viernes, 17 de agosto de 2012

MOMENTO DE CONTEMPLACIÓN



Dejarnos mirar por el Señor resucitado que nos envía

 Queremos en este encuentro, hacer una oración contemplativa, en donde al “mirar” el icono de Jesús Resucitado, descubramos el envío misionero que nos hace.
En estos días de Pascua, las lecturas que nos propone la Iglesia, a través de la Liturgia, nos ponen en contacto con la Vida Nueva que la Pascua realizó en el corazón de las discípulas y discípulos del Señor y como quiere hacerlo también en nuestro corazón.
 La Pascua acontece en el corazón…
 La Resurrección es algo que sigue Aconteciendo en los corazones fieles!
 El Señor elige esos corazones para sembrar la semilla buena del primer anuncio porque son corazones fieles, simple y auténticamente fieles, sin cavilaciones, sin vueltas.
 Al contemplar el Tríptico, la imagen del Resucitado en el centro del mismo nos descubre que lo esencial de nuestra fe, es la Resurrección y junto a esto el envío para que otros también conozcan y  amen a Jesús…
 Las cosas tienen ahora su centro en la Persona del Señor resucitado, que las recapitula en torno a sí. Y a ese Señor no tenemos acceso que podamos forzar, sino que Él viene a nosotros cuando quiere y entra si encuentra abierta la puerta de nuestro corazón.
 La explicación del este “icono central” dice:
El motivo central lo ocupa la figura de Cristo Resucitado, en la hora del envío misionero de los discípulos. La imagen radiante de Jesús preside la totalidad del tríptico. En los rostros de los enviados se manifiesta la plural riqueza del pueblo de Dios. Hay hombres y mujeres; algunos tienen tez blanca; otros rostros son de mulatos, de indígenas, o de mestizos. Esta contemplación es acompañada por la experiencia de cercanía con el Señor, que los impulsa a la acción misionera. Hacia el fondo se ve la escena del Calvario y dos ángeles. En la leyenda se reproducen las palabras del envío discipular “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos” (Mt 28, 19) y “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
El Señor dice Yo soy el camino… con la mirada puesta fuera del cuadro. No se la dice a los discípulos que están debajo sino a todos los que miramos.
Si centramos la mirada en la mirada de Cristo lo sentimos como Camino: Camino expuesto –con las manos abiertas- para que lo caminemos…
Camino que lleva hacia arriba, que va al Padre…
Camino que ha metido su pie en la historia y  se adentra en nuestra realidad…
 El otro texto es el del final del evangelio de Mt 28,19-20:
 “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo».
 El movimiento del cuadro tiende de la mirada de los discípulos hacia arriba (las cabezas alzadas) y el Cristo mira hacia fuera del cuadro, al futuro, a nosotros.
Esto hace entrar y salir del cuadro: mirar a los hombres y mujeres que están abajo como destinatarios del mandato que Cristo nos lo hace a nosotros, y también sentirnos representados por ellos que nos hacen mirar al Resucitado.
 Al fondo está la Cruz y la frase: “He ahí a tu madre”, dicha por el Señor a Juan, el discípulo amado”. El fondo del cuadro nos da una perspectiva temporal, le da profundidad e historicidad a los otros planos del cuadro.
Déjate mirar por el Señor…
  • Hace memoria de aquellos que te enseñaron la fe, porque fueron fieles a esta Misión que se les encomendó…
 Déjate mirar por el Señor…
  • ¿Hacia donde te envía?
  • ¿A quienes?
 Déjate mirar por el Señor…
  • Y escúchale decir: “Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo».
  • Déjate consolar… 
  • Déjate enviar…

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