miércoles, 6 de junio de 2012

Solemnidad del Corpus Christi, ciclo B.



 

 LA ORACIÓN DEL SEÑOR:
PADRE NUESTRO


Padre nuestro
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Pater Noster
Pater noster qui es in caelis:
sanctificetur Nomen Tuum;
adveniat Regnum Tuum;
fiat voluntas Tua,
sicut in caelo et in terra.
Panem nostrum
quotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos
dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a Malo. Amen

   Jueves, 07 o Domingo 10/06/2012, Solemnidad del Corpus Christi, ciclo B.
   Comentario sobre MC. 14, 1-25.

Solemnidad del Corpus Christi. «Esto es mi Cuerpo... ésta es mi Sangre...»

I. LA PALABRA DE DIOS

Ex 24,3-8:

  “Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros”
En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandamientos; y el pueblo contestó a una voz:
—«Haremos todo lo que dice el Señor».
Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce piedras conmemorativas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió:
«Obedeceremos y haremos todo lo que mande el Señor».
Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo:
«Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con ustedes, según las disposiciones dadas».

Sal 115,12-13.15-18:

  “Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste”
SALMO 116
1 Amo al Señor, porque él escucha
el clamor de mi súplica,
2 porque inclina su oído hacia mí,
cuando yo lo invoco.
3 Los lazos de la muerte me envolvieron,
me alcanzaron las redes del Abismo,
caí en la angustia y la tristeza;
4 entonces invoqué al Señor:
«¡Por favor, sálvame la vida!».
5 El Señor es justo y bondadoso,
nuestro Dios es compasivo;
6 el Señor protege a los sencillos:
yo estaba en la miseria y me salvó.
7 Alma mía, recobra la calma,
porque el Señor ha sido bueno contigo.
8 El libró mi vida de la muerte,
mis ojos de las lágrimas
y mis pies de la caída.
9 Yo caminaré en la presencia del Señor,
en la tierra de los vivientes.
10 Tenía confianza, incluso cuando dije:
«¡Qué grande es mi desgracia!».
11 Yo, que en mi turbación llegué a decir:
«¡Los hombres son todos mentirosos!».
12 ¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo?
13 Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre del Señor.
14 Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo.
15 ¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos!
16 Yo, Señor, soy tu servidor,
tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.
17 Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor.
18 Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo,
19 en los atrios de la Casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.
¡Aleluya!



Heb 9,11-15: 

 “Cristo, ofreciéndose a sí mismo, es Mediador de una nueva Alianza”
Hermanos:
Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su santuario es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado.
No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna.
Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo.
Por esa razón, Cristo es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la herencia eterna que ha sido prometida.


Mc 14,12-16.22-26: 

 “Tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio”
El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?».
Él envió a dos discípulos, diciéndoles:
«Vayan a la ciudad, encontrarán un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y, en la casa en que entre, díganle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”.
Él les mostrará en el piso de arriba una sala grande y bien alfombrada. Prepárennos allí la cena».
Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:
«Tomen, esto es mi cuerpo».
Y, tomando en sus manos una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron.
Y les dijo:
—«Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios».
Después de cantar los salmos, salieron para el monte de los Olivos.

II. APUNTES

La primera lectura recuerda la Antigua Alianza, que Dios estableció con Israel mediante «sangre de machos cabríos y de toros» (Heb 9,13). Con la sangre de los novillos Moisés «roció al pueblo, diciendo: “Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con ustedes”» (Ex 24,8).
Durante la última Cena, el Señor «tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: “Tomen, esto es mi cuerpo”. Y, tomando en sus manos una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: “Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos”» (Mc 14,22 24).
De este modo el Señor Jesús concluyó la tradición de aquellos sacrificios «de machos cabríos y de novillos» (Heb 9,12), ofreciéndose Él mismo como víctima sacrificial y su sangre purificadora como signo de una nueva y definitiva Alianza, que llevaría a su plenitud la antigua Alianza. En efecto, durante la primera Alianza la sangre de los machos cabríos y de los toros significaba la reconciliación, pero no podía realizarla verdaderamente. Es por ello que el Hijo del Padre se encarnó de María Virgen, por obra del Espíritu Santo: «es imposible que sangre de toros y machos cabríos borre pecados. Por eso, al entrar en este mundo, dice (el Hijo): Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo pues de mí está escrito en el rollo del libro a hacer, oh Dios, tu voluntad!» (Heb 10,4-7; ver 10,11).
El Señor Jesús llevó a su pleno cumplimiento aquello que el antiguo sacerdocio y continuos sacrificios no hacían sino prefigurar y preparar (ver Heb 9,9): la Alianza eterna con Dios realizada mediante el sacrificio redentor supremo (ver Heb 9,12), ofrecido por el único Mediador entre Dios y los hombres (Ver Heb 9,15; Rom 5,15-19; 1Tim 2,5). El Señor Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote de la Nueva Alianza, se ofreció a sí mismo como víctima de reconciliación, «de una vez para siempre» (Heb 10,10). Él ha «ofrecido por los pecados un solo sacrificio» (Heb 10,12), cuyo valor es infinito, que permanece inmutable y perenne en el centro de la economía de la salvación (ver Heb 7,24-28).
Es durante la última Cena cuando el Señor Jesús preparó a los Apóstoles y discípulos para el momento de este sacrificio redentor. Por eso habló de su cuerpo que sería entregado, de su sangre que sellaría una Nueva Alianza, sangre derramada para el perdón de los pecados, para la reconciliación del mundo con Dios. En aquella Cena estaba ya contenida la realidad del sacrificio que estaba próximo a ofrecer en el Altar de la Cruz. Aquella Cena y cada Eucaristía celebrada desde entonces como memorial de la Pascua del Señor es el sacramento de aquél sacrificio cruento realizado en el Altar de la Cruz el Viernes de Pasión.
En cada Eucaristía se actualiza, de modo incruento, el mismo sacrificio que el Señor Jesús inauguró la noche de la Última Cena y realizó en el Altar de la Cruz. En cada Misa asistimos a un inaudito milagro del Amor divino: cuando el sacerdote “en persona de Cristo” pronuncia las mismas palabras que Él pronunció la noche de la Última Cena, el pan en sus manos se transforma por virtud del Espíritu Santo en su Cuerpo, y el vino, en su Sangre. Entonces, aunque de modo invisible o imperceptible a los sentidos, el Señor Jesús se hace verdadera y realmente presente bajo el velo de las especies eucarísticas. Es decir, la apariencia sigue siendo la de pan y vino, mas por la fe sabemos que ahora son «verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre, junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo» (Concilio de Trento, 13-1).
Gracias a este sacramento es como desde entonces el Señor Jesús, en su Cuerpo y Sangre, bajo las especies del pan y del vino, se entrega a todo hombre, como alimento y bebida de salvación. De este modo llegó a cumplir aquello que, aun a riesgo de ser causa de escándalo para muchos, había anunciado en la sinagoga de Cafarnaúm: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que come de este pan vivirá para siempre» (Jn 6,51).
Y aunque este milagro de Amor se realiza en cada Eucaristía, existe un día al año en el que la Iglesia invita a celebrar la presencia real del Señor en la Eucaristía con expresa y pública adoración y veneración. Esto sucede precisamente en la fiesta del Corpus Christi.

III. LUCES PARA LA VIDA CRISTIANA

¿Creo que el Señor Jesús está verdadera y realmente presente en el pan y vino consagrados por su sacerdote en la Santa Misa? Ensayemos un cuestionamiento que bien podrían lanzarnos los que no creen en la presencia de Cristo en la Eucaristía a los que creemos en este Magno Milagro: «si ustedes afirman y sostienen que ese pan consagrado que adoran es Cristo, Dios que hace dos mil años se encarnó de una Virgen, nació de parto virginal, anunció la salvación a todos los hombres y por amor se dejó clavar como un malhechor en una Cruz; si sostienen y afirman que Él resucitó al tercer día y subió a los Cielos para sentarse a la derecha del Padre, y que lo que ahora adoran es ese mismo Dios-hecho-hombre que murió y resucitó, en su Cuerpo y en su Sangre, entonces ¿porqué su vida refleja tan pobremente eso que dicen creer? ¿Cuántos de ustedes viven como nosotros, como los que no creemos? Aunque van a Misa los Domingos y comulgan —incluso cuando están en pecado grave, sin antes confesarse—, en la vida cotidiana olvidan a su Dios y se hincan ante nuestros ídolos del dinero y las riquezas, de los placeres y las vanidades, del poder y del dominio, se impacientan con facilidad y maltratan a sus semejantes, se dejan llevar por odios y se niegan a perdonar a quienes los ofenden, se oponen a las enseñanzas de la Iglesia que no les acomodan, incluso le hacen la vida imposible a sus hijos cuando —cuestionando vuestra mediocridad con su generosidad— quieren seguir al Señor con “demasiado fanatismo”... ¿Viven así y afirman que Dios está en la Hostia? ¿Por qué creer lo que afirman, si con su conducta niegan lo que con sus labios enseñan? Bien se podría decir lo que Dios reprochaba a Israel, por medio de su profeta Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto” (Mt 15,8-9)».
Este duro cuestionamiento es también una invitación a preguntarme yo mismo: ¿Dejo que el encuentro con el Señor, verdaderamente presente en la Eucaristía, toque y transforme mi existencia? Nutrido del Señor, de su amor y de su gracia, ¿procuro que mi vida entera, pensamientos, sentimientos y actitudes, sea un fiel reflejo de la Presencia de Cristo en mí? ¿Encuentro en cada Comunión o visita al Señor en el Santísimo Sacramento un impulso para reflejar al Señor Jesús con una conducta virtuosa, para vivir más la caridad, para rechazar con más firmeza y radicalidad el mal y la tentación que se presentan en mi camino, para anunciar al Señor y su Evangelio?
Si de verdad creo que el Señor está presente en la Eucaristía y que como alimento se entrega a mí en su Cuerpo y Sangre, ¿puedo después de comulgar seguir siendo el mismo o la misma? ¿No tengo que cambiar, y fortalecido por su presencia en mí, procurar reflejarlo en mi conducta? El auténtico encuentro con el Señor necesariamente produce un cambio, una transformación interior, un crecimiento en el amor, lleva a asemejarnos cada vez más a Él en todos nuestros pensamientos, sentimientos y actitudes. Si eso no sucede, la Comunión más que un verdadero Encuentro con Cristo, es un desprecio a quien nuevamente se entrega a mí en el sacramento de la Comunión.
Así pues, que se vea en mi conducta que estoy en comunión con el Señor, que me lleno de Él, de su amor y de su gracia, cada vez que lo recibo en la Santa Eucaristía. De ese modo muchos más creerán en el Señor y en su presencia real en la Eucaristía. De ese modo muchos más le abrirán las puertas de su corazón y se dejarán tocar y transformar por su amor.

IV. PADRES DE LA IGLESIA

San Beda: «Terminadas las ceremonias de la antigua Pascua, pasó a la nueva, es decir, sustituyó la carne y sangre del cordero con el sacramento de su Cuerpo y Sangre».
San Juan Crisóstomo: «Dio gracias para enseñarnos el modo de recibir este sacramento, demostrando a la vez que no iba a sufrir su pasión contra su voluntad. Nos enseñó, pues, que todo lo que sufrimos debemos llevarlo con gusto. Y en esta ocasión nos dio motivo de buena esperanza; si, pues, la figura de este sacrificio (a saber, la inmolación del cordero pascual), dio la libertad al pueblo de la esclavitud de Egipto, con mucha más razón la realidad librará al mundo entero»
San Beda: «Partió el pan que dio a sus discípulos para manifestar que la fracción de su cuerpo había de ser por su voluntad o su cuidado, y le bendijo porque había llenado la naturaleza humana, que había tomado para padecer, de una virtud divina con su Padre y el Espíritu Santo. Bendijo y partió el pan, porque se dignó librar de la muerte la humanidad que había asumido, a fin de hacer ver que en Él existía el poder de la inmortalidad divina, y que resucitaría rápidamente a esta humanidad».
San Juan Crisóstomo: «Y todavía hoy está allí Cristo, quien adornó aquella mesa, y consagra también ésta, porque no es el hombre quien convierte estas ofrendas en el cuerpo y sangre de Cristo, sino el mismo Cristo que fue crucificado por nosotros. De los labios del presbítero salen las palabras, pero son el poder y la gracia de Dios los que las consagran. Las palabras: “Éste es mi cuerpo”, son las que consagran las ofrendas, y como aquella voz que dice: “Creced y multiplicaos, y llenad la tierra” (Gén 1,22), fue dicha una sola vez y no obstante, produce su efecto en todo tiempo para la generación en toda la naturaleza, así igualmente esta voz pronunciada una vez presta firmeza al sacrificio en todos los altares de la Iglesia hasta hoy y hasta la venida de Cristo».

V. CATECISMO DE LA IGLESIA

«Tomad y comed todos de él»: la Comunión

1384: El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la Eucaristía: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros» (Jn 6,53).
1385: Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. San Pablo exhorta a un examen de conciencia: «Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del Pan y beba del Cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo» (1 Cor 11,27-29). Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar.
1386: Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y con fe ardiente las palabras del Centurión: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme».
1387: Para prepararse convenientemente a recibir este sacramento, los fieles deben observar el ayuno prescrito por la Iglesia (Código de Derecho Canónico, can. 9191). Por la actitud corporal (gestos, vestido) se manifiesta el respeto, la solemnidad, el gozo de ese momento en que Cristo se hace nuestro huésped.
1388: Es conforme al sentido mismo de la Eucaristía que los fieles, con las debidas disposiciones (Código de Derecho Canónico, can. 9162), comulguen cuando participan en la Misa: «Se recomienda especialmente la participación más perfecta en la Misa, recibiendo los fieles, después de la Comunión del sacerdote, del mismo Sacrificio, el Cuerpo del Señor».
1389: La Iglesia obliga a los fieles a participar los Domingos y días de fiesta en la divina liturgia y a recibir al menos una vez al año la Eucaristía, si es posible en tiempo pascual, preparados por el sacramento de la Reconciliación. Pero la Iglesia recomienda vivamente a los fieles recibir la santa Eucaristía los Domingos y los días de fiesta, o con más frecuencia aún, incluso todos los días.

VI. PALABRAS (transcritas de textos publicados)

«El magno don de la Eucaristía es un tesoro para la Iglesia y para el mundo. Cuando se reflexiona sobre tal don de Dios surgen multitud de pensamientos y un continuo maravillarse. El creyente tiene la conciencia de que el Sacrificio del Gólgota y el Santo Sacramento que se celebra en la Misa son uno y el mismo. ¿Cómo no caer en una experiencia de asombro, gratitud y alabanza? ¡En la Misa se perpetúa sacramentalmente el Sacrificio de la Cruz! En ella se manifiesta el inmenso amor de Dios por el ser humano. Al hacerse verdadera, real y sustancialmente presente, el Señor Jesús muestra el amor reconciliador y pone ante nosotros cómo en Él la existencia humana adquiere pleno sentido. El misterio humano se esclarece en la magnitud de la Eucaristía, que es como una continuación y extensión de la Encarnación.
»Ver con los ojos de la fe la presencia real de Jesús es revivir la experiencia de los discípulos de Emaús, es reconocer al Salvador y percibir que el corazón arde de gozo en su presencia. Las preguntas fundamentales del ser humano adquieren una respuesta inimaginable. En una América Latina crucificada por el secularismo, por la injusticia, por el abuso contra los derechos humanos, por el consumismo, por la violencia, la Eucaristía es una experiencia del amor de Dios que se hace solidario con su criatura y le abre el horizonte del amor, la liberación, la plena reconciliación.
»En la Eucaristía Dios sale al encuentro del ser humano, y lo que aconteció en la historia hace dos mil años se prolonga en nuestro tiempo. ¡Es el Emmanuel! Por lo que San Juan Crisóstomo comentando este nombre dice que es como si dijera: “Verán a Dios entre los hombres”. Y así lo ven los hombres y mujeres de América Latina. Con los ojos de la fe los pueblos sellados por la Evangelización constituyente creen firmemente que el Verbo Eterno que se encarnó en la Virgen Inmaculada, que murió en la Cruz y resucitó vencedor de la muerte se hace realmente presente en el Altar para nuestro bien, y se queda en el Tabernáculo dando luz y calor a la existencia humana.»

1
§1. Quien vaya a recibir la santísima Eucaristía ha de abstenerse de tomar cualquier alimento y bebida al menos desde una hora antes de la sagrada comunión, a excepción sólo del agua y de las medicinas. §3. Las personas de edad avanzada o enfermas, y asimismo quienes las cuidan, pueden recibir la santísima Eucaristía aunque hayan tomado algo en la hora inmediatamente anterior.
2
Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave, no celebre la Misa ni comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental, a no ser que concurra un motivo grave y no haya oportunidad de confesarse; y, en este caso, tenga presente que está obligado a hacer un acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarse cuanto antes.
   1. El complot para prender a Jesús.
   “Dos días después era la pascua, y la fiesta de los panes sin levadura; y buscaban los principales sacerdotes y los escribas cómo prenderle por engaño y matarle. Y decían: No durante la fiesta para que no se haga alboroto del pueblo” (MC. 14, 1-2).
   ¿Por qué querían los enemigos del Señor exterminar al Mesías?
   Según San Marcos, Jesús curó a un paralítico en Cafarnaúm (MC. 2, 1-12). Antes de devolverle la salud física al citado enfermo, Nuestro Salvador le perdonó sus pecados (MC. 2, 5), lo cual alertó a los escribas que contemplaron aquel signo (MC. 2, 6-7), dado que Dios es el único que tiene potestad para perdonar pecados. El hecho de que Jesús perdonara los pecados del paralítico, fue interpretado como blasfemo, ya que sus opositores entendieron que se hizo pasar por Dios, lo cual, -según la Ley mosaica-, lo hacía digno de ser lapidado.
   En contra de las creencias de los fanáticos de la pureza, Jesús no hizo acepción de personas a la hora de escoger a sus seguidores, así pues, no tuvo reparo alguno en llamar a sus filas al futuro San Mateo, quien era recaudador de impuestos imperial, lo cual hacía que sus hermanos lo vieran como renegado de su raza y su fe, por el hecho de trabajar para los conquistadores (MC. 2, 13-17).
   Jesús no cumplía las prescripciones religiosas mecánicamente, y se distanció de las prácticas del Judaísmo oficial, por ejemplo, tratando la práctica del ayuno como acto penitencial, y no como formalismo que había de ser llevado a cabo, porque mucha gente lo practicaba (MC. 2, 18-23).
   A pesar de que existía la prohibición de que en día sabático no se realizara ninguna actividad laboral, el Señor permitió que sus seguidores cogieran espigas de trigo para comérselas, porque “el día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo” (MC. 2, 23-28).
   Dado que Jesús, además de no abrazar las creencias de sus enemigos sin cuestionarlas, curó a un enfermo durante un acto de culto en día de sábado, los fariseos se reunieron con los seguidores de Herodes para asesinarlo (MC. 3, 1-6).
   Mientras que los enemigos de Jesús buscaban la forma de eliminar al Mesías, el número de seguidores del Señor aumentaba rápidamente, aunque Nuestro Salvador se cuidaba de la ira de quienes se exaltaban fácilmente (MC. 3, 7-12).
   Jesús tuvo constantes enfrentamientos con los fariseos y saduceos, pues los tales lo confrontaban de tal forma que, independientemente de las respuestas con que contestaba sus preguntas, intentaban hacerle quedar como charlatán ante sus seguidores. (Vé. MC. 2, 13-28. 8, 11-13. 10, 1-12. 12, 13-40).
   ¿Eran las creencias de Jesús la causa por la que sus enemigos lo asesinaron? Jesús no fue crucificado por decir de Sí mismo que es Hijo de Dios, sino por actuar violentamente contra el ejercicio de la actividad comercial del Templo jerosolimitano, de que se beneficiaban en gran manera los saduceos, -es decir, la clase sacerdotal gobernante, que era tan poderosa, que ejercía influencia en la elección de las autoridades civiles, que llevaban a cabo los romanos-. (Vé. JN. 2, 13-25).
   2. Jesús es ungido en Betania.
   “Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza. Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella. Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho. Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis. Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella” (MC. 14, 3-9).
   Una mujer derramó un perfume muy caro sobre la cabeza de Jesús. Hay quienes afirman que la Iglesia tiene muchas riquezas que no pone al servicio de los más menesterosos del mundo, y tampoco faltan quienes dicen que si tuvieran mucho dinero harían grandes obras de caridad, aunque muchos de ellos, que no son inmensamente ricos, evitan a toda costa beneficiar a quienes tienen menos recursos para sobrevivir. San Juan, en los primeros versículos del capítulo 12 de su Evangelio, nos dice que fue Judas quien protestó por causa de la unción de Jesús (JN. 12, 4-6), pero su protesta no fue causada por el bienestar de los pobres a quienes, aunque defendió para quedar bien, le tenían sin cuidado, pues, siendo el administrador del dinero de Jesús y su comunidad apostólica, era ladrón, y buscaba la forma de quedarse para sí, con la mayor cantidad de dinero posible.
   Cuando Jesús les dijo a quienes protestaron por causa de su unción por parte de la mujer cuyo nombre no menciona San Marcos: “Siempre tendréis a los pobres con vosotros” (CF. MC. 14, 7), no quiso darles a entender que no estaba interesado en que los menesterosos tuvieran una vida digna, ni que debían buscarle en el interior de su alma o en lugares destinados al culto sagrado en que podrían olvidarse tanto de los pobres como de sus problemas temporalmente, pues les recitó un fragmento de un texto del Antiguo Testamento, que todos conocían de memoria.
   “Porque no faltarán menesterosos en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra” (DT. 15, 11).
   En el transcurso de esta meditación, hemos considerado la actitud de quienes decidieron asesinar a Jesús porque el Señor no se adaptaba a su modo de vivir la religiosidad, la forma de actuar de quienes tenían la misma pretensión de adaptar al Señor a la consecución de sus intereses sin ejercer violencia sobre el Mesías, y el comportamiento de la mujer que simplemente ungió al Señor, haciendo de tal acto un gesto de adoración por cuanto era consciente de la grandeza de Jesús, y de penitencia, porque no podía olvidar su pequeñez. Jesús alabó el gesto de la mujer que no escatimó dinero para homenajearlo, pero no lo hizo por su excesivo apego a las riquezas materiales de las que sabía que esclavizan a las almas y las alejan tanto de Dios como de sus hijos los hombres, pues ello se debió a la sinceridad con que ella hizo de El su Señor, es decir, puso su vida a disposición de Nuestro Redentor, para cumplir su voluntad.
   San Marcos no dejó constancia en su Evangelio del nombre de tan extraordinaria mujer, que, a pesar de ser marginada socialmente por no ser hombre, tuvo la valentía de adorar al Mesías públicamente, por medio de su humillación. La omisión del nombre de la citada mujer por parte de San Marcos, nos hace pensar hasta qué punto estamos dispuestos a servir a Jesús, tanto orando, como en las personas de nuestros prójimos los hombres.
   3. Judas se ofrece a entregarles a Jesús a sus enemigos.
   "Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo. Ellos, al oírlo, se alegraron, y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba oportunidad para entregarle" (MC. 14, 10-11).
   Judas no logró adueñarse del perfume con que Jesús fue ungido para venderlo y ganar una sustanciosa cantidad de dinero, pero cambió a su Maestro por el dinero que ganaba un campesino trabajando durante un mes, el precio por el que se compraban los esclavos. Los saduceos necesitaban que Jesús fuera privado de su libertad para poder tratarlo como un hombre sin dignidad, así pues, esa fue la causa por la que decidieron comprar la libertad de Nuestro Redentor.
   ¿Por qué vendió Judas a Jesús? Judas era un hombre culto que quizás no vendió a su Maestro por odio, sino porque, dado que Jesús no era violento, y el citado Apóstol de Nuestro Salvador quería apoyar a los zelotes en su lucha sin cuartel contra el poder imperial, decidió presionar al Señor, para probar si, al verse entre la vida y la muerte, el Mesías reaccionaba, y llevaba a cabo su propósito.
   4. La institución de la Eucaristía.
   "El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la pascua?" (MC. 14, 12).
   La pregunta que los discípulos de Jesús le hicieron al Hijo de María, nos hace plantearnos estas cuestiones:
   ¿Qué es la Eucaristía?
   ¿Qué debemos hacer para disponernos a celebrar la Eucaristía?
   ¿Debemos prepararnos a celebrar la Cena del Señor por medio de la recitación de oraciones, o también debe influir en nuestra preparación a recibir al Mesías, la disposición a hacer el bien, en beneficio de quienes tienen carencias espirituales y materiales?
   ¿Creemos que la celebración de la Eucaristía constituye el centro de nuestra vida, porque participamos espiritualmente en el sacrificio de Jesús, por medio de nuestras constantes oraciones y obras de caridad?
   "Y envió dos de sus discípulos, y les dijo: Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle, y donde entrare, decid al señor de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos? Y él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad para nosotros allí. Fueron sus discípulos y entraron en la ciudad, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua. Y cuando llegó la noche, vino él con los doce. Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar. Entonces ellos comenzaron a entristecerse, y a decirle uno por uno: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo? El, respondiendo, les dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato. A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido" (MC. 14, 13-21).
   En el versículo 12, los discípulos le preguntan a Jesús que dónde quiere que le preparen la Pascua, y, en el versículo 15, Jesús no les da a entender que tienen que preparar la celebración pascual para El, sino para todos. Este hecho me sugiere que la celebración de la Eucaristía no solo debe ser preparada individualmente, pues también ha de hacerse en comunidad, tal como se vive la celebración sacramental.
   Jesús les anunció a sus amigos que iba a ser traicionado por uno a quien más le valdría no haber nacido, no porque iba a caer sobre él la ira divina, sino porque no se perdonaría el hecho de haber traicionado a su Señor.
   5. La consagración del pan.
   "Y mientras comían, Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo" (MC. 14, 22).
   Jesús es un pan que se parte y se comparte entre quienes creemos en El. Veamos cómo podemos ofrecernos a Dios por medio de una vida piadosa, tanto de oración, como de servicio a Nuestro Santo Padre, en los necesitados de dádivas espirituales y materiales.
   "Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor;y comenzó a enseñarles muchas cosas" (MC. 6, 34).
   En el mundo no solo hay hambrientos de pan, pues también hay sedientos de justicia, y gente que carece de la esperanza necesaria para vivir. La pobreza que más destaca es la material, pero también existe el dolor que no se ve ni se palpa de quienes no pueden llevar a cabo sus aspiraciones, y dependen de la solidaridad de quienes les prestan su inestimable ayuda. No pensemos que nuestras dificultades son las más difíciles de soportar, y tendámosles una mano a quienes, en su dolor, nos enseñarán a quejarnos menos por causa de nuestros problemas, porque en el mundo hay quienes sufren más que nosotros. Acojamos a las ovejas que vagan por el mundo sin pastor, y sufren las consecuencias dramáticas de su abandono.
   La predicación del Evangelio, además de enseñarnos a combatir las diferentes formas de pobreza que existen, nos hace más soportables nuestros problemas. La predicación del Evangelio nos enseña que toda nuestra vida es una celebración eucarística cuyo propósito es glorificar el Santo Nombre de Dios, haciéndole feliz en quienes más necesitan saber que tienen un Padre celestial que jamás se olvidará de ellos.
   "Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada. Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer. Respondiendo él, les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?" (MC. 6, 35-37).
   Quizá, cuando tenemos noticias de quienes sufren las diferentes formas de pobreza que existen, pensamos que hay quienes se ocupan de ellos, y nos desentendemos del padecimiento de quienes tienen mayores dificultades. Esto fue lo que les sucedió a los discípulos de Jesús, cuando se vieron ante una multitud hambrienta, y pensaron que no tenían comida suficiente para alimentarla. Quizá nosotros a veces rechazamos oportunidades de hacer una pequeña obra de caridad por medio de la entrega de un pequeño donativo o pronunciando unas palabras consoladoras, porque pensamos que no podemos solventar los problemas de que somos testigos. En tales circunstancias, Jesús nos anima a hacer lo que nos corresponde como cristianos. En las multiplicaciones de los panes que se nos narran en los Evangelios, el hecho de compartir los alimentos que tenían las multitudes, logró el milagro, no solo de que nadie pasara hambre, sino de que sobraran alimentos. Igualmente, si fuéramos más caritativos con quienes sufren cualquier tipo de pobreza, sin renunciar a nuestro status social, exterminaríamos muchas miserias de la haz de la tierra.
   6. La consagración del vino.
   "Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos. Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada" (MC. 14, 23-24).
   Veamos lo que sucedió, cuando los hermanos Jacobo y Juan, le pidieron a Jesús que los sentara en su Reino, al uno a su derecha, y, al otro, a su izquierda.
   "Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos. El les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado" (MC. 10, 35-40).
   Mientras los apodados Boanerges (hijos del trueno) por su animosidad le pidieron a Jesús que les concediera puestos de honor en su Reino, el Señor les profetizó que compartirían su padecimiento, pues tal es el significado del cáliz que deducimos al leer el Evangelio de San Marcos. Sabemos que en nuestra vida se completa la Pasión de Jesús, porque sufrimos, y corremos el riesgo de no ser comprendidos cuando actuamos como hijos de Dios.
   Hagamos de nuestra vida una celebración eucarística larga y gozosa. Seamos como el pan de la hermandad de los hombres, y el vino del gozo tan necesitado por la mayor parte de la humanidad, aunque, en ocasiones, ello nos haga partícipes de la Pasión de Nuestro Salvador, cuya gloria anhelamos.
   "De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios" (MC. 14, 25).
   Jesús les dijo a sus amigos que no bebería más del fruto de la vid hasta que concluyera la plena instauración de su Reino en el mundo, indicando que estaba a punto de vivir su Pasión, y que debemos esperar su gozosa venida, celebrando una gran eucaristía, por medio del sacrificio que significa la exclusión del mundo de todos los tipos de pobreza existentes, pues todos somos hermanos. Precisamente, la palabra Misa, que procede del término latino misio, significa misión, lo cual nos indica que las celebraciones eucarísticas no terminan en los templos, sino en el mundo en que tenemos que ser evangelizadores y bienhechores de la humanidad, en nuestros hogares, en nuestros lugares de trabajo, y en las calles en que vamos a caminar en compañía del Señor Sacramentado, que está entre nosotros para bendecirnos, y estimularnos a ayudarlo a dar a conocer su Evangelio de salvación.



Oficio Divino: Tiempo Ordinario. Ciclo B. 07 de junio, 2012



JUEVES DE LA SEMANA IX
De la Solemnidad.

 
En donde la solemnidad del SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO se celebra hoy jueves:
 
(OFICIO DE LECTURA (6:00); LAUDES (7:00); TERCIA (9:00); SEXTA (12:00); NONA (15:00); VISPERAS (19:00); COMPLETAS (22:00)
 


 
EL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO (SOLEMNIDAD).



OFICIO DE LECTURA

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labiosR. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. A Cristo el Señor, el pan de vida, venid, adorémosle.

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilioR. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: AQUELLA NOCHE SANTA
Aquella noche santa,
te nos quedaste nuestro,
con angustia tu vida,
sin heridas tu cuerpo.

Te nos quedaste vivo,
porque ibas a ser muerto;
porque iban a romperte,
te nos quedaste entero.
Gota a gota tu sangre,
grano a grano tu cuerpo:
un lagar y un molino
en dos trozos de leño.

Aquella noche santa,
te nos quedaste nuestro.

Te nos quedaste todo:
amor y sacramento,
ternura prodigiosa,
todo en ti, tierra y cielo.
Te quedaste conciso,
te escondiste concreto,
nada para el sentido,
todo para el misterio.

Aquella noche santa,
te nos quedaste nuestro.

Vino de sed herida,
trigo de pan hambriento,
toda tu hambre cercana,
tú, blancura de fuego.
En este frío del hombre
y en su labio reseco,
aquella noche santa,
te nos quedaste nuestro.

Te adoro, Cristo oculto,
te adoro, trigo tierno. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Decid a los invitados: «Tengo ya preparado el banquete, venid a las bodas.» Aleluya.
Salmo 22 - EL BUEN PASTOR
El Señor es mi Pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Decid a los invitados: «Tengo ya preparado el banquete, venid a las bodas.» Aleluya.
Ant. 2. El que tenga sed que venga a mí y que beba en la fuente eterna.
Salmo 41 - DESEO DEL SEÑOR Y ANSIAS DE CONTEMPLAR EL TEMPLO.
Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;

tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?

Las lágrimas son mi pan
noche y día,
mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?»

Recuerdo otros tiempos,
y mi alma desfallece de tristeza:
cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»

Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo,
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.

Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.

De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.

Diré a Dios: Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?

Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?»

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. El que tenga sed que venga a mí y que beba en la fuente eterna.
Ant. 3. El Señor nos alimentó con flor de harina, nos sació con miel silvestre.
Salmo 80 - SOLEMNE RENOVACIÓN DE LA ALIANZA
Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
dad vítores al Dios de Jacob:

acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta;

porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.

Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.

Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.

Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!

No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto;
abre tu boca y yo la saciaré.

Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.

¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;

los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. El Señor nos alimentó con flor de harina, nos sació con miel silvestre.
V. La Sabiduría se ha construido su casa. Aleluya.R. Ha mezclado el vino y puesto la mesa. Aleluya.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Éxodo 24, 1-11

VIERON AL SEÑOR Y COMIERON Y BEBIERON EN SU PRESENCIA

En aquellos días, dijo Dios a Moisés:

«Sube hacia mí con Aarón, Nadab, Abihú y los setenta ancianos de Israel, y prosternaos a distancia. Después se acercará Moisés solo, ellos no se acercarán; tampoco el pueblo subirá con ellos.»

Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que le había dicho el Señor, todos sus mandatos, y el pueblo contestó a una:

«Haremos todo lo que dice el Señor.»

Entonces Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas por las doce tribus de Israel. Mandó luego a algunos jóvenes israelitas que ofreciesen holocaustos e inmolasen vacas como sacrificio de comunión para el Señor. Después tomó la mitad de la sangre y la echó en recipientes, y con la otra roció el altar. Tomó en seguida el documento del pacto y se lo leyó en voz alta al pueblo, el cual respondió:

«Haremos todo lo que manda el Señor y obedeceremos.»

Moisés tomó el resto de la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo:

«Ésta es la sangre de la alianza que el Señor hace con vosotros, de acuerdo con todas estas palabras.»

Subieron Moisés, Aarón, Nadab, Abihú y los setenta ancianos de Israel, y vieron al Dios de Israel. Bajo sus pies había como un pavimento de zafiro, tan puro como el mismo cielo cuando está sereno. Dios no extendió la mano contra los notables de Israel, los cuales pudieron contemplar a Dios y después comieron y bebieron.
RESPONSORIO Jn 6, 48. 49. 50. 51. 52
R. Yo soy el pan de vida; vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; * éste es el pan que baja del cielo para que quien lo coma no muera.V. Yo soy el pan vivo bajado del cielo; todo el que coma de este pan vivirá eternamente.R. Éste es el pan que baja del cielo para que quien lo coma no muera.
SEGUNDA LECTURA
De las Obras de santo Tomás de Aquino, presbítero
(Opúsculo 57, En la fiesta del Cuerpo de Cristo, lect. 1-4)

¡OH BANQUETE PRECIOSO Y ADMIRABLE!

El Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza, a fin de que, hecho hombre, divinizase a los hombres.

Además, entregó por nuestra salvación todo cuanto tomó de nosotros. Porque, por nuestra reconciliación, ofreció, sobre el altar de la cruz, su cuerpo como víctima a Dios, su Padre, y derramó su sangre como precio de nuestra libertad y como baño sagrado que nos lava, para que fuésemos liberados de una miserable esclavitud y purificados de todos nuestros pecados.

Pero, a fin de que guardásemos por siempre jamás en nosotros la memoria de tan gran beneficio, dejó a los fieles, bajo la apariencia de pan y de vino, su cuerpo, para que fuese nuestro alimento, y su sangre, para que fuese nuestra bebida.

¡Oh banquete precioso y admirable, banquete saludable y lleno de toda suavidad! ¿Qué puede haber, en efecto, de más precioso que este banquete en el cual no se nos ofrece, para comer, la carne de becerros o de machos cabríos, como se hacía antiguamente, bajo la ley, sino al mismo Cristo, verdadero Dios?

No hay ningún sacramento más saludable que éste, pues por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los dones espirituales.

Se ofrece, en la Iglesia, por los vivos y por los difuntos, para que a todos aproveche, ya que ha sido establecido para la salvación de todos.

Finalmente, nadie es capaz de expresar la suavidad de este sacramento, en el cual gustamos la suavidad espiritual en su misma fuente y celebramos la memoria del inmenso y sublime amor que Cristo mostró en su pasión.

Por eso, para que la inmensidad de este amor se imprimiese más profundamente en el corazón de los fieles, en la última cena, cuando después de celebrar la Pascua con sus discípulos iba a pasar de este mundo al Padre, Cristo instituyó este sacramento como el memorial perenne de su pasión, como el cumplimiento de las antiguas figuras y la más maravillosa de sus obras; y lo dejó a los suyos como singular consuelo en las tristezas de su ausencia.
RESPONSORIO
R. Reconoced en el pan al mismo que pendió en la cruz; reconoced en el cáliz la sangre que brotó de su costado. Tomad, pues, y comed el cuerpo de Cristo; tomad y bebed su sangre. * Sois ya miembros de Cristo.V. Comed el vínculo que os mantiene unidos, no sea que os disgreguéis; bebed el precio de vuestra redención, no sea que os depreciéis.R. Sois ya miembros de Cristo.
Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.R. Demos gracias a Dios.



 
LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor, abre mis labiosR. Y mi boca proclamará tu alabanza.
INVITATORIO
Ant. A Cristo el Señor, el pan de vida, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Himno: SIN DEJAR LA DERECHA DE SU PADRE
Sin dejar la derecha de su Padre,
y para consumar su obra divina,
el sumo Verbo, que ha venido al mundo,
llega al fin a la tarde de su vida.

Antes de ser, por uno de los suyos,
dado a quienes la muerte le darían,
en el vital banquete del cenáculo
se dio a los suyos como vianda viva.

Se dio a los suyos, bajo dos especies,
en su carne y su sangre sacratísimas,
a fin de alimentar en cuerpo y alma
a cuantos hombres en este mundo habitan.

Se dio, naciendo, como compañero;
comiendo, se entregó como comida;
muriendo, se empeñó como rescate;
reinando, como premio se nos brinda.

Hostia de salvación, que abres las puertas
celestes de la gloria prometida:
fortalece y socorre nuestras almas,
asediadas por fuerzas enemigas.

Glorificada eternamente sea
la perpetua Deidad, que es una y trina,
y que ella finalmente nos conceda,
en la patria sin fin, vida infinita. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Alimentaste a tu pueblo con manjar de ángeles y les enviaste pan desde el cielo. Aleluya.
SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Alimentaste a tu pueblo con manjar de ángeles y les enviaste pan desde el cielo. Aleluya.
Ant. 2. Los sacerdotes consagrados ofrecen a Dios incienso y panes. Aleluya.
Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

No se dice Gloria al Padre.
Ant. Los sacerdotes consagrados ofrecen a Dios incienso y panes. Aleluya.
Ant. 3. Al vencedor le daré del maná escondido y un nombre nuevo. Aleluya.
Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Al vencedor le daré del maná escondido y un nombre nuevo. Aleluya.
LECTURA BREVE Ml 1, 11
Desde el oriente hasta el poniente es grande mi nombre entre las naciones, y en todo lugar se ofrecerá incienso a mi nombre y una oblación pura, porque mi nombre es grande entre las naciones -dice el señor de los ejércitos-.
RESPONSORIO BREVE
V. Sacas pan de los campos. Aleluya, aleluya.R. Sacas pan de los campos. Aleluya, aleluya.
V. Y el vino que alegra el corazón del hombre.R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.R. Sacas pan de los campos. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Yo soy el pan vivo bajado del cielo; todo el que coma de este pan vivirá eternamente. Aleluya.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Yo soy el pan vivo bajado del cielo; todo el que coma de este pan vivirá eternamente. Aleluya.
PRECES
Oremos, hermanos, al Señor Jesús, pan de vida, y digamos llenos de gozo:

Dichosos los invitados a comer el pan en tu reino.

Cristo Jesús, sacerdote de la alianza nueva y eterna, que sobre el altar de la cruz presentaste al Padre el sacrificio perfecto,
enséñanos a ofrecerlo contigo en el sacrificio eucarístico.

Cristo, Señor nuestro, rey supremo de justicia y de paz, que consagraste el pan y el vino como símbolo de tu propia oblación,
enséñanos a ofrecernos contigo al Padre en el sacrificio eucarístico.

Cristo Jesús, verdadero adorador del Padre, cuyo sacrificio ofrece tu Iglesia desde la salida del sol hasta el ocaso,
reúne en tu cuerpo a los que alimentas de un mismo pan.

Cristo, Señor nuestro, maná bajado del cielo, que alimentas a tu Iglesia con tu cuerpo y con tu sangre,
fortalécenos con este alimento en nuestro camino hacia el Padre.

Cristo Jesús, huésped invisible de nuestro banquete, que estás junto a la puerta y llamas,
entra en nuestra casa y cena con nosotros.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Pidamos al Padre, como Cristo nos enseñó, nuestro pan de cada día:
Padre nuestro...

ORACIÓN

Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.R. Amén.



 
HORA TERCIA

V. Dios mío, ven en mi auxilioR. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: VEN ESPÍRITU SANTO, LUZ Y GOZO
Ven, Espíritu Santo, luz y gozo,
Amor, que en tus incendios nos abrasas:
renueva el alma de este pueblo tuyo
que por mis labios canta tu alabanza.

En sus fatigas diarias, sé descanso;
en su lucha tenaz, vigor y gracia:
haz germinar la caridad del Padre,
que engendra flores y que quema zarzas.

Ven, Amor, que iluminas el camino,
compañero divino de las almas:
ven con tu viento a sacudir al mundo
y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.
SALMODIA
Ant. He deseado con ansia comer esta Pascua con vosotros antes de padecer. Aleluya.
Salmo 119 - DESEO DE LA PAZ
En mi aflicción llamé al Señor,
y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos,
de la lengua traidora.

¿Qué te va a dar o a mandar Dios,
lengua traidora?
Flechas de arquero, afiladas
con ascuas de retama.

¡Ay de mí, desterrado en Masac,
acampado en Cadar!
Demasiado llevo viviendo
con los que odian la paz;
cuando yo digo: «Paz»,
ellos dicen: «Guerra».

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 120 - EL GUARDIÁN DEL PUEBLO.
Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 121 LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. He deseado con ansia comer esta Pascua con vosotros antes de padecer. Aleluya.
LECTURA BREVE Sb 16, 20
Alimentaste a tu pueblo con manjar de ángeles, les enviaste desde el cielo un pan ya preparado, que podía brindar todas las delicias y satisfacer todos los gustos.
V. Me acercaré al altar de Dios. Aleluya.R. Recibiré a Cristo, que es mi alegría. Aleluya.
ORACIÓN
OREMOS,
Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.R. Demos gracias a Dios.



 
HORA SEXTA

V. Dios mío, ven en mi auxilioR. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: CUANDO LA LUZ DEL DÍA ESTÁ EN SU CUMBRE
Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría
de quienes en la fe y en la esperanza
celebran ya la fiesta de la Vida.

Eres resurrección, palabra y prenda
de ser y de vivir eternamente;
sembradas de esperanzas nuestras vidas,
serán en ti cosecha para siempre.

Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro,
de tu radiante luz llena este día,
camino de alegría y de esperanza,
cabal acontecer de nueva vida.

Concédenos, oh Padre omnipotente,
por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro,
vivir ahora el fuego de tu Espíritu,
haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.
SALMODIA
Ant. Mientras estaban cenando, Jesús tomó pan y, habiendo pronunciado la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos. Aleluya.
Salmo 122 - EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,

como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 123 - NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.

Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó
como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 124 - EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO.
Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.

Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.

No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.

Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mientras estaban cenando, Jesús tomó pan y, habiendo pronunciado la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos. Aleluya.
LECTURA BREVE Pr 9, 1-2
La Sabiduría se ha construido su casa, plantando siete columnas; ha preparado el banquete, ha mezclado el vino y puesto la mesa.
V. Les enviaste pan desde el cielo. Aleluya.R. Que puede brindar todas las delicias. Aleluya.
ORACIÓN
OREMOS,
Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.R. Demos gracias a Dios.



 
HORA NONA

V. Dios mío, ven en mi auxilioR. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: FUNDAMENTO DE TODO LO QUE EXISTE
Fundamento de todo lo que existe,
de tu pueblo elegido eterna roca,
de los tiempos Señor, que prometiste
dar tu vigor al que con fe te invoca.

Mira al hombre que es fiel y no te olvida,
tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte
para amarte y servirte en esta vida
y gozarte después de santa muerte.

Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa
en este atardecer que se avecina,
serena claridad y dulce brisa
será tu amor que todo lo domina. Amén.
SALMODIA
Ant. Reconocieron a Jesús, el Señor, al partir el pan. Aleluya.
Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 127 - PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO
¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!

Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Reconocieron a Jesús, el Señor, al partir el pan. Aleluya.
LECTURA BREVE Hch 2, 42. 47
Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Alababan a Dios y gozaban de la simpatía general del pueblo.
V. Quédate con nosotros, Señor. Aleluya.R. Porque atardece y el día va ya declinando. Aleluya.
ORACIÓN
OREMOS,
Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.R. Demos gracias a Dios.



 
II VÍSPERAS
Oración de la tarde

V. Dios mío, ven en mi auxilioR. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: PUBLICA, LENGUA Y CANTA
Publica, lengua, y canta
el misterio del cuerpo glorioso
y de la sangre santa
que dio por mi reposo
el fruto de aquel vientre generoso.

A todos nos fue dado,
de la Virgen purísima María
por todos engendrado;
y mientras acá vivía
su celestial doctrina esparcía.

De allí en nueva manera
dio fin maravilloso a su jornada
la noche ya postrera,
la noche deseada,
estando ya la cena aparejada.

Convida a sus hermanos,
y, cumplida la sombra y ley primero,
con sus sagradas manos
por el legal cordero
les da a comer su cuerpo verdadero.

Aquella criadora
Palabra, con palabra, sin mudarse,
lo que era pan agora
en carne hace tornarse
y el vino en propia sangre trastornarse.

Y puesto que el grosero
sentido se acobarda y desfallece,
el corazón insano
por eso no enflaquece,
porque la fe le anima y favorece.

Honremos pues, echados
por tierra, tan divino sacramento,
y queden desechados,
pues vino el cumplimiento,
los ritos del antiguo Testamento.

Y si el sentido queda
pasmado de tan alta y nueva cosa,
lo que él no puede pueda,
ose lo que él no osa,
la fe determinada y animosa.

¡Gloria al Omnipotente,
y al gran Engendrador y al Engendrado,
y al inefablemente
de entrambos inspirado
igual loor, igual honor sea dado! Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Cristo, el Señor, sacerdote eterno según el rito de Melquisedec, ofreció pan y vino.
Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Cristo, el Señor, sacerdote eterno según el rito de Melquisedec, ofreció pan y vino.
Ant. 2. Alzaré la copa de la salvación y te ofreceré un sacrificio de alabanza.
Salmo 115 - ACCIÓN DE GRACIAS EN EL TEMPLO.
Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!»
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos.»

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.

Vale mucho a los ojos del Señor
la vida de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Alzaré la copa de la salvación y te ofreceré un sacrificio de alabanza.
Ant. 3. Señor, tú eres el camino, tú eres la verdad, tú eres la vida del mundo.
Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19, 1-2, 5-7
El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.
Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(
R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(
R. Aleluya)
Los que les teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(
R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(
R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Señor, tú eres el camino, tú eres la verdad, tú eres la vida del mundo.
LECTURA BREVE 1Co 11, 23-25
Yo recibí del Señor lo que, a mi vez, os he trasmitido: que Jesús, el Señor, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, después de pronunciar la Acción de Gracias, lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo, que se da por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con la copa después de la cena, diciendo: «Esta copa es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Cada vez que la bebáis hacedlo en memoria mía.»
RESPONSORIO BREVE
V. Les ha dado pan del cielo. Aleluya, aleluya. R. Les ha dado pan del cielo. Aleluya, aleluya.
V. El hombre ha comido pan de ángeles.R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.R. Les ha dado pan del cielo. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. ¡Oh sagrado banquete en que Cristo se da como alimento! En él se renueva la memoria de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la futura gloria. Aleluya.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. ¡Oh sagrado banquete en que Cristo se da como alimento! En él se renueva la memoria de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la futura gloria. Aleluya.
PRECES
Acudamos a Cristo, que invita a todos a su cena y en ella entrega su cuerpo y su sangre para la vida del mundo; digámosle:

Cristo, pan bajado del cielo, danos la vida eterna.

Cristo, Hijo de Dios vivo, que nos mandaste celebrar la eucaristía como memorial tuyo,
enriquece a tu Iglesia con la celebración de tus misterios.

Cristo, Señor nuestro, sacerdote único del Dios altísimo, que has querido que tus ministros te representaran en la cena eucarística,
haz que los que presiden nuestras asambleas imiten en su manera de vivir lo que celebran en el sacramento.

Cristo, maná bajado del cielo, que haces un solo cuerpo de cuantos participan de un mismo pan,
aumenta la unidad y la concordia entre los que creen en ti.

Cristo Jesús, médico enviado por el Padre, que por el pan de la eucaristía nos das el remedio de la inmortalidad y el germen de la resurrección,
da salud a los enfermos y esperanza a los pecadores.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Cristo Señor, rey al que esperamos, tu que nos mandaste celebrar la eucaristía para anunciar tu muerte y pedir tu retorno,
haz participar en tu resurrección a los que han muerto estando en tu amor.

Pidamos al Padre, como Cristo nos enseñó, nuestro pan de cada día:
Padre nuestro...

ORACIÓN

Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.R. Amén.



 
COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilioR. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.R. Amén.
Himno: CUANDO LA LUZ DEL SOL ES YA PONIENTE
Cuando la luz del sol es ya poniente,
gracias, Señor, es nuestra melodía;
recibe, como ofrenda, amablemente,
nuestro dolor, trabajo y alegría.

Si poco fue el amor en nuestro empeño
de darle vida al día que fenece,
convierta en realidad lo que fue un sueño
tu gran amor que todo lo engrandece.

Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte
de pecadora en justa, e ilumina
la senda de la vida y de la muerte
del hombre que en la fe lucha y camina.

Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza
la noche oscura sobre nuestro día,
concédenos la paz y la esperanza
de esperar cada noche tu gran día. Amén.
SALMODIA
Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»

Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.

No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.

Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.

Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.

No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;

te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.

Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
LECTURA BREVE Ap 22, 4-5
Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACIÓN
OREMOS,
Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles habiten en ella y nos guarden en paz y que tu bendición permanezca siempre con nosotros. Por Cristo nuestro Señor.
Amén
BENDICIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.R. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra,
Dios te salve.

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva,
a ti suspiramos , gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.

¡Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!


El milagro de Faverney

Corría el año 1608, época calamitosa para la Iglesia de Francia, sometida a los ataques de los calvinistas que, en ocasiones, llegaban a profanar la persona misma del Señor, presente en la Eucaristía, misterio que odiaban especialmente los herejes seguidores de Calvino.

Esta situación había creado la natural inquietud entre los fieles, amantes fervorosos de la Eucaristía.
En Faverney, pequeña ciudad de la diócesis de Besanzón, había un monasterio benedictino cuyos monjes acostumbraban a preparar cada año, la víspera de Pentecostés, una capilla adornada con sabanillas y otros lienzos sobre cuya mesa se elevaba un Tabernáculo donde había dos Hostias consagradas, puestas dentro de un viril de plata. Y también aquel año 1608 fue expuesto el Santísimo Sacramento la vigilia de Pentecostés, que coincidió con el día 25 de mayo.

El pueblo fiel homenajeó a Jesús Eucaristia, desagraviándole de las ofensas de los protestantes calvinistas, y, llegada la noche, todo el mundo se recogió y se cerraron las puertas de la iglesia, quedando en el altar de la capilla dos velas encendidas. Y seguramente las chispas de ellas, cayendo sobre los adornos, prendieron el fuego.
Pronto se esparció por todo el templo una espesa humareda. Las llamas devoraron ornamentos, manteles, tarimas y Tabernáculos. Todo quedó reducido a cenizas y ascuas. Los religiosos lloraban de tristeza, cuando contemplaron una maravillosa realidad: sobre aquel montón de cenizas ardientes, vieron el viril milagrosamente suspendido en medio de la iglesia... (El viril es la cajita de cristal con cerquillo de oro o dorado, que encierra la forma consagrada y se coloca en la custodia para la exposición del Santísimo)
Al momento se propagó por la villa la noticia del prodigio, y acudieron al monasterio muchísimas personas de Faverney y de los lugares inmediatos, y, ante la inmensa multitud, el viril continuó suspendido en el aire durante treinta y tres horas, al cabo de las cuales se colocó sobre un corporal que habían puesto debajo.

De esta manera quiso la Providencia divina preservar a los católicos fieles de los errores calvinistas y corroborarlos más y más en la religión católica, mostrándoles, por medio de un asombroso prodigio, la verdad de todo cuanto la Iglesia nos enseña acerca de la presencia real de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento.

 
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