jueves, 16 de mayo de 2013

Colomba (Paloma) de Riete, Beata


Virgen, Mayo 20
 
Colomba (Paloma) de Riete, Beata
Colomba (Paloma) de Riete, Beata
Beata nacida en Rieti en el año 1467 y muerta en Perugia (ciudad de Italia Central y capital de la región de Umbría) en 1501.

Hija de Angelo Antonio Petrozzi y Vanna Guardagnoli, familia de modestos comerciantes, llegó a ser una mujer muy influyente en la sociedad italiana de su época. Cuenta su leyenda que Colomba nace el 2 de febrero de 1467, día de la Presentación del Señor. Sus padres decidieron bautizarla con el nombre de Angélica, pero en el momento del bautismo, apareció sobre ella una paloma blanca y decidieron cambiarlo por el de Colomba (Paloma en castellano).

Manifiesta muy pronto su vocación y su gran devoción por la Virgen. A los doce años comienza a tener visiones; en la primera de ellas, ve a Cristo acompañado por Santo Domingo y San Jerónimo, interpretado por ella como una llamada a su propia vocación. Decide así dedicar su vida a Dios y realiza planes para tener una vida solitaria.

Sin embargo su familia había decidido casarla con un joven de su misma ciudad, sin que ella lo supiera. Colomba en ese momento, y prevenida por otra visión de los planes que sus padres habían decidido para ella, se corta el pelo y se lo entrega al que iba a ser su prometido, negándose así a contraer matrimonio. Vista la oposición de los suyos, Colomba se consagra a Dios, y viste en su propia casa el hábito de la “Penitencia de Santo Domingo”, siguiendo el ejemplo de Santa Catalina de Siena (1347-1380), santa por la que sentía gran devoción. Todo esto haría que su hermano, un joven arrogante y violento, tratara de asesinarla.

Colomba empieza a hacerse célebre en su ciudad por sus visiones y sus éxtasis, además de por sus múltiples milagros. Eran famosos sus grandes ayunos y sus austeras penitencias, en los que se alimentaba únicamente de agua y de la Eucaristía.

A los diecinueve años, ingresa en las Terciarias Dominicas de su ciudad natal, mientras aumenta entre sus conciudadanos su fama de santidad. Buscando alejarse de la presión de la gente, Colomba se traslada a Foligno y de aquí a Perugia en 1488, donde toma solemnemente los votos. Vive allí como priora del convento dedicada a las obras de misericordia, hasta su muerte el 20 de mayo de 1501, festividad de la Ascensión, a la edad de 34 años. Sus reliquias son todavía veneradas en esta ciudad.

Son famosos sus milagros y sus visiones fruto del éxtasis. De entre los milagros, caben destacar dos. El primero, cuenta que en 1494 una terrible plaga de peste asolaba Perugia, por lo que sus habitantes acuden a Colomba que se ofrece como víctima en lugar de la ciudad, erradicándose de inmediato. El segundo milagro consiste en que hizo revivir a un niño ya muerto.

Estando en Perugia entra en contacto con muchas personas que acuden a pedirle consejo, no sólo italianos, también españoles y franceses. Hay reyes como Fernando e Isabel, los Reyes Católicos, y miembros del alto clero, como el cardenal francés Raimondo Perauld, que siguen su ejemplo y mantienen una especial devoción por Colomba.

De sus visiones, caben destacar dos. Colomba siempre había anhelado visitar Tierra Santa. Sin embargo nunca le fue posible viajar, aunque sí lo hizo espiritualmente en un éxtasis que le duró cinco días, en los que fue conducida por todos los Santos Lugares, y que posteriormente describió con absoluta exactitud. La segunda de sus destacadas visiones, tiene que ver con el Papa Alejandro VI (1492-1503), con el que mantuvo serias discrepancias. Durante algún tiempo, fue tratada por la curia romana como una impostora y fue desposeída de su cargo. En 1495, mantiene un encuentro en Perugia con el Papa, en el que cae en éxtasis delante del mismo. En el transcurso de la visita, Colomba recrimina al Pontífice su vida de pecado, y la de sus hijos (parece ser que fue duramente contestada por la hija del Papa, Lucrecia Borgia), así como la impiedad e inmoralidad prevalecientes en la Iglesia durante esta época.

Su confesor Sebastiano Angeli escribe su biografía a principios del siglo XVI, y la diócesis de Perugia-Rieti, interpone un siglo más tarde la causa de canonización. Es nombrada beata el año 1713.

En el arte, se la representa junto a un ángel que le lleva la Eucaristía, o con una mano proveniente del cielo que le acerca la Ostia, además de con una guirnalda de rosas en la cabeza, una cruz, una azucena y un rosario, o con una paloma, un lirio y un libro.

Su experiencia mística, sus éxtasis y sus dotes proféticas, unidas a una no común vida penitencial, hacen de Colomba una figura de fuerte reclamo. El pueblo de Perugia y Rieti, la recuerda como la “santa viva”.

Su labor por la paz, le dio el nombre popular de “Paloma (Columba) de la paz”. Antes de morir llamó a los magistrados para recordarles: “Cuantos no aman a sus hermanos, no son dignos del Padre de todos; el odio provoca la cólera divina y las lágrimas de los oprimidos son la condena de los poderosos” Murió a los treinta y cinco años el 20 de mayo de 1501.

Sus reliquias se conservan en el monasterio de las dominicas de Perugia.

El Papa Urbano VIII, confirmó su culto el 25 de febrero de 1627.
 
Beata Columba, virgen
fecha: 20 de mayo
n.: 1467 - †: 1501 - país: Italia
otras formas del nombre: Ángela, Angelella Guardagnoli, Colomba de Rieti
canonización: B: Urbano VIII 25 feb 1625
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Perugia, de la Umbría, beata Columba, virgen de la Penitencia de Santo Domingo, que se afanó en pacificar la ciudad, que estaba dividida en facciones.

En las crónicas de Perugia hay numerosas alusiones a la beata Columba. Era ésta una terciaria de la Orden de Santo Domingo. La santidad y los dones espirituales que había recibido eran tan extraordinarios, que la ciudad la consideraba como su protectora y las autoridades acudían a solicitar su intercesión en los momentos de peligro y perplejidad. Columba no había nacido en Perugia, sino en Rieti, donde sus padres se ganaban modestamente la vida con el tejido y la confección de vestidos. La niña era tan bella, que sus padres la bautizaron con el nombre de Angiolella [Angelita]; pero, en el momento del bautismo, una paloma fue a posarse sobre la cabeza de la beata, a la que se llamó desde entonces Columba [Paloma]. Con los años, crecieron su belleza y sus virtudes. Unas religiosas de Santo Domingo le enseñaron a leer y le inculcaron la devoción al santo patrón y a santa Catalina de Siena, quienes se le aparecieron varias veces durante su vida para alentarla y dirigirla. Columba se consagró en secreto a Dios a los diez años de edad. Y así, cuando sus padres quisieron casarla con un joven muy rico, ella se cortó la cabellera y declaró que pertenecía totalmente a Jesucristo. Desde entonces se entregó a la penitencia, sin dejarse ver, en lo posible, por ojos de hombres a imitación del ejemplo de santa Catalina de Siena. Después de un éxtasis que duró cinco días, durante los cuales estuvo como muerta, Columba podía describir los sitios de Palestina que había visitado en espíritu. A los diecinueve años, una vez que tomó el hábito de terciaria de Santo Domingo que tanto había deseado, Columba salió de su retiro y emprendió lo que podríamos llamar su vida pública.

Un ciudadano de Rieti, condenado a muerte por asesinato, fue perdonado gracias a la intercesión de la beata. Columba fue a visitarle en la prisión, le ayudó a hacer una buena confesión y le predijo que no sería ejecutado. Así sucedió, en efecto, pues el indulto llegó momentos antes de cumplirse la sentencia. La fama de la beata no hizo sino aumentar a causa de los milagros que obraba y de los rigurosos ayunos que practicaba. En Viterbo y en Narni curó a unos posesos; los habitantes de esta última ciudad trataron de retener a Columba por la fuerza, pero logró escapar. Sin embargo, no habría de permanecer mucho tiempo en Rieti. Dios le reveló que la tenía destinada a otro sitio y Columba partió furtivamente, por la madrugada y sin el hábito religioso. Empezó a peregrinar sin rumbo fijo. Al llegar a Foligno, las autoridades la detuvieron, creyendo que se trataba de una fugitiva y comunicaron la noticia a los padres de Columba. Acompañada por su padre, su hermano y una matrona de edad avanzada, la beata pudo continuar finalmente su misterioso viaje, que la llevó a Perugia, que era entonces la ciudad más tumultuosa de Italia. La beata se hospedó con otras terciarias en una humilde vivienda y el pueblo empezó a buscarla inmediatamente, pues sin duda su fama la había precedido. Todos la recibían con los brazos abiertos; no sólo los pobres, sino también los ricos y aun la familia Baglioni, que estaba entonces en el poder. Pero algunas personas piadosas, entre las que se contaban frailes franciscanos y dominicos, miraban con cierto recelo a aquella joven de la que se decía que era capaz de vivir sin otro alimento que unas cuantas fresas silvestres y que tenía frecuentes éxtasis. El P. Sebastián Agnelli, quien más tarde fue el confesor y el biógrafo de la beata, no era el que menos desconfiaba de ella, en los primeros tiempos. En el libro que escribió confiesa humildemente el escepticismo con que recibió la noticia de que Columba había resucitado a un niño: «Esperad diez años -dijo al joven César Borgia, quien proponía que se echasen a vuelo las campanas para celebrar el suceso-. Dentro de diez años, si su conducta está a la altura de sus milagros, sabremos si tenemos a una santa entre nosotros».

Pero los habitantes de Perugia eran menos escépticos y propusieron a la beata construirle un convento. El l de enero de 1490, Columba y algunas de sus compañeras hicieron los votos religiosos de la tercera orden de Santo Domingo. Algunos años después, durante una epidemia de peste, la beata gozaba ya de tal fama, que las autoridades fueron a pedirle consejo y organizaron, a instancias suyas, una serie de procesiones penitenciales. Muchos enfermos sanaban con sólo tocar a Columba, ya en el hospital del convento, donde los asistía personalmente con sus religiosas, ya fuera de él. Columba se había ofrecido a Dios como víctima; así pues, cuando la epidemia cedió, la beata contrajo una forma particularmente virulenta del mal. Ella misma atribuyó su curación a santa Catalina de Siena, en cuyo honor las autoridades decretaron que se celebrase anualmente una procesión; así se hizo durante cien años. En las feroces discordias que dividieron a Perugia, Columba trabajó como un ángel de paz; en una ocasión avisó a las autoridades que el enemigo se preparaba a caer sobre la ciudad y de ese modo pudo evitarse aquel ataque por sorpresa.

Cuando el papa Alejandro VI fue a Perugia, pidió expresamente una entrevista con Columba. Tan bien impresionado quedó que más tarde envió a su tesorero a consultar a la beata sobre ciertos planes secretos. La respuesta de Columba fue muy dura, aunque nunca se supo en qué consistió concretamente. Pero Lucrecia Borgia, la hija de Alejandro VI, no compartía el entusiasmo de su padre y se convirtió en enemiga de la beata cuando ésta se negó a recibirla. Probablemente fue Lucrecia Borgia quien desató la persecución contra Columba, al acusarla de practicar la magia y al publicar en Roma un decreto que la privaba de confesor. Columba no pronunció una sola palabra de queja y esperó, pacientemente, a que los ataques perdiesen su fuerza por sí mismos. Hacia el fin de su vida, las enfermedades la hicieron sufrir mucho, pero siguió interesándose por la ciudad tanto como antes. En su lecho de muerte exhortó a las autoridades que habían ido a vistarla, a conservar la caridad cristiana y a hacer justicia a los pobres. Murió a los treinta y cuatro años, en la madrugada de la fiesta de la Ascensión de 1501. Los magistrados organizaron sus funerales, por cuenta de la ciudad, y todo el pueblo asistió a ellos.

En Acta Sanctorum, mayo, vol. V, se hallará la biografía latina, escrita por el confesor de la beata, el dominico Sebastián degli Agnelli. Se trata prácticamente del único documento procedente de fuentes de la Orden de Predicadores, ya que la obra publicada en 1521 por el P. Leandro Alberti, es simplemente una traducción del texto latino del P. degli Agnelli. Hemos de confesar que, en dicha biografía hay muchos puntos que llaman la atención y que quisiéramos hubiesen sido tratados de otra manera. La Beata Columba no ha sido canonizada, pero su culto fue confirmado en 1627. Con miras a dicha confirmación, se presentó a la Sagrada Congregación de Ritos un sumario biográfico y un catálogo de milagros; véase Acta Sanctorum. Empleando esas fuentes, D. Viretti publicó en 1777 su Vita della B. Colomba da Rieti. La mejor de las biografías modernas de este interesante personaje es la de Ettore Ricci, Storia della B. Colomba da Rieti (1901). Véase también M. C. de Ganay, Les Bienheureuses Dominicaines (1913), pp. 305-354; y Procter, Dominican Saints, pp. 133-136.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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