lunes, 21 de enero de 2013

La adoración de la cruz, de imágenes y de reliquias fue autorizada en 788 A.D.

La Cruz es el símbolo del cristiano, que recuerda el misterio de la pasión y muerte de Jesucristo hijo de Dios.
 
Mito 13. La adoración de la cruz, de imágenes y de reliquias fue autorizada en 788 A.D.
 La adoración de la cruz, de imágenes y de reliquias fue autorizada en 788 A.D.
La adoración de la cruz, de imágenes y de reliquias fue autorizada en 788 A.D. Esto fue por orden de la Emperatriz Irene de Constantinopla, que primero hizo que sacaran los ojos de su propio hijo, Constantino VI, y en seguida hizo una reunión de la iglesia a petición de Hadrian I, Papa de Roma en aquella época.

Refutación:

De nuevo aparece un nombre en inglés. Insisto en querer saber cuál es la fuente de esta lista. Hadrian en castellano es Adriano o Adrián.
Aquí los hechos están manipulados: tanto Irene como su hijo al que luego cegaría por su conducta inmoral y escandalosa -sin que ello justifique para nada un castigo de ese tipo- aprobaron los decretos del II concilio de Constantinopla. Después de dicho Concilio Constantino quiso desembarazarse de su madre y ella logró rehacerse con el poder, incluso se habla de que hubo trámites para que se celebraran sus desposorios con Carlomagno, pero al parecer, éste último no aceptó. Ha de decirse, por si acaso que la adoración de la cruz no tuvo nada que vez con que Irene cegara a Constantino VI. No tiene nada que ver lo uno con lo otro.

Sobre cruz se ha de recordar que este símbolo no se remonta tampoco al 300 después de Cristo. Recordemos el crucifijo de burla del Palatino que se encuentra en el museo de las Termas de la ciudad de Roma. Aparece un solado romano, cristiano, postrado de rodillas ante un crucifijo con rostro de asno. Con el comentario sarcástico "Alexámenos adora a su Dios". Puede apreciarse este epígrafe en el libro de Holzner, San Pablo, Heraldo de Cristo (Herder Barcelona 1964, imagen No. 33). Holzner comenta esta prefiguración en la pág. 434 de dicha obra: "El célebre crucifijo de burla del Palatino, una caricatura garrapateada en la pared por los estudiantes paganos del colegio imperial, en que se ridiculiza a un condiscípulo cristiano Alexámeno, que adora a un crucifijo con la cabeza de asno, es sin duda una prueba de que el cristianismo había hallado entrada ya muy pronto entre los que habitaban en el Palatino".

Tampoco las reliquias son de esa fecha. Lo vemos claramente en los Hechos de los apóstoles:

"Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían"(Hechos 19,11-12).

En Éxodo 20,4; Deuteronomio 4,9-20 se habla de ídolos, es decir falsos dioses, que se oponen a la adoración debida al único Dios. Pero ello no se refiere al concepto católico de imagen: nosotros no tenemos a los santos o a la Virgen por dioses ni menos por ídolos, ya que nos sirven para honrar a las personas que representan. Al ser el ídolo un falso dios, hecho por los hombres y adorado, los que adoran a los ídolos, ponen en ellos su suerte y confianza. La Iglesia nunca enseña que las imágenes tengan poderes especiales ni que nos arrojemos con confianza a su poder. Si se sabe de alguna pobre persona que obrare así, se debería a que acaso no haya comprendido lo que la Iglesia de veras enseña. Sería injusto reprocharle a la Iglesia el error de un miembro.
De hecho, la misma Biblia relata casos en que se representan ángeles (Ex 25,18), algún animal como la serpiente de bronce (Nm 21,8), a Dios (Jue 17,4-5; 18,30-31). El templo de Salomón tenía también representaciones de ángeles, animales, árboles (1Re 6,23-25; 7,25-51). Lo que la Biblia quiere prohibir es la adoración de los ídolos, como es el caso del becerro de oro (Ex 32,4-8).

En cuanto a Irene de Constantinopla, se trata de la emperatriz bizantina nacida en Atenas el 752 y muerta en Lesbos el 803. El año 769 desposó al emperador León IV el Cázaro (775-780), hijo y sucesor de Constantino V. A la muerte del basileus, se hizo regente. Para el 790, cuando el hijo Costantino llegó a la mayoría de edad, Irene no quiso dejar el gobierno, lo que originó una dura contienda entre ambos. Se habla de que los dos reinaron juntos hasta el 797. De hecho, ocurrieron varias cosas dignas de mención: primero, los intentos de Irene de casar a su hijo con Rotruda, hija de Carlomagno; pero tras el fracaso de este enlace, Constantino se casó sin amor con María de Paflagonia. La conducta de Constantino dejaba mucho que desear y daba pie a todo tipo de escándalos, lo que indujo a Irene a destituir al hijo, lo mandó encarcelar e hizo que le sacaran los ojos en el mismo lugar donde le había dado a luz. Ella terminó por asumir las riendas del gobierno y se hizo con el título de basilisa o emperadora. El 802 una insurrección patricia la despuso y exilió a Lesbos.

Durante su reinado, se restauró el culto a las imágenes gracias también a que el 785 envió una embajada al Papa Adriano I para proponerle la celebración de un concilio ecuménico. El patriarca Tarasio era partidario de Irene, así como un bueno número de obispos. No puede ignorarse que sí hubo ciertas dificultades ya que el ejército mantenía las ideas iconoclastas de Constantino Coprónimo amén de ciertos obispos.

El Papa envió con gusto dos apocrisarios a lo que debiera haber sido el VII concilio ecuménico para el año 786, en la Iglesia de los Santos Apóstoles. Sin embargo, no se pudo siquiera darle continuidad, ya que se presentaron a mano armada los soldados iconoclastas. Irene se encargó de depurar las tropas recalcitrantes y se convocó el conclio finalmente en Nicea, el 24 de septiembre del 787, al que asistieron cerca de 300 obispos con los legados romanos. En la segunda sesión se dio lectura respetuosa a las cartas del Papa, a lo que los padres del Concilio exclamaron: "Así cree, así piensa, así dogmatiza todo el santo Concilio". Se lanzaron anatemas contra los defensores de la iconoclastia. En la séptima sesión se precisó la doctrina ortodoxa sobre el culto a las imágenes, a las que se les tributa respeto y veneración (timetikén proskýnesin) y no verdadera latría (alethinén latreían). Firmaron el decreto los padres conciliares, la emperatriz y su hijo.

Poco duró la paz, ya que Constantino VI, cansado de su madre, intentó rebelársele y se puso a regir él solo. Ya se habló de las primeras nupcias de Constantino: pues bien, se divorció de María de Paflagonia para unirse con Todota, al tiempo que los monjes protestaban ante tanto escándalo de adulterio. Tarasio creyó más oportuno guardar silencio, pero Irene apresó a su hijo y cegó como ya se dijo al inicio.

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