueron tantos
que vieron ya colmada su esperanza.
Demos gracias a Dios, que es nuestra roca,
sigamos a Jesús con entereza,
si nuestra fe vacila, si ella es poca,
su Espíritu de amor nos dará fuerza. Amén.

II

Desde que mi voluntad
está a la vuestra rendida,
conozco yo la medida
de la mejor libertad.
Venid, Señor, y tomad
las riendas de mi albedrío;
de vuestra mano me fío
y a vuestra mano me entrego,
que es poco lo que me niego
si yo soy vuestro y vos mío.
A fuerza de amor humano
me abraso en amor divino.
La santidad es camino
que va de mí hacia mi hermano.
Me di sin tender la mano
para cobrar el favor;
me di en salud y en dolor
a todos, y de tal suerte
que me ha encontrado la muerte
sin nada más que el amor. Amén.

Ant. 1. El Señor les concedió una gloria eterna, y su nombre no será nunca
olvidado. (T.P. Aleluya.)


Los salmos y el cántico, del domingo de la semana I.

Ant. 2. Siervos del Señor, bendecid al Señor eternamente. (T.P. Aleluya.)

Ant. 3. Que los santos festejen su gloria y canten jubilosos en filas. (T.P.
Aleluya.)


LECTURA BREVE

Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros
cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto
razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación
de la mente, para que sepáis discernir lo que es voluntad de Dios, lo bueno, lo
que le agrada, lo perfecto. (Rm 12,1-2)



RESPONSORIO BREVE

Fuera del tiempo pascual:

Para un santo:
R/. Lleva en el corazón * La ley de su Dios. Lleva.
V/. Y sus pasos no vacilan. * La ley de su Dios. Gloria al Padre. Lleva
.


Para varios santos:
R/. Los justos se alegran * En la presencia de Dios. Los justos.
V/. Rebosando de alegría. * En la presencia de Dios. Gloria al Padre. Los
justos.


Tiempo pascual:

Para un santo:
R/. Lleva en el corazón la ley de su Dios. * Aleluya, aleluya. Lleva.
V/. Y sus pasos no vacilan. * Aleluya, aleluya. Gloria al Padre. Lleva.


Para varios santos:
R/. Los justos se alegran en la presencia de Dios. * Aleluya, aleluya. Los
justos.
V/. Rebosando de alegría. * Aleluya, aleluya. Gloria al Padre. Los justos.



Benedictus, ant.:

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de nuestros enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas,
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.


Para un santo: El que obra la verdad va a la luz para que quede de manifiesto
que sus obras están hechas según Dios. (T.P. Aleluya.)


Para varios santos: Dichosos los que trabajan por la paz; dichosos los limpios
de corazón, porque ellos verán a Dios. (T.P. Aleluya.)


PRECES

Adoremos, hermanos, a Cristo, el Dios santo, y, pidiéndole que nos enseñe a
servirle con santidad y justicia en su presencia todos nuestros días,
aclamémoslo, diciendo:

Tú solo eres santo, Señor.

Señor Jesús, probado en todo exactamente como nosotros, menos en el
pecado,
—compadécete de nuestras debilidades.

Señor Jesús, que a todos nos llamas a la perfección del amor,
—danos el progresar por caminos de santidad.

Señor Jesús, que quieres que seamos la sal de la tierra y la luz del mundo,
—ilumina nuestras vidas con tu propia luz.

Señor Jesús, que viniste al mundo para servir, y no para que te sirvieran,
—haz que sepamos servirte a ti y a nuestros hermanos con humildad.

Señor Jesús, reflejo de la gloria del Padre e impronta de su ser,
—haz que en la gloria contemplemos tu rostro.

Padre nuestro.

Oración

Se dice la oración propia o, en su defecto, una de las siguientes:
Proclamamos, Señor, que sólo tú eres santo, sólo tú eres bueno y nadie
puede serlo sin tu gracia; por eso te pedimos que, mediante la intercesión de
san N., nos ayudes a vivir de tal forma en el mundo, que nunca nos veamos
privados de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.

O bien:

Concédenos, Dios todopoderoso, que el ejemplo de los santos nos
estimule a una vida más perfecta, para que al celebrar la memoria de san N. lo
sepamos imitar en las obras. Por nuestro Señor Jesucristo.


Para varios santos:
Dios todopoderoso y eterno, tú has querido darnos una prueba suprema
de tu amor en la glorificación de tus santos; concédenos ahora que su
intercesión nos ayude y su ejemplo nos mueva a imitar fielmente a tu Hijo
Jesucristo. Que vive y reina contigo.

Para un religioso:

Señor, tú que otorgaste a san N. la gracia de imitar con fidelidad a Cristo
pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de este
santo, la gracia de vivir fielmente nuestra vocación, para que así tendamos a la
perfección que tú nos has propuesto en la persona de tu Hijo. Que vive y reina
contigo.

Para un santo que se ha consagrado a una actividad caritativa:

Señor, Dios todopoderoso, tú nos has revelado que toda la ley se
compendia en el amor a ti y al prójimo; concédenos que, imitando la caridad
de san N., podamos ser un día contados entre los elegidos de tu reino. Por
nuestro Señor Jesucristo.



Para un educador:
Señor, tú elegiste entre tus fieles a san N. para que mostrara a sus
hermanos el camino que conduce a ti; concédenos que su ejemplo nos ayude
a seguir a Jesucristo, nuestro Maestro, para que un día logremos alcanzar,
junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino. Por nuestro Señor
Jesucristo.

Hora intermedia

Tercia

Ant. Quien guarda la palabra de Cristo ha llegado ciertamente a la plenitud del
amor. (T.P. Aleluya.)


LECTURA BREVE


Lo que uno siembre, eso cosechará. El que siembra para la carne, de ella
cosechará corrupción; el que siembra para el espíritu, del Espíritu cosechará
vida eterna. (Ga 6,7b-8)

V/. El Señor hace caminar a los humildes con rectitud. (T.P. Aleluya.)
R/. Enseña su camino a los humildes. (T.P. Aleluya.)


Sexta

Ant. El que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo, éste entrará
en el reino de los cielos. (T.P. Aleluya.)


LECTURA BREVE


Yo corro, pero no al azar; boxeo, pero no contra el aire; mis golpes van a
mi cuerpo y lo tengo a mi servicio. (1Co 9,26-27a)


V/. Dichoso el hombre a quien tú educas, Señor. (T.P. Aleluya.)
R/. Al que enseñas tu ley. (T.P. Aleluya.)

Nona

Ant. Nadie vio, Señor, fuera de ti, lo que has preparado para los que te aman.
(T.P. Aleluya.)


LECTURA BREVE


Hermanos, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable,
laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta. Y el Dios de la paz
estará con vosotros. (Flp 4,8.9b)


V/. Que se alegren los que se acogen a ti. (T.P. Aleluya.)
R/. Que se llenen de gozo los que aman tu nombre. (T.P. Aleluya.)


La oración como en Laudes.
Oración

Se dice la oración propia o, en su defecto, una de las siguientes:
Proclamamos, Señor, que sólo tú eres santo, sólo tú eres bueno y nadie
puede serlo sin tu gracia; por eso te pedimos que, mediante la intercesión de
san N., nos ayudes a vivir de tal forma en el mundo, que nunca nos veamos
privados de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.






II Vísperas

HIMNO

I

Cuando, Señor, el día ya declina,
quedaos con el hombre, que la noche
del tiempo y de la lucha en que camina
turba su corazón con su reproche.
Disipad nuestras dudas, hombres santos,
que, en el alto glorioso del camino,
ya dejasteis atrás temores tantos
de perder vuestra fe en el don divino.
Perdonad nuestros miedos seguidores
del camino en la fe que os fue ofrecido,
hacednos, con vosotros, confesores
de la fe y del amor que habéis vivido.
Que tu amor, Padre santo, haga fuerte
nuestro amor, nuestra fe en tu Hijo amado,
que la hora suprema de la muerte
sea encuentro en la luz, don consumado. Amén.

II

Para un santo religioso:
Dichosos los que oísteis la llamada
al pleno seguimiento del Maestro,
dichosos cuando puso su mirada
y os quiso para amigo y compañero.
Dichosos si abrazasteis la pobreza
para llenar de Dios vuestras alforjas,
para servirle a él con fortaleza,
con gozo y con amor a todas horas.
Dichosos mensajeros de verdades,
marchando por caminos de la tierra,
predicando bondad contra maldades,
pregonando la paz contra las guerras.
Dichosos, del perdón dispensadores,
dichosos, de los tristes el consuelo,
dichosos, de los hombres servidores,
dichosos, herederos de los cielos. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Fue hallado intachable y perfecto; su gloria será eterna. (T.P. Aleluya.)



Salmo 14
Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?
El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua,
el que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,
el que no retracta lo que juró
aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará.

Ant. Fue hallado intachable y perfecto; su gloria será eterna. (T.P. Aleluya.)

Ant. 2. El Señor protege a sus santos y les muestra su amor y su misericordia.
(T.P. Aleluya.)


Salmo 111
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.
En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.
No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.
Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.
El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.

Ant. El Señor protege a sus santos y les muestra su amor y su misericordia.
(T.P. Aleluya.)


Ant. 3. Los santos cantaban un cántico nuevo ante el trono de Dios y del
Cordero, y sus voces llenaban toda la tierra. (T.P. Aleluya.)


Cántico Ap 15,3-4

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Ant. Los santos cantaban un cántico nuevo ante el trono de Dios y del
Cordero, y sus voces llenaban toda la tierra. (T.P. Aleluya.)

LECTURA BREVE

Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que
ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los
predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de
muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los
justificó; a los que justificó, los glorificó. (Rm 8,28-30)


RESPONSORIO BREVE

Fuera del tiempo pascual:
R/. El Señor es justo * Y ama la justicia. El Señor.
V/. Los buenos verán su rostro. * Y ama la justicia. Gloria al Padre. El Señor.

Tiempo pascual:
R/. El Señor es justo y ama la justicia. * Aleluya, aleluya. El Señor.
V/. Los buenos verán su rostro. * Aleluya, aleluya. Gloria al Padre. El Señor.

Magníficat, ant.:
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en principio ahora y siempre por los siglos de los siglos.
Amén.

Para un santo: Siervo bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor. (T.P.
Aleluya.)

Para varios santos: Se mantuvieron fieles hasta la muerte y recibieron del
Señor la corona de la vida. (T.P. Aleluya.)

PRECES

Pidamos a Dios Padre, fuente de toda santidad, que, con la intercesión y el
ejemplo de los santos, nos impulse a una vida santa, y digamos:

Haznos santos, Señor, porque tú eres santo.

Padre santo, que has querido que nos llamemos y seamos hijos tuyos,
—haz que la Iglesia santa, extendida por los confines de la tierra, cante tus
grandezas.

Padre santo, que deseas que vivamos de una manera digna, buscando siempre
tu beneplácito,
—ayúdanos a dar fruto de buenas obras.

Padre santo, que nos reconciliaste contigo por medio de Cristo,
—guárdanos en tu nombre, para que todos seamos uno.

Padre santo, que nos convocas al banquete de tu reino,
—haz que, comiendo el pan que ha bajado del cielo, alcancemos la perfección
del amor.

Padre santo, perdona a los pecadores sus delitos,
—y admite a los difuntos en tu reino, para que puedan contemplar tu rostro.


Padre nuestro.

Oración

Se dice la oración propia o, en su defecto, una de las siguientes:
Proclamamos, Señor, que sólo tú eres santo, sólo tú eres bueno y nadie
puede serlo sin tu gracia; por eso te pedimos que, mediante la intercesión de
san N., nos ayudes a vivir de tal forma en el mundo, que nunca nos veamos
privados de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.


O bien:
Concédenos, Dios todopoderoso, que el ejemplo de los santos nos
estimule a una vida más perfecta, para que al celebrar la memoria de san N. lo
sepamos imitar en las obras. Por nuestro Señor Jesucristo.


Para varios santos:
Dios todopoderoso y eterno, tú has querido darnos una prueba suprema
de tu amor en la glorificación de tus santos; concédenos ahora que su
intercesión nos ayude y su ejemplo nos mueva a imitar fielmente a tu Hijo
Jesucristo. Que vive y reina contigo.

Para un religioso:
Señor, tú que otorgaste a san N. la gracia de imitar con fidelidad a Cristo
pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de este
santo, la gracia de vivir fielmente nuestra vocación, para que así tendamos a la
perfección que tú nos has propuesto en la persona de tu Hijo. Que vive y reina
contigo.

Para un santo que se ha consagrado a una actividad caritativa:
Señor, Dios todopoderoso, tú nos has revelado que toda la ley se
compendia en el amor a ti y al prójimo; concédenos que, imitando la caridad
de san N., podamos ser un día contados entre los elegidos de tu reino. Por
nuestro Señor Jesucristo.


Para un educador:
Señor, tú elegiste entre tus fieles a san N. para que mostrara a sus
hermanos el camino que conduce a ti; concédenos que su ejemplo nos ayude
a seguir a Jesucristo, nuestro Maestro, para que un día logremos alcanzar,
junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino. Por nuestro Señor
Jesucristo.



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