miércoles, 9 de enero de 2013

Jesús, ¿Sacerdote?




Jesús fue completamente laico. En su pueblo, sólo los que pertenecen a la tribu de Levy podían ser sacerdotes; (actualmente rabinos) pero Jesús era de la tribu de Judá y nunca tuvo que ver nada con el sacerdocio.

Hasta los treinta años fue un aldeano, hijo de José el obrero, y vivía en Nazareth, tierra de galileos, de donde “nada bueno podía salir” a juicio de muchos. (Jn 1,46)

Su ocupación diaria era la de todos los pobres: sobrevivir trabajando en rudas labores…
Después de aquella efusión del Espíritu Santo, con ocasión del bautismo de Juan, Jesús se retira al desierto y luego vuelve a Nazareth. El sábado, en la sinagoga, lee un texto mesiánico y se aplica a sí mismo el cumplimiento de la profecía: “Hoy mismo se está cumpliendo esta profecía delante de ustedes”. (Lc 4,21)

Desde ese día, las opiniones sobre Jesús se dividieron en dos bandos: Unos estaban admirados de las cosas tan bellas que decía”. (Lc 4,22) Otros se preguntaban displicentes: “¿No es éste acaso el hijo de José? ¿No es su madre la María? ¿No es el pariente de Santiago, Simón y Judas? ¿Acaso no viven aquí entre nosotros también todas sus parientas? ¿De dónde ha sacado estas cosas? …y no quisieron hacerle caso”. (Mt 13,55)

La gente más religiosa del sistema social de su tiempo tuvo con Jesús choques cada vez más violentos: los fariseos, los maestros de la ley, los levitas y, precisamente, los sacerdotes. A tanto llegó el antagonismo que por fin Caifás, sumo sacerdote, Anás, ex-sumo sacerdote, y el sanedrín en pleno, lo condenan a muerte. Y su muerte no fue ningún rito sacerdotal. Mírenlo allí: clavado por los romanos en una cruz, como un insecto de colección: y con él, sin diferencia alguna, otros dos malhechores sentenciados por el mismo juez y con la misma sentencia.

Jesús no ostentó ningún rango de sacerdote. En su vida no hubo ni título, ni ritual, ni privilegio alguno; solamente la pura realidad de su existir ante los ojos del Padre, cumpliendo la obra que el Padre le encomendó, y siéndole obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Y fue así como Jesús, por no haber tenido el título de sacerdote, ejerció el único sacerdocio válido ante el Padre, ese sacerdocio que es sinónimo de entrega absoluta y de amor total.

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