domingo, 6 de enero de 2013

DICCIONARIO GEOGRÁFICO DE LA BIBLIA

DICCIONARIO GEOGRÁFICO DE LA BIBLIA

DICCIONARIO GEOGRÁFICO DE LA BIBLIA
“Manual de la Biblia”
 y otros datos Geográficos
     Para Usos Internos y Didácticos Solamente —


SODOMA.
La ciudad de Sodoma (Vulgata; en hebreo: Sdom) fue la primera de una federación de cinco ciudades en el valle de Siddim, como se designa en Gen 14:3 la región de la Pentápolis.
Frente a la hipótesis de algunos especialistas, hoy la mayoría de los estudiosos ubica el citado valle en la cuenca meridional del mar Muerto.
No es claro el significado de siddim. Podría significar “llanura,” y en tal caso el topónimo podría referirse a la época anterior a la destrucción de las ciudades. Mas también podría entenderse como “demonios” o “destrucción,” y entonces la Biblia designaría al valle de la destrucción con un topónimo que sólo pudo dársele después de la hecatombe.
Las comparaciones y combinaciones de los resultados debidos a la investigación literaria, geológica y arqueológica han hecho verosímil la hipótesis de que las cinco ciudades de Sodoma, Gomorra, Admá (Adama), Seboyim y Bela (Zoar) hubieran estado en el sitio que hoy ocupa el mar Muerto y en las proximidades de su actual cuenca meridional.
Es verosímil así mismo que cuatro de esas ciudades fueran destruidas en el “juicio punitivo contra Sodoma.” Bela (Zoar), a la que Lot huyó según la narración bíblica (Gen 19:22-23), no fue destruida, aunque no sabemos cuál de los lugares actuales es el sucesor de la antigua Zoar.
La investigación geológica ha demostrado como creíble un nuevo hundimiento del suelo hacia el 1900 a.C. (es decir unos 150 años antes de la época de Abraham) y a lo largo de la gran falla del Jordán, cuyas víctimas habrían sido sobre todo las ciudades del valle de Siddim: “Tal aniquilación se debió especialmente a un gran terremoto, que probablemente fue acompañado de erupciones, rayos, liberación de gases naturales y un incendio general” (Jack Finegan, Light from the Ancient Past, 1954). Hasta aquella época el mar Muerto sólo llegaría hasta la “lengua” o estrechamiento (hebreo: ha-lason; árabe: el-lisan), y la cuenca meridional sólo se habría formado entonces; lo que coincide perfectamente con Gen 14:3: el valle de Siddim, “que ahora se llama mar de la Sal.” Una referencia, si no a la certeza histórica sí a la tradición del Israel antiguo, la proporciona la palabra del profeta Sofonías, que hacia el635 a.C. aludía a la ciudad sumergida en el mar de la Sal con estas palabras: “Moab será como Sodoma..., campo de ortigas, mina de sal” (Sof 9:2).
La investigación arqueológica (Nelson Glück, W.F. Albright), con su estudio de los datos de superficie en las orillas del mar Muerto y en los terrenos próximos del este, ha probado que toda la región estuvo densamente poblada hasta el2000 a.C., y que a partir de esa fecha se va haciendo cada vez más ligero el poblamiento, hasta que hacia el 1900 desaparece casi por completo y repentinamente durante seiscientos años. De esa escasa población supo el narrador de las historias de Abraham, de modo que antes de que Lot eligiera terreno pudo decir que toda la re-gión del Jordán se extendía ante sus ojos “como un jardín de Yahveh” (Gen 13:10). Así pues, el narrador traslada la inmigración de Abraham a la época en que el país florecía, pero cuando ya la población iba disminuyendo poco a poco.
Mientras que la interrupción repentina del poblamiento fácilmente puede relacionarse con la catástrofe, sigue siendo un enigma por qué las aldeas y ciudades menores al este del mar de la Sal y en el cercano Négueb desaparecieron ya en época temprana y los pobladores volvieron a la vida nómada. Se ha buscado la solución al problema diciendo que desde mucho tiempo atrás los movimientos sísmicos habían amenazado y hasta destruido los asentamientos menores. Pero todo ello no pasa del terreno de las hipótesis.
Un argumento fuerte en favor de la localización de las ciudades sumergidas en la actual cuenca meridional del mar Muerto y sus cercanías es la afirmación de que, con una posición favorable del sol o de la luna sobre el suelo de la cuenca meridional (a unos 25 m de profundidad), pueden verse árboles petrificados y muros cubiertos de costras de sal. Cabe convencerse de ello y ver realmente tales fenómenos; pero el embrujo de ese paisaje lunar hace a su vez sospechosa la fría observación. Con demasiada facilidad se ve aquello que se quiere ver.
El nombre de la sumergida Sodoma se conserva todavía en un monte gigantesco de sal, de 3 km de longitud, en la ribera occidental de la cuenca sur del mar Muerto. Los árabes lo de-signan hasta el día de hoy como dyebel Usdum.
Posiblemente el topónimo de “Sodoma” tenga también algo que ver con la sal. Los lingüistas israelíes lo hacen derivar de sde ‘adom, es decir, “campos rojos”; tales campos rojos se explicarían por un microbio que todavía hoy enrojece las calderas secas. De lo cual cabría deducir que también las gentes de la sumergida Sodoma eran mineros de la sal y salineros, cosa perfectamente posible habida cuenta del imponente macizo salitroso y de la proximidad del mar de la sal. No sabemos si las viejas galerías de dyebel Usdum, que penetran hasta 300 m en el monte, y las salas imponentes son formaciones salitrosas anteriores o si surgieron por vez primera con los seísmos de hacia 1900 a.C.
Tampoco sabemos si la depravación de la ciudad de Sodoma al tiempo del primer relato de las historias abrahámicas era ya una tradición firme o si fue una mera invención narrativa para explicar la destrucción de la ciudad; comoquiera que fuese, los nombres de Sodoma y Gomorra eran ya en los tiempos de Israel lugares proverbiales de corrupción moral. Cuando fueron aniquiladas, no se planteó ninguna duda de que “Yahveh hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego de Yahveh, desde los cielos” (Gen 19:24), pues ¿quién sino Yahveh puede disponer de las fuerzas de la naturaleza?
Algunos especialistas creen que las ruinas de Teleilat-Ghassul, al norte del mar Muerto, serían las dos ciudades destruidas de Sodoma y Gomorra. Para ello se apoyan sobre todo en Gen 19:27s: “Abraham se levantó de madrugada y se fue al lugar donde había estado delante de Yahveh, y mirando hacia Sodoma y Gomorra y hacia toda la tierra del contorno, vio que el humo subía de la tierra como la humareda de un horno.” Se ha comprobado que desde el punto que se considera como lugar del encuentro se puede ver sí Teleilat-Ghassul, pero no la superficie de la cuenca meridional del mar Muerto. Pero, aunque queramos entender Gen 19:27s en un sentido absolutamente literal, ¿puede deducirse de dicho texto que Abraham vio personalmente las ciudades y su destrucción? Otro argumento: el poblamiento de aquellas ciudades cesa repentinamente en la época en cuestión; pero habría que decir que por entonces casi todas las ciudades a la izquierda del Jordán se despoblaron.
El Israel actual ha conectado con la tradición favorable al sur y un nuevo asentamiento en la sinuosidad suroccidental se llama Sdom. Sdom es hoy la gran salinera de Israel.

SUSA.
Esta capital del imperio de los elamitas estaba a unos 250 km de la ensenada norte del golfo Pérsico, al borde meridional de la montaña iraniana, en el territorio de influencia del Ka-rún, que desemboca en el golfo Pérsico. Las ruinas de Shush recuerdan todavía hoy el nombre antiguo, que en la Biblia suena Susan (hebreo).
Después que el rey asirio Assurbanipal (668-626 a.C.) hubo sometido al Elam, deportó a los ciudadanos de Susa como colonos con destino a Samaría, con lo que los susitas pasaron a ser parte integrante de los samaritanos (cf. Esd 4:9).
En Susa, a los asirios les sucedieron los babilonios, y a éstos los persas. El complejo palatino, que los franceses excavaron en Shush antes de la primera guerra mundial, es una construcción del rey persa Darío I (522-486 a.C.) y presenta restos del palacio construido por Artajerjes II (405-359 a.C.). En ese palacio de invierno de los monarcas persas desarrolla el autor del libro de Ester su famosa historia. La explanada del palacio tenía como centro la gigantesca sala abierta de columnas: la sala de audiencias reales, con la que comunicaban por el sur las viviendas alrededor del patio (el palacio real, el harén) y por el norte grandes jardines en terrazas (“paraíso”).
Este monte, antiguo lugar de culto, fue venerado como monte santo, como “lugar alto,” también por las contiguas tribus israelitas de Isacar, Zabulón y Neftalí. Por ello dice el profeta Oseas que sobre el Tabor “había tendida una red” (Os 5:1).
El Tabor se eleva a 588 m de altitud, y es un monte de estructura uniforme, como una cúpula, al nordeste de la llanura de Yizreel. Durante todo el período bíblico estuvo cubierto de bos-ques, quedando despejada únicamente la altiplanicie (1200 x 400 m); sobre ella se asentaba una ciudad, que hay que considerar como marcadamente cultual (“lugar de peregrinación”). En el período helenístico-romano su nombre fue Atabyrion o Itabyrion, en el que se contiene el topónimo “Tabor” (¿nombre de un dios acádico llamado Tabira?). En el apócrifo Evangelio de los hebreos (hacia el 150 d.C.) habla Jesús: “En seguida me tomó mi madre, el Espíritu Santo, por un cabello y me trasladó de inmediato al gran monte Tabor.” Aunque esta extraña fórmula se re-fiere a la tentación de Jesús, influyó en la tradición del Tabor como monte de la transfiguración, sobre cuya posición y nombre nada dicen los Evangelios canónicos. Desde el siglo VI también se identifica a menudo el monte galilaico de la aparición del Resucitado (Mt 28:26) con el monte Tabor.
Pese a lo tardío de esa tradición, y aunque el Tabor estaba habitado, no se excluye como posible monte de la transfiguración. Las escenas subsiguientes al episodio y al descenso, ya al pie del monte, suponen un lugar dentro del territorio judío: Jesús halló a sus discípulos enzarzados en una disputa con los doctores de la Ley. Ello excluye casi con seguridad un monte en la región de Cesárea de Filipo o el Hermón, al que también se menciona a menudo como monte de la transfiguración. De todos modos, no puede demostrarse de modo seguro que el Tabor sea el monte de la transfiguración. No obstante, también el Tabor, pese a estar habitado, ofrecía calveros solitarios suficientes para tales conversaciones. Y solitaria era incluso la altiplanicie en el terreno que quedaba fuera de la muralla del asentamiento.

TIBERÍADES.
Herodes Antipas fundó esta ciudad entre los años 17-26 d.C. en el centro de la ribera occidental del lago de Genesaret, como nueva capital de su territorio soberano. Le dio el nombre del emperador romano entonces reinante: Tiberio.
El motivo de fundar la ciudad precisamente en ese punto fueron las fuentes termales de Jammat. La ciudad quedaba un poco más al sur que la ciudad actual, aproximadamente entre ésta y las fuentes termales. Herodes Antipas quiso también hacer de su capital un balneario.
Como la ciudad fue edificada sobre un antiguo cementerio, a Herodes Antipas no le fue fácil encontrar pobladores, ya que la ciudad era impura por los sepulcros. Así que el tetrarca hizo un llamamiento prometiendo tierras y casas puestas a quienes se comprometieran a tomar residencia permanente en Tiberíades. Con ello consiguió reunir en su ciudad no precisamente a los mejores elementos de la población. Por lo cual Herodes dio un paso más imponiendo un asentamiento forzoso a judíos galileos y también a gentes de la población griega en Galilea.
Entre las fuentes de ingresos de Tiberíades se mencionan las salazones de pescado, el gran comercio pesquero y la industria del vidrio (“copas de Tiberíades”).
Probablemente Jesús no entró nunca en Tiberíades. Pero hasta qué punto la capital, con su cultura greco-romana, estaba en boca de todos lo reflejan algunas expresiones de los Evangelios, por ejemplo, Jn 6:1, que al lago de Genesaret lo designa “lago de Tiberíades” por el nombre de la nueva capital.
La población de Tiberíades, no judía en su mayor parte, no participó en las guerras judeo-romanas. Cuando el año 70 d.C. Jerusalén fue destruida, una parte de los dirigentes nacionalistas y de los intelectuales del judaísmo se retiró a la ciudad intacta de Tiberíades, que para entonces ya había sido declarada pura. Lo mismo ocurrió, aunque en mayor medida, tras la gran subleva-ción del año 135 d.C. A partir de entonces aumentó el elemento judío en Tiberíades, arrinconando cada vez más al elemento griego. El año 225 d.C. también se trasladó a Tiberíades el sanedrín, con lo que la ciudad se convirtió en la avanzadilla del judaísmo en Palestina. Sus escuelas se hicieron famosas y sus sabios cuidaron de fijar la tradición de la sagrada Escritura hebrea; pe-ro en su ciudad fueron como una secta, porque la población o era absolutamente liberal o en par-te se había convertido al cristianismo. Hacia el año 400, el emperador cristiano Teodosio atacó con tanta dureza los derechos de los judíos en Palestina que la dirección espiritual del judaísmo pasó a los judíos de Babilonia.

TIGRIS.
Junto con el Eufrates es el segundo gran río de Mesopotamia. En hebreo se dice Hiddekel y en árabe DidslalDidsle. Nace en las tierras altas de Armenia, en el Tauro; sus fuentes, que a menudo los mapas no señalan, se reúnen para formar el Tigris. De la violencia de esta corriente fluvial, de casi dos mil km de longitud en los tiempos prehistóricos, no es fácil hacerse una idea adecuada. Pero el relato mítico de Nimrod que ató al dragón (es decir, al Tigris), es todavía un eco. En la ribera oriental del Tigris se asienta Nínive, una de las ciudades que Nimrod fundó o dominó.
El río, abundante en meandros, tiene una anchura de 300 a 350 m. A más de100 km de su desembocadura se junta con el Eufrates, formando el Sat el-Arab. En la antigüedad, sin embargo, ambos ríos desembocaban por separado en el golfo Pérsico.
En el AT se menciona el Tigris como uno de los ríos del paraíso (Gen 2:14); la mención alude por tanto a un tiempo en que este río ya estaba domeñado. En el libro de Daniel las riberas del Tigris son el lugar de las grandes visiones del protagonista (Dan 10:4). El joven Tobías pesca en el Tigris el pez con cuya hiel curará los ojos de su padre Tobit (Tob 6:1ss). De todos esos pasajes destaca la vigorosa creencia en la conexión del Tigris con las potencias supranaturales, incluso en el período bíblico.
Por lo demás, todos esos pasajes probablemente tienen una relación interna: por su fertilidad se convirtió el Tigris en un río del paraíso y, como tal, fue el lugar de las visiones de Daniel.
La gran roca (sur; en griego tyros) frente a la costa fenicia sostuvo, desde aproximadamente el año 2000 a.C., una ciudad comercial y marinera, cuyo territorio de soberanía se adentraba profundamente en el continente. En las épocas de postración de la hegemonía egipcia (poco después del 1200 a.C.) Tiro alcanzó su plena independencia y desarrolló cada vez más su poderío como Estado industrial y mercantil (trabajos metalúrgicos, labores textiles, tintes e industria del vidrio).
David extendió sus dominios más allá de los territorios de Tiro en tierra firme, pero dejó a la ciudad tiria su autonomía. Pero ya bajo Salomón los territorios continentales arrebatados a Tiro por su padre volvieron de nuevo a Tiro. Con su rey Jiram concluyó Salomón un tratado comercial: Tiro le proporcionaba madera para la construcción del templo de Jerusalén, a la vez que constructores y metalúrgicos, y Salomón le proporcionaba al tirio alimentos. Con la ayuda de Tiro construyó también Salomón su flota comercial. Y en todo ello hay que ver un fortalecimiento de la posición de Tiro.
Todavía en más estrecha conexión con Tiro estuvo el rey Omrí de Israel (reino septen-trional). Con el fin de obtener la ayuda de los fenicios en su lucha contra los arameos, concertó un matrimonio entre la hija del rey de Tiro, Jezabel, y su hijo Ajab (1Re 16:31).
Frente a las guerras de conquista de asirios y neobabilonios, a las que acabaron sucumbiendo el reino septentrional de Israel el año 722 a.C. y el meridional de Judá el año 586, Tiro supo preservar de alguna manera su libertad mediante el pago de tributos. Pero muchos de sus ciudadanos emigraron al norte de África, donde fundaron una “ciudad nueva” (Cartago). Desde el 332 a.C. (Alejandro Magno) hasta el 126 a.C. (disputas sirias por el trono) Tiro estuvo bajo soberanía extranjera. Finalmente, los Seléucidas dieron a Tiro su status de ciudad libre, que los romanos confirmaron; pero la zona de influencia del interior del país dejó de pertenecerle.
En tiempos de Jesús, la expresión “el territorio de Tiro y Sidón” se empleaba formalmente para indicar la Siro-Fenicia (Mc 7:24). Tiro y Sidón distaban entre sí 40 km, y desde Pompeyo pertenecían a la provincia romana de Siria (62 a.C.), en la que formaban el distrito de Siro-Fenicia, con la excepción de la ciudad libre de Tiro.
Pablo visitó en Tiro a los hermanos cristianos y permaneció con ellos siete días (Act 11:3).

UR.
Según una tradición israelita, la familia de Abraham era oriunda de Ur; y seguramente que no de la ciudad misma de Ur, sino de sus alrededores. En el centro de la ciudad se alzaba la torre santuario de tres pisos (construida hacia el 2000 a.C.), que más tarde, durante el imperio neobabilónico, fue convertida en una torre de siete pisos. La torre-templo se convirtió en el período neobabilónico en santuario del dios lunar Sin (o Nannar).
De la época en torno al 2600 a.C. se han sacado a la luz en Ur unas suntuosas tumbas regias, en las que, junto a testimonios espléndidos de una elevada artesanía ornamental (yelmos, armas, copas, estandartes, arpas, adornos para la cabeza), han aparecido los cadáveres de guerreros, músicos y servidores, ofrecidos en sacrificio como personal de compañía del soberano muerto; se les debió de emparedar con el muerto, bebiendo después la copa del veneno. En una de las tumbas se han encontrado hasta ochenta de tales víctimas en honor del monarca.
Ur fue sin duda una de las ciudades cultas más antiguas del Próximo Oriente. Ya los es-tratos que han de datarse antes del 3100 a.C. contienen documentos escritos. Desde aproximadamente del 3100 al 2200 a.C. se prolongó el período de los súmenos. Del 2200 al 529 a.C. tuvo Ur muchos señores. Desde el 529 a.C., cuando los caldeos se convirtieron en los nuevos soberanos de Mesopotamia, la ciudad pasó a ser la segunda ciudad de Babilonia: la “Ur de los caldeos,” como aparece en las historias bíblicas de Abraham (Gen 11: 28), después que los judíos del exi-lio completaron los relatos bíblicos.
Es un afluente de la orilla izquierda del Jordán. Nace en Rabba (hoy Ammán), la capital de los ammonitas, cuyo territorio tribal correspondía principalmente al curso superior del Yab-boq.
En su curso de 85 km de largo el río tiene un desnivel de más de 1100 m. Su curso inferior se caracteriza por un lecho fluvial cortado a tajo por el que discurren las aguas de azul oscuro (árabe: nahr ez-Zerka, es decir, “río Azul”). A ambos lados del Yabboq inferior se extiende la región de Galaad.
En la historia de la lucha de Jacob con el ángel de Yahveh (Gen 32:23ss) el narrador bíblico menciona la campiña del Yabboq, poco antes de su desembocadura en la depresión del Jordán, y la ciudad de Penuel, que, bajo la forma de peni-‘el (algo así como “rostro de Dios”), relaciona con la lucha de Jacob y con su conversión.
Yaffá, o Yafo, en hebreo (tal vez con el significado de “la bella”) y Joppe en la Vulgata. Es una de las ciudades más antiguas de la costa Mediterránea de Palestina. Las excavaciones han certificado que el lugar estuvo habitado ya en el neolítico. Por su posición en la gran ensenada dispuso Yaffá de una zona marina que podía utilizarse como puerto, cuando por los escollos no era posible acercarse hasta la playa. Ése fue un factor importante en el esplendor de Yaffá.
En el reparto ideal de la tierra de Canaán que hace el libro de Josué Yaffá se le asignó a la tribu de Dan. Pero, de hecho, hasta el año 144 a.C. nunca perteneció ni a Israel ni a Judá. Ni siquiera en tiempos de David y Salomón, aunque allí se desembarcaba la madera de construcción para el templo salomónico, que llegaba por barco desde el Líbano. Probablemente la ciudad perteneció siempre a los fenicios, aunque también pudieron ocuparla los filisteos. De Yaffá intentó escapar en una nave que hacía la derrota de Tarsis el profeta Jonás del libro homónimo, a fin de librarse del cometido de tener que predicar en Nínive (Jon 1:3).
Simón Macabeo conquistó la plaza, sobre todo por la importancia de su puerto, para Judá obligando a sus habitantes a convertirse al judaísmo. Desde entonces perteneció la ciudad a Judá hasta el final de la guerra judeo-romana, con la excepción de los años 34-30 a.C.
En Yaffá vivía Pedro como huésped de un curtidor llamado Simón, “cuya casa estaba al borde del mar” (Act 10:6), cuando los emisarios del centurión gentil Cornelio le invitaron a que acudiese a Cesarea. El lugar de la casa se señala hoy en un callejón escarpado, pero la tradición es muy insegura.
1. Nombre de la llanura situada entre el Carmelo, los montes Guilboa y la premontaña de Galilea; en la época helenística se llamó la “llanura de Esdrelón (o Esdralón).”
La llanura de Yizreel está regada por el arroyo Quisón y sus numerosos afluentes. En tiempos bíblicos debió de ser una región extraordinariamente fértil, como vuelve a serlo hoy con el vigoroso esfuerzo de cultivo de los israelíes. El topónimo “Yizreel” apunta también a esa fertilidad, pues significa “Dios siembra.” La llanura pertenece a la brecha del terreno que forman los sistemas montañosos de la Palestina occidental, y viene a ser por lo mismo una especie de cruce de caminos. A la seguridad de tales caminos contribuían las fortificaciones, por ejemplo, la de Meguiddó, que controlaba el paso en dirección norte-sur del Carmelo, y la de Bet-San, en la de-presión del Jordán.
Por su fertilidad y la facilidad de comunicaciones la llanura era ya al tiempo de la con-quista de Canaán un centro abundantemente poblado, con muchas ciudades (Jos 17:16). Los israelitas debieron de procurar adueñarse de las mismas. Hasta qué punto es importante esta fértil llanura para el conjunto del país, se desprende del hecho de que en el Israel actual Emek Yezre’el (“Valle de Yizreel”) se designa simplemente como el Emek, “el Valle” por antonomasia. Con ello se recoge un uso antiguo, pues que también la Biblia usa generalmente ese lenguaje (la traducción de “llanura” responde mejor a nuestro léxico geográfico; pero en una traducción literal tendríamos que hablar del “Valle de Yizreel”).
Por razón de los caminos y a causa de la llanura, cuya devastación representaba un daño considerable del enemigo, razón por la cual resultaba el escenario ideal para campo de batalla, la llanura de Yizreel fue repetidas veces el escenario de las guerras de Israel. Allí combatió Baraq, cuando Débora llamó a la lucha. Allí sorprendió Gedeón con sus trescientos hombres al campamento de los madianitas (cf. la explicación en el comentario a Jue 7); allí combatió Saúl contra los filisteos (1Sam 29) y lo hizo también el rey Yosías de Judá contra el faraón egipcio.
2. Al borde oriental de la llanura, en la montaña de Guilboa, se alza la ciudad de Yizreel, que lógicamente debió de tomar su nombre de la llanura, y no al revés. Pese a lo cual, parece que fue la ciudad la que dio nombre a la llanura, porque la ciudad de Yizreel es una de las primeras ciudades del valle que pasó a manos de Israel, y eso ya al tiempo de los jueces. Y así la llanura se llamó con el nombre de la ciudad israelita. El topónimo que proclama la fertilidad debió de referirse en primer término a los campos y viñedos de la ciudad.
La ciudad está en la línea divisoria de las aguas, a sólo 123 m de altitud, pero despejada y con una buena panorámica. De ahí su importancia estratégica y hasta su valor curativo por su aire. Por ese valor estratégico levantó aquí el rey Ajab de Israel un palacio, chocando con la resistencia de Nabot para la ampliación de sus jardines (1Re 21). Quizá pueda considerarse Yizreel como residencia veraniega de los reyes de Israel, en razón de su importancia estratégica.
Allí fue exterminada la casa de Ajab.

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