miércoles, 22 de mayo de 2013

Martes de la séptima semana del tiempo ordinario



martes 21 Mayo 2013


San Carlos José Eugenio de Mazenod



Leer el comentario del Evangelio por
San Agustín : El obispo, como todo cristiano, “servidor de todos”

Lecturas

Eclesiástico 2,1-11.

Si te has decidido a servir al Señor, prepárate para la prueba.
Conserva recto tu corazón y sé decidido, no te pongas nervioso cuando vengan las dificultades.
Apégate al Señor, no te apartes de él; si actúas así, arribarás a buen puerto al final de tus días.
Acepta todo lo que te pase y sé paciente cuando te halles botado en el suelo.
Porque así como el oro se purifica en el fuego, así también los que agradan a Dios pasan por el crisol de la humillación.
Confía en él y te cuidará; sigue el camino recto y espera en él.
Ustedes que temen al Señor, esperen su misericordia, no se aparten de él, pues podrían caer.
Ustedes que temen al Señor, confíen en él: no perderán su recompensa.
Ustedes que temen al Señor, esperen recibir todo lo que vale la pena: esperen misericordia y alegría eternas.
Recuerden lo que les pasó a sus antepasados: ¿quién confió en el Señor y se arrepintió de haberlo hecho? ¿Quién perseveró en su temor y fue abandonado? ¿Quién lo llamó y no fue escuchado?
Pues el Señor es ternura y misericordia; perdona nuestros pecados y nos salva en los momentos de angustia.


Salmo 37(36),3-4.18-19.27-28.39-40.

Confía en el Señor y haz el bien, habita en tu tierra y come tranquilo.
Pon tu alegría en el Señor, él te dará lo que ansió tu corazón.
El Señor cuida los días de los buenos, su herencia será eterna.

Cuando haya escasez no tendrán problemas y tendrán qué comer cuando arrecie el hambre.
Apártate del mal y haz el bien, y tendrás una casa para siempre.
Porque el Señor ama lo que es justo y no abandona jamás a sus amigos.
Los pecadores perecerán para siempre y se acabará la raza de los malos.

La salvación de los justos viene del Señor, él es su refugio en tiempos de angustia.
El Señor los ayuda y los libera, salva a cuantos confiaron en él.


Marcos 9,30-37.

Se marcharon de allí y se desplazaban por Galilea. Jesús quería que nadie lo supiera,
porque iba enseñando a sus discípulos. Y les decía: «El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo harán morir, pero tres días después de su muerte resucitará.»
De todos modos los discípulos no entendían lo que les hablaba, y tenían miedo de preguntarle qué quería decir.
Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, Jesús les preguntó: «¿De qué venían discutiendo por el camino?»
Ellos se quedaron callados, pues habían discutido entre sí sobre quién era el más importante de todos.
Entonces se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos.»
Después tomó a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
«El que recibe a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe, no me recibe a mí, sino al que me ha enviado.»


Extraído de la Biblia Latinoamericana.



Leer el comentario del Evangelio por

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia
Sermón para la consagración de un obispo, Guelferbytanus n°32; PLS 2, 637

El obispo, como todo cristiano, “servidor de todos”

Aquel que gobierna al pueblo debe entender ante todo que él es el
servidor de todos. No debe desdeñar su servicio... ya que el Señor de los
Señores (1Tim 6,15) nunca desdeñó ponerse a nuestro servicio. Esta
impureza de la carne que se vislumbra entre los discípulos de Cristo como
un deseo de grandeza; el humo del orgullo que les nublaba la vista. De
hecho, podemos leer: “Una disputa surge entre ellos para saber quién era el
más grande” (Lucas 22,24). Pero el Señor sanador estaba ahí; él reprimió
sus ínfulas... Él les mostró el ejemplo de humildad en un niño... Porque el
orgullo es un gran mal, el primer mal, el origen de todo pecado... Por
ello el apóstol Pablo recomienda, entre otras virtudes de los responsables
de la Iglesia, la humildad (1Timoteo 3,6)... Cuando el Señor hablaba del
ejemplo del niño: “El que quiera ser el más grande entre vosotros, que sea
vuestro servidor” (Mateo 20,26)... Les hablo como obispo y mis advertencias
me dan miedo a mí mismo... Cristo vino a la tierra “no para ser servido,
sino para servir, y dar su vida para saldar la deuda de una multitud”
(Marcos 10,45). Así fue como él sirvió, así es el tipo de servidor que nos
ordena ser. Él dio su vida, él nos redimió. ¿Quién entre nosotros puede
redimir a alguien más? Nos redimió de la muerte con su muerte, con su
sangre. A nosotros que estábamos dispersos por la tierra, él nos levantó
con su humildad. Pero nosotros también debemos poner de nuestra parte para
sus miembros, porque nosotros fuimos hechos sus miembros. Él es la cabeza,
nosotros el cuerpo (Efesios 1,22). Y el apóstol Juan nos exhorta a
imitarlo: “Cristo dio su vida por nosotros; nosotros también debemos dar
nuestra vida por nuestros hermanos” (1Juan 3,16).

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