jueves, 10 de enero de 2013

“Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”



1.      LAS PALABRAS DE DIOS, QUE NOS MUESTRAS UN DIOS AMOROSO.

El relato evangélico, como las lecturas del segundo domingo de Adviento, nos invitan a “preparar el camino” para el que el Señor pueda llegar a nuestro corazón, a nuestras familias, los ambientes sociales donde nos movemos. Y la preparación tiene un nombre: ¡Convertirse! ¿Y de que se trata esto?, purificar el corazón, arrepentirse de los pecados y mejorar nuestra vida con la gracia de Dios.
Leemos el anuncio gozoso del profeta Isaías: “el Señor ha perdonado a su pueblo. (Is 40, 1-5. 9-11)”, y luego las Palabras de Dios, que nos muestras un Dios amoroso, con mensajes llenos de humanidad y ternura, colmados de emoción y de compasión total: “¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio se ha cumplido, que su culpa está pagada, que ha recibido de la mano del Señor doble castigo por todos sus pecados”. Y entonces se levanta un grito poderoso llamando a todos los hombres a preparar los caminos del Señor que debe venir, y es así como el profeta nos dice: “¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras los terrenos escarpados, en planicies!”
Este es el llamado de Isaías a su pueblo a trazar en la llanura un sendero para Dios. Se puede comprender que el fin contiguo de esta profecía era el regreso de Israel del destierro, que se había de cumplir bajo la guía de Dios, presentado y esperado como salvador de su pueblo y para el cual había que preparar el camino a través del desierto. Sin embargo, como fin último la profecía nos quiere llevar a la venida del Mesías, que quien va a liberar a Israel y por sobre todo, a la humanidad entera de la esclavitud del pecado.

2.      “YA LLEGA EL SEÑOR CON PODER Y SU BRAZO”

Pero la alegría mayor es saber que Dios mismo es quien prepara el encuentro con su pueblo, animándolo en la esperanza en vista al tiempo que viene. “Ya llega el Señor con poder y su brazo”
El será el pastor. “Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz.” Se refleja en la lectura, la hermosa figura de Jesús buen pastor que amará a sus ovejas hasta dar la vida por ellas.
Y haciéndose eco de esta buena noticia, el salmo 84 nos describe los frutos de la salvación y participamos de esta compasiva noticia, diciendo con gozo “Muéstranos, Señor tu misericordia”, y “voy a proclamar lo que dice el Señor. El Señor promete la paz, la paz para su pueblo y sus amigos. Su salvación está muy cerca de sus fieles, y la Gloria habitará en nuestra tierra”

3.      TENER UNA CONDUCTA SANTA Y PIADOSA

San Pedro nos exhorta a tener una conducta santa y piadosa para esperar la venida del Señor. (2Ped 3, 8-14). La espera de la parusía hacía impacientes a los primeros cristianos, mientras otros, viendo su tardanza, se burlaban de ella y se daban a una vida fácil y desenvuelta. Por lo cual San Pedro recuerda a todos que Dios no mide el tiempo como los hombres: “Queridos hermanos, no deben ignorar que, delante del Señor, un día es como mil años y mil años como un día.”
Pero, la espera del cumplimiento de las promesas de Dios no debe llevar a la pasividad sino vivir y trabajar para que el mundo camine por sendas de paz y reconciliación. Y si la última venida de Cristo se retrasa, no es porque Dios no haga realizable a su promesa, a Dios hay que tenerle paciencia, y El pacientemente nos da esta prorroga, es así como san Pedro nos lo dice: “El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino que tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan”
La misericordia divina es la que prolonga los tiempos, y cada uno debe aprovecharse de ello para la propia conversión y la cooperación a la de los demás. En vez de dejarse absorber por los acontecimientos terrenos, el creyente debe vivirlas con el corazón enderezado y por ello estar preparados, porque como nos dice el apóstol: “el Día del Señor llegará como un ladrón”. Por eso procuraremos no desoír y estar atento al mensaje de Pedro cuando nos dice: “queridos hermanos, mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera que él los encuentre en paz, sin mancha ni reproche.”. Es decir, para aquel día y antes del fin de nuestra vida personal, con la certeza y la confianza absoluta que la vida terrena cederá el lugar a la vida eterna, para encontrarse personalmente con Cristo Salvador a cuantos creen en él.

4.      “MIRA, YO ENVÍO A MI MENSAJERO DELANTE DE TI PARA PREPARARTE EL CAMINO.

Para Marcos la Buena Noticia de Jesús, que es Cristo el Mesías, Hijo de Dios, (versículo 1), no comienza repentinamente con la venida de Jesús, sino con un tiempo de preparación. En este tiempo de preparación, “Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino”, se acentúan por lo menos tres elementos, el primero de los cuales es la Sagrada Escritura, ya que la Buena Noticia de Jesús les dará una realización concreta y el evangelio solo se podrá comprender auténticamente meditando incesantemente las páginas de las que Dios ya había hablado. Las palabras que relata Marcos citando a Isaías, aluden a un camino que hay que preparar: el camino de Dios hacia su pueblo y el camino del pueblo hacia Dios.
El segundo elemento, es el envío de un profeta, el Bautista, capaz de indicar a la humanidad el camino del desierto, el lugar donde Dios ofrece la posibilidad de una auténtica conversión: “así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados”. Según Marcos, el Bautista no insiste tanto en la predicación moral como, sobre todo, en la necesidad de esperar a quien  que debe venir de parte de Dios.
El tercer elemento es el mismo pueblo que, por la predicación de Juan, camina penitente hacia el desierto, como el pueblo del éxodo: “Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él”. Por consiguiente, está naciendo un pueblo nuevo, aunque se requiere una condición: que el hombre se ponga en camino, salga y se dirija al Bautista para acoger su mensaje de conversión. Y caminando juntos hacia el lugar donde resuena la Palabra de Dios es como el pueblo podrá reconstruirse.

5.      PREPAREN EL CAMINO DEL SEÑOR, ALLANEN SUS SENDEROS

Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Todos los hombres verán la salvación de Dios. Aleluya. (Lc 3,4.6)
Y el grito de Isaías es repetido y transmitido en el Evangelio de Marcos, a través de Juan Bautista, “el mensajero de Dios, pide conversión para que sean perdonados los pecados”. El hombre pecador es mirado por Dios con misericordia infinita, por eso le llama a la conversión. Y si nos hemos convertido, demos frutos, obras, de conversión.
El es la voz de quien grita en el desierto: “Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”. En este relato el “camino” tiene un sentido de éxodo-liberación y el “desierto”  de conciencia y preparación.
Así presenta el evangelista Marcos al precursor que bautiza, donde “Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados”. Juan Bautista, invita a los hombres a preparar el camino del Señor, pero sólo después de haberla preparado él en sí mismo retirándose al desierto y viviendo separado de todo lo que no era Dios.
Recordemos también que Juan Bautista (Mateo 3,1) se presentó en el desierto predicando: “Conviértanse, porque está cerca el reino de los cielos”. Es decir, era un llamado a cambiar de vida, porque ya estaba muy cerca Jesús, y hoy es para nosotros la misma necesidad, transformar nuestras vidas, volvernos a Dios, porque El se ha vuelto  a los hombres. Y nos pide también hoy “Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”, ¿Cómo? Podríamos decir de muchas formas, y una de ellas es que nos pongamos de acuerdo entre nosotros, acojamos con paciencia y alegría, a nuestros hermanos, del mismo modo como Cristo nos ha acogido.

6.      ALLÍ EN EL DESIERTO, ES EL LUGAR DONDE CON MÁS FACILIDAD NOS ENCONTRAMOS CON DIOS

“Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre.” De este modo, el vivió alejado del murmullo y de los ruidos que no dejan preparase a los hombres para tener un ambiente favorable para oír la llamada de Dios, para escuchar la llamada a la penitencia. Porque quien predica, debe hacerlo más con la vida, es decir con su testimonio personal más que con las palabras. Y para oír a quien nos interesa, debemos hacerlo en un clima de silencio, para oír a Dios, debemos callarnos y hacer oración.
Tal vez por eso Juan fue a desierto y muchos van hoy al desierto, ¿y para que?, porque no cabe la menor duda que allí es el lugar donde con más facilidad nos encontramos con Dios, allí donde se escucha el silencio, y en el silencio se escucha mejor a Dios. Y en este tiempo es propicio vivir un pequeño desierto, donde no haya voces perturbadoras, para que podamos oír con la voz que nos habla dentro, oír lo que hay en nuestra conciencia que, rectamente formada, es la voz de Dios. Esta voz interior, no dirá de mejor forma lo que debemos cambiar, para estar mejor preparados para nuestra conversión.

7.      HUMILDAD DEL BAUTISTA ANTE LO QUE ERA CRISTO

La figura del Bautista causó una fortísima conmoción en Israel. Hasta Joséfo, historiador Judío, se hace eco de ella, diciendo que Antipas “temió la grande autoridad de aquel hombre.” Hubo un momento en que las gentes pensaron, ante aquella figura ascética y profética que anunciaba la llegada inminente del Reino, si él mismo no sería el Mesías. El mismo Sanedrín de Jerusalén le envió una representación para que dijese si era él el Mesías (Jn 1:19-28).
Y éste es el momento, tanto en los evangelios sinópticos como en Juan, en que el Bautista declara que él sólo es un “esclavo,” pues él no es digno de ejercer con El oficio de los esclavos: “descalzarle.” El evangelio de Lucas, que es quien mejor da la razón de la confesión de humildad del Bautista ante lo que era Cristo, (Lc 3, 15), y en este relato se reitera al modo del evangelista Marcos, el que nos expresa que Juan Bautista predicaba, diciendo: “Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.

8.      EL BAUTISMO DE JESÚS, UN GRAN MISTERIO

Es bautismo, como rito de penitencia para el perdón de los pecados causó polémica entre los primeros cristianos, ellos pensaban que Jesús no tenía necesidad de semejante bautismo. Por otra parte este hecho preocupaba que pareciera que Juan Bautista fuese superior a Jesús. Sin embargo, el plan de Dios preveía también esto, y Jesús, Hijo obediente, se somete dócilmente a la voluntad del Padre, haciéndose solidario con los hombres y cargando con sus pecados
El bautismo de Jesús por Juan, es un hecho que tiene un gran misterio, los evangelistas Marcos, Mateo y Lucas se refieren a este hecho, pero con diferentes matices, no obstante dicen lo mismo, confesar y obtener perdón por los pecados. “Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados”.  (Mc 1,5), Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.  (Mt 3,5), Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, (Lc 3,3)

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