martes, 22 de enero de 2013

«SOLOS DEBEN VIVIR MARIDO Y MUJER»


La boda salió perfecta. Perfecto el vestido de la novia. Perfecto el traje del novio. Perfectas las flores. Perfectas las palabras del clérigo. Perfecta la corte nupcial. En fin, perfecta la ceremonia. Y perfecta la fiesta que siguió.
Con razón todos los asistentes a aquella boda de Helmuth y Lorna Glogger, que se celebró en un pequeño pueblo de Alemania, les auguraron un matrimonio perfecto. Pero el matrimonio no resultó perfecto. Al año ya se encontraba la pareja en los trámites de divorcio. ¿La razón del fracaso? Según la declaración de la esposa: «Él está más casado con sus padres que conmigo.»
A raíz de ese caso, un editorial del diario La tribuna alemana expuso que una causa cada vez más común que se da para solicitar el divorcio es que uno de los cónyuges no se ha «despegado» de sus padres. Es decir, uno de los dos todavía sigue atado a sus progenitores. O ella visita con exagerada frecuencia la casa paterna, o él vive todavía muy apegado a su madre. Y como uno de los dos no decide romper los antiguos vínculos y vivir de manera independiente como pareja, el matrimonio se disuelve al poco tiempo. De ahí que haya un refrán que dice: «Solos deben vivir marido y mujer, él, cuidándola a ella, y ella, cuidándolo a él.»1
Lo cierto es que ese refrán se basa en los preceptos que estableció desde el principio el arquitecto del matrimonio, a quien otro refrán identifica así: «Compañía de dos, hízola Dios.»2 Pero si bien el matrimonio de muchos no resulta perfecto, no es porque Dios, su diseñador, no lo haya hecho perfecto. Él no sólo hizo perfecto el matrimonio, sino que creó mecanismos preventivos para que no sufriera desperfectos que pudieran llevar a las parejas a sentir el dolor y la pena de la separación conyugal. Previendo que siempre habría personas egoístas que contribuirían a que algunos matrimonios terminaran en divorcio, Dios les hizo una seria advertencia, en la persona de su Hijo Jesucristo, después de citar un conocido pasaje del libro de Génesis. El pasaje dice así: «Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser.»3 Luego de citar el pasaje, Jesús concluyó: «Así que ya no son dos, sino uno solo», y advirtió: «Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»4
En varias de las ceremonias nupciales cristianas, el clérigo declara a la pareja esposo y esposa, y termina el pronunciamiento citándoles a los amigos y familiares presentes esa advertencia divina de que no se interpongan entre los cónyuges que acaban de hacer sus votos en presencia de Dios y de ellos como testigos. Más vale que la acaten sobre todo el padre y la madre de los novios, pues son los padres quienes se supone que amen más que nadie a sus hijos que contraen matrimonio.

1.- Refranero general ideológico español, compilado por Luis Martínez Kleiser (Madrid: Editorial Hernando, 1989), p. 452.
2.- Ibíd., p. 458.
3.- Gn 2, 24
4.- Mt 19, 6; Mr 10, 9

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