sábado, 5 de enero de 2013

MARÍA



MARÍA, LA MADRE DE JESÚS 

“Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la Ley” (Gálatas 4, 4a-5)
Cuando intentamos penetrar en el maravilloso Misterio de Dios que se hace hombre para salvarnos, tenemos que referirnos a María, elegida por Dios desde el principio de los tiempos, para ser la madre de su Hijo.
María es una israelita, una joven judía de Nazaret, en Galilea. “Una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David” (Lucas 1, 27). 

CONCEPCIÓN INMACULADA DE MARÍA

Elegida para ser la madre del Salvador prometido y anunciado, Dios dotó a María de gracias especiales, la preservó del pecado original, y con su protección, aceptada libremente por María, la libró también de todo pecado personal. Por eso el ángel Gabriel la llamó “llena de gracia” (cf. Lucas 1, 28).
Este privilegio de María de haber nacido libre del pecado original, lo llamamos LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA, y fue declarado como verdad de fe por el Papa Pío IX en 1854.
Viviendo en un mundo de pecado, María participó del dolor del mundo, pero no de su maldad. Es nuestra hermana en el dolor pero no en la culpa. Venció al mal con el bien, por la salvación anticipada que Jesús consiguió para ella, en virtud de su Maternidad divina.

LA ANUNCIACIÓN

La anunciación a María inaugura el cumplimiento de la promesa de Dios a los primeros hombres, y su renovación constante por medio de los profetas.
- Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo… vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo…
- ¿Cómo podrá ser eso, puesto que no conozco varón?
- El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios…
- He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1, 28.30b.31.32.34.35.38.).
La respuesta de María es una respuesta llena de fe en la Palabra de Dios, segura de que“para Dios no hay nada imposible” (Lucas 1, 37). María aceptó de todo corazón la Voluntad de Dios, y se entregó plenamente a ella, haciéndose así colaboradora de primer orden en el Misterio de nuestra Salvación.

CONCEPCIÓN DE JESÚS

Como dijo el ángel Gabriel, Jesús fue concebido en el seno de María, mediante el poder del Espíritu Santo. El Espíritu Santo, “Señor y dador de vida”, santificó el seno virginal de María y lo hizo fecundo, para que el Hijo de Dios tomara de ella su humanidad.
Jesús, el Hijo de Dios y de María, es el “Cristo”, el “Ungido” por el Espíritu Santo, con la misión de salvar al mundo del pecado. En El se cumple la profecía de Isaías:
Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y u retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre El el Espíritu de Yahvé: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor de Yahvé…” (Isaías 11, 1-3).

VIRGINIDAD PERPETUA DE MARÍA

Los Evangelios nos cuentan que ante la inquietud de José al descubrir el estado de María su prometida, con quien no había convivido, el ángel le dijo: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque El salvará a su pueblo de sus pecados (Mateo 1, 20-21). 
Desde los primeros siglos, la Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de María Virgen, únicamente por el poder del Espíritu Santo, sin ninguna intervención humana. La maternidad virginal de María es el cumplimiento de la profecía de Isaías:“He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros” (Isaías 7, 14).
La iniciativa absoluta de Dios en la Encarnación, es un misterio accesible sólo a la fe. Pero la virginidad de María se perpetuó en el tiempo. María fue virgen antes del parto, en el parto y después del parto. La liturgia de la Iglesia celebra a María como la “siempre virgen”.
Algunas sectas protestantes se oponen a esta verdad sobre María, diciendo que en los Evangelios se menciona a unos “hermanos y hermanas de Jesús” (cf. Marcos 3, 31-32). Esta objeción no es válida, porque la expresión “hermanos y hermanas”, se refiere, entre los israelitas, a “parientes próximos”.
La Virginidad perpetua de María es también un dogma de fe. La Iglesia lo proclamó en el año 553, en el Segundo Concilio de Constantinopla.

MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA

Los evangelistas se refieren a María llamándola “la Madre de Jesús”.“Tres días después se celebraba una boda en Cana de Galilea y estaba allí la madre de Jesús” (Juan 2, 1). Por su parte, Isabel, la prima de María, la llamó “Madre de mi Señor”. “¿De dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a visitarme?” (Lucas 1, 43). Con esta expresión, Isabel reconoció el gran acontecimiento que se estaba realizando en María.
Jesús, el hijo de María, es también el Hijo eterno de Dios y Dios como su Padre. En consecuencia, siendo María la Madre de Jesús, es también Madre de Dios, porque Jesús es a la vez verdadero Dios y verdadero hombre.
La Maternidad divina de María es también dogma de fe. La Iglesia lo proclamó en el año 431 en el Concilio de Efeso.

MARÍA ES NUESTRA MADRE ESPIRITUAL

Jesús es el Hijo único de María, pero su maternidad espiritual se extiende a todos los hombres a los cuales Jesús vino a salvar. Jesús mismo proclamó esta maternidad espiritual de María, cuando en el Calvario nos la dio como Madre en la persona de Juan su discípulo:
- Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu Madre” (Juan 19, 26b-27a).
El Concilio Vaticano II afirma: María, “concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó de forma enteramente impar a la obra del Salvador, con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad, con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra madre en orden de la gracia” (Lumen Gentium N.61).

LA ASUNCIÓN DE MARÍA

Al final de su vida, María fue llevada a la gloria del cielo y elevada al trono del Señor, como Reina del Universo. Este privilegio de María constituye una participación singular en la resurrección de Jesús, su Hijo, y una anticipación de nuestra propia resurrección.
El dogma de la Asunción de María fue proclamado por el Papa Pío XII en el año 1950.

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