viernes, 3 de mayo de 2013

José María Rubio y Peralta, Santo


Apóstol de Madrid, Mayo 2
 
José María Rubio y Peralta, Santo
José María Rubio y Peralta, Santo

Apóstol de Madrid

Andaluz de nacimiento, pero madrileño de adopción, José María Rubio Peralta, más conocido como el Padre Rubio, nació en el almeriense pueblo de Dalías en 1864. Desde su más tierna infancia destaca por su humildad, sencillez, amor a Jesús, capacidad de sacrificio, sufrimiento, obediencia… Sencillo y callado, cursó sus estudios de seminarista en Granada y Madrid, donde fue ordenado sacerdote. Su primera misa la celebró en el altar de la Virgen de la Consolación, en la actual iglesia de San Isidro. Como sacerdote diocesano, desempeñó su ministerio como coadjutor en Chinchón, y párroco en Estremera.
La obediencia marcaría gran parte de su vida, siguiendo el lema “Hacer lo que Dios quiere, querer lo que Dios hace”. Eso le llevó a ‘posponer’ su vocación jesuítica hasta la muerte de su mentor, a ser profesor en el Seminario madrileño, a obtener el doctorado en Derecho Canónico, o a ser capellán de las Madres Bernardas. Ingresa en el seminario jesuítico de Granada con 42 años.
Espíritu de sacrificio, generosidad y pobreza son algunas de las características de este sacerdote para quienes los pobres eran sus mejores amigos.

¿Cuáles fueron las claves espirituales en la vida del P. Rubio?

“Hacer lo que Dios quiere, querer lo que Dios hace” es la consigna que marca su vida, caracterizada por la obediencia y la entrega total a Dios: como sacerdote primero, y como jesuita después. Su amor a Jesús le lleva a una intensa actividad pastoral: confiesa, predica, acompaña espiritualmente, predica misiones populares, da catequesis, sobre todo a niños y a jóvenes en Cuatro Caminos, Puente de Vallecas, el Matadero, organiza escuelas dominicales en Mesón de Paredes, acerca Jesús a “los traperos” … Atiende a las Madres Bernardas como su capellán, a las Marías de los Sagrarios de Madrid, congregación fundada por él antes de su muerte, a las Damas Apostólicas del Sagrado Corazón, en cuya fundación participa…
Ese amor a Jesús le lleva a desarrollar
José María Rubio y Peralta, Santo
José María Rubio y Peralta, Santo
una acción social imparable, que le valió el nombre de ‘padre de los pobres’ y el título póstumo de “Apóstol de Madrid”. Desprendido y generoso, entrega su dinero, su ropa, su comida, su propio tiempo… Es un prodigio en caridad. Atiende y cuida a los enfermos, ayuda a los pobres, visita a barrios como La Ventilla, Entrevías… para llevar a Jesús e impulsar mediante voluntarios la creación de escuelas y la atención y ayuda a niños, jóvenes, adultos, enfermos, obreros…
Muestra del gran amor que Madrid tenía por este ‘santo’ fue la manifestación de dolor que se produjo al conocer la noticia de su muerte, acaecida en Aranjuez, en el año 1929, y la gran afluencia de fieles que veneraron sus restos cuando fueron trasladados al claustro de la actual iglesia de los jesuitas en la calle Serrano, en 1953.


San José María Rubio Peralta, religioso presbítero
fecha: 2 de mayo
n.: 1864 - †: 1929 - país: España
canonización: B: Juan Pablo II 6 oct 1985 - C: Juan Pablo II 4 may 2003
hagiografía: Conferencia Episcopal Española
En la ciudad de Aranjuez, en la región española de Castilla la Nueva, san José María Rubio Peralta, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, que se significó por su atención a los penitentes en la confesión sacramental, por la predicación de ejercicios espirituales y por sus visitas a los pobres en los suburbios de Madrid.

José María Rubio Peralta nació en Dalías (Almería) el 22 de julio de 1864 en una familia muy numerosa. Cursó los estudios eclesiásticos en el Seminario de Granada y en el de Madrid. Aquí, en 1887, fue ordenado presbítero. Ejerció su ministerio sacerdotal en las parroquias de Chinchón y Estremera. Fue profesor del Seminario, notario de la Curia y Capellán de las Monjas Bernardas.

Siendo sacerdote diocesano secular, tenía una gran admiración por la Compañía de Jesús. Se llamaba a sí mismo «jesuita de afición». Toda su vida se centraba en «cumplir la voluntad de Dios». Y el 11 de octubre de 1906 entró en el noviciado de la Compañía de Jesús de Granada. Hizo sus primeros votos el 12 de octubre de 1908 y permaneció otro año en Granada para profundizar en sus estudios teológicos mientras a la vez predicaba misiones populares y daba tandas de ejercicios espirituales. Seguidamente trabajó en obras apostólicas en la residencia jesuítica de Sevilla, dirigiendo la Congregación mariana de jóvenes, la Comunión reparadora de los militares, el Apostolado de la Oración, las Conferencias de San Vicente de Paúl y una escuela vespertina para obreros. Atendía también el confesionario de la iglesia y la predicación a los miembros de la Adoración nocturna. Era exigente pero siempre con dulzura. «Se cazan más moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre», decía con gracia. En septiembre de ese año se trasladó a Manresa (Barcelona) para su «tercer año de probación» desde donde fue destinado a Madrid y aquí, el 2 de febrero de 1917 emitió sus votos perpetuos.

Desde entonces Madrid fue el campo de su intenso apostolado. Vivía en la residencia jesuítica de la calle de La Flor y era buscado y requerido por todo el mundo. Con sotana y roquete, la cabeza ligeramente inclinada, destellaba tal bondad que atraída sobrenaturalmente. Aunque no hablaba retóricamente como otros oradores, sin embargo sus sermones atraían a la gente y convencía porque vivía lo que predicaba. Repetía como lema: «Hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace». Organizó, predicó y atendió personalmente a distintas misiones populares en pueblos pequeños de Madrid. Vivió una temporada de escrúpulos pero eso no le impidió dedicarse a promover obras de apostolado que hicieran bien a cuanta más gente pudiera, por eso su fama de santidad era extraordinaria en todo el Madrid de su tiempo. Intentó fundar «los discípulos de San Juan» e incluso fue sometido a un registro policial acusado de crear un nuevo instituto religioso. Cuando los superiores le prohibieron esta actividad, lo aceptó de tan buena forma diciendo: «No busco más que cumplir la santísima voluntad de Dios».

Formado en la escuela de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, con una profunda vida espiritual, alimentada sobre todo en el amor a la Eucaristía y en la devoción al Corazón de Jesús, se dedicó: a reconciliar penitentes en el confesionario, a la predicación del evangelio de forma sencilla, a la atención pastoral y social en los barrios más pobres de Madrid y a la formación de seglares para que actuaran como cristianos en la familia, en su profesión y en la sociedad. Promovió la obra de las «Marías de los Sagrarios». Ya en su tiempo se le llamó: «el apóstol de Madrid».

Fue beatificado por SS Juan Pablo II el 6 de octubre de 1985, y canonizado por el mismo papa el 4 de mayo de 2003.

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