miércoles, 22 de mayo de 2013

El Espíritu Santo en la Biblia: Un Pueblo de Profetas

      

 


Texto de estudio: Nm 11, 16·17.24·30
 Salió Moisés para decir al pueblo las palabras del Señor. Luego reunió a los 70 ancianos del pueblo alrededor de la tienda. 25 El Señor bajó en la nube. Habló y tomó del espíritu que descansaba sobre él para ponerlo sobre los 70 ancianos. Cuando el espíritu descansó sobre ellos, profetizaron, pero no volvieron a hacerlo más.
26 Se habían quedado dos hombres en el campamento; uno se llamaba Eldad y el otro Medad. El espíritu descansó sobre ellos; aunque no habían venido a la tienda, estaban entre los inscritos. Se pusieron a profetizar en el campamento. 27 Corrió un joven a anunciárselo a Moisés y le dijo: «Eldad y Medad están profetizando en el campamento». 28 Josué, hijo de Nun, que servía a Moisés desde su juventud, tomó la palabra y dijo: «Moisés, señor, ¡impídeselo!». 29 Moisés le respondió: «¿Acaso sientes celos por mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y le diera el Señor su espíritu!».
30 Luego Moisés volvió al campamento y con él los ancianos de Israel.
CONTEXTO
La marcha de los israelitas por el desierto fue toda una larga serie de crisis. Los c. 11 al 17 del libro de los Números nos refieren por lo menos siete episodios de rebeldía. En el c. 11 se mezclan varios temas: el de la «avidez» del pueblo que exige carne para comer, en lugar del maná cotidiano. Esto provoca el desaliento de Moisés, único responsable de dirigir al pueblo e incapaz de alimentarlo.
  • El Señor le respondió primero que escogiera 70 colaboradores y luego le anunció que tendrían carne hasta hartarse. El pueblo pudo saciarse de codornices, hasta quedar harto.
  • Se oponen entre sí estos dones: el espíritu que se les da a los 70 ancianos será para la vida del pueblo; el don de la carne, por el contrario, lo llevará a la muerte.
NOTA: Los exégetas suelen atribuir a la tradición elohista los textos relativos al don del espíritu, gracias a varios elementos característicos de esta tradición (la tienda fuera del campamento, la nube, Josué… ; cf. Ex 33, 7-11, igualmente elohista).
LOS 70 ANCIANOS
Las directrices que da Dios (16-17) son ejecutadas fielmente por Moisés (24-25). Pero de esta operación se sigue un resultado inesperado, como suele ocurrir cuando el espíritu está en juego: los ancianos se ponen a profetizar.
  • En este contexto, se trata ciertamente de una actividad extática análoga a la de los «hijos de los profetas»: trance, palabras misteriosas o incomprensibles. Podemos pensar en lo que le ocurrió a Saúl cuando se encontró con algunos grupos de estos profetas (1 Sm 10,5-12; 19,23-24). Pero este carisma extraordinario no es duradero, ya que los ancianos no son profetas. Es sólo un signo dado por Dios para ratificar la elección de los 70 hombres por Moisés y para autentificar su autoridad sobre el pueblo. Al mismo tiempo, es una demostración de ese poder del espíritu de Moisés, del que una parte solamente basta para poner en trance a 70 personas. Moisés, en esta ocasión, no profetiza, sino que es tan sólo aquel con el que Dios habla (17 y 25).
Hay otros textos que muestran a estos ancianos al lado de Moisés: Ex 17, 5; 18,12; Nm 16,25 y sobre todo Ex 24, 1-2.9-11, cuando la conclusión de la alianza. Se trata probablemente de los mismos responsables que los jueces o dirigentes nombrados por consejo de Jetró en Ex 18, según otra tradición.
ELDAD Y MEDAD
La historia continúa luego con el relato de esos dos hombres que también se pusieron a profetizar, a pesar de haberse quedado en el campamento. La fuerza del espíritu es tan grande que puede actuar a distancia, más allá del ritual previsto: «Estaban entre los inscritos», señala el narrador; (…) Esto provoca la reacción de Josué y la decisión final de Moisés, con que concluye el conjunto. En vez de recelar de la extensión de este privilegio profético, difícil de controlar, Moisés anhela su difusión sobre todo el pueblo: «iOjalá a todo el pueblo diera el Señor su espíritu!».
  • Aquí el texto tiene una novedad: es el Señor el que da su espíritu en vez de repartir entre los demás el de Moisés. Esto trastorna las ideas tradicionales sobre las instituciones de Israel, según las cuales el Espíritu del Señor se les reserva a los jefes: primero a los jueces, y luego a los reyes. (esta perspectiva del don del espíritu del Señor a todo el pueblo no aparecerá hasta Ezequiel y sobre todo con Joel). Pero el texto desborda la perspectiva de solos los responsables y piensa más bien en el carisma profético para todos, en el sentido con que Isaías anunciará la difusión del «conocimiento del Señor» (ls 11, 9) y Jeremías la alianza nueva (Jr 31,34): «Todos me conocerán, desde el más pequeño hasta el más grande».
MOISÉS PROFETA
  • El capítulo siguiente (Nm 12) vuelve sobre el mismo tema con ocasión de las críticas de María y de Aarón contra Moisés, que queda situado con toda claridad más allá de los profetas habituales, que reciben sueños y visiones: «Respecto a mi siervo Moisés, un hombre de confianza para toda mi casa, yo le hablo de viva voz (de boca a boca) y no en un lenguaje oculto; él ve la forma del Señor» (12,7-8).
  • El único texto que puede compararse con Nm 11 es la transmisión del espíritu de Elías a Eliseo (2 Re 2,115); también sobre Eliseo «se posa el espíritu» de su maestro, heredando de este modo su autoridad sobre los demás profetas.
  • Moisés y Elías son las dos grandes figuras de las tradiciones del norte, los dos hombres de Dios por los que se le ofrece a Israel la salvación. Moisés, según Dt 18, 18, anuncia la venida de un profeta semejante a él, que tendrá en sus labios las palabras mismas de Dios.
LA TRADICIÓN
  • La tradición judía leyó en Nm 11 la institución de los ancianos del pueblo: la futura gran asamblea (sinagoga) de Esdras y más tarde el sanedrín, con sus 70 miembros en torno al sumo sacerdote. (…)
  • En cuanto a la tradición cristiana, desde la Traditio Apostólica de Hipólito (siglo III) se cita este texto para basar la existencia de un colegio de presbíteros o ancianos alrededor del obispo: «Tú añadiste a Moisés unos ancianos y les llenaste de tu Espíritu, que habías concedido a tu siervo». Notemos, por otra parte, que la Vulgata, siguiendo un targum, traduce así el v. 25: «Se pusieron a profetizar y no cesaron». Se afirma entonces la permanencia del don del Espíritu, anticipando así la fiesta de pentecostés.

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