lunes, 4 de junio de 2012

San Bonifacio (mártir)



Bonifacio
Bonifazius.jpg
Estatua en Maguncia
Nacimiento 14 de mayo de 680
Fallecimiento 5 de junio de 754
Alemania
Venerado en Iglesia Católica Romana
Festividad 5 de junioy 14 de mayo
Atributos Báculo, espada atravesando un libro,palma, espada
Patronazgo Cerveceros, sastres, arquidiócesis de Ibagué, Parroquia Jordán 9ª Ibagué
Bonifacio (680-754), santo y mártir inglés. Llamado en latín Bonifacius, 'aquel que hace el bien', su verdadero nombre era Wynfrith, Winfrith o Winfrid (con el mismo significado en anglosajón).
Es conocido como el «apóstol de los germanos». Su fiesta se celebra el 5 de junio para los católicos, y el 19 de diciembre para los ortodoxos.

Biografía


San Bonifacio. (1) Bautismo de un converso. (2) Martirizado, abadía de Fulda (siglo XI).
Llamado «apóstol de Alemania», nació en Crediton, Devonshire Pertenecía a una buena familia y ya manifestó a muy temprana edad y en contra de la voluntad de su padre, su deseo de entrar en la vida monástica. Empezó sus estudios teológicos en los monasterios de Exeter y Nutcell, y profesó a los treinta años.
En 715 realiza una expedición misionera a Frisia, con el fin de convertir a los paganos del Norte de Europa predicando en anglosajón, lengua muy similar a la frisona, pero sus esfuerzos resultaron vanos a causa de la guerra que enfrentaba a Carlos Martel y a Radbol, rey de los frisones.
En 718, Bonifacio visita Roma y el Papa Gregorio II le encarga la misión de organizar la Iglesia en Alemania y evangelizar a los paganos. Durante cinco años recorre Turingia, Hesse y Frisia, y regresa a Roma para informar de todo ello al Papa. En esta ocasión el Papa le nombra obispo y Bonifacio retorna a Alemania con plenos poderes. Bautiza a miles de paganos y se implica en los problemas de numerosos cristianos que habían perdido el contacto con la jerarquía de la Iglesia católica.
En 738 acude a Roma nuevamente donde, el sucesor de Gregorio II, Gregorio III le nombra arzobispo y delegado papal. Continúa su misión por Baviera, y funda los obispados de Salzburgo, Ratisbona, Freising y Nassau. En 742, con uno de sus principales discípulos, Sturm, funda la abadía de Fulda, no muy lejos de la misión de Fritzlar, y el obispado de Büraburg, ambos creados por Bonifacio. Se interesó con gran celo en el desarrollo de esta abadía que llegó a ser el centro principal para la formación de los monjes. Inicialmente, su construcción fue financiada por Pipino el Breve, hijo de Carlos Martel. El apoyo de los mayordomos de palacio y, más tarde, de los primeros Pipinides y reyes carolingios, fue crucial para Bonifacio que logró mantener el equilibrio entre su ayuda y la del papado, así como la de los gobernadores de Agilolfing de Baviera. En 746 es nombrado obispo de Maguncia.
Cuando regresa de Baviera, Bonifacio prosigue con sus misiones en Alemania, donde funda las diócesis de Würzburg, Erfurt y Buraburg. Nombra a sus discípulos obispos y consigue que éstos tengan una cierta independencia con respecto al poder carolingio. Organiza unos sínodos provinciales en la Iglesia franca y aunque sus relaciones con el rey de los francos son a veces azarosas, corona a Pipino el Breve en Soissons, en 751 consagrándole en marzo del año siguiente. Continúa ocupándose de los asuntos internos de su país de origen, y envía, en 746, una larga carta de reprimenda al rey Ethelbaldo de Mercia, en la que muestra su disconformidad por las costumbres sexuales que le parecen un mal ejemplo para los pueblos no cristianizados todavía.
Nunca renunció, en su interior, a convertir a los frisones. En 750, nombra a su discípulo, Gregorio, abad de la abadía de San Martín de Utrecht, enseñándole y ayudándole en la administración de la diócesis, la menos cristianizada de su vasto campo de apostolado. Pasa un largo tiempo en Frisia y, en 754, bautiza a un gran número de habitantes de esta región que, en su mayoría, es todavía, pagana.
El 5 de junio de 754, Bonifacio, por entonces cercano a los setenta años, junto con una cincuentena de sus compañeros, es asesinado en Flandes, cerca de la ribera de Borré Becque, entre Kassel y Hazebrouck, al este de Saint-Omer, a unos cuarenta kilómetros de Dunkerque. El hecho de que ciertos escritos históricos actuales sitúen el lugar de su muerte en Dokkum, en Frisia (Países Bajos) nace de la falsificación de un antiguo texto escrito por un monje de Utrecht del siglo XIII que cambió el nombre original de Dockynchirica (Dunkerque) por el de Dockinga, nombre primitivo de Dokkum. El departamento de Dokkum que no existía en 754, se menciona siempre como el lugar en el que murió Bonifacio, pese a que, hoy en día, un gran número de historiadores medievalistas refutan esta afirmación.
Se encuentran, recogidos por Serrarius, 1605 in-4, Sermones y Cartas de Bonifacio, que fueron reeditadas por Giles, en Londres, en 1844. Su discípulo, Willibal, escribió su Vida en latín y sus ultimas palabras fueron «Ánimo en Cristo».
Sus principales atributos son: el hábito de obispo, la mitra y un libro cruzado por una espada. En ocasiones se le representa bautizando a los conversos, con un pie encima de un roble abatido que simboliza el sometimiento de la religión pagana.
A Bonifacio se le atribuye la invención del árbol de Navidad[cita requerida]. Según la leyenda, cortó un fresno decorado, consagrado a los dioses de los germanos; y lo cambió por un pino, cambiándole su significado por completo.
San Bonifacio es el patrón de los cerveceros, de los sastres y de los petroleros y patrono de la arquidiócesis de Ibagué, en Colombia, donde es especialmente venerado en una parroquia que lleva su nombre.

Véase también

Enlaces externos



Bonifacio de Crediton, Santo
Obispo y Mártir, Junio 5


Bonifacio de Crediton, Santo
Bonifacio de Crediton, Santo


Mártir y Obispo

La obra misionera de San Bonifacio no habría sido posible sin la organización política y social europea de Carlomagno. Bonifacio o Winfrid parece que perteneció a una noble familia inglesa de Devonshire, en donde nació en el año 673 (o 680). Fue monje en la abadía de Exeter, y después se dedicó a la evangelización de los pueblos germánicos, más allá del Rin. Quiso ir a Frisia, pero no le fue posible por la hostilidad entre el duque alemán Radbod y Carlos Martelo.

Entonces Winfrid fue a Roma en peregrinación para orar sobre las tumbas de los mártires y recibir la bendición del Papa. San Gregorio. II apoyó el compromiso misionero, y Winfrid regresó a Alemania. Se detuvo en Turingia, luego pasó a Frisia, recientemente sometida por los francos, y allí logró las primeras conversiones.

Durante tres años recorrió gran parte del territorio germánico. Los Sajones correspondieron con entusiasmo a su predicación. El Papa lo llamó a Roma, lo consagró obispo y le dio el nuevo nombre de Bonifacio. Durante el viaje de regreso a Alemania, en un bosque de Hessen, hizo derribar un gigantesco roble al que los pueblos paganos le atribuían poderes mágicos, porque decían que era sede de un dios. Ese gesto fue considerado como un desafío a la divinidad y los paganos corrieron para presenciar la venganza del dios ofendido. Bonifacio aprovechó la ocasión para transmitirles el mensaje evangélico. A los pies del roble derribado hizo construir la primera iglesia, que dedicó a San Pedro.

Antes de organizar la Iglesia a orillas del Rin, pensó en la fundación, entre las regiones de Hessen y Turingia, de una abadía, que fuera el centro propulsor de la espiritualidad
Bonifacio de Crediton, Santo
Bonifacio de Crediton, Santo
y de la cultura religiosa de Alemania. Así nació la célebre abadía de Fulda, comparable con la de los benedictinos de Montecassino por la actividad y el prestigio. Eligió a Maguncia como sede arzobispal, pero expresó el deseo de ser enterrado en Fulda.

Ya anciano, pero todavía infatigable, regresó a Frisia. Lo acompañaban unos cincuenta monjes. El 5 de junio había citado cerca de Dokkum a un grupo de catecúmenos. Era el día de Pentecostés; estaban comenzando la celebración de la Misa cuando un grupo de Frisones armadas con espadas asaltaron a los misioneros. Bonifacio les dijo a los compañeros: “No teman. Todas las armas de este mundo no pueden matar nuestra alma”. Cuando la espada de un infiel cayó sobre su cabeza, él trató de cubrirse con el misal, pero el enemigo derribó el libro y le cortó la cabeza al mártir.
SAN BONIFACIO, OBISPO Y MÁRTIR

Día 5 de junio


S
an Bonifacio, obispo de Maguncia, y mártir, llamado con razón el apóstol de Alemania, fue inglés, y tuvo por nombre Winfrido. Nació por los años de 680, en el pequeño pueblo de Kirton, condado de Devohire, y sus padres, que eran muy piadosos, le criaron con el mayor cuidado en el santo temor de Dios, aunque en esto tuvie­ron poco que hacer, por su bellísimo natural.

Llegaron á predicar en Kirton unos misioneros evangélicos, qué se hospedaron en casa de su padre, y el niño Winfrido se aprovechó admirablemente de esta ocasión que le ofrecía la Divina Providencia. Oyóles decir que para ser santo era menester negarse á si mismo y seguir á Jesucristo, que la vida religiosa era el camino más seguro para salvarse, y que el mundo era un mar tempestuoso, lleno de es­collos y de peligros.

Apenas se retiraron los misioneros, cuando Winfrido pidió licen­cia á su padre para entrar en un monasterio. Sorprendióle mucho la proposición; y, como amaba á Winfrido más que á los otros hijos, se opuso á su intento, y le mandó que no dejase la casa de sus pa­dres. Obedeció el santo niño, pero Dios tomó á su cargo el cumpli­miento de su vocación. Envió una grave enfermedad á su padre, y, persuadido éste de que era justo castigo por su resistencia á la pia­dosa resolución de su hijo, se decidió que uno de sus parientes le lle­vase á presentar en el monasterio de Encantraste.

Luego que el abad Wolfando vio y reconoció, aquel aire modesto y apacible, aquel natural vivo é ingenuo, aquel entendimiento ya formado, y aquella virtud como anticipada, se sintió movido á reci­birle. Concluidas las pruebas del noviciado, y habiéndose observado en él grandes talentos para las ciencias, se tuvo por conveniente en­viarle al monasterio de Nuscella. Allí encontró un excelente direc­tor para la virtud y un hábil maestro para las ciencias en la perso­na del abad Wimberto.

Siendo ya uno de los más santos y más sabios hombres de su siglo, le encargaron que enseñase la gramá­tica, la poesía, la retórica, la historia y la filosofía á los monjes, á quienes explicó también la Sagrada Escritura en los sentidos lite­ral, moral y místi­co. Por su mérito sobresaliente, y por su no menos singu­lar virtud, fue juz­gado digno de ser promovido al sacer­docio; y, ordenado de presbítero á los treinta años de su edad, comenzó á trabajar en la sal­vación de las almas. Estaba escondi­do este tesoro en la provincia de Win­chester, cuando la Divina Providencia le manifestó á toda Inglaterra cuando menos se pensaba. Habiéndose juntado los obispos en el país de Westfer, donde reinaba el religioso príncipe Ina, tuvieron necesidad de diputar un eclesiástico á su me­tropolitano el arzobispo de Conturbel. Propusieron los abades para esta diputación al presbítero Winfrido; y, aprobada por el Sínodo la elección, desempeñó su comisión con tanto acierto, que en adelante fue siempre llamado á todos los sínodos.

Sobresaltóse su humildad con esta señal de distinción, y resolvió mudar de país, yendo á trabajar en la conversión de los gentiles á tierras donde no fuese conocido. Al principio se opusieron á este intentó su abad y los demás monjes; pero después le dieron dos reli­giosos para que le acompañasen en todos sus viajes.
Habiendo dejado las costas de Inglaterra, donde no hizo especial fruto su predicación, se fijó en las de Frisia por los años de 715 y no habiendo podido lograr tampoco cosa alguna, se vio precisado á volverse á Inglaterra y restituirse á su monasterio de Nuscella. Llegó á tiempo que acababa de morir el abad Wimberto, y no hubo en qué deliberar para nombrar á nuestro Santo por sucesor suyo; pero renunció en manos de Daniel, obispo de Winchester, luego que halló el prelado un sujeto capaz de gobernar el monasterio.

Descargado ya de este peso, determinó ir en derechura á Roma, para echarse á los pies del Papa y pedirle le señalase su misión.

Declaró al Papa el deseo que tenia de dedicarse enteramente á la conversión de los infieles; aprobósele mucho Su Santidad, y, dándole todas las facultades y poderes necesarios para su misión, escribió á todos los príncipes que podían favorecer y contribuir á las empresas de su apostólico celo. Con estas facultades salió de Roma el año de 719 y, entrando en Alemania por la Lombardía, se encaminó de­rechamente á Turingia, después á Frisia y al país de Hesse, consi­guiendo en poco tiempo ver á todos estos países convertidos á la fe.

Resonaba por todas partes la fama de tantas maravillas, y, llegan­do á los oídos del Papa, quiso tener el consuelo de ver otra vez al nuevo apóstol. Obedeció, y partió á Roma después de haber dado providencia en las necesidades espirituales de aquella nueva cris­tiandad , y el mismo Papa le consagró por obispo el día de San Andrés de 723, mudándole el nombre de Winfrido en el de Bonifacio.

Colmado de honras y de bendiciones de Su Santidad, regresó el nuevo obispo á su amada misión, donde trabajó con todo el poder que le daba la dignidad episcopal. Después que vio tan floreciente la religión cristiana en el país de Hesse y en Sajonia, hizo otro viaje á Turingia, donde en poco tiempo volvió á despertar en todos el espí­ritu de verdadera virtud; y dejando en ella celosos predicadores, fue á llevar la luz de la fe al ducado de Baviera. Desterró de él á un pernicioso ministro del demonio, llamado Eremwulfo, que, mezclando mil supersticiones gentilicas con algunos ritos y ceremonias cris­tianas, inficionaba el país llenándole de groserísimos errores.

Por asuntos de las iglesias se vio precisado á volver tercera vez á Roma en el año de 738, y fue recibido del papa Gregorio III, aun con mayores demostraciones de amor y de estimación que de su pre­decesor. Quiso Su Santidad que asistiese á un concilio que había convocado, y, después de haberle resuelto algunas dudas sobre dife­rentes puntos de disciplina por lo tocante á Alemania, le dio licencia para que volviese á continuar su apostólica misión.

Tomó el camino derecho de Baviera, donde el duque Odilon le había invitado, y donde sólo había un obispo, llamado Vivilón, en­viado por Gregorio III después de las conversiones que Bonifacio había hecho. Aumentado el rebaño, fue menester aumentar también el número de pastores; y usando Bonifacio de la potestad que le había dado el Sumo Pontífice, erigió otros tres obispados, escogiendo por capitales las ciudades de Salzbourg, Frisinga y Ratisbona. En la bula en que el Papa confirma la erección de estos tres obispados, entre otras cosas nombra á nuestro Santo Legado a latere de la Silla Apostólica, y le exhorta á que no fije su residencia en algún lugar determinado, sino que visite y corra toda la Alemania, llevando por toda ella la fe de Jesucristo.

No podía el Papa mandarle cosa más de su gusto. Corrió todo aquel vasto país con infinitos trabajos, pero con, un fruto muy co­rrespondiente á la inmensa dilatación de su celo. Erigió otros cuatro obispados: uno en Erfurd, para la Turingia; el segundo en Buraburg, para el Hesse, el que después se trasladó á Paderborn; el tercero en Eichstat, para la Baviera; y el cuarto en Wurtzburg, para la Fran  conia. Poco después convocó un concilio, en el cual se formaron cánones muy útiles para la reforma de las costumbres y para el res­tablecimiento de la disciplina eclesiástica.

Convocó después otros dos concilios: uno en Esnes, en el obispado de Cambray, el año 744, y otro el año siguiente en Soissons, de donde parece inferirse que también era Legado de la Silla Apostó­lica en Francia.

La guerra que en todas partes declaraba al vicio y á la herejía fue causa de que padeciese muchas persecuciones, particularmente por parte de algunos eclesiásticos relajados.

Pero los graves negocios de su legacía no sirvieron de estorbo á los trabajos de su apostolado. Llamó á las santas Tecla, Lioba, Valbuivga, Vertigita y Contrudis, á quienes encargó el gobierno de los mo­nasterios de vírgenes, fundados ya por Bonifacio en Turingia, en Baviera, en Chisinga y en otras partes. A sus saludables consejos se atribuyen los grandes progresos que hizo en la virtud el príncipe Carlo Magno. Era tan grande la fama de la santidad de Bonifacio, que, siendo reconocido por rey de los franceses Pipino, hermano se­gundo de Carlo Magno, quiso ser consagrado por nuestro Santo, como lo ejecutó, celebrándose en Soissons esta augusta ceremonia.

Hasta aquí San Bonifacio, como Legado de la Silla Apostólica, en ninguna parte había fijado su residencia; pero, habiendo vacado en este tiempo la Silla episcopal de Maguncia, el papa Zacarías le obligó á aceptar esta Iglesia; pero pronto renunció esta dignidad en su discípulo San Lulo, y partió para la Frisia septentrional, acompa­ñado de San Eobán, obispo de Utrecht, de tres presbíteros, tres diá­conos y de cuatro monjes, los cuales todos le ayudaron con tanta celo y con tanta felicidad, que luego que llegó convirtió muchos mi­llares de personas.

Después que bautizó un gran número de ellas la vigilia de Pentecostés, señaló un día de la semana para conferir á todas el sacra­mento de la Confirmación; y, por ser tantos, determinó adminis­trarle en el campo. Los sacerdotes de los ídolos, rabiosos de ver abatidos sus templos en todas partes, juntando una tropa de genti­les, vinieron á echarse, sobre los santos misioneros con espadas desnudas. Viendo el Santo cumplidos sus fervorosos deseos, se hincó de rodillas, y, levantando los ojos y las manos al Cielo, rindió mil gracias al Señor por la merced que le hacía de que terminase sus trabajos apostólicos con la corona del martirio. Volviéndose después á sus amados compañeros, los exhortó á dar generosamente su san­gre por la fe de Jesucristo. No le dejaron los bárbaros pasar más adelante, y, arrojándose sobre él, le quitaron la vida á cuchilladas, juntamente con el obispo Eobán, con los tres presbíteros, los tres diáconos, los cuatro monjes y más de cuarenta personas de los fieles que estaban ya dentro de la tienda. Así consiguió San Bonifacio, apóstol de Alemania, la corona del martirio, con otros cincuenta y dos compañeros, el día 5 de Junio del año 754 ó 55, á los setenta y cinco de su edad, treinta y seis de su obispado y á los cuarenta de su entrada en Alemania. Su santo cuerpo fue conducido á Utrecht; de allí, dentro de poco tiempo, fue trasladado á Maguncia, y en fin á Fulda, por San Lulo, obispo, como lo había deseado el mismo San­to. Con él fueron también traídos los libros que tenía consigo; y los gentiles, después de muerto, los habían arrojado por aquellos cam­pos, conservándose todavía tres de ellos el día de hoy: uno contiene los cánones del Nuevo Testamento; otro, que aun se ve teñido con la sangre del santo mártir, es la carta de San León á Teodoro, obis­po de Frejus, con algunas otras obras de los santos Padres; y el ter­cero , que se cree ser de la mano del mismo San Bonifacio, es un li­bro de los Evangelios. Las cartas de San Bonifacio, así á los papas como á los príncipes, que recogió y publicó el P. Serario, muestran su gran talento y su fervoroso Celo por la salvación de las almas y reforma de las costumbres, no menos que su profunda humildad y la delicadeza de su purísima conciencia.

SAN SANCHO, MÁRTIR DE CÓRDOBA

D
os días después que padeció el monje San Isaac, un ilustre man­cebo, llamado Sancho, discípulo de San Eulogio, dio la vida glorio­samente por la misma causa. Fue llevado cautivo á Córdoba, con otros muchos cristianos, y, habiendo conseguido á poco tiempo su libertad, fue admitido en el palacio del Rey. Pero esta dichosa suer­te no alteró en lo más mínimo los piadosos sentimientos de Sancho. Entregóse á la enseñanza de San Eulogio, é instruido por tan céle­bre maestro en todas las verdades esenciales de nuestra fe, y en el heroísmo con que se acreditan, deseaba Sancho con vivas ansias que se le presentase ocasión oportuna de dar al mundo pruebas públicas de la firmeza de su fe, abonada con la pureza de sus costumbres. No nos dice San Eulogio el motivo que obligó al ilustre joven para hacer la pública confesión de la religión que profesaba; pero es lo cier­to que la ejecutó renunciando con admirable desinterés el sueldo y los gajes reales.

En vista de su confesión, determinaron los magistrados privar á Sancho de lo qué él ya había renunciado, esperando que los padeci­mientos y la miseria serían bastantes para que abjurase lo que públicamente confesara. Pero viendo los jueces que no sucedía así, y que el insigne confesor continuaba con inalterable constancia predi­cando á Jesucristo, le condenaron á muerte, y cumplióse tan injusta sentencia el día 5 de Junio del año 851. No satisfechos los bárbaros con aquel castigo, pusieron el venerable cadáver en un palo á la vista de la ciudad, junto al de San Isaac, los cuales, juntamente con los de San Pedro, Walabonso, Sabiniano, Wistremundo, Abencioy, Jeremías, que fueron dos días después sacrificados al furor de los mahometanos, los quemaron y echaron sus cenizas en el Guadalqui­vir. El año de 1613, el doctor D. Jerónimo González, canónigo pe­nitenciario de Jaén, dotó una solemne fiesta á San Sancho, que se, celebra aún en nuestros días en aquella santa iglesia.

La Misa es del común de mártir y pontífice, yla oración la siguiente:

¡Oh Dios, que cada año nos alegras con la festividad de tu bien­aventurado mártir y pontífice Bonifacio! Concédenos que también nos regocijemos con la protección de aquel cuyo nacimiento al Cielo celebramos. Por Nuestro Señor Jesucristo...

La Epístola es del cap. 1 de la segunda del apóstol San Pablo á los corintios.

Hermanos: Bendito sea el Dios y el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias, y el Dios de todo consuelo, el cual nos consuela en toda nuestra tribulación, para que podamos también nosotros consolar á los que están en cual­quiera aflicción, por el mismo consuelo con que somos nosotros consolados por Dios. Porque así como abundan en nosotros las tribulaciones de Cristo, así también por Cristo es abundante nuestro consuelo. Pero ya seamos atribulados, es para vuestro consuelo y salud; ya seamos consolados, es para Vuestro consuelo; ó ya seamos exhortados, es para vuestra instrucción y salud, la cual obra en la toleran­cia de las mismas aflicciones que padecemos también nosotros; para que sea firme la confianza que tenemos de vosotros: sabiendo que así como habéis sido participantes de las aflicciones, lo seréis también de la consolación en Cristo Jesús Nuestro Señor.    
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REFLEXIONES

Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo y Dios de toda consolación, que nos consuela en todas nuestras tribulaciones. Si en el servicio de Dios hay muchos trabajos, también hay muchos consuelos; éstos se hallan aun en lo mismo que se padece; y cuando Dios nos consuela, perdió toda su amargura la tribulación. Verdaderamente es digno de admiración que muchos no acierten a concebir cómo puede hacerse exquisitamente dulce lo más amargó y más áspero que se encuentra en su servicio; al mismo tiempo que los esclavos del mundo encuentran no sé qué fantasma de gustó en sus mayores trabajos, aunque los que padecen por servirle sean incom­parablemente mayores que los que se experimentan en el servicio de Dios. Recorre con el pensamiento todos los estados del mundo; ninguno hallarás que no sea una insufrible esclavitud para los que se hallan en él; y en medio de eso todavía se quiere persuadir que sólo es penoso el camino de la perfección, la vida ajustada y el ejer­cicio de la virtud. ¡Insigne extravagancia! De donde es precisó con­cluir, que así como en el mando sólo se sustenta la imaginación de quimeras, así el entendimiento no acierta á discurrir sino desbarros, fundados en sus disparatadas preocupaciones. Siendo esto así, no hay que admirar que reinen en él el desorden y el error.

El Evangelio es del cap. 14 de San Lucas.

En aquel tiempo dijo Jesús á las turbas: Si alguno viene á Mi, y no aborrece á su padre, á su madre, á su mujer, sus hijos, sus hermanos y sus hermanas, y aun á su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz, y viene en pos de Mí, no puede ser mi discípulo. Porque ¿ quién de vosotros, queriendo edi­ficar una torre, no computa antes despacio los gastos que son necesarios para ver si tiene con qué acabarla, á fin de que, después de hechos los cimientos, y no pudiendo concluirla, no digan todos los que la vieren: Este hombre comenzó á edi­ficar, y no pudo acabar? Ó ¿qué rey, debiendo ir á campaña contra otro rey, no medita antes con sosiego si puede presentarse con diez mil hombres al que viene contra él con veinte mil? De otra suerte, aun cuando está muy lejos, le envía em­bajadores con proposiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia á todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

                MEDITACIÓN                                              

De los motivos que tenemos para trabajar incesantemente en el negocio de nuestra salvación.

Punto primero.—Considera cuánto hizo Dios por nuestra salva­ción. Podía parecer que su felicidad dependía de la nuestra, según lo afanado, por decirlo así, y lo ocupado que se muestra en solici­tarnos nuestra bienaventuranza. Admiran las menudencias á que desciende Jesucristo en todas las lecciones que nos da en su sagrado Evangelio, singularmente en el de este día; penetra su sentido y pondera bien todas las palabras.

Habiendo criado Dios al hombre libre, haciéndole dueño de su corazón, ¿qué no hizo y qué no hace para que voluntariamente se le entregue? Se le pide, se le solicita, se le aprieta, sirviéndose, ya de promesas, ya de amenazas; nada se omite para ganársele. Pero a, qué fin tanto empeño, tanto apuro? Es porque pende de nosotros solos el perdernos, y Dios desea apasionadamente nuestra salvación.

En este mismo punto hay en el Infierno millones de millones de almas rabiosas y desesperadas por no haber hecho lo que todavía puedo hacer yo; y yo mismo rabiaré y me desesperaré con ellas si no lo hubiere hecho. ¿Qué otro motivo es menester para trabajar en esto incesantemente y sin intermisión? Todos queremos levantar la gran fábrica de nuestra salvación, sin echar la cuenta del coste que nos ha de tener. ¡ Oh qué imprudencia! San Bonifacio, y todos los demás Santos, ¿no hicieron más que lo que hacemos nosotros para salvarse? ¿Estarían hoy en el Cielo si no hubiesen hecho más? Dios mío, ¡ qué materia ésta para grandes reflexiones!

Punto segundo.—Considera que todas las cosas nos son motivo para trabajar en nuestra salvación; todas nos persuaden que debe­mos trabajar en ella incesantemente, sin descanso y sin levantar la mano de la labor. La multitud de los estorbos, la frecuencia de los peligros, la inconstancia de nuestro corazón, la ligereza de nuestro ánimo, la velocidad del tiempo, el corto número de nuestros días, la brevedad de la vida; todo nos clama, todo nos predica que no tene­mos negocio más importante que el de la salvación; que ninguno pide más aplicación ni más celo, y ninguno sufre menos dilación.
Hemos dilatado hasta ahora el atender á este negocio; confesamos que nada ó casi nada hemos trabajado en él, no obstante los gran­des motivos que hemos tenido para hacerlo, y en medio de que mu­chas veces lo hemos resuelto y aun proyectado.

Gracias á Dios, aun nos hallamos en estado de poder trabajar en ella. Estamos seguros de que éste es el tiempo, y de que Dios nos brinda ahora con su gracia para hacerlo; la prueba son estas mis­mas reflexiones que hacemos y este mismo dictamen que formamos. ¿Quién nos ha dicho que no sea éste aquel importante momento de que pende nuestra predestinación? Estoy seguro de que, con el au­xilio de la divina gracia, puedo al presente asegurar mi salvación eterna por medio de una sincera conversión; tengo grande motivo, por lo menos, para dudar que, si ahora no me convierto, no me ha­llaré en estado de convertirme jamás. ¡Y tengo valor para diferirlo ni por un solo momento!

Señor, ¿si será esto porque Vos no hicisteis todavía bastante para salvarme, y porque fuese menester buscar razones en otra parte para formar una justa idea de lo que vale mi alma? Avergüénzome sólo de pensarlo. Aquí, Señor, de vuestra gracia, porque estoy muy resuelto á no dilatar ni Un solo instante mi sincera conversión.

JACULATORIAS

No, Señor; no desampararé el propósito que hago de trabajar con­tinuamente en mi salvación.—Job. ,27.

Comencé, Señor, desde hoy á guardar vuestra divina ley con fidelidad; no me confundáis, y dadme el don de la perseverancia.— Ps. 118.

PROPÓSITOS
1. Poca razón y aun poca religión es menester para convenir fácilmente en la importancia de la salvación, en los poderosos moti­vos que tenemos para trabajar en ella sin dilación, y en la insigne locura de los que dilatan este espinoso negocio para la hora de la, muerte. Pero ¿de qué servirá esta confesión? Después que tu mismo has condenado así tu insensibilidad en el punto de la salvación, como tu cobardía y tu grande indiferencia, ¿qué fruto has sacado de todas las reflexiones que has hecho sobre tus desórdenes pasados, sobre el dictamen que formas al presente, y sobre los justos temo­res que te sobresaltan acerca de tu futuro destino? ¿Es posible que siempre te has de contentar con desaprobar tu conducta, sin pasar á reformarla? Comienza desde hoy á poner manos á la obra. Con­vencido ya del inestimable precio de tu alma, por lo mucho que ha costado, nada digas, nada hagas, nada emprendas, sin considerar primero si será ó no será en perjuicio suyo.

2. Los propósitos generales, por lo común, de nada ó de poco sirven; en orden á los actos de virtud, se ha de descender á cosas particulares. Determina, pues, ciertos ejercicios espirituales, que hayas de hacer puramente por el motivo de tu salvación; v. gr., una confesión, una comunión extraordinaria; visitar los enfermos en los hospitales; alguna limosna á pobres vergonzantes, una visita de atención; algún obsequio á aquella persona ó personas de quienes estás quejoso ú ofendido, que no son tus amigos; una visita al San­tísimo Sacramento, y otros semejantes.

Martes 5 de Junio 2012 – San Bonifacio

Martes 5 – San Bonifacio, Obispo y Mártir. (MO).
Bonifacio fue un monje nacido en Devon (Inglaterra) que, una vez ordenado sacerdote, pasó a evangelizar Alemania y los Países Bajos. Fundó monasterios de varones y mujeres, convirtiéndolos en verdaderos centros de misión e irradiación espiritual y cultural. Fue obispo de Maguncia y organizó la iglesia de Alemania. Murió a los 80 años, atacado por una banda, en el año 754.


LECTURA
Lectura de la Segunda Carta del Apóstol San Pedro.  Ped 3, 11b-15a. 17-18
Hermanos: ¡Qué santa y piadosa debe ser la conducta de ustedes, esperando y acelerando la venida del Día del Señor! Entonces se consumirán los cielos y los elementos quedarán fundidos por el fuego. Pero nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia. Por eso, queridos hermanos, mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera que él los encuentre en paz, sin mancha ni reproche. Tengan en cuenta que la paciencia del Señor es para nuestra salvación. Hermanos míos, ustedes están prevenidos. Manténganse en guardia, no sea que, arrastrados por el extravío de los que hacen el mal, pierdan su firmeza. Crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡A él sea la gloria, ahora y en la eternidad!
Palabra de Dios.

Comentario
Nuestra vida es espera y tensión hacia la eternidad y el infinito. Muchas cosas pasajeras y efímeras quieren presentarse como urgentes y absolutas. Nuestra mirada puede ir más allá y orientarnos en una espiritualidad que dé sentido a la existencia. Sabemos hacia donde vamos: hacia el encuentro con Jesús.

SALMO   Sal 89, 2-4. 10. 14. 16
R. ¡Tú eres nuestro refugio, Señor!
Antes que fueran engendradas las montañas,
antes que nacieran la tierra y el mundo,
desde siempre y para siempre, tú eres Dios. R.
Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, con sólo decirles:
“Vuelvan, seres humanos”.
Porque mil años son ante tus ojos como el día de ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche. R.
Nuestra vida dura apenas setenta años,
y ochenta, si tenemos más vigor:
en su mayor parte son fatiga y miseria,
porque pasan pronto, y nosotros nos vamos. R.
Sácianos en seguida con tu amor,
y cantaremos felices toda nuestra vida.
Que tu obra se manifieste a tus servidores,
y que tu esplendor esté sobre tus hijos. R.

EVANGELIO
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos.  Mc 12, 13-17
Le enviaron a Jesús unos fariseos y herodianos para sorprenderlo en alguna de sus afirmaciones. Ellos fueron y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta la condición de las personas, porque no te fijas en la categoría de nadie, sino que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios. ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no? ¿Debemos pagarlo o no?”. Pero él, conociendo su hipocresía, les dijo: “¿Por qué me tienden una trampa? Muéstrenme un denario”. Cuando se lo mostraron, preguntó: “¿De quién es esta figura y esta inscripción?”. Respondieron: “Del César”. Entonces Jesús les dijo: “Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”. Y ellos quedaron sorprendidos por la respuesta.
Palabra del Señor.

Comentario
La pregunta es maliciosa y no tiene como objetivo conocer la verdad. Pero Jesús descubre la trampa y contesta desde la genuina tradición de Israel. Las monedas son “del César” pero el pueblo es “pueblo de Dios”. Sólo con Dios está comprometido con un pacto de amor.


CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 11 de marzo de 2009 (ZENIT.org)

San Bonifacio

San Bonifacio
Benedicto XVI dedicó la catequesis de este miércoles, ante los peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro para la audiencia general, a san Bonifacio, "patrón de los germanos", explicando cómo fue la primera evangelización de su país, y proponiéndola como modelo para la actualidad.
Dentro del ciclo de catequesis que el Papa dedica en estas semanas a los grandes santos de la Iglesia del primer milenio, se detuvo hoy en la figura de san Bonifacio, primer obispo alemán muerto a manos de los paganos en el siglo VIII.
El pontífice repasó la historia de este monje inglés, primer evangelizador de las tribus germánicas, y destacó de él tres elementos que "a distancia de siglos, podemos recoger de su enseñanza": la centralidad de la Escritura, la comunión con Roma y la síntesis entre fe y cultura.
Respecto a la importancia de la Palabra de Dios, destacó que Bonifacio "la vivió, predicó, testimonió hasta el don supremo de sí mismo en el martirio. Estaba tan apasionado de la Palabra de Dios que sentía la urgencia y el deber de llevarla a los demás, incluso con riesgo personal suyo".
Sobre la comunión con Pedro, el Papa destacó que "fruto de este empeño fue el firme espíritu de cohesión en torno al Sucesor de Pedro que Bonifacio transmitió a las Iglesias en su territorio de misión, uniendo con Roma a Inglaterra, Alemania, Francia y contribuyendo de modo tan determinante a poner las raíces cristianas de Europa que habrían producido frutos fecundos en los siglos sucesivos".
En tercer lugar, Benedicto XVI explicó cómo el santo "promovió el encuentro entre la cultura romano-cristiana y la cultura germánica. Sabía de hecho que humanizar y evangelizar la cultura era parte integrante de su misión de obispo".
"Transmitiendo el antiguo patrimonio de valores cristianos, él implantó en las poblaciones germánicas un nuevo estilo de vida más humano, gracias al cual se respetaban mejor los derechos inalienables de la persona", añadió.
El Papa afirma que este "valiente testimonio" supone "una invitación para todos nosotros a acoger en nuestra vida la Palabra de Dios como punto de referencia esencial, a amar apasionadamente la Iglesia, a sentirnos corresponsables de su futuro, a buscar la unidad en torno al Sucesor de Pedro".

San Bonifacio

San Bonifacio
Por otro lado, "nos recuerda que el cristianismo, favoreciendo la difusión de la cultura, promueve el progreso del hombre. Está en nosotros, entonces, estar a la altura de un patrimonio tan prestigioso y hacerlo fructificar para bien de las generaciones que vendrán".
"Comparando esta fe suya ardiente, este celo por el Evangelio, a nuestra fe tan a menudo tibia y burocratizada, vemos qué hemos de hacer y cómo renovar nuestra fe, para dar como don a nuestro tiempo la perla preciosa del Evangelio", añadió.
Bonifacio nació en Wessex (Inglaterra) alrededor del 675 y entró muy joven en un monasterio. El Papa destaca de él que hubiera sido un hombre estudioso dedicado "a una tranquila y brillante carrera".
Sin embargo, a los cuarenta años se sintió llamado a la evangelización entre los paganos. Tras el fracaso de su primera misión en Frisia (actual Holanda), Bonifacio se dirigió a Roma para hablar con el Papa y recibir sus instrucciones.
El papa Gregorio II le confió la evangelización de los pueblos germanos y la organización de la Iglesia en ese territorio, cosa que el santo hizo "con gran prudencia y valentía", primero como simple monje y luego como primer obispo alemán.
En su catequesis, Benedicto XVI destacó también la labor de promoción cultural y humana realizada por Bonifacio, a través de la fundación de monasterios, "para que fuesen como un faro para irradiar la fe y la cultura humana y cristiana en el territorio".
El mismo Bonifacio dejó un amplio legado a través de sus escritos y composiciones poéticas. Al final de su vida, el santo obispo se dirigió a Frisia, donde había fracasado su primera misión. Allí fue asaltado y asesinado por un grupo de paganos, mientras celebraba la misa. Fue enterrado en el monasterio de Fulda; su fiesta se celebra el 5 de junio para los católicos, y el 19 de diciembre para los ortodoxos.


OFICIO DIVINO


OFICIO DE LECTURA



 
TIEMPO ORDINARIO
MARTES DE LA SEMANA IX

Del Común de un mártrir. Salterio I

5 de junio

SAN BONIFACIO, obispo y mártir. (MEMORIA)


Nació en Inglaterra hacia el año 673; después de haber vivido como monje en el monasterio de Exeter, el año 719 partió para Alemania, dónde predicó la fe cristiana, obteniendo excelentes resultados. Fue ordenado obispo y gobernó la Iglesia de Maguncia. Con la ayuda de varios colaboradores, fundó o restauró diversas Iglesias en Baviera, Turingia y Franconia. También convocó concilios y promulgó leyes. El año 754, mientras evangelizaba a los frisones, fue asesinado por unos paganos. Su cuerpo recibió sepultura en el monasterio de Fulda.
OFICIO DE LECTURA

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires.

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: TESTIGOS DE AMOR

Testigos de amor
de Cristo Señor,
mártires santos.

Rosales en flor
de Cristo el olor,
mártires santos.

Palabras en luz
de Cristo Jesús,
mártires santos.

Corona inmortal
del Cristo total,
mártires santos. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. El Señor hará justicia a los pobres.

SALMO 9B I - CANTO DE ACCIÓN DE GRACIAS

¿Por qué te quedas lejos, Señor,
y te escondes en el momento del aprieto?
La soberbia del impío oprime al infeliz
y lo enreda en las intrigas que ha tramado.

El malvado se gloría de su ambición,
el codicioso blasfema y desprecia al Señor.
El malvado dice con insolencia:
«No hay Dios que me pida cuentas.»

La intriga vicia siempre su conducta,
aleja de su mente tus juicios y desafía a sus rivales.
Piensa: «No vacilaré,
nunca jamás seré desgraciado.»

Su boca está llena de maldiciones,
de engaños y de fraudes;
su lengua encubre maldad y opresión;
en el zaguán se sienta al acecho
para matar a escondidas al inocente.

Sus ojos espían al pobre;
acecha en su escondrijo como león en su guarida,
acecha al desgraciado para robarle,
arrastrándolo a sus redes;

se agacha y se encoge
y con violencia cae sobre el indefenso.
Piensa: «Dios lo olvida,
se tapa la cara para no enterarse.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. El Señor hará justicia a los pobres.

Ant. 2. Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.

Salmo 9B - II

Levántate, Señor, extiende tu mano,
no te olvides de los humildes;
¿por qué ha de despreciar a Dios el malvado,
pensando que no le pedirá cuentas?

Pero tú ves las penas y los trabajos,
tú miras y los tomas en tus manos.
A ti se encomienda el pobre,
tú socorres al huérfano.

Rómpele el brazo al malvado,
pídele cuentas de su maldad, y que desaparezca.
El Señor reinará eternamente
y los gentiles desaparecerán de su tierra.

Señor, tú escuchas los deseos de los humildes,
les prestas oído y los animas;
tú defiendes al huérfano y al desvalido:
que el hombre hecho de tierra
no vuelva a sembrar su terror.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.

Ant. 3. Las palabras del Señor son palabras sinceras, como plata refinada siete veces.

Salmo 11 - INVOCACIÓN A LA FIDELIDAD DE DIOS CONTRA LOS ENEMIGOS MENTIROSOS.

Sálvanos, Señor, que se acaban los buenos,
que desaparece la lealtad entre los hombres:
no hacen más que mentir a su prójimo,
hablan con labios embusteros
y con doblez de corazón.

Extirpe el Señor los labios embusteros
y la lengua orgullosa
de los que dicen: «la lengua es nuestra fuerza,
nuestros labios nos defienden,
¿quién será nuestro amo?»

El Señor responde: «por la opresión del humilde,
por el gemido del pobre, yo me levantaré,
y pondré a salvo al que lo ansía».

Las palabras del Señor son palabras sinceras,
como plata limpia de escoria,
refinada siete veces.

Tú nos guardarás, Señor,
nos librarás para siempre de esa gente:
de los malvados que merodean
para chupar como sanguijuelas sangre humana.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Las palabras del Señor son palabras sinceras, como plata refinada siete veces.

V. El Señor hace caminar a los humildes con rectitud.
R. Enseña su camino a los humildes.

PRIMERA LECTURA
De la carta a los Gálatas 2, 11-3, 14

EL JUSTO VIVE POR LA FE

Hermanos: Cuando Cefas fue a Antioquía, yo me opuse a él en su misma cara, porque era digno de reprensión. En efecto, antes que viniesen algunos de parte de Santiago, comía con los gentiles convertidos; pero, en cuanto llegaron aquéllos, se retraía y apartaba, por temor a aquéllos, judíos circuncisos. Y lo siguieron en su simulación los demás judíos convertidos, tanto que hasta Bernabé se dejó arrastrar por su simulación.

Pero, cuando vi que no caminaban rectamente, conforme a la verdad del Evangelio, dije a Cefas delante de todos: «Tú, siendo judío, has acomodado tu vida a la de los gentiles convertidos; ¿cómo quieres ahora obligar a éstos a que se atengan a las prácticas judías?»

Nosotros somos judíos de nacimiento, no pecadores venidos de la gentilidad. Y, sabiendo que el hombre no se justifica por cumplir la ley, sino por creer en Cristo Jesús, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley. Por las obras de la ley no se justificará nadie.

Mas, si buscando ser justificados en Cristo, nos salen con que aun así seguimos en el pecado, ¿será que Cristo está al servicio del pecado? ¡De ninguna manera! Si vuelvo a edificar lo que una vez destruí, yo mismo me declaro transgresor. En virtud de la misma ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. Estoy crucificado con Cristo; vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. No tengo por inútil esta gracia de Dios: Si la justificación nos viniera por la ley, entonces deberíamos concluir que Cristo murió inútilmente.


RESPONSORIO Ga 2, 16. 21

R. El hombre no se justifica por cumplir la ley, sino por creer en Cristo Jesús. * Nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley.
V. Pues si la justificación nos viniera por la ley, entonces deberíamos concluir que Cristo murió inútilmente.
R. Nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley.

SEGUNDA LECTURA
De las Cartas de san Bonifacio, obispo y mártir
(Carta 78; MGH, Epistolae 3, 352. 354)

PASTOR SOLÍCITO, QUE VELA SOBRE EL REBAÑO DE CRISTO

La Iglesia, que como una gran nave surca los mares de este mundo, y que es azotada por las olas de las diversas pruebas de esta vida, no ha de ser abandonada a sí misma, sino gobernada.

De ello nos dan ejemplo nuestros primeros padres Clemente y Cornelio y muchos otros en la ciudad de Roma, Cipriano en Cartago, Atanasio en Alejandría, los cuales, bajo el reinado de los emperadores paganos, gobernaban la nave de Cristo, su amada esposa, que es la Iglesia, con sus enseñanzas, con su protección, con sus trabajos y sufrimientos hasta derramar su sangre.

Al pensar en éstos y otros semejantes, me estremezco y me asalta el temor y el terror, me cubre el espanto por mis pecados, y de buena gana abandonaría el gobierno de la Iglesia que me ha sido confiado, si para ello encontrara apoyo en el ejemplo de los Padres o en la sagrada Escritura.

Mas, puesto que las cosas son así y la verdad puede ser impugnada, pero no vencida ni engañada, nuestra mente fatigada se refugia en aquellas palabras de Salomón: Confía en el Señor con toda el alma, no te fíes de tu propia inteligencia; en todos tus caminos piensa en él, y él allanará tus sendas. Y en otro lugar: Torre fortísima es el nombre del Señor, en él espera el justo y es socorrido. Mantengámonos en la justicia y preparemos nuestras almas para la prueba; sepamos aguantar hasta el tiempo que Dios quiera y digámosle: Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Tengamos confianza en él, que es quien nos ha impuesto esta carga. Lo que no podamos llevar por nosotros mismos, llevémoslo con la fuerza de aquel que es todopoderoso y que ha dicho: Mi yugo es suave y mi carga ligera. Mantengámonos firmes en la lucha en el día del Señor, ya que han venido sobre nosotros días de angustia y aflicción. Muramos, si así lo quiere Dios, por las santas leyes de nuestros padres, para que merezcamos como ellos conseguir la herencia eterna.

No seamos perros mudos, no seamos centinelas silenciosos, no seamos mercenarios que huyen del lobo, sino pastores solícitos que vigilan sobre el rebaño de Cristo, anunciando el designio de Dios a los grandes y a los pequeños, a los ricos y a los pobres, a los hombres de toda condición y de toda edad, en la medida en que Dios nos dé fuerzas, a tiempo y a destiempo, tal como lo escribió san Gregorio en su libro a los pastores de la Iglesia.

RESPONSORIO 1Ts 2, 8; Ga 4, 19

R. Queríamos daros no sólo el Evangelio de Dios, sino incluso nuestro propio ser, * porque habíais llegado a sernos muy queridos.
V. ¡Hijos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros.
R. Porque habíais llegado a sernos muy queridos.

ORACIÓN.

OREMOS,
Señor, que la intercesión de tu mártir san Bonifacio nos ayude a mantener con firmeza y a proclamar con nuestras obras aquella misma fe que él predicó con su palabra y testimonió con su sangre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.





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