jueves, 10 de enero de 2013

¡Resucitó, Aleluya!


La resurrección tiene lugar el primer día de la semana que, en adelante, se llamará día del Señor, o sea, Domingo. El Evangelio no dice la hora ni cómo fue. Lo que sí dice el Evangelio fue que sucedió al tercer día de haber sido crucificado. Para los Israelitas el día terminaba a las 6:00 PM y a esa hora empezaba el siguiente día.

1er día) Viernes: las últimas horas de 4 a 6.

2ndo día) Sábado: de 6 PM del viernes a 6 PM del sábado.

3er día) Domingo: de 6 PM del sábado hasta las doce de la noche.

Jesús estuvo tres días en el sepulcro: Viernes dos horas. Sábado 24 horas. Domingo 6 horas.

En el Evangelio de San Juan capítulo 20, La Palabra de Dios nos dice que son precisamente las mujeres quienes buscan al crucificado. Aquellas que habían acompañado a Jesús en su doloroso camino al Gólgota. Aquellas que lloraron al ver a Jesús convertido en nada. Fueron ellas quienes valientemente compartieron con Jesús los momentos más dolorosos. El evangelista es muy específico y dice que fue María Magdalena (Jn 20,1) la primera en visitar el sepulcro donde habían sepultado al Maestro. Pocas personas que hayan amado tanto a Jesús como María Magdalena. San Lucas dice que Jesús echó siete demonios de ella (Lc 8,2). Cristo le había hecho un favor espiritual que ningún otro había podido conseguirle y María Magdalena no olvidó jamás este gran favor. Ella tenía por lema “No olvidaré lo que Jesús hizo por mí” y estuvo valiente acompañándolo en la cruz y presurosa corrió a visitar su sepulcro el domingo por la mañana.

Pedro seguía siendo el líder reconocido del grupo de los apóstoles. A pesar de sus negaciones cuya noticia ya se debía haber difundido, seguía siendo líder. Fue precisamente a Pedro que se dirigió María Magdalena (Jn 20,2). Algunas cualidades especiales, fuera de lo común, debió tener Pedro, porque aún después de su negación, los apóstoles lo siguen reconociendo como líder. Era de hecho un líder nato. Resulta extraordinario el papel que desempeña el amor en este relato. Fue Magdalena, que amaba tanto a Jesús quien llegó primero al sepulcro. Juan, el discípulo a quien Jesús tanto amaba, y que tanto quería a Jesús, fue el primer discípulo en llegar al sepulcro y el primero en creer en la resurrección de Cristo. Esta sería siempre una gloria para Juan: haber sido el primero en comprender y creer en la resurrección de Jesús. El amor le dio ojos para ver en las señales y creer. Y aquí tenemos una gran ley de la vida: nadie puede interpretar y comprender a otra persona perfectamente si no hay una corriente de simpatía hacia esa persona. Nadie puede escribir, hablar o enseñar con efectividad acerca de la vida de otra persona por quien no siente nada.

La resurrección de Jesús es el acontecimiento más grande para la humanidad. San pablo nos dice en Colosenses 3,1: “Si habéis resucitado con Cristo, pensad en los bienes de arriba, buscad los bienes del cielo”. Y Pio XII decía que el triunfo de Jesús sobre la muerte nos enseña que nuestra patria no está acá abajo, sino más allá del tiempo. Las gracias que la Fiesta de Pascua nos trae son las siguientes: A) Excitarnos a pasar de una vida tibia e inerte, a una vida santa y fervorosa; B) convencernos de que nuestra morada definitiva y principal no está en esta tierra sino en el Paraíso del cielo; C) Darnos la esperanza de que “Si Cristo ha resucitado también nosotros resucitaremos…(1 Cor. 15); D) Invitarnos a una nueva vida dejando la levadura vieja del pecado, y empezando un modo distinto de obrar y pensar; E) La resurrección de Cristo nos infunde una gran confianza porque Cristo a vencido a la muerte y está vivo, es invencible, el Todopoderoso. Algunas figuras de Cristo Resucitado que encontramos en el Antiguo Testamento son: la de Isaac quien vuelve vivo de la Montaña del Sacrificio para llegar a ser padre de un gran pueblo; la de José que pasa de la cárcel en el subterráneo, a gobernar el poderoso reino egipcio; también la de Jonás que sale vivo a predicar después de estar tres días en el vientre de la ballena.

Para los antiguos cristianos no había fiesta más importante que la de la Resurrección de Jesús. Era el día grande entre los grandes de año. “El día que hizo el Señor”. En este día los reyes daban libertad a millares de presos; los ricos llamaban a los pobres que les tenían deudas y se las perdonaban, o se las rebajaban. Los que estaban peleados se pedían perdón y se abrazaban delante de todos prometiéndose amistad perenne. En esta día las guerras tenían tregua. Las gentes procuraban estrenar vestido, comer mejor y estar muy contentos en este Domingo, porque era el Domingo más grande de todos los del año. Muchos daban especiales limosnas a los pobres o hacían visitas a enfermos o encarcelados. Cada uno deseaba hacer algo especial para celebrar esta Fiesta que es la Número Uno entre todas las festividades cristianas. Lástima que estas bellas costumbres se estén acabando y que haya personas que le den menos importancia a la Resurrección que a otras fiestas. Es nuestro deber como cristianos católicos de re-infundir el significado de la Fiesta de Pascua para que el mundo valore el sacrificio de Jesús y vuelva la esperanza a nuestros corazones de algún día estar gozando del paraíso eterno a su lado.

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