domingo, 30 de junio de 2013

¿Cómo son "nuestros amigos"?

Agradezcamos a Dios el tesoro de la amistad, y pensemos en Jesús, el Mejor Amigo, que nos enseñe a ser como Él.
 
¿Cómo son

Por ahí suelen decir que "La familia nos la da Dios y los amigos los elegimos nosotros" Esa elección de personas para darles nuestro afecto y nuestra confianza son muy importantes en nuestra vida. No es fácil tener un amigo o una amiga en quién podamos confiar plenamente pero cuando gozamos de ese privilegio, bien podemos decir que poseemos unos de los más grandes y preciados tesoros. Por la clase de amigos que tenemos se nos puede clasificar sin lugar a equivocación, el refrán dice: "Dime con quién andas y te diré quién eres"

Pero no son lo mismo "nuestros amigos", que se suelen contar en número muy reducido, que nuestras amistades. Estas pueden ser muchas y muy variadas. Son personas que apreciamos sinceramente, pero a veces no van muy acorde con nuestra personalidad. Y ciertamente esas personas nunca pueden llegar a la intimidad de nuestro "yo", pero están en nuestro entorno y convivimos con ellas con gusto y con cariño.

Entre estas amistades se dan aquellas que siempre están dispuestas a "ganarnos" , y es curioso porque les gusta ganarnos especialmente en cuanto dolor o sucedido desagradable que les podamos platicar:

  • si es un dolor de cabeza... ¡ah no, dolor de cabeza como el de ellas no existe! ;
  • si nos hemos roto un pie... ellas los dos y además la cadera
  • si nos caímos y rodamos dos o tres escaleras... ellas cinco
  • si tenemos gripa... ¡gripa la de ellas y con tos!
  • si el dentista nos está arreglando una muela... a ellas le han tenido que sacar las cuatro del juicio
  • si en la conversación les contamos algo que nos sucedió, siempre a ellas les pasó lo mismo ¡pero mucho peor, mucho más terrible

    En fin, jamás les "ganaremos" y al final nos callamos con la impresión de que lo nuestro era "tan poca cosa"... que ni valía la pena de haberlo contado.

    Otra variante de estas amistades es la que nos dejan el alma helada, como si toda la nieve del más crudo invierno nos cubriera sin piedad. Son aquellas que nos llegan con la información más negativa y desesperanzadora jamás sospechada: "el país va a la ruina, este año es el peor para la agricultura, el pescado, todo el pescado está contaminado, la carne, ya no se puede comer carne ¡a las vacas le dan clembuterol para que estén más gordas, el agua no se puede beber, los médicos, los ingenieros, los abogados, etcétera , son unos interesados, la Iglesia y sus ministros se hunden, el año y el fin del mundo..." Es inútil decirle a esas personas que la vida tiene cosas muy hermosas, que el país puede salir adelante, que hay seres humanos muy buenos, que hay que tener fe...Te mirarán con cara de conmiseración y luego al oído te dirán como en secreto: "no seas inocente, yo se de muy buena fuente que..." y otro jarro de agua fría y se irán con sus agoreras predicciones a otra parte y nosotros nos quedamos como si un huracán hubiese acabado con todas las flores de nuestro jardín...

    Hay una gama infinita de estas formas de ser. Las hay que fabulan, mienten y se lo creen. Otras son de las que nada ni nadie es capaz de escapar de su crítica, para estas, no hay otros tema de conversación. Padre, madre, hermanos, la suegra, la cuñada, amigas, el vecino, (si es mujer casada, no digamos el pobre marido) nadie se salva. Critican y critican a destajo. El jefe, los compañeros de trabajo, la empresa, nada es de su gusto... el que cae en sus garras sale hecho "trizas". El ingenio se les agudiza, la lengua no para y si no encuentran eco en nosotros, pronto la conversación termina.

    La mayor de mis hijas me decía un día que hay amigas que son como el te de manzanilla y que hay otras que son como la salsa picante. Y es cierto. Todos conocemos a esas personas que al hablar con ellas son como brisa fresca, como un dulce remanso, como cálido y bonito sol de una tarde de primavera que por muchas cosas amargas o impaciencias desbordadas que les contemos, siempre ponen en nuestra alma la tranquilidad, el buen juicio, la ternura de sus palabras o consejos y nos van dejando la paz y el bienestar que deseábamos encontrar : Ellas son, como el te de manzanilla.

    Y hay otras que son algo así como un gran plato de comida irritante o picosa, tomado a la hora de cenar que nos quita el sueño, nos desazona, nos indigesta y nos quita, casi, casi, la alegría de vivir y es que sus miles de tribulaciones, sus vidas conflictivas, sus traumas, sus enojos, sus problemas de ellas contra el mundo, sus dificultades y aprietos contados todos en tropel, casi sin respirar, nos dejan exhaustos e incapaces de decir una palabra que pueda llevar un paliativo a tanta desgracia o infortunio. Por otro lado sabemos que nada ni nadie podrá aligerar ese cúmulo de sucesos en alguien que no está dispuesto a dejar es actitud de agobio y desdicha.

    Quizá en mi caso pueda pertenecer a uno de esos grupos o lo más probable es que tenga de todos un poco, pero de todas maneras a las amistades hay que quererlas como son y las necesitamos, porque ponen la sal y la pimienta en nuestras vidas, porque son un tesoro que Dios ha puesto a nuestro lado para que nos ayudemos a ser mejores y estar cerca de Él. Y por nuestro lado haremos un esfuerzo para parecernos más a un te de manzanilla ... a ser benevolente (desear el bien del otro) a ser compasivo con el sufrimiento, a regalar mi tiempo, mi compañía, mis fuerzas....

    Agradezcamos a Dios el tesoro de la amistad, y pensemos en Jesús, el Mejor Amigo, que nos ayude a serlo y recordemos este día lo que nos ha dicho:

    "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos" (Jn 15,13).

  • Jesús, ¿Radical o intolerante?

    Lucas 9, 51-62. Tiempo Ordinario. Cristo conoce muy bien el corazón de los hombres y sabe lo que puede pedirnos.
     
    Jesús, ¿Radical o intolerante?
    Del santo Evangelio según san Lucas 9, 51-62

    Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?. Pero volviéndose, les reprendió y dijo: No sabéis de qué espíritu sois. Porque el Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos. Y se fueron a otro pueblo. Mientras iban caminando, uno le dijo: Te seguiré adondequiera que vayas. Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza. A otro dijo: Sígueme. Él respondió: Déjame ir primero a enterrar a mi padre. Le respondió: Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios. También otro le dijo: Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa. Le dijo Jesús: Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.

    Oración introductoria

    Sagrado Corazón de Jesús, no hay camino más corto y más seguro para alcanzar la felicidad que el conocer, venerar, agradecer y alabar tu sacratísimo corazón. Dame un amor ardiente y personal a tu divino corazón, y nunca dejes que anteponga mi egoísmo o mis apegos terrenales a tu santa voluntad.

    Petición

    Jesús, conviérteme en un apóstol apasionado de tu Reino.

    Meditación del Papa

    Cristo mismo le dice: "Sígueme", pidiéndole un corte radical con los vínculos familiares. Estas exigencias pueden parecer demasiado duras, pero en realidad expresan la novedad y la prioridad absoluta del reino de Dios, que se hace presente en la Persona misma de Jesucristo. En última instancia, se trata de la radicalidad debida al Amor de Dios, al cual Jesús mismo es el primero en obedecer. Quien renuncia a todo, incluso a sí mismo, para seguir a Jesús, entra en una nueva dimensión de la libertad, que san Pablo define como "caminar según el Espíritu". "Para ser libres nos libertó Cristo" -escribe el Apóstol- y explica que esta nueva forma de libertad que Cristo nos consiguió consiste en estar "los unos al servicio de los otros". Libertad y amor coinciden. Por el contrario, obedecer al propio egoísmo conduce a rivalidades y conflictos.

    Queridos amigos, está llegando a su fin el mes de junio, caracterizado por la devoción al Sagrado Corazón de Cristo. Precisamente en la fiesta del Sagrado Corazón renovamos con los sacerdotes del mundo entero nuestro compromiso de santificación. Hoy quiero invitar a todos a contemplar el misterio del Corazón divino-humano del Señor Jesús, para beber de la fuente misma del Amor de Dios. Quien fija su mirada en ese Corazón atravesado y siempre abierto por amor a nosotros, siente la verdad de esta invocación: "Sé tú, Señor, mi único bien", y está dispuesto a dejarlo todo para seguir al Señor. ¡Oh María, que correspondiste sin reservas a la llamada divina, ruega por nosotros! (Benedicto XVI, 27 de junio de 2010).

    Reflexión

    Creo que nunca se había hablado tanto de "tolerancia" como en nuestros días. Aunque, si hemos de ser sinceros, aún hoy se cometen bastantes atropellos en muchos rincones del planeta a causa de la intolerancia religiosa, étnica, cultural, económica o social. Pero, no voy a entrar en este tema. Lo que se me ha hecho curioso es que en el Evangelio de este domingo, Jesús se nos presenta, extrañamente, casi como un "intolerante"...

    Lucas nos narra el caso de tres jóvenes que pudieron ser discípulos de Jesús, y que quedaron en vocaciones frustradas por la respuesta dada por el Señor. Quien no lo conoce, podría tildarlo de duro, tajante, e incluso de intolerante. Ciertamente, desconcertante.

    Mientras Jesús iba de camino, le salió al encuentro uno, que le dijo: "Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas". Parecía estar bien dispuesto y preparado para seguir a Jesús. Y, sin embargo, nos da la impresión de que nuestro Señor lo desanima: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos –le responde- pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza". Era como decirle que se lo pensara muy bien, que no era fácil su seguimiento, que habría muchas dificultades y renuncias, y que no cualquiera podía ir por ese camino. Pero, ¿no hubiese sido mejor que lo entusiasmara y le ofreciera una palabra de aliento? Seguramente, al oír una respuesta tal, aquel muchacho se habrá echado para atrás.

    Enseguida se encuentra con otro, y lo invita Él personalmente: "Sígueme". Es aquí Jesús quien toma la iniciativa. El joven le pide un poco de prórroga: "Déjame primero ir a enterrar a mi padre". Jesús no condena los funerales. Obviamente, no es que el padre de este muchacho acabara de morir y tuviera que celebrarse un sepelio. No. Estas palabras significan otra cosa muy diversa: éste quería permanecer entre sus seres queridos hasta que sus padres murieran y entonces, después de sepultarlos, podría ser su discípulo.

    Por supuesto que Jesús no admite dilaciones: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios". La respuesta nos puede sonar bastante confusa. Los orientales son muy coloridos en su hablar y usan un lenguaje rico de imágenes. La palabra "muertos" cobra aquí un doble significado: a los primeros a los que se refiere Jesús son los muertos no en sentido físico, sino figurado –es decir, aquellos que no pertenecen al Reino, los muertos en su espíritu- y son los deben enterrar a los que ya han partido de este mundo, a los difuntos en el sentido real del término.

    Finalmente, aparece en escena un tercer joven, que le dice: "Te seguiré, Señor, pero déjame primero despedirme de mi familia". La petición que hace éste a Jesús nos parece muy razonable. ¿Qué tiene de malo que, antes de seguir a Cristo, se despida de sus seres queridos? Cualquiera de nosotros lo hubiera pedido. Más aún, quienes hemos seguido a Cristo por el camino del sacerdocio o de la vida religiosa, lo hemos hecho. El mismo Eliseo le hizo a Elías una idéntica petición cuando éste lo llamó a sucederlo en el ministerio profético. Y Elías se lo permitió (I Re, 19, 91-21).

    Sin embargo, las palabras de nuestro Señor vuelven a ser duras y radicales: "El que echa la mano en el arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios". Y también éste queda descartado.

    ¿No es Jesús un Mesías bastante radical e intolerante? Sin embargo, en este último caso, el Señor no está negando a nadie que "se despida" físicamente de los suyos. De lo que habla es de la actitud interior. Éste todavía estaba demasiado apegado a su familia y los afectos naturales lo tenían como "atado", tanto que no le permiten seguir a Jesús. Son esas personas que jamás se deciden a romper con sus comodidades, sus afectos, sus seguridades, ni son capaces de renunciar a la compañía física de sus seres queridos. Y así frustran una vocación hermosa al seguimiento de Jesús.

    El Señor no es intolerante, pero sí es exigente. Él conoce muy bien el corazón de los hombres y sabe lo que puede pedirnos. Si muchos reyes y generales, a lo largo de la historia, han pedido a sus súbditos o a sus soldados incluso el sacrificio supremo de la propia vida –y tantísimos lo han dado por su rey y por la patria- Jesucristo, el Rey de reyes, también puede pedirlo. Él quiere generosidad, decisión, totalidad en el amor. Las entregas a medias no sirven para nada. Además, el Señor advierte claramente a los que llama y les hace conocer las exigencias de su seguimiento. Quienes quieran alistarse en sus filas, deben ser conscientes de la dificultad de la empresa y de la gravedad de los compromisos que asumen con su decisión.

    Pero, aunque sabe que su seguimiento es costoso, el Señor no engaña a nadie porque quiere entregas libres, conscientes y hechas por amor. No quiere mercenarios, cobardes ni traidores. Cristo exige una opción radical por Él y por su Reino, pues "si alguno quiere seguirlo y no toma su cruz, no es digno de Él" (Lc 9,23). Sus discípulos deben estar dispuestos a entrar por la vía estrecha del Evangelio (Mt 7, 13-14), a perder la vida por Él para salvarla (Lc 9,24), y a caer en tierra y morir para llevar mucho fruto (Jn 12,24). Cristo exige radicalidad, sí, pero nos promete una recompensa eterna y un premio sin comparación: “cien veces más en esta vida y la vida eterna” (Mt 19,29).

    Francisco Pizarro, de camino al Perú, se vio ante un peligro inminente, y su tripulación se rebeló y exigió la vuelta. Pero el general se puso en medio de sus hombres, trazó una línea en tierra y les pidió una opción tajante: o seguir con él hasta la victoria, o echar marcha atrás como cobardes. Los pocos valientes que le siguieron fueron los conquistadores del imperio Inca. Hernán Cortés hizo otro tanto con sus tropas: mandó quemar las naves para que nadie pudiera huir.

    Diálogo con Cristo

    Sagrado Corazón de Jesús, quiero orar y trabajar para que miles de personas se conviertan también en apóstoles convencidos tuyos, porque no hay nada más grande y hermoso que ser conquistados por tu Evangelio. Pongo a toda mi familia bajo tu protección.

    Propósito

    Si tantos hombres valientes se han convertido en héroes por un ideal noble, sí, aunque terreno, ¿Cristo no nos puede pedir eso mismo para la aventura más maravillosa y heroica, la de ganar a miles de almas para Dios y para la vida eterna? Muchos hombres y mujeres han sido mártires por el nombre de Cristo. Y nosotros, ¿qué seremos capaz de hacer por Él? 


    domingo 30 Junio 2013

    Décimotercer Domingo del tiempo ordinario

    Mártires de Roma

     Leer el comentario del Evangelio por
    Beato Juan XXIII : “Te seguiré adondequiera que vayas”

    1 Reyes 19,16b.19-21.
    Consagrarás a Jehú, hijo de Nimsi, como rey de Israel, y consagrarás a Eliseo, hijo de Safat, de Abel-Mejolá, como profeta en vez de ti.
    Partió de allí Elías y encontró a Eliseo, hijo de Safat, quien estaba arando; tenía doce medias hectá reas de tierra para arar y estaba en la duodécima. Elías se le acercó y le tiró encima su manto.
    Inmediatamente, dejando sus bueyes, Eliseo corrió tras Elías: «Permíteme, le dijo, que vaya a abrazar a mi padre y te seguiré». Pero Elías le respondió: «¡Puedes volverte, era algo sin importancia!»
    Eliseo se alejó pero para tomar la yunta de bueyes y sacrificarlos; asó su carne con el yugo y se la sirvió a su gente, luego se levantó, salió tras Elías y entró a su servicio.

    Salmo 16(15),1-2a.5.7-11.
    Guárdame, oh Dios, pues me refugio en ti. Yo le he dicho: «Tú eres mi Señor, no hay dicha para mí fuera de ti.
    El Señor es la herencia que me toca y mi buena suerte: ¡guárdame mi parte!
    Yo bendigo al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye mi conciencia.

    Ante mí tengo siempre al Señor, porque está a mi derecha jamás vacilaré.
    Por eso está alegre mi corazón, mis sentidos rebosan de júbilo y aún mi carne descansa segura:
    pues tú no darás mi alma a la muerte, ni dejarás que se pudra tu amigo.
    Me enseñarás la senda de la vida, gozos y plenitud en tu presencia, delicias para siempre a tu derecha.


    Pablo a los Gálatas 5,1.13-18.
    Cristo nos liberó para ser libres. Manténganse, pues, firmes y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud.
    Nuestra vocación, hermanos, es la libertad. No hablo de esa libertad que encubre los deseos de la carne, sino del amor por el que nos hacemos esclavos unos de otros.
    Pues la Ley entera se resume en una frase: Amarás al prójimo como a ti mismo.
    Pero si se muerden y se devoran unos a otros, ¡cuidado!, que llegarán a perderse todos.
    Por eso les digo: caminen según el espíritu y así no realizarán los deseos de la carne.
    Pues los deseos de la carne se oponen al espíritu y los deseos del espíritu se oponen a la carne. Los dos se contraponen, de suerte que ustedes no pueden obrar como quisieran.
    Pero si se dejan guiar por el Espíritu ya no están sometidos a la Ley.

    Lucas 9,51-62.
    Como ya se acercaba el tiempo en que sería llevado al cielo, Jesús emprendió resueltamente el camino a Jerusalén.
    Envió mensajeros delante de él, que fueron y entraron en un pueblo samaritano para prepararle alojamiento.
    Pero los samaritanos no lo quisieron recibir porque se dirigía a Jerusalén.
    Al ver esto sus discípulos Santiago y Juan, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que los consuma?»
    Pero Jesús se volvió y los reprendió.
    Y continuaron el camino hacia otra aldea.
    Mientras iban de camino, alguien le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.»
    Jesús le contestó: «Los zorros tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero el Hijo del Hombre ni siquiera tiene donde recostar la cabeza.»
    Jesús dijo a otro: «Sígueme». El contestó: «Señor, deja que me vaya y pueda primero enterrar a mi padre.»
    Jesús le dijo: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú vé a anunciar el Reino de Dios.»
    Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero antes déjame despedirme de mi familia.»
    Jesús le contestó: «El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios.»


    Extraído de la Biblia Latinoamericana.



    Leer el comentario del Evangelio por :

    Beato Juan XXIII (1881-1963), papa
    Diario del alma, junio 1957( antes de su elección al Papado)

    “Te seguiré adondequiera que vayas”

    “En el atardecer, danos tu luz, Señor.” Estamos en el atardecer. Estoy en los sesenta-y-seis años de mi vida que es un don magnífico del Padre celestial. Las dos terceras partes de mis contemporáneos han pasado ya a la otra vida. Así que yo también me tengo que preparar para el gran momento. El pensamiento de la muerte no me produce inquietud... Mi salud es excelente y todavía robusta, pero no me tengo que fiar. Me quiero preparar a poder responder: “Aquí estoy”, a la llamada, tal vez inesperada. La vejez –que es otro gran don del Señor- tiene que ser para mí motivo de callada alegría interior y de abandono diario al Señor mismo, al que me dirijo como un niño hacia los brazos abiertos de su padre.

    Mi ya larga y humilde vida se ha ido devanando como una madeja bajo el signo de la simplicidad y de la pureza. No me cuesta nada reconocer y repetir que no soy más ni valgo más que un pobre pordiosero. El Señor me hizo nacer en el seno de una familia pobre. El ha pensado en todo. Yo le he dejado hacer... Es verdad que “la voluntad de Dios es mi paz.” Y mi esperanza está puesta totalmente en la misericordia de Jesús...

    Pienso que el Señor me tiene reservado, para mi completa mortificación y purificación, para admitirme en su gozo eterno, alguna gran aflicción o pena, del cuerpo y del espíritu antes de que me muera. Bien, pues, lo acepto de todo corazón, que sirva todo para su mayor gloria y el bien de mi alma y de mis queridos hijos espirituales. Temo la debilidad de mi resistencia y le pido que me ayude ya que no tengo casi ninguna confianza en mí mismo, pero una total confianza en el Señor Jesús.

    Hay dos puertas que dan al paraíso: la inocencia y la penitencia. ¿Quién puede pretender, oh hombre frágil, encontrar la primera abierta de par en par? Pero la segunda es acceso seguro. Jesús pasó por ella con su cruz cargado, expiando nuestros pecados. El nos invita a seguirlo.

    sábado, 29 de junio de 2013

    FRANCISCO, QUE NO LE TENGAMOS QUE DECIR: "ENTRE YO Y MI HERMANO, POCO NOS LLEVAMOS"


    Entre yo y mi hermano, poco nos llevamos
    Desde el trece de mayo de este año, somos muchas las personas que hemos vivido todo un tsunami de sensaciones alentadoras, tras la elección del papa Francisco, como consecuencia de la –muy responsable- decisión de Ratzinger de dejar el pontificado. 
    Quien escribe reconoce ante ustedes que se ha reconciliado con el solio pontificio tras muchos años de discrepancias totales. Aunque todavía albergo discrepancias con la iglesia, asumo la vitalidad de todos los gestos de Francisco y su repercusión en el mundo; pero espero que todo esto no sea una cortina de humo, para evitar lo esencial. 

    Lo esencial es el seguimiento de Cristo. Y lo malo es que “NO” es una novedad para el cristianismo de hoy, que la opción sea la del seguimiento. Son tantos los dimes y diretes, son tantas cuestiones a tener en cuenta para tomar tal o cual decisión, que puede que al papa y a nosotros mismos –en ocasiones- se nos pase el tiempo sin que consigamos poner nuestro pié en la hendidura que deja ante nosotros el Resucitado.
    Aun resuenan en nuestros oídos los ecos de la resurrección, los gestos de Jesús y sus acciones. Todo ello hay quien lo prefigura en la persona del papa Francisco, y yo aliento esos gestos. Quien está cerca de mi me ha escuchado en más de una ocasión manifestar, la repercusión que en tiempos de Ratzinguer, hubiera tenido el ver al papa leyendo su mensaje de navidad sentado en una humilde silla. 

    Está claro que Ratzinger, tan amante de los tronos dorados y ornamentos litúrgicos con siglos de antigüedad, se lo ha puesto demasiado fácil a Francisco, aunque el pretexto de este último fuera solamente el aligerar el peso del atuendo pontificio en las celebraciones. 
    Ya manifestó el teólogo y amigo José María Castillo, que no se cambia la iglesia con cambiar de zapatos. Una afirmación muy elocuente, para mirar al nuevo papa como yo creo mirarlo, con esperanza, ánimo y mucha cautela. Cautela porque los ecos eclesiásticos en nuestro país, al menos no indican que el talante papal sea somatizado a los obispos de las diócesis de la muy católica –que fue- España. 
    Los que sabemos algo del sentido eclesiástico de nuestra iglesia, sabemos que todas las declaraciones de los obispos responden a un orden estratégico organizado por ellos mismos, para no dejar de marcar la senda de la ideología católica más conservadora y por ende, la única entendible por ellos. 
    Los obispos de Segovia y Córdoba hoy se manifiestan contra el aborto, niegan de pleno el acceso de la mujer al sacerdocio argumentando este como don exclusivamente masculino, y tildan el divorcio como epidemia del siglo XXI…etc. No me extiendo en las declaraciones porque solo hay que imaginárselas. 
    En la vecina Francia se suceden manifestaciones de carácter fundamentalista contra derechos obtenidos hacia la identidad de género, y está demostrado que tras las convocatorias está el aliento de la iglesia católica francesa. 

    En Rusia esta semana se ha aprobado con la bendición de la Iglesia Ortodoxa, una ley represiva y de una dureza extrema al considerar un delito la manifestación de la libertad sexual, así como penalizar por ley todo aquello que sea considerado ofensa a la religión. No sé si se me podrá tildar de demagogo pero, ¿nos cambiamos todos se zapatos y así comenzamos a cambiar el mundo? Dejadme que os pregunte. ¿Qué respuesta damos a todas las personas a las que afecta de manera negativa y causan dolor estas declaraciones episcopales, así como los hechos acaecidos en Francia o Rusia? 
    Me centro brevemente en los divorciados. A estos la iglesia, nuestra iglesia, como respuesta inmediata les cierra la puerta a la participación responsable de la comunidad, negándoles la comunión y el acceso a responsabilidades eclesiales tachándolos de ácratas. 
    ¿Esto no es una vuelta a la antigua economía de la salvación? ¿Apostamos por la vida y el amor, o por el “cumpli-miento” de la ley? 
    Es precisamente aquí donde esperamos a Francisco, en este recodo del camino en el que muchos le diremos egoístamente ¿qué hay de lo mío? Porque solo entonces tendrá la oportunidad de TESTIMONIAR auténticamente como Jesús de Nazaret, aunque se tenga que dejar la piel en el intento. 
    Coincido con el papa en que os pobres son importantísimos. 
    ¡Lo primero! Porque la pobreza es la autentica lacra del siglo XXI y no que la gente se separe o se deje de separar, pues los vínculos sacramentales van más allá de las posibilidades de visibilidad que tiene un obispo. Pero hay cuestiones de fondo en las que la iglesia se obceca, y que irremediablemente causan la retirada de muchos hijos e hijas de la iglesia por el camino. 
    Los que responsablemente se salgan del camino no volverán por muy evaluable que sea la clase de religión. ¿Hasta dónde presionaran los obispos? Probablemente hasta la próxima campaña electoral. Mientras tanto no debieran perder de vista, que somos muchos los cristianos que estamos casi a punto de renunciar a la catolicidad como seña de identidad religiosa, ya que se ha convertido en represiva. 

    Y Jesús de Nazaret solo quiso la felicidad individual y colectiva, sin preguntar el cómo ni el porqué. Acabo. Papa Francisco, déjese de fuegos artificiales y no se duerma en los laureles, no le vayamos a tener que decir el refrán del pueblo respecto de la similitud con su antecesor: “entre yo y mi hermano, poco nos llevamos”. 

    A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos






    Mateo 16, 13-19. Solemnidad de San Pedro y San Pablo. Ellos encontraron la fuerza para llevar a término su misión en la tierra.

    Del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-19


    Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

    Oración introductoria

    Cristo, san Pedro y san Pablo, y muchos otros, dieron su vida porque creían en el amor, en la locura de tu amor que te llevó al extremo de morir en la cruz. Dame la gracia de comprender, en esta oración, que debo buscar vivir, transmitir y ser testigo de ese amor.

    Petición

    Dios mío, que este tiempo de oración sea una expresión de mi amor.

    Meditación del Papa

    Pedro responde: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". Acto seguido, Jesús pronuncia la declaración solemne que define, de una vez por todas, el papel de Pedro en la Iglesia: "Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (...). A ti te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos". Las tres metáforas que utiliza Jesús son en sí muy claras: Pedro será el cimiento de roca sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia; tendrá las llaves del reino de los cielos para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por último, podrá atar o desatar, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no de Pedro. Así queda descrito con imágenes muy plásticas lo que la reflexión sucesiva calificará con el término: "primado de jurisdicción". Benedicto XVI, 7 de junio de 2006.

    Reflexión

    Cristo pregunta a sus apóstoles: ¿quién dice la gente que soy yo? Pone esta pregunta sólo después de haber llevado a término su misión de enseñar lo que el Padre le ha dicho. Podría decirse que el caso ya está expuesto y ahora llega el momento de pronunciar el juicio. Sin embargo, la gente que ha visto y oído todas las pruebas necesarias para reconocerlo como Mesías, no termina por comprender sus signos. Es como si un velo cubriera sus ojos y les impidiese dar una respuesta segura y convincente: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo."

    Para Pedro, al igual que para Pablo tiempo después, Cristo fue un auténtico enigma difícil de descifrar. Por ejemplo, ¿qué pensaría Pedro al ver a su maestro caminando sobre las aguas? O ¿cuáles sentimientos fluirían es su corazón cuando escucha de Cristo "sobre ti edificaré mi Iglesia" y más tarde le dice "apártate de mí Satanás."

    Este misterio sobre Cristo lo comprenderíamos mejor con los ojos de la fe que nos da el Padre. Mientras la fe no sea le oxígeno de nuestra vida, no seremos capaces de reconocer a Cristo como el Mesías. Por esto Cristo le dice a Pedro "dichoso Tú, Pedro, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre sino mi Padre que está en el cielo."

    El don de la fe se lo dona el Padre a Pedro no por mérito de Pedro ni por sus cualidades personales -era pescador- sino por su propia bondad Dios. Es el don más precioso, el de reconocer a Dios como Mesías, como la auténtica luz que guiará nuestros pasos hacia la felicidad eterna. Y gracias a la fe Pedro y Pablo encontraron la fuerza para llevar a término su misión en la tierra.

    Propósito

    Haré una oración especial por el Papa Francisco, pidiendo a Dios lo ilumine y lo fortalezca en su misión.

    Diálogo con Cristo

    Señor, siendo fiel a la Iglesia, estoy seguro que te soy fiel. Estar en comunión con el Papa es estar en comunión contigo. Por eso hoy te quiero confirmar mi amor y mi deseo de caminar siempre al paso de la Iglesia, sin poner límites a mi servicio ni a mi amor.





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    Conoce más acerca del orígen de esta Solemnidad de San Pedro y San Pablo

    El Señor entra en nuestras vidas cuando Él lo quiere

    El Señor nos pide ser pacientes y sin mancha, caminando siempre en su presencia. Es cuanto ha afirmado este viernes en la mañana el papa Francisco durante la misa celebrada en la Casa Santa Marta. El santo padre subrayó que el Señor siempre escoge su propio modo para entrar en nuestra vida y esto requiere paciencia por nuestra parte, porque no siempre se deja ver por nosotros. Según informa Radio Vaticana, participó en la misa un grupo de empleados del Departamento de Salud e Higiene, acompañados por el director, doctor Patrizio Polisca.

    Dios en nuestras vidas

    El Señor entra de a pocos en la vida de Abraham, tiene 99 años cuando le promete un hijo. En cambio, entra inmediatamente en la vida del leproso: Jesús escucha su oración, lo toca y aquí está el milagro. Para su reflexión, Francisco ha partido de la primera lectura de hoy y del evangelio para indicar cómo el Señor decide involucrarse "en nuestras vidas, en la vida de su pueblo". Abraham y el leproso. "Cuando venga el Señor –dijo, no siempre lo hace de la misma manera. No existe un protocolo de la actuación de Dios en nuestra vida "," no existe ". Una vez, añadió, "lo hace de una manera, otra vez lo hace de otra”, pero siempre lo hace. "Siempre –insistió, se da este encuentro entre nosotros y el Señor":
    "El Señor siempre escoge el modo de entrar en nuestra vida. Muchas veces lo hace tan lentamente, que estamos en peligro de perder un poco de paciencia, ‘Pero, Señor, ¿cuándo?’ Y oramos, oramos... Y no llega su intervención en nuestras vidas. Otras veces, cuando pensamos en lo que el Señor nos ha prometido, es tan grande que somos un poco incrédulos, un poco escépticos y como Abraham, un poco a escondidas, sonreímos... Dice esta primera lectura que Abraham escondió su cara y sonrió... Un poco de escepticismo: ‘Pero cómo yo, con cerca de cien años, tendré un hijo y mi mujer a los 90 años tendrá un hijo?’.

    Los tiempos de Dios

    El mismo escepticismo, recordó, lo tendrá Sarah, en la encina de Mambré, cuando los tres ángeles le dirán lo mismo a Abraham. "¿Cuántas veces nosotros, cuando el Señor no acude –reflexionó, no hace el milagro, y no nos da lo que queremos que Él haga, nos volvemos o impacientes o escépticos":
    "Pero no lo hace, a los escépticos no puede hacerlo. El Señor se toma su tiempo. Pero incluso Él, en esta relación con nosotros, tiene mucha paciencia. No solo nosotros debemos tener paciencia: ¡Él la tiene! ¡Él nos espera! ¡Él nos espera hasta el final de la vida! Pensemos en el buen ladrón, hasta el final, al final reconoció a Dios. El Señor camina con nosotros, pero muchas veces no se deja ver, como en el caso de los discípulos de Emaús. El Señor está involucrado en nuestras vidas, ¡esto es seguro!, pero muchas veces no lo vemos. Esto nos exige paciencia. Pero el Señor que camina con nosotros, Él también tiene mucha paciencia con nosotros".
    El papa profundizó así, sobre "el misterio de la paciencia de Dios, que al caminar, camina a nuestro ritmo". A veces en la vida, constató, "las cosas se vuelven muy oscuras, hay tanta oscuridad allí, que queremos, si estamos en problemas, bajar de la cruz". Esto, dijo, "es el momento preciso: la noche es más oscura, cuando se aproxima la madrugada. Y siempre cuando nos bajamos de la cruz, lo hacemos cinco minutos antes de que llegue la liberación, en el momento más grande de la impaciencia".
    "Jesús en la Cruz, sintió que lo desafiaban: ‘¡Baja, baja! ¡Ven!’. Paciencia hasta el final, porque Él tiene paciencia con nosotros. Él entra siempre, está involucrado con nosotros, pero lo hace a su manera y cuando Él piensa que es mejor. Solo nos dice lo que le dijo a Abraham: ‘Camina en mi presencia y sé perfecto', sé irreprensible, es la palabra correcta. Camina en mi presencia y trata de estar por encima de cualquier reproche. Este es el camino con el Señor y Él interviene, pero tenemos que esperar, esperar el momento, caminando siempre en su presencia y tratando de ser irreprensibles. Le pedimos esta gracia al Señor: caminar siempre en su presencia, tratando de ser irreprensibles”.

    Entrevista a San Pedro y San Pablo

    ¿Qué nos platicarían estos grandes apóstoles? ¡Cuántas cosas nos enseñarían! Sus palabras son actuales, solo tenemos que leerlas en las Sagradas Escrituras.
     
    Entrevista a San Pedro y San Pablo
    Entrevista a San Pedro en el cielo

    Vamos a hacer una entrevista a aquel pescador de Galilea llamado Simón Pedro:

    Pregunta: ¿Qué sentiste al negar a Cristo?

    Respuesta: Fue el día más triste de mi vida; no se lo deseo a nadie. Yo era muy duro para llorar, pero ese día lloré a mares; no lo suficiente, porque toda la vida lloré esa falta. Sin embargo, por haber negado al Señor un día, lo amé muchísimo más que si nunca lo hubiera hecho. Esas negaciones fueron un hierro candente que me traspasó el corazón.

    Pregunta: ¿Prefieres el nombre de Pedro al de Simón?

    Respuesta: Sí, porque el nombre de Simón me lo pusieron mis padres; el de Pedro, Cristo. Además, es un nombre que encierra un gran significado. Por un lado me hace feliz que Él me haya hecho piedra de su Iglesia; por otro lado, me produce gran confusión, porque yo no era roca, sino polvo vil. Cristo ya no me llama Simón, Él prefiere llamarme roca; y en el cielo todos me llaman Pedro.
    Mi antiguo nombre ya se me olvidó. Cuando pienso en mi nuevo nombre, cuando me llaman Pedro, inmediatamente pienso en la Iglesia. Me llaman así con un sentido muy particular los demás vicarios de Cristo que me han seguido, y yo siento ganas de llamarles con el mismo nombre, porque todos somos piedra de la misma cantera, todos sostenemos a la Iglesia.

    Pregunta: ¿Por qué dijiste al Señor aquellas palabras: «Señor, a quién iremos, si Tú tienes palabras de vida eterna»?

    Respuesta: Me salieron del corazón. La situación era apurada, y había que hacer algo por el Maestro; veía a mis compañeros indecisos, y sentí la obligación de salvar la situación y confiar; por eso dije en plural: «¿A quien iremos Señor? Tú tienes palabras de vida eterna». Yo mismo no comprendía en ese tiempo muchas cosas del Maestro. Ni pienses que entendía la Eucaristía, pero dejé hablar al corazón, y el corazón me habló con la verdad.
    Yo amaba apasionadamente al Maestro y aproveché aquel momento supremo para decir bien claro y bien fuerte: «Yo me quedo contigo». Y, de lo que entonces dije, nunca me arrepentí.

    Pregunta: ¿Qué sentiste cuando Cristo Resucitado se te apareció?

    Respuesta: Es difícil, muy difícil de expresar, pero lo intentaré. Por un segundo creí ver un fantasma, luego sentí tal alegría que quise abrazarlo con todas mis fuerzas. «¡Es Él!» pensé, pero luego sentí cómo se me helaba la sangre, y quedé petrificado sin atreverme a mover. Él fue quien me abrazó con tal ternura, con tal fuerza... Y oí muy claras sus palabras: «Para mí sigues siendo el mismo Pedro de siempre».

    Pregunta: ¿Qué consejo nos das a los que seguimos en este mundo?

    Respuesta: Puedo decirles que mi actual sucesor, Benedicto XVI, es de los mejores. Háganle caso y les irá mejor.

    Pedro es el típico hombre, humilde de nacimiento, que se hizo grande al contacto con Cristo. El típico hombre, pecador como todos, pero que, arrepentido de su pecado, logró una santidad excelsa.


    Entrevista en el cielo a San Pablo

    Quisiéramos hoy hacerle algunas preguntas al fariseo Pablo de Tarso.

    Pregunta: ¿Qué sentiste en el camino hacia Damasco, caído en el suelo, tirado en el polvo?

    Respuesta: Yacía por tierra, convertido en polvo, todo mi pasado. Mis antiguas certezas, la intocable ley mosaica, mi alma de fariseo rabioso, toda mi vida anterior estaba enterrada en el polvo.

    Fue cuestión de segundos. Del polvo emergía poco a poco un hombre nuevo. Los métodos fueron violentos, tajantes, «es duro dar coces contra el aguijón», pero sólo así podía aprender la dura lección.

    En el camino hacia Damasco me encontré con el Maestro un día que nunca olvidaré.

    Aquella voz y aquel Cristo de Damasco se me clavaron como espada en el corazón. Cristo entró a saco en mi castillo rompiendo puertas, ventanas; una experiencia terrible; pero considero aquel día como el más grande de mi vida.


    Pregunta: ¿Sigues diciendo que todo lo que se sufre en este mundo es juego de niños, comparado con el cielo?

    Respuesta: Lo dije y lo digo. Durante mi vida terrena contemplé el cielo por un rato; ahora estaré en él eternamente. El precio que pagué fue muy pequeño. El cielo no tiene precio. ¡Qué pena da ver a tantos hombres y mujeres aferrados a las cosas de la tierra, olvidándose de la eternidad!

    Vale la pena sufrir sin fin y sin pausa para conquistar el cielo. El Cristo de Damasco será mío para siempre; llegando aquí lo primero que le he dicho al Señor ha sido: «Gracias Señor, por tirarme del caballo»; pues Él me pidió disculpas por la manera demasiado fuerte de hacerlo.

    Pregunta: ¿Qué querías decir con aquellas palabras: “¿Quién me arrancará del amor a Cristo?”

    Respuesta: Lo que las palabras significan: que estaba seguro de que nada ni nadie jamás me separaría de Él, y así fue. Y, si en la tierra pude decir con certeza estas palabras, en el cielo las puedo decir con mayor certeza todavía.
    El cielo consiste en: “Cristo es mío, yo soy de Cristo por toda la eternidad” ¿Sabes lo que se siente, cuando Él me dice: «Pablo, amigo mío?».

    Pregunta: Un día dijiste aquellas palabras: “Sé en quién he creído y estoy tranquilo”. Explícanos el sentido.

    Respuesta: Cuando llegué a conocerlo, no pude menos de seguirlo, de quererlo, de pasarme a sus filas; porque nadie como Él de justo, de santo, de verdadero.
    Supe desde el principio que no encontraría otro como Él, que nadie me amaría tanto como aquél que se entregó a la muerte y a la cruz por mí.

    Pregunta: ¿Un consejo desde el cielo para los de la tierra?

    Respuesta: Uno sólo, y se los doy con toda la fuerza: “Déjense atrapar por el mismo Señor que a mi me derribó en Damasco”.

    Si todos los enemigos del cristianismo fueran sinceros como Pablo de Tarso, un día u otro, la caída de un caballo, una experiencia fuerte o una caricia de Dios les haría exclamar como él: «Señor, ¿qué quieres que haga?».



    A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos

    Mateo 16, 13-19. Solemnidad de San Pedro y San Pablo. Ellos encontraron la fuerza para llevar a término su misión en la tierra.
     
    A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos
    Del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-19


    Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

    Oración introductoria

    Cristo, san Pedro y san Pablo, y muchos otros, dieron su vida porque creían en el amor, en la locura de tu amor que te llevó al extremo de morir en la cruz. Dame la gracia de comprender, en esta oración, que debo buscar vivir, transmitir y ser testigo de ese amor.

    Petición

    Dios mío, que este tiempo de oración sea una expresión de mi amor.

    Meditación del Papa

    Pedro responde: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". Acto seguido, Jesús pronuncia la declaración solemne que define, de una vez por todas, el papel de Pedro en la Iglesia: "Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (...). A ti te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos". Las tres metáforas que utiliza Jesús son en sí muy claras: Pedro será el cimiento de roca sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia; tendrá las llaves del reino de los cielos para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por último, podrá atar o desatar, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no de Pedro. Así queda descrito con imágenes muy plásticas lo que la reflexión sucesiva calificará con el término: "primado de jurisdicción". Benedicto XVI, 7 de junio de 2006.

    Reflexión

    Cristo pregunta a sus apóstoles: ¿quién dice la gente que soy yo? Pone esta pregunta sólo después de haber llevado a término su misión de enseñar lo que el Padre le ha dicho. Podría decirse que el caso ya está expuesto y ahora llega el momento de pronunciar el juicio. Sin embargo, la gente que ha visto y oído todas las pruebas necesarias para reconocerlo como Mesías, no termina por comprender sus signos. Es como si un velo cubriera sus ojos y les impidiese dar una respuesta segura y convincente: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo."

    Para Pedro, al igual que para Pablo tiempo después, Cristo fue un auténtico enigma difícil de descifrar. Por ejemplo, ¿qué pensaría Pedro al ver a su maestro caminando sobre las aguas? O ¿cuáles sentimientos fluirían es su corazón cuando escucha de Cristo "sobre ti edificaré mi Iglesia" y más tarde le dice "apártate de mí Satanás."

    Este misterio sobre Cristo lo comprenderíamos mejor con los ojos de la fe que nos da el Padre. Mientras la fe no sea le oxígeno de nuestra vida, no seremos capaces de reconocer a Cristo como el Mesías. Por esto Cristo le dice a Pedro "dichoso Tú, Pedro, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre sino mi Padre que está en el cielo."

    El don de la fe se lo dona el Padre a Pedro no por mérito de Pedro ni por sus cualidades personales -era pescador- sino por su propia bondad Dios. Es el don más precioso, el de reconocer a Dios como Mesías, como la auténtica luz que guiará nuestros pasos hacia la felicidad eterna. Y gracias a la fe Pedro y Pablo encontraron la fuerza para llevar a término su misión en la tierra.

    Propósito

    Haré una oración especial por el Papa Francisco, pidiendo a Dios lo ilumine y lo fortalezca en su misión.

    Diálogo con Cristo

    Señor, siendo fiel a la Iglesia, estoy seguro que te soy fiel. Estar en comunión con el Papa es estar en comunión contigo. Por eso hoy te quiero confirmar mi amor y mi deseo de caminar siempre al paso de la Iglesia, sin poner límites a mi servicio ni a mi amor.

    sábado 29 Junio 2013

    Solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles

    Santos Pedro y Pablo

    Leer el comentario del Evangelio por
    San Clemente de Roma: El testimonio histórico más antiguo del martirio de Pedro y Pablo

    Hechos 12,1-11.
    Por aquel tiempo el rey Herodes decidió apresar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos.
    Hizo matar a espada a Santiago, hermano de Juan,
    y, al ver que esto agradaba a los ju díos, mandó detener también a Pedro: eran precisamente los días de la fiesta de los Panes Azimos.
    Des pués de detenerlo lo hizo encerrar en la cárcel bajo la vigilancia de cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno, pues su intención era juzgarlo ante el pueblo después de la Pascua.
    Y mientras Pedro era custodiado en la cárcel, toda la Iglesia oraba incesantemente por él a Dios.
    Llegaba el día en que Herodes iba a hacerlo comparecer; aquella misma noche Pedro estaba durmiendo entre dos soldados, atado con dos cadenas, y otros guardias custodiaban la puerta de la cárcel.
    De repente la celda se llenó de luz: ¡estaba el ángel del Señor! El ángel tocó a Pedro en el costado y lo despertó diciéndole: «¡Levántate en seguida!» Y se le cayeron las cadenas de las manos.
    El ángel le dijo en seguida: «Ponte el cinturón y las sandalias.» Así lo hizo, y el ángel agregó: «Ponte el manto y sígueme.»
    Pedro salió tras él; no se daba cuenta de que lo que estaba ocurriendo con el ángel era realidad, y todo le parecían visiones.
    Pasaron la primera y la segunda guardia y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió sola. Salieron y se metieron por un callejón, y de repente lo dejó el ángel.
    Entonces Pedro volvió en sí y dijo: «Ahora no cabe duda: el Señor ha enviado a su ángel para rescatarme de las manos de Herodes y de todo lo que proyectaban los judíos contra mí.»

    Salmo 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9.
    Bendeciré al Señor en todo tiempo,
    no cesará mi boca de alabarlo.
    Mi alma se gloría en el Señor:
    que lo oigan los humildes y se alegren.

    Engrandezcan conmigo al Señor
    y ensalcemos a una su nombre.
    Busqué al Señor y me dio una respuesta
    y me libró de todos mis temores.

    Mírenlo a él y serán iluminados
    y no tendrán más cara de frustrados.
    Este pobre gritó y el Señor lo escuchó,
    y lo salvó de todas sus angustias.

    El ángel del Señor hace sus rondas
    junto a los que le temen y los guarda.
    Gusten y vean cuán bueno es el Señor
    ¡dichoso aquel que busca en él asilo!


    San Pablo a Timoteo 2 4,6-8.17-18.
    En cuanto a mí, estoy a punto de sacrificar mi vida y se acerca el momento de mi partida.
    He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado lo que me confiaron.
    Sólo me queda recibir la corona de toda vida santa con la que me premiará aquel día el Señor, juez justo; y conmigo la recibirán todos los que anhelaron su venida gloriosa.
    Pero el Señor estuvo conmigo llenándome de fuerza, para que el mensaje fuera proclamado por medio de mí y llegara a oídos de todos los paganos; y quedé libre de la boca del león.
    El Señor me librará de todo mal y me salvará llevándome a su reino celestial. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

    Mateo 16,13-19.
    Jesús se fue a la región de Cesarea de Filipo. Estando allí, preguntó a sus discípulos: «Según el parecer de la gente, ¿quién es este Hijo del Hombre?»
    Respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista, otros que eres Elías o Jeremías, o alguno de los profetas.»
    Jesús les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?»
    Pedro contestó: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo.»
    Jesús le replicó: «Feliz eres, Simón Barjona, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos.
    Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer.
    Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.»


    Extraído de la Biblia Latinoamericana.



    Leer el comentario del Evangelio por :

    San Clemente de Roma, papa del año 90 a 100 aproximadamente
    Carta a los Corintios, 5-7 (trad. cf breviario 30/06)

    El testimonio histórico más antiguo del martirio de Pedro y Pablo

    Dejemos estos ejemplos de [persecución en el Antiguo Testamento] y vengamos a considerar los luchadores más cercanos a nosotros; expongamos los ejemplos de magnanimidad que han tenido lugar en nuestros tiempos. Aquellos que eran las máximas y más legítimas columnas de la Iglesia sufrieron persecución por emulación y por envidia y lucharon hasta la muerte. Pongamos ante nuestros ojos a los santos apóstoles: a Pedro que, por una hostil emulación, tuvo que soportar no una o dos, sino innumerables dificultades, hasta sufrir el martirio y llegar así a la posesión de la gloria merecida. Esta misma envidia y rivalidad dio a Pablo ocasión de alcanzar el premio debido a la paciencia: en repetidas ocasiones fue encarcelado, obligado a huir, apedreado y, habiéndose convertido en mensajero de la palabra en el Oriente y en el Occidente, su fe se hizo patente a todos, ya que, después de haber enseñado a todo el mundo el camino de la justicia, habiendo llegado hasta el extremo Occidente, sufrió el martirio de parte de las autoridades y, de este modo, partió de este mundo hacia el lugar santo, dejándonos un ejemplo perfecto de paciencia. A estos hombres, maestros de una vida santa, vino a agregarse una gran multitud de elegidos que, habiendo sufrido muchos suplicios y tormentos también por emulación, se han convertido para nosotros en un magnífico ejemplo…

    Todo esto, carísimos, os lo escribimos no sólo para recordaros vuestra obligación, sino también para recordarnos la nuestra, ya que todos nos hallamos en la misma palestra y tenemos que luchar el mismo combate. Dejemos, pues, las preocupaciones inútiles y vanas y pongamos toda nuestra atención en la gloriosa y venerable regla de nuestra tradición. Tengamos los ojos fijos en lo que es bueno y agradable a los ojos de nuestro Hacedor, lo que nos acerca a él. Fijemos nuestra mirada en la sangre de Cristo y démonos cuenta de cuán valiosa es a los ojos del Dios y Padre suyo, ya que, derramada por nuestra salvación, ha traído al mundo entero la gracia de la conversión.  

     
     
     
     
     



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    Conoce más acerca del orígen de esta Solemnidad de San Pedro y San Pablo

    En español, Homilía Papa Francisco, Misa de San Pedro y San Pablo

     

    misa-san-pedro-y-san-pablo-homilia-papa-francisco
                                                           
    En español, Homilía Papa Francisco, Misa de San Pedro y San Pablo: confirmar en la fe, confirmar en el amor, confirmar en la unidad, la triple misión del ministerio petrino (Basílica Vaticana, 29 junio 2013)
    Celebramos la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, patronos principales de la Iglesia de Roma: una fiesta que adquiere un tono de mayor alegría por la presencia de obispos de todo el mundo. Es una gran riqueza que, en cierto modo, nos permite revivir el acontecimiento de Pentecostés: hoy, como entonces, la fe de la Iglesia habla en todas las lenguas y quiere unir a los pueblos en una sola familia.
    Saludo cordialmente y con gratitud a la delegación del Patriarcado de Constantinopla, guiada por el Metropolita Ioannis. Agradezco al Patriarca ecuménico Bartolomé I por este Nuevo gesto de fraternidad. Saludo a los señores embajadores y a las autoridades civiles. Un gracias especial al Thomanerchor, el coro de la Thomaskirche, de Lipsia, la iglesia de Bach, que anima la liturgia y que constituye una ulterior presencia ecuménica.
    Tres ideas sobre el ministerio petrino, guiadas por el verbo «confirmar». ¿Qué está llamado a confirmar el Obispo de Roma?

    1. Ante todo, confirmar en la fe. El Evangelio habla de la confesión de Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo» (Mt, 16,16), una confesión que no viene de él, sino del Padre celestial. Y, a raíz de esta confesión, Jesús le dice: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (v. 18). El papel, el servicio eclesial de Pedro tiene su en la confesión de fe en Jesús, el Hijo de Dios vivo, en virtud de una gracia donada de lo alto. En la segunda parte del Evangelio de hoy vemos el peligro de pensar de manera mundana. Cuando Jesús habla de su muerte y resurrección, del camino de Dios, que no se corresponde con el camino humano del poder, afloran en Pedro la carne y la sangre: «Se puso a increparlo: “¡Lejos de ti tal cosa, Señor!”» (16,22). Y Jesús tiene palabras duras con él: «Aléjate de mí, Satanás. Eres para mí piedra de tropiezo» (v. 23). Cuando dejamos que prevalezcan nuestras Ideas, nuestros sentimientos, la lógica del poder humano, y no nos dejamos instruir y guiar por la fe, por Dios, nos convertimos en piedras de tropiezo. La fe en Cristo es la luz de nuestra vida de cristianos y de ministros de la Iglesia.

    2. Confirmar en el amor. En la Segunda Lectura hemos escuchado las palabras conmovedoras de san Pablo: «He luchado el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe» (2 Tm 4,7). ¿De qué combate se trata? No el de las armas humanas, que por desgracia todavía ensangrientan el mundo; sino el combate del martirio. San Pablo sólo tiene un arma: el mensaje de Cristo y la entrega de toda su vida por Cristo y por los demás. Y es precisamente su exponerse en primera persona, su dejarse consumar por el evangelio, el hacerse todo para todos, sin reservas, lo que lo ha hecho creíble y ha edificado la Iglesia. El Obispo de Roma está llamado a vivir y a confirmar en este amor a Jesús y a todos sin distinción, límites o barreras.

    3. Confirmar en la unidad. Aquí me refiero al gesto que hemos realizado. El palio es símbolo de comunión con el Sucesor de Pedro, «principio y fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de la fe y de la comunión» (Lumen gentium, 18). Y vuestra presencia hoy, queridos hermanos, es el signo de que la comunión de la Iglesia no significa uniformidad. El Vaticano II, refiriéndose a la estructura jerárquica de la Iglesia, afirma que el Señor «con estos apóstoles formó una especie de Colegio o grupo estable, y eligiendo de entre ellos a Pedro lo puso al frente de él» (ibíd. 19). Y prosigue: «Este Colegio, en cuanto compuesto de muchos, expresa la diversidad y la unidad del Pueblo de Dios» (ibíd. 22). La variedad en la Iglesia, que es una gran riqueza, se funde siempre en la armonía de la unidad, como un gran mosaico en el que las teselas se juntan para formar el único gran diseño de Dios. Y esto debe impulsar a superar siempre cualquier conflicto que hiere el cuerpo de la Iglesia. Unidos en las diferencias: éste es el camino de Jesús. El palio, siendo signo de la comunión con el Obispo de Roma, con la Iglesia universal, supone también para cada uno de vosotros el compromiso de ser instrumentos de comunión.
    Confesar al Señor dejándose instruir por Dios; consumarse por amor de Cristo y de su evangelio; ser servidores de la unidad. Queridos hermanos en el episcopado, estas son las consignas que los santos apóstoles Pedro y Pablo confían a cada uno de nosotros, para que sean vividas por todo cristiano. Que la santa Madre de Dios nos guíe y acompañe siempre con su intercesión: Reina de los apóstoles, reza por nosotros. Amén.

    CÓMO SEGUIR A JESÚS

    Jesús emprende con decisión su marcha hacia Jerusalén. Sabe el peligro que corre en la capital, pero nada lo detiene. Su vida solo tiene un objetivo: anunciar y promover el proyecto del reino de Dios. La marcha comienza mal: los samaritanos lo rechazan. Está acostumbrado: lo mismo le ha sucedido en su pueblo de Nazaret.


    Jesús sabe que no es fácil acompañarlo en su vida de profeta itinerante. No puede ofrecer a sus seguidores la seguridad y el prestigio que pueden prometer los letrados de la ley a sus discípulos. Jesús no engaña a nadie. Quienes lo quieran seguir tendrán que aprender a vivir como él.
    Mientras van de camino, se le acerca un desconocido. Se le ve entusiasmado:”Te seguiré adonde vayas”. Antes que nada, Jesús le hace ver que no espere de él seguridad, ventajas ni bienestar. Él mismo “no tiene dónde reclinar su cabeza”. No tiene casa, come lo que le ofrecen, duerme donde puede.
    No nos engañemos. El gran obstáculo que nos impide hoy a muchos cristianos seguir de verdad a Jesús es el bienestar en el que vivimos instalados. Nos da miedo tomarle en serio porque sabemos que nos exigiría vivir de manera más generosa y solidaria. Somos esclavos de nuestro pequeño bienestar. Tal vez, la crisis económica nos puede hacer más humanos y más cristianos.
    Otro pide a Jesús que le deje ir a enterrar a su padre antes de seguirlo. Jesús le responde con un juego de palabras provocativo y enigmático: “Deja que los muertos entierren a sus muertos, tú vete a anunciar el reino de Dios”. Estas palabras desconcertantes cuestionan nuestro estilo convencional de vivir.
    Hemos de ensanchar el horizonte en el que nos movemos. La familia no lo es todo. Hay algo más importante. Si nos decidimos a seguir a Jesús, hemos de pensar también en la familia humana: nadie debería vivir sin hogar, sin patria, sin papeles, sin derechos. Todos podemos hacer algo más por un mundo más justo y fraterno.
    Otro está dispuesto a seguirlo, pero antes se quiere despedir de su familia. Jesús le sorprende con estas palabras: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios”. Colaborar en el proyecto de Jesús exige dedicación total, mirar hacia adelante sin distraernos, caminar hacia el futuro sin encerrarnos en el pasado.
    Recientemente, el Papa Francisco nos ha advertido de algo que está pasando hoy en la Iglesia: “ Tenemos miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos, sacándonos de nuestros horizontes, con frecuencia limitados, cerrados y egoístas, para abrirnos a los suyos. 

    Pedro, no es un asunto de llaves




    Me pregunto el porqué a los cristianos en ocasiones, nos resulta casi imposible el fijarnos en la figura de Pedro, sin pensar en las llaves y en el solio pontificio. Aquello de, “te daré las llaves del cielo, lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo…” (Mt 16,19), según los evangelios lo dijo Jesús en tres ocasiones. Una a Pedro, otra a los discípulos y otra al conjunto de los que le seguían  hombres y mujeres. 

    ¿Con cual nos quedamos en exclusiva? Creo que con ninguna, aunque por ello no pretendo desmontar ningún planteamiento sobre el fundamento de la Iglesia. Particularmente, creo que el comienzo de la iglesia fue bastante fiel a la enseñanza de Jesús; pero cuando sobre el siglo II comenzaron a jerarquizarla, comenzó a crecer como institución y de ahí hasta nuestros días, para que vamos a contar. 
    Poder e Iglesia van inexorablemente de la mano, aun cuando algún obispo –siempre incitado por asuntos de dineros- nos habla de la necesidad de colaborar con la iglesia, para que esta a su vez pueda servir a los desfavorecidos de la sociedad. Por ello, pienso que la cuestión de Pedro puede centrarse en el fundamento de la creación de la iglesia, pues él fue su fundador, no Jesucristo; ya que Jesucristo nunca pensó en refundar una religión concreta que llevara su nombre. 
    Lo que considero que no está junto a Pedro es la potestad otorgada a este desde los primeros tiempos, para hacer y deshacer con las llaves lo que considerara oportuno; dando pié este pasaje de (Mt 16,19) a la absurda infalibilidad papal. Desde mi humilde interpretación de los textos de las misas propias de esta fiesta, la clave de mi planteamiento la encuentro en la Liturgia de la Palabra de la misa de ayer. 
    Por cierto, es una lastima que el sacerdote pasara de puntillas sobre la Palabra inspirada, pero eso es algo a lo que estamos acostumbrados los que solemos ir a misa de vez en cuando. 

    Digo que en -Hechos 3,1-10- la curación del paralítico, encontramos la clave. Para entender bien los textos hubiera sido muy necesario invertir el sentido de las lecturas, pero los liturgistas sabemos que el evangelio siempre ha de ser el ultimo. Si el evangelio de hoy se centra en una pregunta; “y vosotros, ¿quien decís que soy yo?” (Mt 16,15), la respuesta la encontramos en la primera lectura de ayer sobre la curación del paralitico. Por un lado Pedro responde un poco azorado que ama al Señor, considerando que este le somete a una prueba de transfondo, la cual él no entiende y que llega a entristecerle. 
    En este momento Pedro, aun no a somatizado la vivencia del Resucitado; aun no es un hombre de fe aunque comienza a tener convicciones. Pero tras la resurrección de Jesús y lo que esto representa para la comunidad paleocristiana, vemos acciones fundamentales que nos demuestran que efectivamente los apóstoles se hicieron eco en la totalidad de sus vidas, de la enseñanza de Jesús de Nazaret. 
    Apartando la curación del efecto “milagrero”, lo que encuentran Pedro y Juan en la puerta del templo es un excluido de la sociedad. Alguien con el cual la naturaleza fue caprichosa y al nacer con una anomalía en el funcionamiento normal de su cuerpo, le hizo ante los suyos ser considerado un pecador al llevar encima el estigma del pecado otorgado por Dios. 
    Este era el planteamiento de los judíos con estas personas, a las que alejaban de la condición humana. 
    Pedro y Juan llegan y no ignoran la situación del enfermo. Ven en él una necesidad imperiosa y en sus rasgos advierten los del Resucitado. Inmediatamente dan gratis, lo que del Señor han recibido gratis. 
    Le hablan, se relacionan con él, le dan consuelo, lo dignifican como persona otorgándole la condición humana que ellos despliegan con él; y encima estos dos hombres entran en el templo con el enfermo ya rehabilitado a los ojos de la sociedad, para demostrar que ante los ojos de Dios todos tenemos cabida. 

    Este fue Pedro. Alguien a quien le costo trabajo creer, alguien duro de mollera y duro de entendederas como una piedra (pedro=piedra respecto de dureza no de cimiento). Alguien que tras un complejo proceso de fe no exento de infidelidades, asumió la grandeza de seguir a Jesús y la necesidad de desplegar ante los demás su perfecta humanidad. 
    ¿Qué potencial de mi persona dedico al seguimiento de Jesús desde la atención al otro? 
    ¿Qué potencial de mi persona dedico a imponer mi pensamiento, mi autoridad, mi…etc, haciendo uso de la potestad de la llaves? 
    No perdamos de vista que Jesús envía a los suyos a evangelizar desde el desprendimiento (Mt 10.5-9), y este despredimiento a buen seguro le hacia a Pedro no tener, ni si quiera la llave de su casa.

    Saludos desde la calurosa Andalucía.





     Oración en la fiesta de los Santos Pedro y Pablo

    Padre bueno que nos amas y nos buscas,
    en tus discípulos Pedro y Pablo 
    encontramos fermento de cristianismo 
    y perfección en la humanidad.
    Concédenos padre bueno, 
    que alejándonos de los reclamos del poder, 
    el fundamentalismo y la intransigencia, 
    vivamos nuestra fe con generosidad hacia los demás.
    Que descifremos los rasgos del Resucitado 
    en todo aquel que llame nuestra atención, 
    para así estar convencidos de que colaboramos 
    en la construcción de un mundo mejor.
    Insuflanos tu santo Espíritu 
    como garante de una conciencia responsable 
    y unas acciones contundentes, 
    para mostrar por ellas 
    la inmensidad de tu corazón.
    Por Jesús tu Hijo, vuelto a la vida desde nuestros corazones.
    Amén.

    Liturgia de las Horas. Domingo XIII Semana Tiempo Ordinario. Ciclo C. 30 de junio, 2013.






    DOMINGO DE LA SEMANA XIII De la feria. Salterio I

    30 de junio

    OFICIO DE LECTURA



    Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

    V. Señor abre mis labios
    R. Y mi boca proclamará tu alabanza

    Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

    Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.


    Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

    V. Dios mío, ven en mi auxilio
    R. Señor, date prisa en socorrerme

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.


    Himno: PRIMICIAS SON DEL SOL DE SU PALABRA

    Primicias son del sol de su Palabra
    las luces fulgurantes de este día;
    despierte el corazón, que es Dios quien llama,
    y su presencia es la que ilumina.

    Jesús es el que viene y el que pasa
    en Pascua permanente entre los hombres,
    resuena en cada hermano su palabra,
    revive en cada vida sus amores.

    Abrid el corazón, es él quien llama
    con voces apremiantes de ternura;
    venid: habla, Señor, que tu palabra
    es vida y salvación de quien la escucha.

    El día del Señor, eterna Pascua,
    que nuestro corazón inquieto espera,
    en ágape de amor ya nos alcanza,
    solemne memorial en toda fiesta.

    Honor y gloria al Padre que nos ama,
    y al Hijo que preside esta asamblea,
    cenáculo de amor le sea el alma,
    su Espíritu por siempre sea en ella. Amén.
    SALMODIA Ant 1. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor. Salmo 1 - LOS DOS CAMINOS DEL HOMBRE
    Dichoso el hombre
    que no sigue el consejo de los impíos,
    ni entra por la senda de los pecadores,
    ni se sienta en la reunión de los cínicos;
    sino que su gozo es la ley del Señor,
    y medita su ley día y noche.

    Será como un árbol
    plantado al borde de la acequia:
    da fruto a su tiempo
    y no se marchitan sus hojas;
    y cuanto emprende tiene buen fin.

    No así los impíos, no así;
    serán paja que arrebata el viento.
    En el juicio los impíos no se levantarán,
    ni los pecadores en la asamblea de los justos;
    porque el Señor protege el camino de los justos,
    pero el camino de los impíos acaba mal.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.

    Ant 2. Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
    Salmo 2 - EL MESÍAS, REY VENCEDOR.
    ¿Por qué se amotinan las naciones,
    y los pueblos planean un fracaso?

    Se alían los reyes de la tierra,
    los príncipes conspiran
    contra el Señor y contra su Mesías:
    «rompamos sus coyundas,
    sacudamos su yugo.»

    El que habita en el cielo sonríe,
    el Señor se burla de ellos.
    Luego les habla con ira,
    los espanta con su cólera:
    «yo mismo he establecido a mi Rey
    en Sión, mi monte santo».

    Voy a proclamar el decreto del Señor;
    él me ha dicho: «Tú eres mi hijo:
    yo te he engendrado hoy.
    Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
    en posesión los confines de la tierra:
    los gobernarás con cetro de hierro,
    los quebrarás como jarro de loza.»

    Y ahora, reyes, sed sensatos;
    escarmentad los que regís la tierra:
    servid al Señor con temor,
    rendidle homenaje temblando;
    no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
    porque se inflama de pronto su ira.
    ¡Dichosos los que se refugian en él!

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.

    Ant 3. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.
    Salmo 3 - CONFIANZA EN MEDIO DE LA ANGUSTIA.
    Señor, cuántos son mis enemigos,
    cuántos se levantan contra mí;
    cuántos dicen de mí:
    «ya no lo protege Dios.»

    Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
    tú mantienes alta mi cabeza.
    Si grito invocando al Señor,
    él me escucha desde su monte santo.

    Puedo acostarme y dormir y despertar:
    el Señor me sostiene.
    No temeré al pueblo innumerable
    que acampa a mi alrededor.

    Levántate, Señor;
    sálvame, Dios mío:
    tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
    rompiste los dientes de los malvados.

    De ti, Señor, viene la salvación
    y la bendición sobre tu pueblo.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.

    V. La palabra de Cristo habite con toda riqueza en vosotros.
    R. Exhortándoos mutuamente con toda sabiduría.


    PRIMERA LECTURA Del primer libro de Samuel 5, 1--6, 5a. 10-12. 19--7, 1 EL ARCA DE DIOS ES DEVUELTA A ISRAEL
    En aquellos días, los filisteos capturaron el arca de Dios y la llevaron desde Piedrayuda a Asdod. Cogieron el arca de Dios, la metieron en el templo de Dagón y la colocaron junto a Dagón.

    A la mañana siguiente, se levantaron los asdodeos y encontraron a Dagón caído de bruces delante del arca del Señor; lo recogieron y lo colocaron en su sitio. A la mañana siguiente, se levantaron y encontraron a Dagón caído de bruces ante el arca del Señor, con la cabeza y las manos cortadas, encima del umbral; sólo le quedaba el tronco. Por eso se conserva hasta hoy esta costumbre en Asdod: los sacerdotes y los que entran en el templo de Dagón no pisan el umbral.

    La mano del Señor descargó sobre los asdodeos, aterrorizándolos, e hirió con tumores a la gente de Asdod y su término. Al ver lo que sucedía, los asdodeos dijeron:

    «No debe quedarse entre nosotros el arca del Dios de Israel, porque su mano es dura con nosotros y con nuestro dios Dagón.»

    Entonces, mandaron convocar en Asdod a los príncipes filisteos y les consultaron:

    «¿Qué hacemos con el arca del Dios de Israel?»

    Respondieron:

    «Que se traslade a Gat.»

    Llevaron a Gat el arca del Dios de Israel, pero, nada más llegar, la mano del Señor se abatió sobre el pueblo causando un pánico terrible, porque hirió con tumores a toda la población, a chicos y grandes. Entonces trasladaron el arca de Dios a Ecrón; pero, cuando llegó allí, protestaron los ecronitas:

    «Nos han traído el arca de Dios para que nos mate a nosotros y a nuestras familias.»

    Entonces, mandaron convocar a los príncipes filisteos y les dijeron:

    «Devolved a su sitio el arca del Dios de Israel; si no, nos va a matar a nosotros con nuestras familias.»

    Todo el pueblo tenía un pánico mortal, porque la mano de Dios había descargado allí con toda fuerza. A los que no morían, les salían tumores. Y el clamor del pueblo subía hasta el cielo. El arca del Señor estuvo en país filisteo siete meses. Los filisteos llamaron a los sacerdotes y adivinos y les consultaron:

    «¿Qué hacemos con el arca del Señor? Indicadnos cómo la podemos mandar a su sitio.»

    Respondieron:

    «Si queréis devolver el arca del Dios de Israel, no la mandéis vacía, sino pagando una indemnización. Entonces, si os curáis, sabremos por qué su mano no nos dejaba en paz.»

    Les preguntaron:

    «¿Qué indemnización tenemos que pagarles?»

    Respondieron:

    «Cinco tumores de oro y cinco ratas de oro, uno por cada príncipe filisteo, porque la misma plaga la habéis sufrido vosotros y ellos. Haced unas imágenes de los tumores y de las ratas que han asolado el país, y así reconoceréis la gloria del Dios de Israel.»

    Así lo hicieron. Cogieron dos vacas que estaban criando-y las uncieron al carro, dejando los terneros encerrados en el establo; colocaron en el carro el arca del Señor y la cesta con las ratas de oro y las imágenes de los tumores. Las vacas tiraron derechas hacia el camino de Casalsol; caminaban mugiendo, siempre por el mismo camino, sin desviarse a derecha o izquierda. Los príncipes filisteos fueron detrás, hasta el término de Casalsol.

    Los hijos de Jeconías, aunque vieron el arca, no hicieron fiesta con los demás, y el Señor castigó a setenta hombres. El pueblo hizo duelo, porque el Señor los había herido con gran castigo; y los de Casalsol decían:

    «¿Quién podrá resistir al Señor, a ese Dios santo? ¿Adónde podemos enviar el arca para deshacernos de ella?»

    Y mandaron este recado a Villasotos:

    «Los filisteos han devuelto el arca del Señor; bajad a recogerla.»

    Los de Villasotos fueron, recogieron el arca y la llevaron a Loma, a casa de Abinadab; y consagraron a su hijo Eleazar para que guardase el arca.
    RESPONSORIO    Sal 131, 8-9; Nm 10, 36
    R. Levántate, Señor, ven a tu mansión, ven con el arca de tu poder: * que tus sacerdotes se vistan de gala, que tus fieles te aclamen.
    V. Descansa, Señor, entre las multitudes de Israel.
    R. Que tus sacerdotes se vistan de gala, que tus fieles te aclamen.
    SEGUNDA LECTURA De las Homilías del papa Pablo sexto.
    (Homilía pronunciada en Manila el 29 de noviembre de 1970)
    PREDICAMOS A CRISTO HASTA LOS CONFINES DE LA TIERRA
    ¡Ay de mí si no evangelizare! Para esto me ha enviado el mismo Cristo. Yo soy apóstol y testigo. Cuanto más lejana está la meta, cuanto más difícil es el mandato, con tanta mayor vehemencia el amor nos apremia. Debo predicar su nombre: Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo; él es quien nos ha revelado al Dios invisible, él es el primogénito de toda creatura, y todo se mantiene en él. Él es también el maestro y redentor de los hombres; él nació, murió y resucitó por nosotros. Él es el centro de la historia y del universo; él nos conoce y nos ama, compañero y amigo de nuestra vida, hombre de dolor y de esperanza; él ciertamente vendrá de nuevo y será finalmente nuestro juez y también, como esperamos, nuestra plenitud de vida y nuestra felicidad.

    Yo nunca me cansaría de hablar de él; él es la luz, la verdad, más aún, el camino, la verdad y la vida; él es el pan y la fuente de agua viva, que satisface nuestra hambre y nuestra sed; él es nuestro pastor, nuestro guía, nuestro ejemplo, nuestro consuelo, nuestro hermano. Él, como nosotros y más que nosotros, fue pequeño, pobre, humillado, sujeto al trabajo, oprimido, paciente. Por nosotros habló, obró milagros, instituyó el nuevo reino en el que los pobres son bienaventurados, en el que la paz es el principio de la convivencia, en el que los limpios de corazón y los que lloran son ensalzados y consolados, en el que los que tienen hambre de justicia son saciados, en el que los pecadores pueden alcanzar el perdón, en el que todos son hermanos.

    Éste es Jesucristo, de quien ya habéis oído hablar, al cual muchos de vosotros ya pertenecéis, por vuestra condición de cristianos. A vosotros, pues, cristianos, os repito su nombre, a todos lo anuncio: Cristo Jesús es el principio y el fin, el alfa y la omega, el rey del nuevo mundo, la arcana y suprema razón de la historia humana y de nuestro destino; él es el mediador, a manera de puente, entre la tierra y el cielo; él es el Hijo del hombre por antonomasia, porque es el Hijo de Dios, eterno, infinito y el Hijo de María, bendita entre todas las mujeres, su madre según la carne; nuestra madre por la comunión con el Espíritu del cuerpo místico.

    ¡Jesucristo! Recordadlo: él es el objeto perenne de nuestra predicación; nuestro anhelo es que su nombre resuene hasta los confines de la tierra y por los siglos de los siglos.
    RESPONSORIO    2Tm 1, 10; Jn 1, 16; Col 1, 16-17
    R. Cristo Jesús, nuestro Salvador, ha aniquilado la muerte, y ha hecho brillar la vida y la inmortalidad por el Evangelio. * Y de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia.
    V. Todo fue creado por él y para él, él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
    R. Y de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia.

    Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
    A ti nuestra alabanza,
    A ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

    Postrados ante ti, los ángeles te adoran
    Y cantan sin cesar:

    Santo, santo, santo es el Señor,
    Dios del universo;
    Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

    A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
    La multitud de los profetas te enaltece,
    Y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

    A ti la Iglesia santa,
    Por todos los confines extendida,
    Con júbilo te adora y canta tu grandeza:

    Padre, infinitamente santo,
    Hijo eterno, unigénito de Dios,
    Santo Espíritu de amor y de consuelo.

    Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
    Tú el Hijo y Palabra del Padre,
    Tú el Rey de toda la creación.

    Tú, para salvar al hombre,
    Tomaste la condición de esclavo
    En el seno de una virgen.

    Tú destruiste la muerte
    Y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

    Tú vives ahora,
    Inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

    Tú vendrás algún día,
    Como juez universal.

    Muéstrate, pues, amigo y defensor
    De los hombres que salvaste.

    Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
    Con tus santos y elegidos.

    La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
    Salva a tu pueblo, Señor,
    Y bendice a tu heredad.

    Sé su pastor,
    Y guíalos por siempre.

    Día tras día te bendeciremos
    Y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

    Dígnate, Señor,
    Guardarnos de pecado en este día.

    Ten piedad de nosotros, Señor,
    Ten piedad de nosotros.

    Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
    Como lo esperamos de ti.

    A ti, Señor, me acojo,
    No quede yo nunca defraudado.


    ORACIÓN. OREMOS,
    Dios nuestro, que quisiste hacernos hijos de la luz por la adopción de la gracia, concédenos que no seamos envueltos por las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
    Amén
    CONCLUSIÓN V. Bendigamos al Señor.
    R. Demos gracias a Dios.



    LAUDES(Oración de la mañana)

    INVOCACIÓN INICIAL
    V. Señor abre mis labios
    R. Y mi boca proclamará tu alabanza
    INVITATORIO Ant. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. Aleluya.

    Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

    Venid, aclamemos al Señor,
    demos vítores a la Roca que nos salva;
    entremos a su presencia dándole gracias,
    aclamándolo con cantos.

    Porque el Señor es un Dios grande,
    soberano de todos los dioses:
    tiene en su mano las simas de la tierra,
    son suyas las cumbres de los montes;
    suyo es el mar, porque él lo hizo,
    la tierra firme que modelaron sus manos.

    Venid, postrémonos por tierra,
    bendiciendo al Señor, creador nuestro.
    Porque él es nuestro Dios,
    y nosotros su pueblo,
    el rebaño que él guía.

    Ojalá escuchéis hoy su voz:
    «No endurezcáis el corazón como en Meribá,
    como el día de Masá en el desierto;
    cuando vuestros padres me pusieron a prueba
    y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

    Durante cuarenta años
    aquella generación me repugnó, y dije:
    Es un pueblo de corazón extraviado,
    que no reconoce mi camino;
    por eso he jurado en mi cólera
    que no entrarán en mi descanso»

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
    Himno: ES VERDAD QUE LAS LUCES DEL ALBA
    Es verdad que las luces del alba
    del día de hoy
    son más puras, radiantes y bellas,
    por gracia de Dios.

    Es verdad que yo siento en mi vida,
    muy dentro de mí,
    que la gracia de Dios es mi gracia,
    que no merecí.

    Es verdad que la gracia del Padre,
    en Cristo Jesús,
    es la gloria del hombre y del mundo
    bañados en luz.

    Es verdad que la Pascua de Cristo
    es pascua por mí,
    que su muerte y victoria me dieron
    eterno vivir.

    Viviré en alabanzas al Padre,
    que al Hijo nos dio,
    y que el santo Paráclito inflame
    nuestra alma en amor. Amén.
    SALMODIA Ant 1. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya. SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS
    ¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
    mi alma está sedienta de ti;
    mi carne tiene ansia de ti,
    como tierra reseca, agostada, sin agua.

    ¡Cómo te contemplaba en el santuario
    viendo tu fuerza y tu gloria!
    Tu gracia vale más que la vida,
    te alabarán mis labios.

    Toda mi vida te bendeciré
    y alzaré las manos invocándote.
    Me saciaré de manjares exquisitos,
    y mis labios te alabarán jubilosos.

    En el lecho me acuerdo de ti
    y velando medito en ti,
    porque fuiste mi auxilio,
    y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
    mi alma está unida a ti,
    y tu diestra me sostiene.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.

    Ant 2. En medio de las llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.
    Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56
    Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
    ensalzadlo con himnos por los siglos.

    Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
    cielos, bendecid al Señor.

    Aguas del espacio, bendecid al Señor;
    ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

    Sol y luna, bendecid al Señor;
    astros del cielo, bendecid al Señor.

    Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
    vientos todos, bendecid al Señor.

    Fuego y calor, bendecid al Señor;
    fríos y heladas, bendecid al Señor.

    Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
    témpanos y hielos, bendecid al Señor.

    Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
    noche y día, bendecid al Señor.

    Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
    rayos y nubes, bendecid al Señor.

    Bendiga la tierra al Señor,
    ensálcelo con himnos por los siglos.

    Montes y cumbres, bendecid al Señor;
    cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

    Manantiales, bendecid al Señor;
    mares y ríos, bendecid al Señor.

    Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
    aves del cielo, bendecid al Señor.

    Fieras y ganados, bendecid al Señor,
    ensalzadlo con himnos por los siglos.

    Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
    bendiga Israel al Señor.

    Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
    siervos del Señor, bendecid al Señor.

    Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
    santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

    Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
    ensalzadlo con himnos por los siglos.

    Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
    ensalcémoslo con himnos por los siglos.

    Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
    alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

    No se dice Gloria al Padre.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. En medio de las llamas, los tres jóvenes, unánimes, cantaban: «Bendito sea el Señor.» Aleluya.

    Ant 3. Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.
    Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS
    Cantad al Señor un cántico nuevo,
    resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
    que se alegre Israel por su Creador,
    los hijos de Sión por su Rey.

    Alabad su nombre con danzas,
    cantadle con tambores y cítaras;
    porque el Señor ama a su pueblo
    y adorna con la victoria a los humildes.

    Que los fieles festejen su gloria
    y canten jubilosos en filas:
    con vítores a Dios en la boca
    y espadas de dos filos en las manos:

    para tomar venganza de los pueblos
    y aplicar el castigo a las naciones,
    sujetando a los reyes con argollas,
    a los nobles con esposas de hierro.

    Ejecutar la sentencia dictada
    es un honor para todos sus fieles.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.
    LECTURA BREVE   Ap 7, 10. 12
    ¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero! La bendición, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y el honor, y el poder, y la fuerza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
    RESPONSORIO BREVE V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
    R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.

    V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre.
    R. Ten piedad de nosotros.

    V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
    CÁNTICO EVANGÉLICO

    Ant. Las raposas tienen sus cuevas, y los pájaros del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza.Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79
    Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
    porque ha visitado y redimido a su pueblo.
    suscitándonos una fuerza de salvación
    en la casa de David, su siervo,
    según lo había predicho desde antiguo
    por boca de sus santos profetas:

    Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
    y de la mano de todos los que nos odian;
    ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
    recordando su santa alianza
    y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

    Para concedernos que, libres de temor,
    arrancados de la mano de los enemigos,
    le sirvamos con santidad y justicia,
    en su presencia, todos nuestros días.

    Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
    porque irás delante del Señor
    a preparar sus caminos,
    anunciando a su pueblo la salvación,
    el perdón de sus pecados.

    Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
    nos visitará el sol que nace de lo alto,
    para iluminar a los que viven en tiniebla
    y en sombra de muerte,
    para guiar nuestros pasos
    por el camino de la paz.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant.
    Las raposas tienen sus cuevas, y los pájaros del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza. PRECES Glorifiquemos al Señor Jesús, luz que alumbra a todo hombre y sol de justicia que no conoce el ocaso, y digámosle:

    Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación, Señor, ten piedad.

    Creador de la luz, de cuya bondad recibimos, con acción de gracias, las primicias de este día;
    te pedimos que el recuerdo de tu santa resurrección sea nuestro gozo durante este domingo.

    Que tu Espíritu Santo nos enseñe a cumplir tu voluntad,
    y que tu sabiduría dirija hoy todas nuestras acciones.

    Que al celebrar la eucaristía de este domingo tu palabra nos llene de gozo,
    y que la participación en el banquete de tu amor haga crecer nuestra esperanza.

    Que sepamos contemplar las maravillas que tu generosidad nos concede,
    y vivamos durante todo el día en acción de gracias.
    Se pueden añadir algunas intenciones libres

    Digamos ahora todos juntos la oración que Cristo nos enseñó:
    Padre nuestro...

    ORACION
    Dios nuestro, que quisiste hacernos hijos de la luz por la adopción de la gracia, concédenos que no seamos envueltos por las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén CONCLUSIÓN V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
    R. Amén.  



    HORA TERCIA INVOCACIÓN INICIAL V. Dios mío, ven en mi auxilio
    R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
    Himno: VEN ESPÍRITU SANTO, LUZ Y GOZO
    Ven, Espíritu Santo, luz y gozo,
    Amor, que en tus incendios nos abrasas:
    renueva el alma de este pueblo tuyo
    que por mis labios canta tu alabanza.

    En sus fatigas diarias, sé descanso;
    en su lucha tenaz, vigor y gracia:
    haz germinar la caridad del Padre,
    que engendra flores y que quema zarzas.

    Ven, Amor, que iluminas el camino,
    compañero divino de las almas:
    ven con tu viento a sacudir al mundo
    y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.
    SALMODIA Ant 1. Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.

    Salmo 117 I - HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA.
    Dad gracias al Señor porque es bueno,
    porque es eterna su misericordia.

    Diga la casa de Israel:
    eterna es su misericordia.

    Diga la casa de Aarón:
    eterna es su misericordia.

    Digan los fieles del Señor:
    eterna es su misericordia.

    En el peligro grité al Señor,
    y me escuchó, poniéndome a salvo.

    El Señor está conmigo: no temo;
    ¿qué podrá hacerme el hombre?
    El Señor está conmigo y me auxilia,
    veré la derrota de mis adversarios.

    Mejor es refugiarse en el Señor
    que fiarse de los hombres,
    mejor es refugiarse en el Señor
    que confiar en los magnates.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.

    Ant 2. El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.

    Salmo 117 II

    Todos los pueblos me rodeaban,
    en el nombre del Señor los rechacé;
    me rodeaban cerrando el cerco,
    en el nombre del Señor los rechacé;
    me rodeaban como avispas,
    ardiendo como fuego en las zarzas,
    en el nombre del Señor los rechacé.

    Empujaban y empujaban para derribarme,
    pero el Señor me ayudó;
    el Señor es mi fuerza y mi energía,
    él es mi salvación.

    Escuchad: hay cantos de victoria
    en las tiendas de los justos:
    «La diestra del Señor es poderosa,
    la diestra del Señor es excelsa,
    la diestra del Señor es poderosa.»

    No he de morir, viviré
    para contar las hazañas del Señor.
    Me castigó, me castigó el Señor,
    pero no me entregó a la muerte.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.

    Ant 2. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.

    Salmo 117 III

    Abridme las puertas del triunfo,
    y entraré para dar gracias al Señor.

    Esta es la puerta del Señor:
    los vencedores entrarán por ella.

    Te doy gracias porque me escuchaste
    y fuiste mi salvación.

    La piedra que desecharon los arquitectos
    es ahora la piedra angular.
    Es el Señor quien lo ha hecho,
    ha sido un milagro patente.

    Éste es el día en que actuó el Señor:
    sea nuestra alegría y nuestro gozo.
    Señor, danos la salvación;
    Señor, danos prosperidad.

    Bendito el que viene en nombre del Señor,
    os bendecimos desde la casa del Señor;
    el Señor es Dios: él nos ilumina.

    Ordenad una procesión con ramos
    hasta los ángulos del altar.

    Tú eres mi Dios, te doy gracias;
    Dios mío, yo te ensalzo.

    Dad gracias al Señor porque es bueno,
    porque es eterna su misericordia.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.

    LECTURA BREVE   1 Jn 4, 16
    Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.

    V. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
    R. Dame vida con tu palabra.


    ORACIÓN

    OREMOS.
    Dios nuestro, que quisiste hacernos hijos de la luz por la adopción de la gracia, concédenos que no seamos envueltos por las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por Cristo nuestro Señor.

    Amén.

    CONCLUSIÓN

    V. Bendigamos al Señor.
    R. Demos gracias a Dios.



    HORA SEXTA INVOCACIÓN INICIAL V. Dios mío, ven en mi auxilio
    R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
    Himno: ESTE MUNDO DEL HOMBRE EN QUE ÉL SE AFANA.
    Este mundo del hombre, en que él se afana
    tras la felicidad que tanto ansía,
    tú lo vistes, Señor, de luz temprana
    y de radiante sol al mediodía.

    Así el poder de tu presencia encierra
    el secreto más hondo de esta vida;
    un nuevo cielo y una nueva tierra
    colmarán nuestro anhelo sin medida.

    Poderoso Señor de nuestra historia,
    no tardes en venir gloriosamente;
    tu luz resplandeciente y tu victoria
    inunden nuestra vida eternamente. Amén.
    SALMODIA Ant 1. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.

    Salmo 122 - EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO
    A ti levanto mis ojos,
    a ti que habitas en el cielo.
    Como están los ojos de los esclavos
    fijos en las manos de sus señores,

    como están los ojos de la esclava
    fijos en las manos de su señora,
    así están nuestros ojos
    en el Señor, Dios nuestro,
    esperando su misericordia.

    Misericordia, Señor, misericordia,
    que estamos saciados de desprecios;
    nuestra alma está saciada
    del sarcasmo de los satisfechos,
    del desprecio de los orgullosos.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. Tú que habitas en el cielo, ten misericordia de nosotros.

    Ant 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

    Salmo 123 - NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR

    Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
    -que lo diga Israel-,
    si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
    cuando nos asaltaban los hombres,
    nos habrían tragado vivos:
    tanto ardía su ira contra nosotros.

    Nos habrían arrollado las aguas,
    llegándonos el torrente hasta el cuello;
    nos habrían llegado hasta el cuello
    las aguas espumantes.

    Bendito el Señor, que no nos entregó
    como presa a sus dientes;
    hemos salvado la vida como un pájaro
    de la trampa del cazador:
    la trampa se rompió y escapamos.

    Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
    que hizo el cielo y la tierra.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

    Ant 2. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.

    Salmo 124 - EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO.

    Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
    no tiembla, está asentado para siempre.

    Jerusalén está rodeada de montañas,
    y el Señor rodea a su pueblo
    ahora y por siempre.

    No pesará el cetro de los malvados
    sobre el lote de los justos,
    no sea que los justos extiendan
    su mano a la maldad.

    Señor, concede bienes a los buenos,
    a los sinceros de corazón;
    y a los que se desvían por sendas tortuosas,
    que los rechace el Señor con los malhechores.
    ¡Paz a Israel!

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. El Señor rodea a su pueblo ahora y por siempre.

    LECTURA BREVE   Ga 6, 8
    Lo que uno siembre, eso cosechará. El que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.

    V. Tu palabra, Señor, es eterna.
    R. Tu fidelidad de generación en generación.


    ORACIÓN

    OREMOS.
    Dios nuestro, que quisiste hacernos hijos de la luz por la adopción de la gracia, concédenos que no seamos envueltos por las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por Cristo nuestro Señor.

    Amén.

    CONCLUSIÓN

    V. Bendigamos al Señor.
    R. Demos gracias a Dios.  



    HORA NONA INVOCACIÓN INICIAL V. Dios mío, ven en mi auxilio
    R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
    Himno: OH JESÚS, QUE EN TU CRUZ HAS DEMOSTRADO
    Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado
    tu gran amor, tu gran misericordia,
    y tu fuerza nos das para seguirte
    por el mismo camino hacia la gloria.

    Que fielmente cumplamos en tu Iglesia
    nuestra parte en tu obra salvadora,
    y, al llegar a la tarde de la vida,
    en gozo eterno el Padre nos acoja.

    Gracias, Padre, a ti porque nos llamas,
    a Jesús, que en su sangre nos redime,
    y al Espíritu Santo, luz y guía
    de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.
    SALMODIA Ant 1. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

    Salmo 125 - DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.
    Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
    nos parecía soñar:
    la boca se nos llenaba de risas,
    la lengua de cantares.

    Hasta los gentiles decían:
    «El Señor ha estado grande con ellos.»
    El Señor ha estado grande con nosotros,
    y estamos alegres.

    Que el Señor cambie nuestra suerte
    como los torrentes del Negueb.
    Los que sembraban con lágrimas
    cosechan entre cantares.

    Al ir, iban llorando,
    llevando la semilla;
    al volver, vuelven cantando,
    trayendo sus gavillas.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

    Ant 2. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

    Salmo 126 - EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.

    Si el Señor no construye la casa,
    en vano se cansan los albañiles;
    si el Señor no guarda la ciudad,
    en vano vigilan los centinelas.

    Es inútil que madruguéis,
    que veléis hasta muy tarde,
    los que coméis el pan de vuestros sudores:
    ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

    La herencia que da el Señor son los hijos;
    una recompensa es el fruto de las entrañas:
    son saetas en mano de un guerrero
    los hijos de la juventud.

    Dichoso el hombre que llena
    con ellas su aljaba:
    no quedará derrotado cuando litigue
    con su adversario en la plaza.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

    Ant 2. Dichoso el que teme al Señor.

    Salmo 127 - PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO

    ¡Dichoso el que teme al Señor
    y sigue sus caminos!

    Comerás del fruto de tu trabajo,
    serás dichoso, te irá bien;
    tu mujer, como una vid fecunda,
    en medio de tu casa;

    tus hijos, como renuevos de olivo,
    alrededor de tu mesa:
    ésta es la bendición del hombre
    que teme al Señor.

    Que el Señor te bendiga desde Sión,
    que veas la prosperidad de Jerusalén
    todos los días de tu vida;
    que veas a los hijos de tus hijos.
    ¡Paz a Israel!

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. Dichoso el que teme al Señor.

    LECTURA BREVE   Ga 6, 9-10
    No nos cansemos de practicar el bien; que a su tiempo cosecharemos si no desmayamos. Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los miembros de la Iglesia.

    V. Te invoco de todo corazón; respóndeme, Señor.
    R. Y guardaré tus leyes.


    ORACIÓN

    OREMOS.
    Dios nuestro, que quisiste hacernos hijos de la luz por la adopción de la gracia, concédenos que no seamos envueltos por las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por Cristo nuestro Señor.

    Amén.

    CONCLUSIÓN

    V. Bendigamos al Señor.
    R. Demos gracias a Dios.  



    II VÍSPERAS(Oración de la tarde)

    INVOCACIÓN INICIAL
    V. Dios mío, ven en mi auxilio
    R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
    Himno: DIOS DE LA LUZ, PRESENCIA ARDIENTE.
    Dios de la luz, presencia ardiente
    sin meridiano ni frontera:
    vuelves la noche mediodía,
    ciegas al sol con tu derecha.

    Como columna de la aurora,
    iba en la noche tu grandeza;
    te vio el desierto, y destellaron
    luz de tu gloria las arenas.

    Cerró la noche sobre Egipto
    como cilicio de tinieblas;
    para tu pueblo amanecías
    bajo los techos de las tiendas.

    Eres la luz, pero en tu rayo
    lanzas el día o la tiniebla:
    ciegas los ojos del soberbio,
    curas al pobre su ceguera.

    Cristo Jesús, tú que trajiste
    fuego a la entraña de la tierra,
    guarda encendida nuestra lámpara
    hasta la aurora de tu vuelta. Amén.
    SALMODIA Ant 1. Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya. Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.
    Oráculo del Señor a mi Señor:
    «Siéntate a mi derecha,
    y haré de tus enemigos
    estrado de tus pies.»

    Desde Sión extenderá el Señor
    el poder de tu cetro:
    somete en la batalla a tus enemigos.

    «Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
    entre esplendores sagrados;
    yo mismo te engendré, como rocío,
    antes de la aurora.»

    El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
    «Tú eres sacerdote eterno
    según el rito de Melquisedec.»

    El Señor a tu derecha, el día de su ira,
    quebrantará a los reyes.

    En su camino beberá del torrente,
    por eso levantará la cabeza.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. Aleluya.

    Ant 2. En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.
    Salmo 113 A - ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO; LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO.
    Cuando Israel salió de Egipto,
    los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
    Judá fue su santuario,
    Israel fue su dominio.

    El mar, al verlos, huyó,
    el Jordán se echó atrás;
    los montes saltaron como carneros;
    las colinas, como corderos.

    ¿Qué te pasa, mar, que huyes,
    y a ti, Jordán, que te echas atrás?
    ¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
    colinas, que saltáis como corderos?

    En presencia del Señor se estremece la tierra,
    en presencia del Dios de Jacob;
    que transforma las peñas en estanques,
    el pedernal en manantiales de agua.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.

    Ant 3. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
    Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO - Cf. Ap 19,1-2, 5-7
    El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.
    Aleluya.
    La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
    (R. Aleluya)
    porque sus juicios son verdaderos y justos.
    R. Aleluya, (aleluya).

    Aleluya.
    Alabad al Señor sus siervos todos.
    (R. Aleluya)
    Los que le teméis, pequeños y grandes.
    R. Aleluya, (aleluya).

    Aleluya.
    Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
    (R. Aleluya)
    Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
    R. Aleluya, (aleluya).

    Aleluya.
    Llegó la boda del cordero.
    (R. Aleluya)
    Su esposa se ha embellecido.
    R. Aleluya, (aleluya).

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
    LECTURA BREVE   2Co 1, 3-4
    Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios.
    RESPONSORIO BREVE V. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
    R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

    V. Digno de gloria y alabanza por los siglos.
    R. En la bóveda del cielo.

    V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
    CÁNTICO EVANGÉLICO

    Ant. Nadie que pone la mano en el arado y mira atrás es apto para el reino de Dios.Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
    Proclama mi alma la grandeza del Señor,
    se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
    porque ha mirado la humillación de su esclava.

    Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
    porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
    su nombre es santo,
    y su misericordia llega a sus fieles
    de generación en generación.

    El hace proezas con su brazo:
    dispersa a los soberbios de corazón,
    derriba del trono a los poderosos
    y enaltece a los humildes,
    a los hambrientos los colma de bienes
    y a los ricos los despide vacíos.

    Auxilia a Israel, su siervo,
    acordándose de su misericordia
    -como lo había prometido a nuestros padres-
    en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant.
    Nadie que pone la mano en el arado y mira atrás es apto para el reino de Dios. PRECES Adoremos a Cristo, Señor nuestro y cabeza de la Iglesia, y digámosle confiadamente:

    Venga a nosotros tu reino, Señor.

    Señor, amigo de los hombres, haz de tu Iglesia instrumento de concordia y unidad entre ellos
    y signo de salvación para todos los pueblos.

    Protege con tu brazo poderoso al Papa y a todos los obispos
    y concédeles trabajar en unidad, amor y paz.

    A los cristianos concédenos vivir íntimamente unidos a ti, nuestro Maestro,
    y dar testimonio en nuestras vidas de la llegada de tu reino.

    Concede, Señor, al mundo el don de la paz
    y haz que en todos los pueblos reine la justicia y el bienestar.
    Se pueden añadir algunas intenciones libres

    Otorga, a los que han muerto, una resurrección gloriosa
    y haz que los que aún vivimos en este mundo gocemos un día con ellos de la felicidad eterna.

    Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
    Padre nuestro...

    ORACION
    Dios nuestro, que quisiste hacernos hijos de la luz por la adopción de la gracia, concédenos que no seamos envueltos por las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén CONCLUSIÓN V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
    R. Amén.  



    COMPLETAS(Oración antes del descanso nocturno)

    INVOCACIÓN INICIAL
    V. Dios mío, ven en mi auxilio
    R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
    EXAMEN DE CONCIENCIA

    Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

    Yo confieso ante Dios todopoderoso
    y ante vosotros, hermanos,
    que he pecado mucho
    de pensamiento, palabra, obra y omisión:
    por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

    Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
    a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
    que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

    V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
    R. Amén.
    Himno: SE INCLINA YA MI FRENTE
    Se inclina ya mi frente,
    sellado está el trabajo;
    Señor, tu pecho sea
    la gracia del descanso.

    Mis ojos se retiran,
    la voz deja su canto,
    pero el amor enciende
    su lámpara velando.

    Lucero que te fuiste,
    con gran amor amado,
    en tu gloria dormimos
    y en sueños te adoramos. Amén.
    SALMODIA Ant 1. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno. Salmo 90 - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.
    Tú que habitas al amparo del Altísimo,
    que vives a la sombra del Omnipotente,
    di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
    Dios mío, confío en ti.»

    Él te librará de la red del cazador,
    de la peste funesta.
    Te cubrirá con sus plumas,
    bajo sus alas te refugiarás:
    su brazo es escudo y armadura.

    No temerás el espanto nocturno,
    ni la flecha que vuela de día,
    ni la peste que se desliza en las tinieblas,
    ni la epidemia que devasta a mediodía.

    Caerán a tu izquierda mil,
    diez mil a tu derecha;
    a ti no te alcanzará.

    Tan sólo abre tus ojos
    y verás la paga de los malvados,
    porque hiciste del Señor tu refugio,
    tomaste al Altísimo por defensa.

    No se te acercará la desgracia,
    ni la plaga llegará hasta tu tienda,
    porque a sus ángeles ha dado órdenes
    para que te guarden en tus caminos;

    te llevarán en sus palmas,
    para que tu pie no tropiece en la piedra;
    caminarás sobre áspides y víboras,
    pisotearás leones y dragones.

    «Se puso junto a mí: lo libraré;
    lo protegeré porque conoce mi nombre,
    me invocará y lo escucharé.

    Con él estaré en la tribulación,
    lo defenderé, lo glorificaré;
    lo saciaré de largos días,
    y le haré ver mi salvación.»

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
    LECTURA BREVE   Ap 22, 4-5
    Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
    RESPONSORIO BREVE V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
    R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

    V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
    R. Te encomiendo mi espíritu.

    V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
    CÁNTICO EVANGÉLICO

    Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.CÁNTICO DE SIMEÓN       Lc 2, 29-32
    Ahora, Señor, según tu promesa,
    puedes dejar a tu siervo irse en paz,

    porque mis ojos han visto a tu Salvador,
    a quien has presentado ante todos los pueblos

    luz para alumbrar a las naciones
    y gloria de tu pueblo Israel.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant.
    Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.


    ORACION OREMOS
    Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.
    Amén.


    BENDICIÓN
    V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
    R. Amén.


    ANTIFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN

    Salve, Reina de los cielos
    y Señora de los ángeles;
    salve raíz, salve puerta,
    que dio paso a nuestra luz.

    Alégrate, virgen gloriosa,
    entre todas la más bella;
    salve, agraciada doncella,
    ruega a Cristo por nosotros.