miércoles, 9 de enero de 2013

La Ascensión del Señor


El Día de la Ascensión del Señor es una fiesta que se celebra cuarenta días después del Domingo de Resurrección, durante el Tiempo Pascual, y que conmemora la ascensión de Jesús al cielo en presencia de sus discípulos. La doctrina cristiana sostiene comúnmente que Jesucristo ascendió en forma física al cielo en presencia de los Apóstoles. Se entiende por “ascender al cielo” una unión física con Dios Padre y no una transformación espiritual del individuo como es habitual en las experiencias místicas de otras religiones. Este aspecto del misterio pascual se relaciona con la importancia dada por la teología cristiana a la corporeidad, que la Palabra de Dios asumió en la Encarnación, que es glorificada en la Ascensión de Cristo a la derecha de Dios Padre y que los muertos recobrarán, de alguna manera, en la Resurrección del fin de los tiempos. Se narra este episodio en Marcos 16,19; Lucas 24, 50-51; y Hechos de los Apóstoles 1, 9-11. En la Liturgia se afirma la Ascensión en el Credo de Nicea y en el Credo de los Apóstoles.
El artículo del Credo: “Subió al Cielo y está sentado a la derecha del Padre” nos enseña que Cristo cuarenta días después de su Resurrección subió al Cielo en cuerpo y alma, por su propia virtud. Nos refiere San Lucas en el Libro de los “Hechos de los Apóstoles”, que Cristo resucitado “se manifestó a los Apóstoles dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles por espacio de cuarenta días, y hablándoles de las cosas tocantes al reino de Dios” (Hebreos 1,3)

En este lapso de tiempo, Cristo confirió tres poderes importantes a la Iglesia, a saber: a) a San Pedro el poder de gobernarla (Juan 21,15); b) a todos los Apóstoles el poder de perdonar los pecados (Juan 20,22); y c) también a todos ellos el de enseñar, bautizar y hacer cumplir lo que Él había mandado (Mateo 28,18).

EL HECHO DE LA ASCENSION

Nuestro Señor Jesucristo, después de dirigir a sus Apóstoles estas últimas palabras. “Recibiréis el Espíritu Santo y me serviréis de testigos en Jerusalén y en toda la Judea y hasta los extremos del mundo”, “se fue elevando a la vista de ellos por los aires hasta que una nube lo encubrió a sus ojos” (Hechos 1,8).

Advirtamos lo siguiente:

a) Cristo subió al Cielo en cuanto Hombre, pues en cuanto Dios nunca dejó de estar en él.
b) Subió por su propia virtud; y esto se diferencia de María Santísima que subió al Cielo en cuerpo y alma, pero no por poder propio, sino por poder de Dios.
c) La frase: “Está sentado a la derecha del Padre”, indica la gloria de Jesucristo en el Cielo.
La expresión “estar sentado a la derecha de alguno” denota en general ocupar un puesto en honor; y en este lugar significa que Cristo disfruta en el Cielo de gloria igual a la del Padre, en cuanto Dios; y mayor que todas las criaturas, en cuanto hombre.

FINES Y FRUTOS DE LA ASCENSION

Cristo subió a los cielos por tres fines principales:
a) para tomar posesión del reino de su gloria;
b) para enviar el Espíritu Santo a los Apóstoles y a su Iglesia;
 c) para ser en el Cielo Mediador e Intercesor nuestro y prepararnos tronos de gloria(Hebreos 4,14).

 La Ascensión del Señor debe fomentar en nosotros de modo especial la virtud de la esperanza, puesto que Él “subió a prepararnos un lugar en el Cielo” (Juan 14,2).

Este pensamiento está llamado a fortalecernos en las luchas y tentaciones de la vida recordándonos que “si combatimos con Cristo, con Él seremos glorificados” (Romanos 8,17).

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