jueves, 9 de mayo de 2013

Job Patriarca, Santo


Patriarca, Mayo 10
 
Job, Santo
Job, Santo

Patriarca

Se llama patriarca a un antiquísimo jefe religioso de Israel. Así por ej. fueron Patriarcas: Noé, Abraham, Jacob, Isaac, etc.
Job ha sido considerado durante muchos siglos como el mejor modelo de paciencia, antes de Jesucristo. El profeta Jeremías afirma que la tierra donde Job nació y vivió (al suroriente del Jordán) era considerada como región de grandes sabios y profundos pensadores.

La S. Biblia narra de la siguiente manera los hechos de Job: "Había en la región de Us (al suroriente de Palestina) un hombre de muy buen comportamiento, que se apartaba del mal y temía mucho ofender a Dios. Tenía siete hijos y tres hijas. Era inmensamente rico. Tenía 7,000 ovejas, 3,000 camellos, 500 pares de bueyes, 500 asnas, y muchísimos obreros. Era el más rico de toda la región".

De vez en cuando ofrecía sacrificios de animales a Dios, para pedirle perdón por los pecados de sus hijos, porque se decía: "¡Quien sabe si alguno de mis hijos haya disgustado al Señor con algún pecado!".

Un día se reunió Dios en el cielo con sus ángeles y les dijo: ¿Han visto a mi amigo Job? No hay nadie en la tierra tan bueno como él. ¡Tiene gran temor de ofenderme y se aparta del mal! ¡Pero Satanás llegó y dijo a Dios: "Es que has tratado demasiado bien a Job. Le concediste enorme cantidad de animales, y de personas. Así cualquiera se porta bien. Pero permítele que se le acaben sus riquezas, y verás como se portará de mal!". - Y Dios le dijo a Satanás "Le concedo permiso para que lo ataque en sus bienes, en sus animales y personas que le sirven. Pero cuidado ¡A él no lo vaya a tocar!".

Y un día en que sus siete hijos y sus tres hijas estaban celebrando un almuerzo en casa del hijo mayor, llegó corriendo un mensajero a decirle a Job: "Sus bueyes estaban arando, y sus asnas estaban pastando en el potrero y llegaron los guerrilleros y mataron a los trabajadores y se robaron todos los animales. Solamente yo logré huir para traerle la noticia".

Todavía estaba el otro hablando cuando llegó un segundo obrero y le dijo: "Cayeron rayos del cielo y mataron a todas sus ovejas y a sus pastores. Solamente yo logré salir huyendo para traerle la noticia".

Aún estaba hablando el anterior cuando llegó otro que le dijo: "Los enemigos del país vecino se dividieron en tres escuadrones y atacaron los camellos, mataron a los arrieros, y se llevaron todos los animales. Unicamente yo logré huir para venir a contarle la noticia".

No había terminado el otro de hablar cuando llegó un cuarto mensajero a decirle: "Sus siete hijos y sus tres hijas estaban almorzando en casa del hijo mayor y se cayó el techo y los mató a todos".

Job se levantó, rasgó sus vestiduras en señal de tristeza; se rapó la cabeza en señal de duelo y exclamó: "Desnudo salí del vientre de mi madre. Sin nada volveré al sepulcro. Dios me lo dio, Dios me lo quitó. Bendito sea Dios".

Y en todo esto no pecó Job, ni dijo ninguna palabra contra Dios que había permitido que le sucedieran tantas desgracias.

Se volvió Dios a reunir con sus ángeles en el cielo y les dijo: "¿Se han fijado en mi amigo Job? No hay ninguno tan santo como él en la tierra. Tiene gran temor de ofenderme y se aparta siempre del mal. ¡Y aunque he permitido que le sucedan tantos sufrimientos, no se aparta de mi amistad!". Pero llegó Satanás y le dijo: "Sí, se conserva así porque goza de buena salud. ¡Pero permíteme quitarle la salud y verás que ahora sí maldice y se porta mal!". - Y Dios le dijo - Puede quitarle la salud. ¡Pero cuidado: respétale la vida!.

Y a Job le llegó una enfermedad en la piel, y se volvió una sola llaga desde la cabeza hasta los pies. Tuvo que ir a sentarse junto a un basurero, y con un pedazo de teja se rascaba, y vivía entre la basura. Y hasta su mujer lo despreciaba y le decía: "¡Maldiga su suerte y muérase!".

Pero Job le respondió: Si aceptamos de Dios los bienes, ¿Por qué no vamos a aceptar los males que El permita que nos sucedan?.

Y en todo esto no pecó Job con sus labios o sus palabras.

Y eran tales sus angustias y los desprecios que le hacían, que cuando amanecía exclamaba: "¿Cuándo anochecerá para que no me desprecien ni se burlen más de mí?". Y cuando anochecía decía: "¿Cuándo amanecerá para que no me atormenten más las pesadillas y espantos?". Y todo esto le sucedía, siendo él tan santo.

Al saber tan tristes noticias, llegaron tres amigos desde diversos sitios, a consolarlo. Y al verlo tan acabado, lanzaron gritos de angustia, rasgaron sus vestiduras en señal de dolor, se echaron polvo en la cabeza como penitencia, y se quedaron siete días, sentados en el suelo, sin decir palabra, llenos de dolor.

Y después los tres amigos empezaron un diálogo en verso, diciendo cada uno a qué se debían probablemente aquellos infortunios tan terribles del pobre Job. Y sacaron como consecuencia final que probablemente él había sido muy pecador y que por eso era que estaba disgustado Dios. Job respondió con fuertes exclamaciones que esa no era la causa de sus desgracias. Que él se había esmerado durante toda su vida por comportarse de una manera que le fuera agradable a Dios. Que había compartido sus bienes con los pobres. Que su deseo de mantenerse puro era tan sincero que había hecho un pacto con sus ojos para no mirar a mujeres jóvenes. Y decía: "estoy cierto que un día, con estos ojos veré a mi Dios".

En un momento de emoción Job llega a decirle a Dios que a él le parece que Nuestro Señor ha exagerado en el modo de hacerle sufrir. Que siendo Dios tan poderoso por qué se venga de un pobrecito tan miserable como él. Y entonces interviene Dios y le contesta fuertemente a Job que la criatura no tiene porqué pedirle cuentas al Creador, y empieza la voz de Dios a hacer una descripción maravillosamente poética de los seres que El ha creado. "¿Cuando yo hice el universo dónde estabas tú? ¿Cuando hice el mar y los animales que lo llenan, por dónde andabas a esa hora?". Y luego Dios va describiendo la imponencia del cocodrilo y del rinoceronte, y las astucias de los animales salvajes, y le pregunta a Job: "Cuando yo hice a todos estos animales, dónde estabas tú, para que ahora me vengas a pedir cuenta de lo que yo hago? ¿Quién es este que se atreve a discutirme?".

Job se da cuenta de que hizo mal en ponerse a pedirle cuentas a Dios y le dice humildemente: "Señor: me he puesto a hablar lo que no debía decir. Retracto mis palabras. Me arrepiento de lo que he dicho al protestar. Te pido perdón humildemente, mi Señor".

Entonces Dios volvió a hablar con voz amable, y dijo a los amigos de Job: "Ofrézcanme un sacrificio para pedirme perdón por lo que dijeron contra mi amigo Job. Y por las oraciones de él, yo los perdono".

Luego Dios le concedió a Job el doble de bienes de los que antes había tenido. Vinieron todos sus familiares cercanos y lejanos y cada uno le trajo un regalo y una barra de plata, y un anillo de oro y celebraron un gran banquete en su honor. Y Dios bnedijo otra vez a Job y le concedió 14,000 ovejas, 6,000 camellos, 1,000 pares de bueyes, y 1,000 asnas. Se casó de nuevo y tuvo siete hijos y tres hijas. Y sus hijas fueron las mujeres más bellas de su tiempo.

Y Dios le concedió a Job una larga vida. Vivió hasta los 140 años. Y conoció a los nietos, a los biznietos y a los tataranietos. Y murió en feliz ancianidad y lleno de alegría y paz.


Job (Biblia).    


Santo Job
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Santo Job de Léon Bonnat (1880), Museo del Louvre, París.
Venerado enIglesia católica
Festividad10 de mayo
El santo Job (hebreo: איּוב : 'ı̂yôb «perseguido») es un personaje bíblico sometido a una opresiva prueba por Satanás con autorización de Dios y cuya dignidad y temple para salvar la adversidad es usado por muchos credos religiosos como un ejemplo de santidad, integridad de espíritu y fortaleza ante las dificultades. Su historia se narra en el Libro de Job en el Antiguo Testamento.
Job era un ganadero muy rico, con 7 hijos y 3 hijas y numerosos amigos y criados. Vivía en "la tierra de Uz", la cual es una ciudad mencionada como parte del reino de Edom.
Satanás reta a Dios argumentando que el amor perfecto de Job es por causa de sus bendiciones y no porque realmente Job ame a Dios. Yahvéh concede a Satanás el probar la integridad de Job.
El personaje antagónico, el Diablo, coloca a prueba la integridad de la fidelidad de Job con permiso de Dios. Dios concede esta prueba con una única restricción, que no toque la vida de Job. Satanás entonces lo acecha y se ensaña causándole múltiples desgracias como enfermedades (sarna), ataque de caldeos y sabeos a sus criados, muerte de su ganado, pobreza, el repudio de su mujer e incluso la muerte de sus hijos.

Terminada la prueba, Job sale triunfante (Job 42) y le es restituida su felicidad anterior aún con más del doble de lo que tenía.
El apelativo santo, en este caso, es debido a su bondad, paciencia, y otras características propias de lo que ha de ser considerado un santo por la tradición católica.
La Iglesia católica lo acogió como modelo de santidad y entró al santoral siendo festejado el día 10 de mayo.

Véase también

Enlaces externos


Job.

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Uno de los libros del Viejo Testamento, y el personaje principal del mismo. En este artículo, se trata primordialmente del libro. De todos modos, cuando ocurra oportunamente, y en la medida que sea posible, se considerará a Job en sí mismo. El tema será discutido bajo los siguientes títulos:

Ubicación del Libro en el Canon

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En la Biblia Hebrea Salmos, Proverbios y Job siempre están juntos, primero los Salmos, mientras que Job se ubica entre los otros dos o, a veces, como último. Los tres libros forman parte de la Hagiografa (1) (Kethubim), teniendo a veces el primer lugar entre la Hagio-grafa, pudiendo ser precedido de nuevo por Ruth, o Paralipómenos, o Paralipómenos con Ruth (cf. las listas en Ginsburg, “Introducción a la Biblia Hebrea”, Londres, 1897, 7). En la Biblia Griega y en la Vulgata Job está ubicado antes de los Salmos y luego de los libros históricos. Los viejos manuscritos Griegos y Latinos, de todos modos, le asignan las más variadas posiciones; ver, por ejemplo, las listas de Melito de Sardis, y la de Orígenes como las muestra Eusebio, “Hist. Eccle.”, IV, iv, 26, y vi, 25 (en P.G., XX, 398, 582). En la Bi-blia Siríaca Job es ubicado directamente después del Pentateuco y antes de Josué (cf. las listas de Hodius, “De Bibliorum textibus”, Oxford, 1705, 644 ss.; Samuel Berger, "Hist. de la Vulgate", Paris, 1893, 331-39).

Autoridad

Exactitud Histórica
Muchos miran el contenido completo del libro como una parábola libremente inventada que no es ni histórica ni intenta ser considerada histórica; ningún hombre como Job ha vivido. Los comentadores Católicos, de todos modos, casi sin excepción, sostienen que Job ha existido realmente y que su personalidad ha sido preservada por la tradición popular. Nada en el texto hace necesario dudar de su existencia histórica. Las escrituras aparecen repetidamente para garantizarlo (cf. Ezequiel, xiv, 14; Santiago, v, I 1; Tobías., ii, 12-15, de acuerdo a la Vulgata — en el texto Griego de Tobías no hay mención de Job). Todos los Padres consideran a Job como una persona histórica; algunos de estos testimonios pueden encontrarse en Knabenbauer, “Zu Job” (Paris, 1886), 12 – 13. El Martirologio de la Iglesia Latina menciona a Job el 10 de Mayo, el de la Iglesia Griega el 6 de Mayo (cf. Acta SS.' II, May, 494). El libro de Job, por lo tanto, tiene de hecho un meollo o núcleo de hechos, al cual se han unido muchas adiciones imaginativas que no son estrictamente históricas. Lo relatado por el poeta en el prólogo en prosa y en el epílogo es principalmente histórico: las personas del héroe y sus amigos; la región donde vivió; su buena fortuna y sus virtudes; la gran desventura que le sobrevino y la paciencia con que la soportó; la restauración de su prosperidad. Se debe aceptar que Job y sus amigos discutieron sobre el origen de sus sufrimientos, y mientras lo hacían, se expresaron puntos de vista similares a los que el poeta pone en boca de sus protagonistas. Los detalles de la ejecución, la forma poética, el arte demostrado en el arreglo de los argumentos en la discusión son, de todas formas, la creación libre del autor. Las imágenes que expresan la salud de Job antes y después del juicio están rodeadas de imaginación. También en la narración del infortunio es imposible no reconocer una concepción poética que no necesita ser considerada como estrictamente histórica. La escena en el Cielo (i, 6; ii, 1) está llena de alegoría que muestra que la Providencia de Dios guía el destino del hombre (cf. Santo Tomás, “En Job”). La manifestación de Dios (xxxviii, 1) recibe generalmente una interpretación literaria de los comentadores. De todos modos, Santo Tomás remarca que también puede ser tomada metafóricamente como una revelación interna recibida por Job.
Autoridad Divina del Libro
La Iglesia enseña que el libro fue inspirado por el Espíritu Santo. Por tanto, todo lo que el autor da como hecho histórico o de otro modo garantiza, posee la infalible verdad Divina. Sin embargo, surge la pregunta: ¿Qué garantiza el libro? (a) Todo en el prólogo o epílogo que es comentario del autor es verdad Divina; de todos modos, lo que quizás es ornamentación poética, no debe ser confundido con verdad histórica o con preceptos dogmáticos objetivos. La misma autoridad poseen las expresiones asignadas por el poeta a Dios. Lo mismo son verdaderos los discursos de Eliú. Algunos piensan que los discursos de Eliú deben ser juzgados de la misma manera que los de Job y sus amigos. (b) Los discursos de Job y sus tres amigos no tienen autoridad Divina en sí mismos, sino solo la importancia humana en cuanto a que Job y sus tres amigos son definidos como Personas. Tienen, de todos modos, autoridad Divina cuando, y en cuanto, son aprobados por el autor expresa o tácitamente. En general, esa aprobación tácita debe entenderse para todos los puntos concernientes al acuerdo entre quienes discuten, salvo que el autor, o Dios., o Eliú, muestren desaprobación. Por ello las palabras de Job tiene un alto grado de autoridad Divina, porque los puntos de vista mantenidos contra los tres amigos están claramente caracterizados por el autor como los únicos relativamente correctos. Aun mucho de lo dicho por los tres amigos es de igual importancia, porque es al menos tácitamente aprobado. San Pablo arguye (I Cor., iii, 19) a partir del discurso de Elifaz (Job, v, 13) como de un escrito inspirado. (c) En lugares particulares, especialmente cuando se hacen descripciones de la naturaleza u cuando se refiere a otros temas seculares, se deben observar las precauciones prescriptas por las reglas de la hermenéutica.

Los personajes del poema

Aparte del prologo y el epílogo, el Libro de Job consiste en una sucesión de discursos asignados a distintas personas. Hay seis expositores: Yahveh, Eliú, Job, y los tres amigos de Job, Elifaz, Baldad, y Sofar.
(1) Job
El personaje principal es Job
(a) Nombre
Es llamado “el perseguido”, esto es, aquel tentado por (personificado) el sufrimiento, aquel duramente castigado, que sufre pacientemente. No es posible hoy en día determinar si el nombre original era diferente y posteriormente fue cambiado a la forma expresiva del folklore en vista del destino de Job. Muchos comentaristas no aceptan esta explicación del nombre.
(b) Tiempo en el que Job vivió
De acuerdo a la asunción usual y bien fundada, Job vivió mucho antes que Moisés. Esto se demuestra por la gran edad que alcanzó. No era joven cuando sobrevino su gran infortunio (xii, 12; xxx, 1); luego de su restauración, vivió 140 años más (xlii, 16). Su patrimonio como el de los Patriarcas, consiste especialmente en rebaños y ganados (i, 3; xlii, 12). La kesita o pieza de dinero mencionado en xlii, 11, pertenece al tiempo de los patriarcas; las únicas otra partes donde se nombra esta expresión son Gén, xxxiii, 19, y Jos., xxiv, 32. Los instrumentos musicales a los que se hace referencia (xxi, 12; xxx, 31) solo son aquellos mencionados en el Génesis (Gen iv, 21; xxxi, 27): órgano, arpa y pandereta. Job ofrece él mismo sacrificios como padre de familia (i, 5), como era la costumbre de los Patriarcas. Una ofrenda real por los pecados en el sentido Mosaico no era conocida; el holocausto ocupaba su lugar (i, 5; xlii, 8).
(c) Religión de Job
Job evidentemente no pertenecía al pueblo escogido. Más aún, vivía fuera de Palestina. Tanto él como el resto de los personajes demuestran no conocer las instituciones específicamente israelitas. Aún el nombre de Dios peculiar al pueblo elegido, Yahveh, es evitado cuidadosamente por los relatores en la parte poética del libro, y sólo se encuentra, como accidentalmente, en xii, 9, y de acuerdo con algunos documentos en xxviii, 28. El sacrificio en xlii, 8, recuerda al sacrificio de Balaam (Num., xxiii, 1), por lo tanto, una costumbre fuera de Israel. Para la solución del problema del sufrimiento, nunca se mencionan las revelaciones hechas a los Patriarcas o aun a Moisés. De todas maneras Job y sus amigos veneran al único Dios verdadero. Ellos conocían también el Diluvio (xxii, 16), y al primer hombre (xv, 7, y Hebreos, xxxi 33).
(d) País en que vivía Job
Job pertenece a los “pueblos del Este” (i, 3). Bajo este nombre se incluyen los Árabes (Gen., xxv, 6) y Arameos (Núm, xxxiii, 7) tribus que viven al Este de la cuenca del Jordán y en la región del Éufrates (Gen., xxix, 1). Job parece haber sido Arameo, ya que vivía en la región de Us (i, I; Ausitis). Us, el nombre de un hombre del Génesis, siempre se usa en estrecha conexión con Aram y los Arameos (Gen., x, 23; xxii, 21; xxxvi, 28). Su casa ciertamente estaba cerca de Edom, donde vivía Elifaz, y debe ubicarse en Palestina del Este, no muy lejos al norte, aunque en la región habitada por los Arameos. Está ubicada en el borde del desierto Sirio – Árabe, ya que estaba expuesto a los ataques de los merodeadores, bandas que asolaban a lo largo de este desierto: los Caldeos (i, 17) del bajo Éufrates y los Sabeos (i, 15), o Árabes. Muchos, siguiendo una vieja tradición, ubican la casa de Job en el Auran, en el distrito de Naiwa (o Neve), que está ubicada alrededor de los 36° Este de Greenwich y casi en la misma latitud del extremo Norte del Lago de Genesaret. Es posible esta localización, pero no hay pruebas positivas. Algunos ubican la casa de Job en Idumea, otros en la tierra de Ausitai, quien, de acuerdo con Ptolomeo (Geogr., V, xix, par. 18, 2), vivió en el Norte de Arabia cerca de Babilonia. La tierra de Us es también mencionada en Jer., xxv, 20, y Lam., iv, 21. En la primera referencia se usa en sentido general para todo el Este, y en la última se dice que los Edomitas viven allí.
(e) La situación de Job
Job era uno de los hombres más importantes de esa región (i, 3; xxix, 25) y tenía muchos bienes (xxxi, 39). Esto también es cierto para los amigos que lo visitan; en el Libro de Tobías ellos son llamados “reyes” (Tob., ii, 15, en la Vulgata). En el libro de Job también Job parece ser descrito como un rey con muchos vasallos a su cargo (xxix). Que el tiene hermanos y relaciones se ve en xix y en el epílogo.
(f) Job y Jobab
Un apéndice al Libro de Job en los Setenta identifica a Job con el Rey Jobab de Edom (Gen. xxxvi, 33). Nada en el libro demuestra que Job gobernara Edom; en Hebreo estos dos nombres no tienen nada en común.
(2) Elifaz, Bildad y Sofar
El más importante de los tres amigos de Job es Elifaz de Temán. Su nombre muestra que es un Edomita (Gen., xxxvi, 11, 15). Los Tamanitas de Edom eran famosos por su sabiduría (Jer., xlix, 7; Abd., S; Bar., iii, 22 ss.). Elifaz era uno de estos sabios (xv, 9). Estaba muy entrado en años (xv, 10), y mucho mayor que el anciano Job (xxx, 1). El segundo de los amigos de Job era Baibad el Suhita, quien parecía pertenecer a Arabia del Norte, ya que Sue era un hijo de Abraham por Keturá (Gen., xxv, 2, 6). Debía ser de la misma edad que Job. El tercer amigo, Sofar, estaba probablemente también en Arabia. Los textos Hebreos lo llaman Naamatita. Naama era un pequeño pueblo en el territorio que pertenecía a Judá (Jos., xv, 41), pero Sofar difícilmente viviera allí. Probablemente la lectura preferida sea la de los Setenta que define a Sofar como un Mineano; los mineanos eran una tribu árabe. Sofar era mucho más joven que Job (c.f. la réplica de Job a Sofar, xii, 11 – 12; xiii, 1 – 2).
(3) Elihú
Como Job, Eliú el Buzita era un arameo; al menos eso es indicativo de su país de origen, Buz, ya que Buz estaba estrechamente conectada (Gen., xxii, 21) con Us. Eliú era mucho más joven que Sofar (xxxii, 6)
(4) Oyentes
Además de los relatores hay un gran número de oyentes presentes durante la discusión (xxxiv, 2, 34); algunos mantienen una posición neutral, como al principio Eliú.

Contenido

El Libro de Job consiste en (1) un prólogo en prosa (i – ii), (2) la parte principal, poética (iii – xlii, 6), y (3) un epílogo también en prosa (xlii, 7 – 17).
(1) El prólogo narra como, con el permiso de Dios, un santo hombre Job es probado por Satanás con severas aflicciones, para probar su virtud. Sucesivamente Job soporta seis grandes tentaciones con paciencia heroica, y sin el menor murmullo contra Dios, y sin debilitar su lealtad a Él. Luego, tres amigos de Job, Elifaz, Baldad y Sofat, vienen a consolarlo. Su visita se transforma en la séptima y la mayor de las pruebas.
(2) La división principal del libro, poética, presenta en una sucesión de discursos el curso de las tentaciones. Los tres amigos están absolutamente convencidos que el problema es siempre el resultado de las malas acciones. Ellos consideran a Job, por lo tanto, como un gran pecador y estigmatizan sus aseveraciones de inocencia como hipocresía. Job se siente herido por la sospecha de sus amigos. El protesta que no es seguidor del diablo, que Dios no lo castiga por su deserción. En el curso de su discurso falla en reverenciar a Dios, Quien para él aparece no como injusto, sino más bien como un severo, duro y en cierto modo desconsiderado gobernante y no como un Padre gentil. Teniendo en cuenta que el lenguaje es poético, es cierto que sus expresiones no pueden llevarse muy lejos, pero la filosa reprobación de Eliú (xxxix, 1 – 9, 36 – 37; xxxv, 16) y de Yahveh (xxxviii, 2; xl, 3 – 9) no dejan dudas de su pecado. En respuesta a sus amigos Job enfatiza que Dios está acostumbrado a premiar la virtud y castigar la debilidad (xxvii, 7 – 23; xxxi). Aún amenaza a sus amigos con el juicio de Dios a causa de sus poco amistosas sospechas (vi, 14; xiii, 7-12; xvii, 4; xix, 29). El prueba correctamente, aunque violentamente, que en este mundo la regla tiene muchas excepciones. Casi universalmente, él dice, el malvado triunfa y el inocente sufre (ix, 22 – 24, xxi, xxiv). Aún por todo esto Job, como sus amigos, ven a todos los sufrimientos como castigo por los pecados personales, aunque él no los considera, a diferencia de sus amigos, como castigo de pecados mortales. Job ve al sufrimiento de los rectos como casi una injusta severidad de Dios, que Él inflige por el más leve error, y del cual los hombres más virtuosos no pueden escapar (vii, 21; ix 30-21; X, 6, 13-14). Las expresiones de depresión e irreverencia expresadas por Job son, además, sólo pecados veniales, que los seres humanos, nunca pueden evitar completamente. El mismo Job dice que sus palabras no deben tomarse literalmente, ya que son casi la involuntaria expresión de su dolor (vi, 2 – 10, 26 – 27). Muchas de sus expresiones tienen el carácter de tentaciones de pensamiento que fuerzan en salir casi en contra de su voluntad, más que voluntarias irreverencias hacia Dios, aunque el error de Job sea mayor que el que él quiera reconocer. Por lo tanto, Job supera todas las pruebas triunfalmente, aun aquellas causadas por sus amigos. No importa cuán terrible la persecución de Dios pueda ser, Job se sostiene más firmemente de Él (vi, 8 – 10) y se manifiesta más próximo a Él (xvii, 9). En medio de sus sufrimientos él clama al poder (xxvi, 5 – 14) y la sabiduría de Dios (xxviii). Satanás, quien se vanagloriaba que podía llevar a Job al pecado contra Dios (I, 11; ii, 5), es desacreditado. El epílogo testifica expresamente la fe de Job (xlii, 7 – 9). Luego de mucho discurrir (iii – xxii) Job finalmente triunfa en silenciar a sus tres amigos, aunque él no es capaz de convencerlos de su inocencia. En una serie de monólogos (xxiii – xxxi), interrumpido sólo por un corto discurso de Baldad (xxv) él renueva sus lamentaciones (xxiii – xxiv), exalta la grandeza de Dios (xxvi – xxviii), y cierra con un esforzado llamado al Altísimo a que, examine su caso y reconozca su inocencia (xxix – xxxi). En este punto, Eliú, un joven que formaba parte de los acompañantes que escuchan, es imbuido de Dios con el espíritu de profecía (xxxii, 18 – 22; xxxvi, 2 – 4). En un largo discurso él soluciona el problema del sufrimiento, que Job y sus amigos han fallado en explicar. El dice que el sufrimiento, ya sea leve o severo, no es siempre resultado del pecado; es un medio por el cual Dios prueba y promueve la virtud (xxxvi, 1 – 21), y es por lo tanto una prueba del amor de Dios hacia sus amigos. Los sufrimientos de Job son también este tipo de pruebas (xxxvi, 16 – 21). Al mismo tiempo Eliú enfatiza el hecho que lo que Dios dispensa permanece inexplicable y misterioso (xxxvi, 22; xxxvii, 24). Yahveh habla el final (xxxviii – xlii, 6). Confirma lo dicho por Eliú, llevando los pensamientos últimos de Eliú de la inexplicabilidad de los Decretos y trabajos Divinos mediante una referencia a la maravilla de la naturaleza animada e inanimada. Job es severamente reprendido por su irreverencia; él confiesa rápidamente su culpabilidad y promete enmendarse en el futuro.
(3) En el epílogo Yahveh toma en cuenta enfáticamente la inocencia de su sirviente, esto es libera a Job de haber cometido faltas graves. Los tres amigos son conminados a obtener la intercesión de Job, de otro modo ellos serán severamente castigados por sus críticas no caritativas contra el pío sufriente. Yahveh perdona a los tres ante los ruegos de Yahveh, a quien le restituye el doble de sus anteriores propiedades. En sus conferencias sobre “Babel und Bibel” Delitzsch dice que el Libro de Job expresa dudas, en un lenguaje cercano a la blasfemia, incluso de la existencia de una justicia de Dios. Estos ataques provienen de una visión extrema de expresiones de desaliento. Más aún, la aseveración frecuentemente oída al final, que el libro contiene muchas ideas mitológicas prueba ser mera imaginación.

Disposición de la parte principal, poética del Libro

(1) La parte poética del libro puede ser dividida en dos secciones: caps. iii – xxii y xxiii – xlii, 6. La primera sección consiste en coloquios: los tres amigos, por turno, expresan sus puntos de vista, mientras que a cada discurso Job le hace una réplica. En la segunda sección, los tres amigos están en silencio, por la intervención de Baldad (xxv) que es un pequeño discurso formal así como los breves comentarios de Job (xxxix, 34 – 35 y xlii, 2 – 6). Job, Eliú y Yahveh hablan sucesivamente, y cada uno pronuncia una serie de monólogos. La longitud de ambas secciones es exactamente o casi exactamente la misma, aproximadamente 510 líneas cada una. (cf. Hontheim “Das Buch Job”, Freiburg im Br., 1904, 44). La segunda división comienza con las palabras: “Cierto que hoy es amarga mi queja” (xxiii, 2; A. V.: “pero más grande que ella es mi carga"). Con estas palabras no solo se demuestra que comienza otra sección, sino también que los monólogos no son pronunciados el mismo día como los coloquios. El primer monólogo es evidentemente la apertura de una nueva sección, y no una réplica al discurso previo de Elifaz (xxii).
(2) Los coloquios están divididos en dos series: caps. iii – xiv y xv – xxii. En cada serie Elifaz, Baldad y Sofar hablan por turno en el orden establecido (iv – v, viii, ix y xv, xviii, xx), mientras Job contesta a cada uno de los discursos (vi-vii, ix-x, xii-xiv, xvi-xvii, xix, xxi). Más aun, la primera serie, se abre con el lamento de Job (iii), y la segunda se cierra con el discurso de Elifaz en el cual reprende débilmente a Job (xxii – se sostiene habitualmente que con este capítulo comienza una nueva serie), quien prudentemente deja este punto sin contestar. Cada serie contiene siete discursos. Al comienzo los amigos tratan de convencer a Job de su culpabilidad y de la necesidad y buen resultado de la enmienda. Elifaz apela a la Revelación (iv, 12 – 21), Baldad a la autoridad de los Padres (8 – 10), Sofar al entendimiento o filosofía (xi, 5 – 12). Elifaz pone el peso en la bondad de Dios (v, 9 – 27), Baldad en Su justicia (viii, 2 – 7), Sofar en Su poder de ver todo y en Su sabiduría, para la cual hasta los más secretos pecados de Job son expuestos, aun aquellos que Job mismo casi ha olvidado (xi, 5 – 12). En la segunda serie de discursos los amigos tratan de aterrar a Job: uno después de otro, y casi en la misma forma de acentuarlo, ellos señalan el castigo terri-ble que conllevan los pecados ocultos. Durante la primera serie de discursos la desespera-ción de Job aumenta continuamente, y aun los pensamientos en un futuro no le traen consuelo (xiv, 7 – 22); en la segunda serie el cambio hacia una mejoría ha comenzado, y una vez más Job se siente feliz y esperanzado en el pensamiento de Dios y en la vida futura (xvi, 18 – 22; xix, 23 – 28).
(3) Los monólogos también pueden ser divididos en dos series. El primero incluye los monólogos de Job, en número de siete. Primero Job repite sus lamentos a Dios (xxiii – xxiv), de todos modos, remarca en tres discursos su inalterable devoción a Dios alabando en un brillante discurso el poder (xxvi), la justicia (xxvii), y la sabiduría (xxviii) del Todopoderoso. Finalmente en tres discursos ulteriores plantea su caso frente a Dios, implorando la investigación y reconocimiento de su inocencia: Cuan feliz fui una vez (xxix), cuan infeliz soy ahora (xxx), y no voy a maldecir por este cambio (xxxi). La segunda serie contiene los discursos de Eliú y Yahveh, también en número de siete. En tres discursos Eliú explica los sufrimientos que recaen sobre los hombres. El problema es con frecuencia una instrucción divina, una advertencia de la divinidad para reformarse (xxxii – xxxiii, 30), revelando así la bondad de Dios; frecuentemente es un simple castigo de los malos que quizás no son mejorados por él (xxxiii, 31 – xxxv), revelando así la justicia de Dios.
(4) Finalmente, los problemas pueden sobrepasar al justo como un juicio que purifica y aumenta su virtud (xxxvi – xxxvii), revelando así la incomprensible sabiduría de Dios. Las siguientes cuatro expresiones de Yahveh ilustran lo inescrutable, ya referido por Eliú, sobre la Sabiduría Divina habitando sobre los deseos de la naturaleza inanimada (xxxviii, 1 – 38), del mundo animado (xxxviii, 39 – xxxix), y especialmente en referencia a los grandes monstruos del mundo animal, el hipopótamo y el cocodrilo (xl, 10 – xli). Luego cierra con una reprimenda a Job por expresarse en forma demasiado desesperanzada e irreverente respecto a sus sufrimientos, a lo cual Job confiesa su culpabilidad y promete enmendarse (xxxix, 31 – xl, 9 y xlii, 1 – 6); parecería que xxxix, 31 – xl, 9, debería insertarse luego de xli.

Diseño del Libro

La intención del libro de Job es enseñar. Remarca especialmente que la sabiduría de Dios y su Providencia guían todos los eventos del mundo (cf. xxviii, xxxviii – xii). El tema principal de investigación es el problema del diablo y su relación con Providencia de Dios; se considera especialmente el sufrimiento de los justos referido a alcanzar los fines en el gobierno del mundo. El libro de Job está más bien escrito para edificarnos, pues Job es para nosotros, un ejemplo de paciencia. Es, finalmente, un libro de consuelo para aquellos que sufren. Aprenden de él que el sufrimiento no es unos signos de aborrecimiento, sino frecuentemente una prueba del amor Divino. Para una explicación mística del libro, especialmente de Job como un modelo de Cristo, cf. Knabenbauer, “In Job”, 28 – 32.

Enseñanza sobre la vida futura

En su sufrimiento, Job abandona toda esperanza de restaurar la salud y la buena fortuna en este mundo (xvii, 11 – 16; xxi). Si el continuara sosteniendo la esperanza en la recompensa aquí, Satanás no sería derrotado. En el completo fracaso de todas sus esperanzas en la Tierra, Job dirige su mirada hacia el futuro. En el argumento de la primera serie de discursos, Job en su depresión mira al mundo futuro sólo como el fin de la existencia presente. Más aun, el alma continua viva, pero todas las ataduras con el mundo presente tan querido para nosotros son rotas para siempre. La muerte no solo es el fin de todos los sufrimientos terrenales (ii, 13 – 19), sino también de la vida terrenal (vii, 6 – 10), y de todas las alegrías terrenales (x, 21 – 22), sin ninguna esperanza de retorno a este mundo (xiv, 7 – 22). No es hasta la segunda serie que los pensamientos de Job en la vida futura crecen con mayor esperanza. De todos modos, él espera tan poco como en la primera serie de discursos sobre una recuperación de la vida terrena, aunque espera una mejor vida en el mundo futuro. Tan precozmente como en el capítulo xvi (19 – 22) se fortalecen sus esperanzas en el reconocimiento de sus virtudes en el mundo futuro. Es sin embargo en el cap. xix (23 – 28) donde la esperanza inspirada de Job alcanza sus más grandes alturas y donde expresa su famosa declaración sobre la resurrección del cuerpo. Independientemente de este jubiloso vistazo del futuro, el difícil problema de la vida presente permanece: “Aun para esta vida ¿cómo puede ser tan dura la sabiduría y bondad de Dios hacia Sus sirvientes?”. La solución completa de esto, al menos como era posible y estaba incluida en el plan de este libro, no aparece hasta los discursos de Eliú y de Yahveh. Los críticos han hecho grandes esfuerzos para alterar la interpretación del capítulo xix, y para sacar de él la resurrección del cuerpo; el significado natural de las palabras, el argumento del libro, y la opinión de todos los comentadores previos le quitan aval a estos intentos (cf. comentarios, como los de Knabenbauer, Hontheim, etc.; también el artículo "Eine neue Uebersetzung von Job xix, 25-27" in the "Zeitschrift für kath. Theologie", 1907, 376 ss.) . Ver los comentarios sobre las doctrinas de la sabiduría Divina (xxviii), etc.

Integridad del Libro

Muchos observan al prólogo y al epílogo (i – ii; xlii, 7 sus.) como no pertenecientes al trabajo original. De todos modos, el prólogo es absolutamente esencial. Sin él, los coloquios serían ininteligibles, ni podría el lector conocer el final, ni creer en la aseveración de Job sobre su inocencia o no. Al escuchar las recriminaciones de Eliú y Yahveh, podría estar expuesto al peligro de alinearse en contra de Job. Sin el epílogo el cierre del trabajo no sería satisfactorio, y una evidente humillación de los justos. Para un detallado estudio de esto y de preguntas similares ver Hontheim, op. cit.
(2) Muchos ven también al cap xxvii, 7 – 23, como un agregado ulterior; en este pasaje Job sostiene que los malos sufren en este mundo, mientras en todo el resto del texto él declara o contrario. La respuesta es: Job enseña que Dios está inclinado aun en este mundo a premiar a los buenos de alguna manera y de castigar a los malos. En otros pasajes él no niega esta regla, sino solo dice que pueden existir excepciones. En consecuencia, no hay contradicciones. (Ver arriba, IV (2).) Además, puede concederse que Job no siempre es lógico. Al comienzo, cuando su depresión es extrema, pone mucho énfasis en la prosperidad de los ateos; gradualmente él se recupera y corrige sus tempranos exabruptos extremistas. No todo lo que Job dice es la doctrina del libro. Ver arriba, II (2).
(3) Muchos consideran al cap xxviii como dudoso, ya que no tiene conexión con lo que está antes o con lo siguiente y no está relacionado en modo alguno con el sujeto o el asunto del libro. La respuesta a esto es que el poeta debe demostrar como el sufrimiento de Job no lo separa de Dios, sino que, contra los intentos de Satanás, lo guía a una dependencia más cercana a Dios. En consecuencia, representa a Job, luego de sus lamentos (xxiii – xxv), como glorificando nuevamente a Dios, como en xxvi – xxvii, en el que Job alaba el poder y la rectitud de Dios. La alabanza a Dios llega a un clímax en xxviii, donde Job exulta el poder y la rectitud de Dios. Luego que Job se ha rendido a sí mismo a Dios, puede con entera confianza, en xxix – xxxi, presentar su penosa condición ante Dios para su examen. En consecuencia xxviii está en un lugar apropiado, se conecta perfectamente con lo que lo precede y continúa y armoniza con el sujeto y el tema del libro.
(4) Muchos observan la descripción del hipopótamo y del cocodrilo (xl, 10 – xli) como agregados posteriores, porque ellos pierden contacto con xxxix, 31 – xl, 9, perteneciendo más a la descripción de los animales en xxxix. En respuesta se puede decir que a esta objeción no le faltan fuerzas. Quien esté de acuerdo con el presente escritor en esta opinión solo necesita sostener que xxxix, 31 – xl, 9, sigue originalmente a xli. La dificultad queda entonces resuelta, y no hay más razones para considerar la espléndida descripción de los dos animales como una inserción ulterior.
(5) Hay mucho desacuerdo respecto a los discursos de Eliú (xxxii – xxxvii). Con la excepción de Budde, casi todos los comentaristas Protestantes los ven como una inserción ulterior, mientras que la mayoría de los investigadores católicos los defienden justamente como correspondientes al trabajo original. Los detalles de esta discusión no pueden ser incluidos aquí, y el lector es referido a los comentarios de Budde y Hontheim. Éste último resume sus largas investigaciones en estas palabras: “La sección que contiene los discursos de Eliú ha sido cuidadosamente preparada por el poeta y está estrechamente, y con artística corrección conectada con las secciones previas y ulteriores. Está unida al resto del libro por incontables alusiones y relaciones. Está dominada por las mismas ideas que el resto del poema. Usa el mismo lenguaje y el mismo método de presentación tanto en lo general como en los detalles. Todas las peculiaridades exhibidas por el autor de los discursos argumentados son reproducidas en los correspondientes a Eliú. El contenido de esta parte es la salvación del honor de Job y es esencial como solución del tema de la discusión. En consecuencia no existe razón alguna para asumir que esta es una interpolación; todo está claramente en contra de esto” (Hontheim, op. cit., 20-39. Cf. also Budde, "Beiträge zur Kritik des Buches Hiob", 1876; Knabenbauer, "In Job"). Cualquiera que desee considerar los discursos de Eliú como una adición ulterior debe sostener, de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia, que ellas son inspiradas.
(6) No existe en general ninguna razón para considerar cualquier parte importante del libro ya sea amplia o pequeña como no perteneciente al texto original. Igualmente sin sustento es la suposición que importantes porciones de la composición original estén perdidas.

Condición del Texto

El medio más importante para juzgar el Texto Masorético (2) son las viejas traducciones hechas directamente del Hebreo: el Targum, Peschita, la Vulgata, la Setenta, y las otras traducciones Griegas usadas por Orígenes para suplementar a la Setenta. Con la excepción de la Setenta, el original de todas estas traducciones fue esencialmente idéntico al Texto Masorético; solo pueden demostrarse diferencias poco importantes. Como contraparte, la Setenta en la forma que tiene previa a Orígenes, era de alrededor de cuatrocientas líneas, esto es un quinto más corto que la del Texto Masorético. Orígenes completó lo que faltaba en la Setenta de la traducción Griega y marcó estos suplementos mediante asteriscos. Los copistas habitualmente omiten estas críticas señas, y solo un resto de ellos, mezclado con muchos errores, ha sido preservado en unos pocos manuscritos. En consecuencia el cono-cimiento de las viejas formas de los Setenta es muy imperfecto. Hoy en día, el mejor medio de restaurarlo es la traducción Copto – Sahídica que siguió a la Setenta y que no contiene los suplementos de Orígenes. Esta traducción fue publicada por Ciasca, "Sacrorum Biblio-rum fragments Copto-Sahidica" (2 vols., Rome, 1889), y por Amelineau in "Transactions of the Society of Biblical Archeology", IX (1893), 409-75. Hatch y Bickell sostienen que el texto más corto de la Setenta es en general el más temprano, y en consecuencia que el pre-sente Texto Masorético es una expansión del original más corto. Casi todos los otros inves-tigadores afirman lo opuesto, que la Setenta fue producida acortando el original que tenía mínimas variaciones con el Texto Masorético. Esto fue también el punto de vista de Bickell en años más tempranos, y es el estado real del caso. Para evitar repeticiones y discursivas afirmaciones, los traductores de la Setenta omitieron mucho, especialmente donde la lectura parece dudosa, la traducción difícil, el contenido antropomórfico no meritorio para Job, o de algún modo cuestionable. Al hacer esto la traducción frecuentemente dejaba de lado los principios fundamentales de la poesía hebrea, el paralelismo de las líneas. En resumen el valor crítico de la Setenta no es grande; en casi todas las circunstancias el Texto Masorético debe ser preferido. En conjunto el Texto Masorético ha preservado la forma original del texto consonántico bastante bien, y sólo necesita un moderado número de enmiendas críticas. La puntuación (signos vocales y acentos), es cierto, requiere frecuentes correcciones, ya que los que hicieron las puntuaciones no siempre entendían acabadamente los textos frecuentemente difíciles; a veces, también las palabras no están divididas en forma apropiada.

Habilidad técnica del autor y patrón rítmico

Los Capítulos iii – xlii, 6, son de forma poética. Esta parte del libro consiste en alrededor de 1020 líneas. Los versos, que no siempre corresponden con los versos Masoréticos de nues-tras ediciones, generalmente están divididos en dos oraciones o líneas que son paralelas en su contenido. Existe también un número de versos, alrededor de sesenta, de tres oraciones cada uno, los denominados tripletes. Es una violencia injustificada hacia el texto cuando un crítico remueve una de estas oraciones y transforma estos tripletes en versos pareados. Los versos forman los veintiocho discursos del libro que, como ya dijimos, hacen cuatro series de siete discursos cada uno. Los discursos están divididos, no directamente en líneas, sino en estrofas. Es más probable que los discursos formados frecuentemente por estrofas, quizás sigan siempre la ley de “estructuras corales” descubierta por el Padre Zenner. Esto es, los discursos frecuentemente o quizás siempre consisten en pares de estrofas, divididas por estrofas intermedias no en pares. Las dos estrofas formando un par son paralelas en contenido y cada una tiene el mismo número de líneas. Para una discusión más profunda de este tema ver Hontheim, op. cit. Los investigadores no están de acuerdo como para construir la línea. Algunos cuentan las sílabas, otros solo los acentos, otros las palabras acentuadas. Parece que esta última postura es una de las preferidas. Existen alrededor de 2100 líneas en el libro de Job, que contienen en general tres, a veces dos o cuatro, palabras acentuadas. Además de los comentarios, cf. Gietmann, "Parzival, Faust, Job" (Freiburg im Br., 1887); Baumgartner, "Gesch. d. Weltliteratur", I (Freiburg im Br., 1901), 24 ss. Una peculiaridad del autor de Job es su gusto por jugar con las palabras; por ejemplo, el cap. xxi contiene un doble sentido continuo.

Fecha de composición

Ni el autor del libro es conocido, ni el período en que fue escrito puede ser exactamente determinado. Muchos consideran que el libro es directamente un trabajo de Job o de Moisés. No es seguro, ni se sostiene universalmente que el libro no sea anterior al reino de Salomón. Por otra parte es anterior a Ezequiel (Ezeq., xiv, 1 – 20). Del mismo proviene la natural suposición que éste último obtuvo sus conocimientos de Job a partir del Libro de Job, y no de otras, vagas, fuentes. Se sostiene que se han encontrado alusiones a Job en Isaías, Amós, Lamentaciones, algunos de los Salmos y especialmente Jeremías. Muchos investigadores católicos incluso del tiempo presente asignan al libro al reino de Salomón; la magistral forma poética señala a este brillante período de la poesía Hebrea. Sin embargo, las pruebas no son convincentes. Otros, especialmente los investigadores Protestantes, asignan este trabajo a un período ulterior a Salomón. Sostienen esta posición sobre amplias consideraciones históricas religiosas que no parecen tener demasiada fuerza.

Bibliografía: Bibliografías más completas se encuentran en CORNELY, Introductio in U. T. libros sacros, II (2nd ed., 1897), ii, 71ss., y en los comentarios de DILLMANN and BUDDE, cf. también las varias introducciones a las Escrituras , como GIGOT (1906); TROCHON (1886); KAULEN (4th ed., 1899); CORNELY (2nd ed., Paris, 1897); más aun, los artículos de Job en las enciclopedias Bíblicas y Teológicas. Del amplio número de conen-tarios sobre Job pueden mencionarse los siguientes. Católicos: WELTE (1849); KNABENBAUER (Paris, 1886), HONTHEIM (1904). No-Católicos: DELITZSCH (2nd ed., 1876); DILLMANN (4th ed., 1891); DAVIDSON in Cambridge Bible (1895); BUDDE (1896); DUHM (1897); WIGHT AND HIRSCH, A Com-mentary on the Book of Job from a Hebrew Manuscript in the University Library, Cambridge (1905). Entre los trabajos especiales deben mencionarse a: BICKELL, De indole ac ratione versionis Alexandrinae in inter-pretando libro Jobi (1862); IDEM, Carmina Vet. Test. metrice (18S2); GIETMANN, De re Metrica Hebraeo-rum (1880); VETTER, Die Metrik des Buches Job (1897); BEER, Text des Buches Hiob untersucht (1897); ROGER, Eschatologie des Buches Job (1901); POSSELT, Der Verfasser der Eliúreden (1909).
Fuente Hontheim, Joseph. "Job." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/08413a.htm>.
Traducido por Angel Nadales
Notas del traductor
(1) Hagiógrafa libros de la Biblia escritos por inspiración divina. (2) Texto Masorético proveniente del término masora, palabra hebrea que significa tradición, y designa el conjunto de observaciones textuales y comentarios críticos hechos sobre el A.T. por rabinos judíos. Estos sabios, o masoretas, elaboraron un sistema para marcar las vocales a base de puntos colocados alrededor de las consonantes, establecieron el silabeo de las palabras, y con su trabajo facilitaron la lectura y reproducción del texto hebreo que, por consiguiente se ha llamado texto masorético.
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San Job, santo del AT
fecha: 10 de mayo
canonización: bíblico
hagiografía: P. Luis Alonso Schökel
Conmemoración del santo Job, varón de admirable paciencia, que vivió en el país de Hus.

La Escritura nos presenta, en la introducción de un libro maravilloso, llamado precisamente «Libro de Job», la figura de Job sufriendo, protagonista del dolor. Son dos capítulos breves en los que, con rapidez estilizada, va bajando los escalones de la privación y el sufrimiento hasta la hondura del dolor. Primero pierde la hacienda: bueyes y asnos, corderos y camellos, siervos. Después pierde los hijos. Después la salud. Y así queda, llagado de pies a cabeza, tendido sobre la ceniza, rascándose las úlceras con una tejuela, mientras su mujer le escarnece: «¿Aún te aferras a tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete!» (2,9) La resignación de Job está concentrada en un par de frases sobrias y robustas. Cuando pierde hacienda e hijos exclama: «Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo tornaré allá; Yahvé lo dio, Yahvé lo tomó, bendito el nombre de Yahvé» (1,21). A su mujer que le escarnece responde: «Bienes recibimos de parte de Yahvé; los males ¿no los recibiremos?» (2,10). En ambas ocasiones comenta el autor sacro: «En todo esto no pecó Job».

Aquí tenemos a Job sufriente y sufrido, parco en palabras, íntegro en someterse a Dios. Por encima de esa figura humana suena la voz de Dios en su consejo: «¿Has reparado en mi siervo Job, que no hay como él en la tierra; hombre íntegro y recto, temeroso de Dios, alejado del mal?» (1,8; 2,3). Muchos cristianos han mirado con estupor esa figura ejemplar, han escuchado el comentario divino como una canonización inapelable; después han cerrado el libro. Exactamente después de un capítulo y diez versículos. Y así no se han enterado de que Job, sujeto paciente del comienzo, se convierte muy pronto en el protagonista de un colosal debate, en el que se plantea y discute el eterno problema del dolor humano y la justicia divina:
«Tres amigos de Job, los sabios Elifaz, Bildad y Sofar, vinieron a consolarle. Desde lejos alzaron los ojos y no le reconocieron. Rasgaron sus vestiduras, esparcieron ceniza sobre sus cabezas, se sentaron junto a él siete días y siete noches, sin hablar palabra, porque era extremado su dolor.» (2,11-13)
Rompió el silencio Job, para gritar patéticamente su dolor: «Perezca el día en que nací, la noche en que se dijo: ha sido concebido un varón. No brille sobre él un rayo de luz, sea noche de soledad, no haya en ella regocijos. Espere la luz y no venga, no vea el parpadeo de la aurora. ¿Por qué no expiré en el seno, salido del vientre no perecí? Ahora reposaría, descansaría en paz; como aborto secreto no existiría, como las criaturas que no vieron la luz. Son mi comida los suspiros, se derraman como agua mis rugidos.» (cap 3, extractos)

Este clamor lírico de Job pone en marcha el diálogo: por turno riguroso arguyen los amigos y responde Job; el turno gira tres veces. Siempre en torno al problema, girando, repitiendo, insistiendo; siempre a la misma distancia intelectual, sin llegar a la solución. El problema consiste en conciliar la justicia divina con el dolor del hombre. Elifaz, Bildad y Sofar tienen una solución bien simple, resumible en dos silogismos: Dios es justo; si Dios castiga es que el hombre ha pecado. Es decir, los tres amigos entienden el dolor como castigo; la consecuencia irremediable es que Job ha pecado. Para defender a Dios condenan al siervo de Dios. Y hasta pretenden convertirle y hacerle reconocer sus pecados personales. La solución opuesta, la solución del impío, es también simple: el hombre sufre sin ser culpable, luego Dios no es justo, luego Dios no existe. Es decir, para justificar al hombre, condenar a Dios. Solución algo parecida a las palabras despechadas de la mujer de Job.

Pero Job no acepta ninguno de los dos extremos. De manera confusa entrevé una tercera vía que conduce a la solución, y no sabe cómo caminarla. Por eso afirma una y otra vez las dos justicias: la de Dios y la suya propia. No basta argüir que todos los hombres son pecadores, pues Job considera su dolor desproporcionado como castigo. Los interlocutores quieren defender a Dios, pero lo hacen con argumentos ineficaces o repiten que Dios castiga al malvado, o insisten en que Job es pecador. Job refuta vigorosamente tales argumentos: que muchos malvados disfrutan de la vida lo prueba la experiencia; mientras él escucha a su conciencia que le justifica. Por eso pide un juez imparcial y libertad para argüir; en tales condiciones espera victoria segura. Pero no encuentra ese juez supremo, porque Dios mismo le ha herido. Y, sin embargo, por encima de Dios que le hiere espera en Dios que le salvará.

Ya no es la carne, es el espíritu de Job quien parece rasgarse por la tensión de ideas contrarias. Audazmente, paradójicamente, parece apelar a Dios contra Dios, con una oscura y definitiva confianza. Tanto los argumentos fútiles y tradicionales de los tres sabios como las reclamaciones de Job piden una intervención divina que aporte la verdadera solución. Ya por el prólogo sabíamos que esa tercera vía, que busca Job a tientas, existe: que el dolor no sólo es castigo, sino también prueba. Esto lo sabíamos, porque el autor nos descubrió el fondo de los sucesos en un rapto celeste. Pero Job, ignora tales razones, y más aún sus amigos. Dios acepta la apelación y baja a responder al hombre; no sólo al hombre Job, sino a todos los hombres dolientes que interrogan en la persona de Job.

Al final del largo debate la posición de Job se asemeja a la resignación inicial; sólo que ahora su actitud es más profunda y rica. Al principio era una resignación muda, de quien no piensa y acepta. Ahora es la aceptación consciente de quien ha meditado largamente sobre el problema sin hallar por sus medios la solución. Al final Dios restituye a su siervo; le acrecentó hasta el duplo sus posesiones, le dio hijos e hijas, le alargó los días". Así nos enseña a todos que el dolor no es el destino definitivo del hombre. Sin formularlo, la acción de Dios significa una respuesta. Job había dicho: «Si recibimos bienes de Dios, ¿por qué no aceptar los males?». Dios responde implícitamente: «Porque aceptó los males le duplico los bienes». Así Job, protagonista del dolor resignado y del debate ardiente, concluye como protagonista del premio. Consolando a todos los hombres dolientes que sufren con resignación y esperan recibir, no el doble, sino el ciento por uno.


Bellísima introducción al personaje escrita para Año Cristiano (BAC, 1966 y 2003) por quien fuera uno de los más grandes teólogos bíblicos en lengua española, si no el mayor, el P. Luis Alonso Schökel. Atención a la sugerencia del primer párrafo: a muchos cristianos les basta quizás con «canonizar» a Job: «qué paciente fue, qué bueno, qué santo...», cuando de lo que se trata no es de la paciencia o la santidad personal de un personaje que, en definitiva, es sólo protagonista de una parábola sobre el dolor, sino lo que en el Libro de Job se revela: una meditación tenaz, nunca acabada por inacabable, sobre el dolor humano y sobre la justicia de Dios. El Libro de Job debe ser cada vez de nuevo leído y meditado, no es suficiente con recordar al personaje. Para ayudar a ello es muy recomendable el volumen «Job», del propio P. Alonso Schökel, en ediciones Cristiandad, o, del mismo autor, la introducción y notas al libro en la Biblia del Peregrino (vol II-2, págs 887ss). También puede ser útil consultar «Job. El libro y su mensaje», de Jean Leveque, un estudio sólido y a la vez de sencilla lectura. Estos últimas se pueden encontrar para descarga en nuestra Biblioteca. En la misma biblioteca está el e-book Job, realizado en ETF, con una introducción al libro y la colección de fragmentos que se leen en la liturgia.
El cuadro es de Georges de La Tour, «Job burlado por su mujer», c. 1630, Óleo sobre tela, 145 x 97 cm, Musée Départemental des Vosges, Épinal.

fuente: P. Luis Alonso Schökel


 

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