miércoles, 22 de mayo de 2013

La Virgen María y los protestantes

 

 
Un día, hace algunos años, en Paris, el Presidente de la federación protestante daba una conferencia de prensa. En un momento, tuvo una respuesta un poco indecisa en relación a la Virgen María. Entonces un viejo Pastor de su equipo se levantó y declaró: “Que nuestros amigos periodistas sepan bien que los protestantes no tienen vergüenza de proclamar la Virgen María “Bienaventurada”, según los términos del evangelio de san Lucas: “Todas las generaciones me dirán Bienaventurada, pues el Todopoderoso ha hecho por mi cosas grandes” (Lucas 1, 48-49).
 
Ocurre a menudo que los protestantes, por otra parte llenos de fe y de celo por el Evangelio manifiestan con respecto a María una hostilidad sensible y ciertamente contraria a la letra y al espíritu de la Biblia. Y pierden mucho tiempo en criticar a los cristianos que honran a María “proclamándola bienaventurada”. Hay también un Pastor de la Iglesia Universal en Brasil que ha destrozado una estatua de la Virgen María, de Aparecida, el gran peregrinaje nacional brasileño, en el transcurso de una misión de televisión. Queridos hermanos protestantes, esto es grave. Yo apelo a vuestro espíritu de fe y a vuestro amor a la Escritura. ¿Por qué vais a turbar las almas sencillas criticando a la Virgen María? Y vosotros que amáis la Escritura, ¿cómo algunos de vosotros pueden dejarse abusar por estos “pequeños zorros devastadores de viñas” (Cántico de los cánticos 2,15)? O según las palabras de san Pablo a los Gálatas “hombres sin inteligencia ¿Quién os ha hechizado?” Gálatas 3, 1).
 
Queridos hermanos protestantes de Brasil o de Ecuador o de Francia y vosotros todos los que lleváis el buen nombre de cristianos, tened un corazón para guardar mejor y comprender la Palabra de Vida. Y así rendir a la Madre de Nuestro Señor el honor, la amistad y la confianza que los pueblos cristianos le han dado desde hace 1967 años (en el año 2.000, puesto que Jesús murió y resucitó probablemente en el año 30). Pues ha sido transmitido fielmente. Nadie no puede creer en efecto que después de casi 2.000 años el Evangelio, en su pureza, haya sido olvidado. Y que, solamente hoy, por tal predicador, fuera descubierto el sentido. ¿Es que el Espíritu Santo se ocuparía hoy solamente de ayudar a los creyentes a comprender el Evangelio? ¿Es que el Espíritu Santo habría abandonado durante 2.000 años los bautizados? ¿Es que durante estos 2.000 años no ha cumplido las promesas de Jesucristo? “…pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14, 26). En verdad hace 2.000 años que el Espíritu Santo asiste a los apóstoles y a sus sucesores. Este Paráclito está presente, con ellos siempre, el Espíritu de Verdad asiste los apóstoles y sus sucesores “siempre”, no se equivocan cuando nos ayuda a comprender el verdadero sentido de la escritura. San Pablo dice aún a los Gálatas: “por mi parte, confío en el Señor que vosotros no pensareis de otra manera; pero el que os perturba llevará su castigo, quienquiera que sea” (Gálatas 5, 10).
 
¿MARÍA ES MADRE DE DIOS?
 
Y como buscar la forma de inquietaros? En principio diciéndoos que María no es “Madre de Dios”. Ahora bien si Jesucristo es Dios, su madre es madre de Dios, y si María no es madre de Dios, sino solamente la madre de un hombre, Jesús, entonces Él no es Dios. Ahora bien todo verdadero cristiano cree que Jesucristo es Dios, y que hay una sola persona en el “verdadero Dios y verdadero hombre”. Si no fuera así Jesucristo no nos podría salvar. Es por lo que el Concilio de Efeso (en el año 431) ha declarado María “Madre de Dios”, y declara heréticos a los arrianos, que decían que Jesucristo no es Dios (como los Testigos de Jehová hoy). Esta importante definición del concilio de Efeso está absolutamente conforme con la Escritura. En efecto Isabel “quedó llena del Espíritu Santo”, cuando María fue a visitarla (es decir en la Visitación), y dice a María “Bendita tu entre las mujeres y bendito es el fruto de tu seno y ¿de donde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!”(Lucas, 1, 42-45). Ahora bien ¿Qué quiere decir “Señor” si es que no es “Dios”?. Recordemos el discurso de San Pedro después de Pentecostés: “Que toda la casa de Israel lo sepa pues con certeza: Dios lo ha hecho Señor y Cristo a este Jesús que vosotros habéis crucificado. ¿Qué quiere decir aquí “Señor” si no que es “Dios”?. Y acaso no leemos en la Epístola de san Pablo a los Filipenses “que toda lengua proclame que: ¡Jesucristo es Señor, a gloria de Dios Padre!” (Filipenses 2, 11). ¿No es el mismo Señor en los tres pasajes de la Escritura que acabamos de citar? Y si la Escritura, en boca de Isabel dice de María que es la Madre del Señor, todos los cristianos deben creerlo y decirlo.
 
MARÍA ES SIEMPRE VIRGEN
 
Os confundís entonces, queridos hermanos cristianos diciendo que María no habría permanecido Virgen y que ella habría tenido hijos después de Jesús. Buscar por diferentes medios menospreciar la madre de Jesucristo no es buen signo, no es la mejor manera de honrar el Hijo. ¿Es esta la manera de proclamar bienaventurada a María como la Escritura nos invita a ello? Los argumentos de estos pseudos-sabios son conocidos; en el Evangelio se emplea a menudo la expresión “hermanos de Jesús” para indicar sus parientes, primos u otros. Pero estos pseudo-doctores pretenden que ellos sean hijos de María por la sangre. Es bien fácil, a aquel que esta familiarizado con la escritura, saber que en Israel, se llama “hermanos” a los que son parientes y que esto no significa que son de la misma madre. Esto es lo mismo aun hoy en día en algunas lenguas. Estas personas que os quieren confundir diciendo aun que el Evangelio de san Mateo dice: “Y él no la conoció hasta el día que ella infantó un hijo y lo llamó por nombre Jesús”. Estas personas concluyen que José conoció a María, es decir, se unió a ella, después. ¿Es que el texto dice esto? Absolutamente, no. El texto dice exactamente que José no toma parte en la concepción de Jesús. Y no añade nada más. Aquel que añada algo se equivoca y hace equivocar a los demás. Por el contrario hay en el Evangelio un pasaje muy importante y que estas personas harían bien en meditarlo con la ayuda del Espíritu Santo: en el Evangelio de san Juan dice: Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Aquí tienes a tu hijo” Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. (Juan 19, 25-27). Un hijo, en las familias de Israel en la época y en muchas familias del mundo aún hoy, no confía su madre a un extraño cuando tiene hermanos directos vivos. Ahora bien los que aseguraban ser hermanos de Jesús, hijo de María, sobrevivieron mucho tiempo a Jesús como lo vemos en la historia de la Iglesia primitiva. No es el Espíritu Santo quien ilumina al que declara que María no ha permanecido Virgen ya que no comprende el sentido de la palabra “hermanos” en la época de Jesús, tal como se emplea en el Evangelio. El Espíritu Santo nos ilumina cuando estamos en comunión con los apóstoles y sus sucesores. Aunque no lo estemos explícitamente, si tenemos el corazón recto y humilde, este corazón a través de cual se ve a Dios y las cosas de Dios. Pero quien pretende, ante 2013 años de fe cristiana, dar un sentido diferente al Evangelio, tiene un orgullo ciego en su corazón y su inteligencia. ¡Atención! ¡Corre el riesgo de ser hechizado como los desgraciados Gálatas! Hay cosas que no suponen dificultades para los humildes que escuchan a la Iglesia, la esposa de Cristo. Y aquellos que son orgullosos y quieren interpretar ellos solos el Evangelio chocan con las palabras como contra piedras que les obstaculizan.
 
MARÍA Y LA PALABRA DE DIOS
 
Hay otro punto en que estos sembradores de desorden tropiezan. No han comprendido el sentido de la frase del Evangelio: “Y mientras hablaba, una mujer elevó la voz desde la muchedumbre y le dijo: -Bienaventuradas las entrañas que te llevaron y los senos que te amamantaron- Pero Él dijo: -Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica-” (Lucas 11,27). Ellos hacen uso de este argumento para intentar prohibir a los cristianos, y especialmente a los católicos, proclamar Bienaventurada a María, conforme dice el Evangelio (Luc 1,48-49). Ahora bien, la palabra de Jesús que quieren volver contra la Virgen María con sus argumentos, ¿cómo no ven que la palabra se aplica magníficamente a María para decir que ella es Bienaventurada por haber escuchado la palabra de Dios y haberla puesto en práctica? ¿Es que María no ha escuchado la palabra de Dios? ¿No se la ha creído? ¿No la ha puesto en práctica? María dijo al arcángel Gabriel, en la Anunciación: “Soy la esclava del Señor, que se haga en mí según tu Palabra” (Como respuesta al mensaje de Dios que le fue transmitido por el arcángel) (Lucas 1,37). Isabel dijo a María: “Bienaventurada aquella que ha creído en el cumplimiento de aquello que se le ha dicho de parte del Señor” (Lucas 2,19). “En cuanto a María, ella guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lucas 2,19). Se trata de todo el relato del nacimiento de Jesús en Belén, en la cueva. No tendríamos, evidentemente, este pasaje sobre Belén en el Evangelio si María no hubiera guardado estas cosas en su corazón”.
 
LA INMACULADA CONCEPCIÓN
 
El gran ataque hacia la Virgen María, por parte de algunos, es en lo que concierne a la Inmaculada Concepción. Es decir, el hecho de que María ha sido preservada del pecado original. Los que atacan este punto se imaginan que crean dificultades solo a los católicos. La mayor parte no se dan cuenta que los ortodoxos creen exactamente lo mismo, con una forma de expresarlo un poco distinta: Ellos dicen que Ella es la Totalmente Pura. De modo que, aunque uno sea protestante, la Inmaculada Concepción es algo que aparece bien contrastado en la Escritura. Es evidente que no es por méritos propios que María está exenta del pecado original, sino que es un don de Dios “El Todopoderoso ha hecho en mí maravillas”, dice María en el cántico del Magníficat (Lucas 1,49). Y, ¿será imposible para Dios hacer por María lo que ya había hecho por Eva? Ya que ¡antes del pecado original, Eva estaba sin pecado original! ¿Podemos decir a Dios lo que puede o no puede hacer? Este don excepcional de Dios para la Virgen María, la Escritura lo menciona en muchas ocasiones. En primer lugar el arcángel Gabriel se dirige a María diciéndole: “Alégrate”, i no “Dios te salve”, como se traduce a veces, ya que en griego, que es como está escrito este Evangelio, el saludo del arcángel está hecho por la expresión “Kairé” = “alégrate”. Seguidamente Gabriel dice “Kékaritoméné”, que quiere decir “llena eres de gracia”. ¿Qué es lo que quiere decir esto? No hay en toda la Biblia otra ocasión en que un ángel de Dios salude a un hombre o una mujer de esta forma. Entonces, ¿debemos entender que el ángel le dice a María tan solo que ella ha tenido “mucha suerte”? Evidentemente que no. Las palabras del ángel tienen un pleno significado real. Dios dice y hace. La gracia extraordinaria que Dios da a María es la capacidad de decir un si perfectamente libre a la petición que Dios le hace de ser la madre del Salvador. María no habría podido escapar de la marca del pecado original por si misma. Pero a Dios nada le es imposible. María está llena de gracia, la Inmaculada Concepción es un don de Dios totalmente gratuito. Esto es lo que creen los católicos. Y un protestante no tiene ninguna dificultad en creer en el don gratuito de Dios. Basta con que deje de imaginarse aquello de que han querido persuadirle algunos de entre ellos por ignorancia y, desgraciadamente, otros por malevolencia: que los católicos (y los ortodoxos) creen que la Virgen María es Dios. Que quede bien entendido que ningún católico ni ningún ortodoxo creen esto. Ellos creen simplemente que María es totalmente pura, totalmente inmaculada desde su concepción porque es un don de Dios. Y si alguno cree que esto no es posible está disminuyendo el don de Dios. El evangelista san Lucas, inspirado por el Espíritu Santo nos ha aportado la palabra del ángel “Kekariloméné”, o sea “llena de gracia”. Y además leemos en el Magníficat, el canto de María delante de Isabel: “Todas las generaciones me llamarán Bienaventurada porque el Todopoderoso ha hecho en mí maravillas”. Para perturbar a los sencillos, tal o cual autor protestante creen poder coger un argumento del hecho que san Agustín, en el siglo V, o Santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII, pensaban que la Virgen María no había podido estar exenta del pecado original antes que Cristo. Es verdad que esta es una cuestión difícil. Y Dios ha permitido que incluso los más sabios doctores de la Iglesia no hayan tenido un pensamiento perfecto sobre ello. Pero el Espíritu Santo, que asiste a la Iglesia desde Pentecostés y la conduce a la verdad totalmente entera (Juan), ha inspirado a la Iglesia la interpretación de la Escritura y la Revelación de Dios. Mientras la Iglesia no se había pronunciado era posible a los “doctores” y “pastores” proponer opiniones diferentes. Pero una vez la Iglesia se ha pronunciado, con la asistencia del Espíritu Santo, no es posible interpretar la Escritura de forma diferente Los humildes reciben la luz de Dios y ponen su confianza en la Iglesia asistida por el Espíritu Santo, los orgullosos encuentran una piedra de tropiezo.
 
LA ORACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
 
La mayor parte de los protestantes van de buena fe y son hombres sinceros. Nosotros admiramos su amor por la Escritura y su celo por anunciar el Evangelio. Y nos apenamos por ellos viendo como sienten todas estas dificultades en lo referente a la Virgen María. Y es precisamente porque queremos intentar liberarles, humildemente, de un problema inútil en el que están sumidos: ellos no creen posible orar a la Virgen María ni que ella pueda orar por nosotros. Como la Escritura es el mejor modo para ayudarles, vayamos pues a la Escritura. Recordemos la historia de Esaú y Jacob. Esaú había vendido a Jacob su derecho a la primogenitura por un plato de lentejas. Ya que Isaac era anciano, Rebeca quiso obtener para su hijo Jacob la bendición paterna. Isaac estaba ciego. Rebeca revistió a su hijo Jacob con las vestiduras de su hermano y Jacob obtuvo la bendición. Rebeca es figura de la Virgen María. La Virgen María, que nos ama a cada uno, como Rebeca amaba a Jacob, nos reviste con las vestiduras de su Hijo primogénito, Jesucristo. La Virgen María no es la fuente de la gracia de Dios, pero su corazón purísimo, totalmente ardiente del amor de Dios, totalmente unido al Corazón de Cristo, desea nuestra salvación y suplica a su hijo Jesucristo que nos revista del “manto de salvación”, que es la gracia de Dios. Es por ello que, como san Juan, podemos acoger a María en nuestra casa. Ella será para nosotros una madre todavía mejor que Rebeca para Jacob. Mis queridos hermanos protestantes, tenéis todavía un problema en la cabeza, que causa desasosiego. Algunos os dicen: no podéis orar a la Virgen María, por más Bienaventurada que sea ella, porque ella está muerta. Y los muertos no pueden hacer nada. Fijaos bien en la contradicción. Durante la vida bien que admitís que se puede orar los unos por los otros. ¡Pero después de la muerte terrestre, nada de nada! ¿No habéis leído que en el monte Tabor Jesús, transfigurado, conversaba con Moisés y Elías? Y, ¿no leéis en el Evangelio que Jesús dice al buen ladrón: “Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”? Entonces, ¿Moisés, Elías y el buen ladrón si; pero, María, “la llena de gracia” no? ¿Aquella a la que todas las generaciones proclamarán Bienaventurada no estará en el cielo, sino solamente el buen ladrón? ¿Y en el Apocalipsis ella no estará en el cortejo de los que siguen al Cordero por donde Él va?
 
LA VIRGEN MARÍA Y EL ESPIRITU SANTO
 
Antes de acabar esta carta, mis queridos hermanos protestantes, quisiera deciros que os amo. Si algunos pasajes de mi carta os han podido parecer rudos, perdonadme. Desgraciadamente algunos llegan a tales excesos que no es posible callarse. Con todo yo os prometo que, por la gracia de Dios, perdono también a los que caricaturizan la fe de los católicos. Y ruego a la Virgen María que interceda ante su Hijo para que os revista con las vestiduras de la salvación. Ahora quisiera compartir con vosotros un tema de meditación de la Escritura Concierne a María y al Espíritu Santo. La Virgen María, en la Anunciación, dice si a la Palabra de Dios que le transmite el arcángel Gabriel. Y el Espíritu Santo hace nacer a Jesús, el Verbo de Dios, en María. Así pues, María dice si a la Palabra de Dios, acoge el don del Espíritu Santo, y da Jesús al mundo. En Pentecostés, los apóstoles, con la Virgen María, dicen si a la Palabra de Dios que han escuchado durante el tiempo que estaban con Jesús. Ellos reciben el espíritu Santo i van a dar Jesús al mundo por la predicación. Pero también cada uno de nosotros, ¿no puede, a su vez, como la Virgen María, como la Iglesia en Pentecostés, decir si a la palabra de Dios, acoger el Espíritu Santo, y dar Jesús al mundo, en su entorno, por el testimonio de vida cristiana y la evangelización?

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