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Petra de San José (Ana Josefa Pérez Florido), Beata |
Fundadora de la Congregación de Hermanas Madres de Desamparados y San
José de la Montaña
Martirologio Romano: En Barcelona, en España, beata
Petra de San José (Ana Josefa) Pérez Florido, virgen, que
ofreció con alegría un cuidado asiduo a los ancianos abandonados
y fue fundadora de la Congregación de Hermanas Madres de
los Desamparados (1906).
La Beata Petra
de San José nació el 7 de diciembre de 1845,
en el Valle de Abdalajís (Málaga). En el bautismo recibió
el nombre de Ana Josefa. Fue la más pequeña de
cinco hermanos. Sus padres, José Pérez Reina y María Florido
González, la educaron en un ambiente familiar verdaderamente cristiano.
A través
de sus escritos, de los testimonios de quienes la conocieron
y de la obra que nos dejó, se llega a
la conclusión de que poseía una fuerte y magnética personalidad:
inteligente, de agudo ingenio, segura de sí, tenaz, afectiva y
emotiva, pero equilibrada, muy sensible al dolor ajeno, alegre, sencilla,
de simpatía arrolladora, con un claro y coherente proyecto de
vida... Cualidades que, luego, se verían dinamizadas y transformadas por
el Espíritu de Dios, al que siempre se mantuvo abierta.
Al
llegar a la adolescencia, como cualquier joven de su edad,
Ana Josefa se enamoró de un apuesto joven del pueblo,
José Mir, al que amó mucho y con el que
rompió, cuando Cristo, de manera muy singular, se cruzó en
su vida. A partir de entonces no tuvo otro deseo
que consagrarse totalmente a Él.
Con la firmeza y tenacidad que
siempre la caracterizaron, al ver que el camino hacia la
Vida Religiosa le estaba vedado, de momento, por la oposición
de su padre, decidió vivir su entrega al Señor en
su mismo pueblo, dedicándose a la oración y al cuidado
de los más necesitados, especialmente de los ancianos abandonados. Su
entrega al Señor y su espíritu de servicio los compartió,
primeramente, con una joven muy piadosa y caritativa, Josefita Muñoz
Castillo, y, más tarde, con Frasquita e Isabel Bravo Muñoz
y con Rafaela Conejo Muñoz. Con ellas extendió su acción
caritativa hasta el vecino pueblo de Álora.
Una vez muerto su
padre, en 1877, la senda hacia la Vida Religiosa queda
despejada. Una frase suya, de esta época, condensa muy bien
lo que fue, para siempre, la consigna de su vida:
Señor, Vos sobre todas las cosas. Por consejo de su
confesor, ingresa en la naciente Congregación de las Mercedarias de
la Caridad, en 1878. Unos meses más tarde, convencida de
que el Señor no la quiere allí, sale de las
Mercedarias. Guiada por su confianza en el Señor y por
su profundo sentido de fidelidad a la Iglesia, presenta su
situación al Obispo de Málaga, D. Manuel Gómez Salazar, que,
con palabra profética, pone fin a su incertidumbre y le
señala un camino que ella, en su humildad y sencillez,
jamás se había planteado: Fundadora de una nueva Familia Religiosa
en la Iglesia, las Madres de Desamparados.
Las compañeras del
Valle que la habían seguido al entrar en la Congregación
de las Mercedarias —Frasquita, Isabel y Rafaela— la siguen, igualmente
ahora, al salir de la misma; ya que comprenden, lo
mismo que ella, que el Señor no las llama por
ese camino. Las tres, como Madre Petra, serán Madres de
Desamparados, formarán parte de la primitiva Comunidad Fundacional y llevarán,
respectivamente, los nombres de Madre Magdalena de San José, Madre
Natividad de San José y Madre Trinidad de San José.
Madre Petra comienza su itinerario de Madre de Desamparados con
la emisión de sus Votos temporales, en la Iglesia de
San Juan Bautista de Vélez-Málaga, el 2 de febrero de
1881. Su consagración definitiva al Señor tuvo lugar en la
Casa de Ronda (Málaga), en el marco incomparable de su
bella Iglesia, el 15 de octubre de 1892. Una oración-ofrenda,
compuesta por ella misma, en este día, pone de manifiesto
la verdad y radicalidad de su entrega: Señor, disponed de
mí, a toda vuestra voluntad, a toda vuestra libertad…y como
dueño absoluto y legítimo de todo mi ser. Haced que
todo lo que haga sea acepto a vuestros purísimos ojos;
de otro modo no quiero vivir.
La andadura vocacional de
Madre Petra no fue, precisamente, un camino de rosas. Quiso
seguir a Cristo con la máxima fidelidad, por lo que
la cruz del Señor se le hizo presente de muchos
modos. Asusta contemplar las muchas dificultades, persecuciones, calumnias, soledad y,
finalmente, enfermedad, que marcaron su vida, ya desde los comienzos.
También asombra el comprobar su actitud de confianza ilimitada en
el Señor, en medio de las adversidades, así como la
exquisita caridad y elegancia de espíritu con que respondió siempre
a los que la calumniaron y la hicieron sufrir.
La vida
de Madre Petra se caracteriza también por constituir un prodigioso
equilibrio entre la contemplación y la acción apostólica. Su amor
apasionado a Cristo la lleva a buscarlo, tanto en la
soledad y el silencio como en el rostro de los
ancianos y niños desamparados.
Agotada por su entrega sin límites, por
las persecuciones sufridas y por una grave enfermedad, murió a
los 60 años, cuando aún se podría haber esperado mucho
de ella. Ocurrió en Barcelona, el 16 de agosto de
1906.
La fama de santidad de Madre Petra y los muchos
favores atribuidos a su intercesión, dan lugar a que se
abra en Barcelona, en 1932, el Proceso Diocesano de Beatificación
y Canonización. El 14 de junio de 1971 el Papa
Pablo VI aprueba sus virtudes heroicas y la declara Venerable.
El 16 de octubre de 1994, fue beatificada en Roma
por Su Santidad Juan Pablo II.
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