miércoles, 9 de enero de 2013

La Familia, Primera Educadora de la Fe


1. Dios quiere que todos los hombres conozcan y acepten su plan de salvación, revelado y realizado en Cristo (cf. 1 Tim 1,15-16). Dios habló de muchas maneras a nuestros padres (cf. Heb 1,1; todo el AT). Llegada la plenitud de los tiempos (cf. Gá 4,4) nos habló de modo pleno y definitivo en y por Cristo (cf. Heb 1,2-4): el Padre no tiene otra Palabra que darnos, porque nos dio la única y la última en Cristo.

2. La Iglesia ha recibido el mandato de anunciar a todos los hombres esta gran noticia: «Id al mundo entero y haced discípulos míos todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19). Los Apóstoles así lo entendieron y realizaron desde el día de Pentecostés, llenando con el anuncio de Cristo Muerto y Resucitado para nuestra salvación a Jerusalén (Hech cap.1-5) y a todo el mundo entonces conocido (cf. Libro de los Hechos y Cartas)

3. La familia cristiana, Iglesia doméstica, participa de esta misión. Más aún, la familia tiene como primeros y principales destinatarios de este anuncio misionero a sus hijos y familiares, como lo atestiguan las Cartas Pastorales paulinas y la praxis posterior. Los esposos santos y los padres cristianos de todos los tiempos así lo han vivido (padre de santa Teresa de Jesús, padre de santa Teresita del Niño Jesús; tantos padres de hoy). A la luz de la feliz experiencia de la Iglesia en las sociedades cristianas de Europa (cuando la familia realizó esta misión educadora con sus hijos) y a la luz también de las gravísimas repercusiones negativas que hoy se constatan (por el abandono o descuido de esta misión), es preciso que la familia vuelva a ser la primera educadora de la fe en esas naciones —hoy ya no cristianas de hecho—, en las que se está afianzando la fe y en las que se está implantando la Iglesia. El principal apostolado misionero de los padres tiene que acontecer en su misma familia, pues sería un desorden y un anti testimonio pretender evangelizar a otros, descuidando la evangelización de los nuestros. Los padres trasmiten la fe a sus hijos con el testimonio de su vida cristiana y con su palabra.

4. El núcleo central de esta educación en la fe es el anuncio gozoso y vibrante de Cristo, Muerto y Resucitado por nuestros pecados. En íntima conexión con este núcleo se encuentran las demás verdades contenidas en el Credo de los Apóstoles, los sacramentos y los mandamientos del decálogo. Las virtudes humanas y cristianas forman parte de la educación integral de la fe. (Este bagaje fundamental no se puede presuponer hoy casi nunca, ni siquiera en los países llamados «cristianos» y en los casos en los que los padres piden los sacramentos de la iniciación para sus hijos, dada la crasa ignorancia religiosa y la escasa práctica religiosa de los padres).

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