martes, 7 de mayo de 2013

Promesa e institución de la Eucaristía

 

altar
                                                       
 
 
El evangelista Juan escribe en su Evangelio: “En verdad, en verdad os digo, si no coméis la carne del Hijo del hombre y si no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día, porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. (Jn 6, 53-55). Estas palabras contienen la Promesa de la Institución de la Eucaristía y forman parte del divino discurso, “Yo soy el pan de vida”. Fueron  pronunciadas por Jesús de Nazaret en la sinagoga de Cafarnaúm y dirigidas a las personas que le buscaban por haber comido hasta saciarse con ocasión del milagro de la multiplicación de los panes y peces.
 
 Sin embargo, llama la atención que el evangelista Juan no narre en su Evangelio la Institución de la Eucaristía establecida por Jesús de Nazaret en la última cena pascual en compañía de sus discípulos, hecho importantísimo evangélico y eclesial, cosa que hacen los evangelistas Marcos, Mateo y Lucas en sus Evangelios y el apóstol Pablo de Tarso y en la primera carta a los Corintios.
 
 Marcos escribe: “Mientras comían, tomó pan y pronunciando la bendición lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo. Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo: Esta es mi sangre de la alianza que es derramada por muchos” (Mc 14, 22-24).
 
          Mateo dice: “Mientras comían, Jesús tomó el pan y después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos y les dijo: Tomad y comed, esto es mi cuerpo. Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias  y dijo: Bebed todos, porque esta es mi sangre de la alianza que es derramada por muchos para el perdón de los pecados” (Mt 26, 26-28).
 
Lucas escribe: “Y cuando llegó la hora, se sentó a la mesa y los apóstoles con él y les dijo: Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la volverá a comer hasta que se cumpla en el reino de Dios. Y tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros, haced esto en memoria mía. Después de cenar hizo lo mismo con el cáliz diciendo: Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre que es derramada por vosotros” (Lc 22, 14-20).
 
 Pablo de Tarso enseña: “Porque yo he recibido una tradición que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido a vosotros: Que el Señor Jesús, en la noche en que iba ser entregado, tomó pan y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía. Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, haced esto cada vez que lo bebáis en memoria mía” (1 Cor 11, 23- 25).
Estos cuatro relatos sobre la Institución de la Eucaristía coinciden en su esencia, efectos y estructura, sin embargo tienen sus diferencias notables. Marcos y Mateo escriben: “Esta es mi sangre de la alianza que es derramada por muchos”. Lucas: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre que es derramada por vosotros”, pone “vosotros” en lugar de “muchos”.  Mateo añade: “Para el perdón de los pecados”.
 
 Pablo de Tarso recoge por dos veces la frase:” Haced esto en memoria mía”, Lucas la recoge una sola vez y Marcos y Mateo no la citan. Lucas escribe: “Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros”, deseo que no expresan los otros autores de estos relatos. Según los críticos bíblicos la redacción más auténtica de los cuatro relatos, sería la de  Marcos y Mateo que el apóstol  Pedro llevó a Roma.
 
Por los textos bíblicos citados vemos que Eucaristía es un banquete y a la vez un sacrificio. Como banquete, la Eucaristía consiste en comer realmente y sustancialmente el cuerpo y en beber la sangre de Jesús de Nazaret, cuyo efecto y consecuencia es  garantizarnos la vida eterna y la resurrección a final de los tiempos. Como sacrificio, la Eucaristía está asociada a su cuerpo entregado a su pasión y muerte y a su sangre derramada en la cruz para perdón de nuestros pecados.
 
 
 

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